La vida en un harén real
Antes de hablar de harenes orientales debe aclararse que la visión que se tiene de ellos en Occidente no sólo es limitada, sino que se aleja bastante de la realidad. Solemos relacionarlos con las historias de Las mil y una noches, con el palacio Topkapi de Estambul, con los califas omeyas, con esclavas y concubinas… Sin embargo, los harenes verdaderos tuvieron poco que ver con lo que Matisse, Delacroix o Ingres plasmaron en sus cuadros, con las imaginativas películas de Hollywood o con óperas como Aida, de Verdi. Además, no todos los harenes fueron iguales, empezando por los egipcios, si es que podemos denominarlos harenes.
El harén del país de los faraones funcionaba como una institución independiente del gobierno.
En el siglo XIX, los egiptólogos, por culpa de una mala traducción, creyeron que la institución conocida como Casa Jeneret era un harén similar al turco. Haber t ra d u c i d o jeneret como “lugar cerrado” y el hecho de que allí vivieran comunidades femeninas les llevó a pensar que era un sitio de reclusión de mujeres destinadas a satisfacer los deseos sexuales del faraón.
El vocablo deriva del árabe , o lo que puede traducirse como “tocar música y seguir el ritmo”, una de las funciones primordiales del harén egipcio. Una prueba más de su peculiaridad era la ausencia de los eunucos.
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