Orientaciones transpacíficas: la modernidad mexicana y el espectro de Asia
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Este estudio marca el giro transpacifico en las cronicas de viaje del diario de Jose Juan Tablada, en las fotografias paisajisticas de Manuel Alvarez Bravo, en los ensayos culturales y en las campanas de alfabetizacion de Jose Vasconcelos, en los ensayos marxistas sobre el modo de produccion asiatico de Roger Bartra, en la novela negra de Rafael Bernal, en la opera coral juarense de Marcela Rodriguez y Mario Bellatin y en las instalaciones tijuanenses de Shinpei Takeda. Orientaciones transpacificas revisa el enfasis tradicional en la relacion trasatlantica con Europa y demuestra que es una imaginacion transpacifica y verdaderamente planetaria–en vez de una mera dialectica entre excolonia y metropolis–la que define la conceptualizacion sobre la modernidad cultural y literaria mexicana. Orientaciones transpacificas explora los puntos de interseccion entre el orientalismo mexicano y las ideologias centrales del latinoamericanismo para develar la influencia espectral de Asia en la formacion de definiciones culturales y continentales que son fundamentales para el campo de los estudios latinoamericanos.
Laura J. Torres-Rodríguez
Laura J. Torres-Rodriguez es profesora asistente de literatura latinoamericana en el departamento de espanol y portugues en New York University.
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Orientaciones transpacíficas - Laura J. Torres-Rodríguez
UNIVERSITY OF NORTH CAROLINA AT CHAPEL HILL
DEPARTMENT OF ROMANCE STUDIES
NORTH CAROLINA STUDIES IN THE ROMANCE LANGUAGES AND LITERATURES
Founder: URBAN TIGNER HOLMES
Editor: JUAN CARLOS GONZÁLEZ ESPITIA
Distributed by:
UNIVERSITY OF NORTH CAROLINA PRESS
CHAPEL HILL
North Carolina 27515-2288
U.S.A.
NORTH CAROLINA STUDIES IN THE ROMANCE LANGUAGES AND LITERATURES
Number 316
ORIENTACIONES TRANSPACÍFICAS:
LA MODERNIDAD MEXICANA Y EL ESPECTRO DE ASIA
NORTH CAROLINA SERIES ON ROMANCE LANGUAGES AND LITERATURES
EDITORIAL COMMITTEE
Juan Carlos González Espitia, Editor-in-Chief
Frank A. Domínguez
Oswaldo Estrada
Irene Gómez Castellano
Rosa Perelmuter
Monica Rector
Heather Minchew, Managing Editor
EDITORIAL BOARDS
French
Francis Assaf
Janet Beizer
Kevin Brownlee
Elisabeth Cardonne-Arlyck
Linda Clemente
William F. Edmiston
Dominique Fisher
Perry Gethner
Stirling Haig
Nancy Lane
Peggy McCracken
Warren Motte
Marshall Olds
François Rigolot
Ruth Thomas
Ronald W. Tobin
Colette H. Winn
Luso-Brazilian
Severino Albuquerque
Paul Dixon
Earl E. Fitz
José Ornelas
Darlene Sadlier
Ronald W. Sousa
Jon M. Tolman
Spanish & Spanish-American
Debra Castillo
Sara Castro-Klaren
Cecelia J. Cavanaugh
Stuart A. Day
Malva E. Filer
Candelas Gala
Michael Gerli
David T. Gies
Roberto González Echevarría
Alejandro Mejías-López
Sylvia Molloy
Óscar Montero
Julio Ortega
Janet Pérez
José M. Regueiro
Óscar Rivera-Rodas
María Salgado
Donald Shaw (†)
Margarita Zamora
Italian
Daniela Bini
Antonio Illiano
Ennio Rao
Rebecca West
ORIENTACIONES TRANSPACÍFICAS:
LA MODERNIDAD MEXICANA Y EL ESPECTRO DE ASIA
POR
LAURA J. TORRES-RODRÍGUEZ
NORTH CAROLINA STUDIES IN THE ROMANCE
LANGUAGES AND LITERATURES
U.N.C. DEPARTMENT OF ROMANCE STUDIES
CHAPEL HILL
2019
Library of Congress Cataloging-in-Publication Data
Names: Torres-Rodríguez, Laura J., author.
Title: Orientaciones transpacíficas : la modernidad mexicana y el espectro
de Asia / por Laura J. Torres-Rodríguez.
Other titles: North Carolina studies in the Romance languages and literatures
; no. 316.
Description: Chapel Hill : North Carolina Studies in the Romance Languages
and Literatures, U.N.C. Department of Romance Studies, 2019. | Series:
North Carolina studies in the Romance languages and literatures ; number
316 | Includes bibliographical references and index.
Identifiers: LCCN 2019004706 | ISBN 9781469651897 (pbk.)
Subjects: LCSH: Arts, Mexican. | Mexican literature–Asian influences. | Art,
Mexican–Asian influences. | Mexico–Relations–Asia. |
Asia–Relations–Mexico.
Classification: LCC NX514.A1 T67 2019 | DDC 700.972–dc23
LC record available at https://lccn.loc.gov/2019004706
Cover design: Ana Cristina Juan Gómez
Cover image: Roca cubierta de liquen
1927-29 by Manuel Álvarez Bravo.
© Archivo Manuel Álvarez Bravo, S.C. & "The Great
Wave of Kanagawa" ca. 1829-33 by Katsushika Hokusai
© 2019. Department of Romance Studies. The University of North Carolina
at Chapel Hill.
ISBN 978-1-4696-5189-7
Layout and copyediting by Artes Gráficas Soler
www.graficas-soler.com
In this brilliant book, Laura Torres-Rodríguez rewrites intellectual Mexican history by addressing Trans-Pacific cultural exchanges and tracing the works of central figures in Mexican cultural tradition who were intellectually formed under Atlantic and Occidentalist premises, but suddenly turn their gaze to Asia, opting instead for a Trans-Pacific orientation. By appropriating the far-away culture of ‘the Orient’ as something intimate and national, that which seemed peripheral suddenly becomes central to Mexican modernity. Torres-Rodríguez looks at how Mexican intelligentsia discovered in Orientalism and in their study of the modernization of Asian countries a way to conceive of a different path for their country’s modernity. At the same time, they found new ways of classifying local population and establishing social hierarchies through racialized discourses imported from Asia. She concludes that that Mexican Orientalism, by-passing European or US influence and coloniality, articulated its own cultural hegemony and centrality.
––IGNACIO LÓPEZ-CALVO, University of California - Merced.
Laura Torres-Rodríguez has written a masterpiece of literary and cultural criticism, jam-packed with brilliant readings of Mexico’s longstanding fascination and fear of Asia. From José Juan Tablada’s Japanese photograph to the Japanese-run factories along the Mexico-US border, she tells a story that few people suspect. A perfect book to understand globalization from a Mexican perspective.
––RUBÉN GALLO, Princeton University. Author of Mexican Modernity and Freud’s Mexico.
"Orientaciones transpacíficas presents an extraordinary study of intellectual history about contemporary Mexico. Carefully and skillfully interweaving literary criticism, postcolonial theory, and cultural studies, Torres-Rodríguez creates an alternative vision of Mexico’s political tradition in the 20th and 21st century. What she calls ‘transpacific orientation’ highlights the critical role played by several Asian countries–Japan, China and India–in the formation of Mexican modernity and singularity. The book is groundbreaking and represents an important addition to transpacific studies. At stake is not only a rethinking of Mexican history, but also the very notions of race, culture and politics in Latin America."
––KOICHI HAGIMOTO, Wellesley College.
ÍNDICE
LISTA DE ILUSTRACIONES
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN: El Pacífico. Una historia desligada
CAPÍTULO 1: Visualidad. El archivo japonés de José Juan Tablada
CAPÍTULO 2: Textualidad. La India de papel de José Vasconcelos
CAPÍTULO 3: Temporalidad. El Estado bajo sospecha: Roger Bartra y el modo de producción asiático
CAPÍTULO 4: Espectros de Mao. El complot mongol de Rafael Bernal
CAPÍTULO 5: Resonancia. La hipermodernidad oriental
y el fin de siglo japonista
EPÍLOGO: Escenas de extimidad hemisférica
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE ANALÍTICO
LISTA DE ILUSTRACIONES
FIGURA 1. José Juan Tablada tomando el té. Fotografía incluida en Francisco Gándara Tablada
, en Revista de Revistas, 22 de junio de 1913. Acervo del Archivo Histórico del Excélsior
FIGURA 2. Manuel Álvarez Bravo, Arena y pinitos
, circa 1920. © Archivo Manuel Álvarez Bravo, S.C
FIGURA 3. Manuel Álvarez Bravo, Roca cubierta de liquen
, 1927-1929. © Archivo Manuel Álvarez Bravo, S.C
FIGURA 4. Shunga de soldado imperial japonés y enfermera de guerra (1880-1900). SECRETARÍA DE CULTURA.INAH.MNH.MX Reproducción Autorizada por el INAH. Fotografía de Leonardo Hernández Vidal
FIGURA 5. Daniela Rossell, Sin título (Ricas y famosas), 2002. Cortesía de la artista y de Greene Naftali, Nueva York
AGRADECIMIENTOS
COMO este libro comenzó como una tesis de doctorado en la Universidad de Pennsylvania, quiero empezar agradeciendo a mi director, Román de la Campa, y a Yolanda Martínez-San Miguel, maestra y mentora. Este proyecto se gestó en mi temporada en Philadelphia con el apoyo y la amistad de Lidia León-Blázquez, Óscar E. Montoya, Andrea Cote Botero, Gerardo Pignatiello, Sandra Casanova-Vizcaíno, Giselle Román Medina, Seulki Choi Lee, Helena de Llanos y Lina Martínez Hernández. Agradezco el tiempo y el ojo editorial de Matthew Goldmark y Linda Grabner-Travis. Mucho de lo que he logrado en estos últimos años se lo debo al consejo diario y a la incansable solidaridad de Judith Sierra-Rivera. Le agradezco a Marco Martínez el haber compartido conmigo su extenso conocimiento de los archivos mexicanos, sobre todo la información sobre el archivo japonés del Museo Nacional de Historia Castillo de Chapultepec
.
En el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Nueva York he encontrado el mejor ambiente de trabajo posible y todo el apoyo de mis colegas y estudiantes. Agradezco especialmente los enriquecedores e inteligentes comentarios de Rubén Ríos-Ávila, Licia Fiol-Matta, Jo Labanyi, Mary Louise Pratt, Gabriel Giorgi, Gigi Dopico-Black, Jim Fernández, Gabriela Basterra, Lourdes Dávila, Tomás Urayoán Noel, Diana Taylor, José Reyes, Edgardo Núñez, Jill Lane, Omar Alejandro Dauhajre, Ana Dopico y Dylon Robbins. Zeb Tortorici y Sarah Pearce me han orientado oportunamente en las encrucijadas de la profesión. Agradezco también a Marcial Godoy-Anativia por ser un extraordinario escucha e interlocutor. Me siento especialmente afortunada de haber podido discutir y compartir mi proceso de escritura con una comunidad brillante de estudiantes graduados, entre las cuales se encuentran Amy Obermeyer, Alejandra Vela Martínez, Francisco Marguch, Antía Gómez Núñez, Irina Troconis, Catalina Arango Correa, Rafael Cesar, Omar Durán-García, Fan Fan, Alejandro Castro, Germán Garrido, Alejandro Moreno, Brenda Lozano, Emmanuel Velayos, Marcelo Carosi, Tess Rankin, Jason Ahlenius y Natalia Aguilar Vásquez. Me siento afortunada de haber contado entre mis estudiantes subgraduados a Lee Xie, lectora detallista, y a Yves Jean-Baptiste, hablante de múltiples lenguas y afectos. También le agradezco a Amara Thomas, Lorena Tamez, Julia Einhorn, Montserrat Yáñez Bravo, Veronica Carchedi y a Samantha Wischnia el haberme dado la oportunidad de leer sus trabajos de investigación.
Agradezco a todos los colegas y amigos que me han brindado su valioso tiempo o invitado a participar en distintos proyectos, especialmente a Lena Burgos-Lafuente, Javier Laureano, Javier Uriarte, Carl Fischer, Fernando Loffredo, Felipe Martínez-Pinzón, Ana Sabau, Araceli Tinajero, Ignacio López-Calvo, Ignacio Sánchez-Prado, Oswaldo Estrada, John Ochoa, Jason Oliver Chang, Junyoung Verónica Kim, Paula Park, Koichi Hagimoto, Javier Guerrero, Ana Traverso, Andrea Kottow, César Barros y Martín Bergel. Sin la energía y el entusiasmo de Ángeles Donoso Macaya este proyecto hubiese tardado mucho más en llegar a feliz término. Quiero agradecer también a mi mentor en la Universidad de Puerto Rico, el profesor Ricardo Cobián.
En México, tuve la gran fortuna de conocer a César Moheno, quien hospitalariamente compartió conmigo muchos de sus contactos y me contagió su amor y dedicación al patrimonio cultural mexicano. Quiero agradecer a Daniela Rossell, a la Greene Naftali Gallery y a la Asociación Manuel Álvarez Bravo el haberme otorgado generosamente las autorizaciones necesarias para el uso de las imágenes en el libro. El profesor Salvador Rueda me recibió con mucha amabilidad en la biblioteca del Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec. Mi gratitud va también a Marcela Rodríguez, Carlos Pereda, César Moheno Plá y Daniela Villanueva, esplendidos anfitriones y amigos.
Una versión abreviada del Capítulo 2 fue publicada en inglés en el 2015 en la Revista Hispánica Moderna, vol. 68, no.1. Una parte del Capítulo 1 apareció publicada en el 2016 en el libro Diálogos culturales, RIL Editores. La Ford Foundation, la oficina del Dean of the Humanities, el Center of Caribbean and Latin American Studies y el Center for the Humanities en NYU me brindaron distintas formas de financiamiento para la redacción y publicación del libro. El equipo editorial de North Carolina Studies in the Romance Languages and Literatures hizo posible el último tramo de este proyecto. Agradezco especialmente a mi espléndido editor Juan Carlos González Espitia y a Heather Minchew, por su eficacia y profesionalismo.
Finalmente, quiero dedicar este libro a mi familia en Puerto Rico, a Evelyn Rodríguez Sánchez, Luis José Torres Bauzá, Luigi Torres Rodríguez, Carmen Vázquez Arce y Melba Herrera, por mantener la isla a flote, y a mi familia en la diáspora, Cristina Pérez Díaz y Pedro Leopoldo Sánchez. Este libro lo escribí junto a Ernesto Blanes Martínez, dicha y savia de mis días.
INTRODUCCIÓN
EL PACÍFICO: UNA HISTORIA DESLIGADA
Tenemos en nuestro país dos océanos a elección; algunos están por el Atlántico, él [José Vasconcelos], por el Pacífico.
Alfonso Reyes, Pasado inmediato
(199)
Resultaba extraordinario que, habiendo sido el Pacífico tan importante en la historia de México, se tuviera tan poco en cuenta y se hubiera estudiado tan poco en nuestro medio. Parecía como si México, al haber perdido en su independencia toda ambición de expansión hacia el oriente, hubiera perdido al mismo tiempo todo interés en la historia que lo ligara a ese mar.
Rafael Bernal, El Gran Océano (28)
Memoria y geografía
Y algo que designamos como azar o destino,
Nos ciñen a un océano
…
En la región final del hemisferio y la vida,
En los puentes que cruzan el río invisible de sangre
Y sobre la ceniza de los muertos,
Nos volvemos a ver para el nunca más,
Guijarros arrastrados por otro mar:
El mar de la Historia atroz
Que nada tiene de Pacífico.
José Emilio Pacheco, Océanos
(664)
LOS epígrafes con los que comienza este libro nos remiten a una escena de extrañeza: encontrarse de súbito con la condición de estar, de siempre haber estado, entre dos mares. Es como si la aparición del océano Pacífico, la forma en que se materializa como realidad geográfica e histórica, desconcertara a toda una tradición intelectual mexicana construida de espaldas a Asia. Evocar una historia transpacífica mexicana implicaría adentrarse en una trayectoria ensombrecida por el olvido, ejercer una memoria ceñida a un océano
, a esa realidad geográfica parcialmente renegada como consecuencia del énfasis privilegiado en la relación trasatlántica con Europa.¹
De hecho, tanto Alfonso Reyes como Rafael Bernal nos sugieren que para poder retornar al Pacífico, a partir del lugar que este históricamente ocupa en la cartografía mexicana, se necesita un cambio de orientación, un girarse hacia esa espalda marítima. En el caso de Reyes, orientarse hacia ambos circuitos marítimos representa una perspectiva imposible, como si el pensamiento, como el cuerpo mismo, no pudiera hacer frente a dos costados oceánicos simultáneamente sin perder su coherencia interna. Reyes nos confronta con la necesidad de llevar a cabo una elección de lo trasatlántico o lo transpacífico. Por su parte, la operación de Bernal consiste precisamente en dar cuenta de ese desdoblamiento, habitar esa perspectiva imposible, visualizarse en ella. El gesto crítico en este caso reside en volver a ver lo que siempre ha estado ahí, con el propósito de indagar sobre las razones de su posible desaparición u ocultamiento fenomenológico. Bernal intuye que la pérdida de un posicionamiento específico, la ambición colonial y decimonónica mexicana de expandirse hacia Asia, acabó también con otras formas de vincularse con el Pacífico y, por lo tanto, con otros tipos de imaginación planetaria. México sepultó en el siglo XX sus aspiraciones transpacíficas en un mar que parece representar el olvido mismo. De forma similar, en el poema de José Emilio Pacheco, el Pacífico emerge como un límite que marca los confines de lo familiar o lo conocible; este océano encarna la memoria material de una historia manifiesta, pero muda.
Distancia, desconexión y desconcierto son algunas de las coordenadas afectivas que caracterizan esta orientación mexicana hacia el Pacífico en el siglo XX. El presente libro intenta indagar en estos afectos provenientes del esfuerzo–del tour de force–que implica imaginar la historia intelectual mexicana desde una perspectiva considerada tradicionalmente como marginal o impropia a los relatos de construcción nacional y continental. Adopto el término lacaniano de extimidad para denominar la relación que la tradición intelectual mexicana sostiene con el circuito transpacífico en el siglo XX: un vínculo que a pesar de, o precisamente por, ser constitutivamente íntimo, se ha tendido a imaginar como ajeno.
En el Seminario 16, De un Otro al otro, Jacques Lacan moviliza la noción de extimidad
como lo que me es más íntimo es justamente lo que estoy forzado a no poder reconocer más que en el afuera
(206).² Para efectos de este estudio, me interesa resaltar la connotación topológica del concepto, la cual remite a una vacilación entre lo exterior y lo interior, lo propio y lo impropio. En el caso de la relación de México con el Pacífico y con Asia, la extimidad es un término que nos permite pensar la construcción de lo supuestamente lejano y ajeno como una exterioridad íntima. Así, lo que se ha imaginado como una frontera marítima, un límite en el pensamiento entre el adentro y el afuera, según lo ilustran los epígrafes, consigue materializarse de pronto como un margen invaginado, un doblez hacia adentro, una abismante continuidad, una ligazón.³ La extrañeza proviene precisamente de la sospecha de que lo que se suponía como la topografía misma de la interioridad está compuesto de esa otra exterioridad renegada; es la sorpresa de hallarse de pronto sin contornos definidos. Por lo tanto, los epígrafes ilustran una operación de repliegue de lo exterior hacia el interior. Así, lo que parecía existir en la periferia histórica, geográfica y cultural, deviene inesperadamente central. Mi uso del término extimidad para describir algunas escenas transpacíficas mexicanas coincide con lo que Evelyn Hu-DeHart denomina en su estudio de las relaciones entre Asia y América Latina la confrontación transpacífica
, siguiendo las ideas de Lothar Knauth. El término confrontación
en español denota el acto de encarar (de ponerse literalmente cara a cara) o de enfrentarse a una realidad extraña, pero también puede significar el acto de congeniar, convenir, cotejar(se) o converger con esta realidad.⁴ En palabras de Hu-DeHart, Ambos significados funcionan aquí … para explorar la relación y las interacciones entre los pueblos y las culturas de Asia y América Latina
[Both meanings are at work here … to explore the relationship and interactions between peoples and cultures of Asia and Latin America] (4).
En este libro me ocuparé de la latencia de lo que denomino la orientación transpacífica de una serie de obras artísticas, literarias y políticas íntimas a la tradición intelectual mexicana que ha llegado a constituirse como canónica. El gesto crítico consiste en sacar a flote lo que ya está en los textos, pero que ha sido parcialmente velado por un énfasis privilegiado en la relación con Europa. Por esta razón argumento que la perspectiva transpacífica, a pesar de su reputada marginalidad, resultó fundamental para reconstruir la forma en que la tradición intelectual imaginó la centralidad geopolítica y cultural de México en el siglo XX. No obstante, esta declaración no abarca la multiplicidad de posicionamientos transpacíficos en México, las maneras en la que la imaginación cultural mexicana ha configurado la relación entre cuerpo, geografía, historia y mundo. Se trata más bien de un esfuerzo inicial por conformar un corpus a partir del delineamiento de una serie de tendencias generales, y de la construcción de un lenguaje crítico para conceptualizar la relación cultural entre México y el continente asiático en el contexto de los debates sobre la modernización.
Aunque el vínculo más persistente entre México y el Sudeste asiático ocurre durante la época del Virreinato, este continúa durante los siglos XX y XXI, constituyéndose como un punto de referencia constante, aun cuando las alusiones que lo conforman sean raramente cartografiadas de forma sistemática.⁵ La dificultad crítica de otorgar legibilidad a estas genealogías proviene de su naturaleza sinuosa. Se trata de trayectorias que zigzaguean por un territorio histórico minado por la pérdida de relación. Es como si México hubiese olvidado en el siglo XX su propia condición de eslabón, de intersección entre dos océanos, y, por lo tanto, su importancia histórica en la constitución de rutas de comercio mundiales que inauguran la historia transpacífica de las Américas y que continúan influyendo las corrientes actuales de la globalización.⁶
México es el eslabón perdido en la historia de las sucesiones imperiales en el Pacífico. Aquí el término Pacífico denomina no sólo una realidad geográfica, sino que también un lugar pelágico organizado por patrones de migración, explotación, y dominación que desde el siglo XVI han conectado a Asia, las islas del Pacífico y las Américas. Así, el Pacífico representa el ensamble territorial iniciado y administrado históricamente por distintos proyectos imperiales en competencia (Chang, Four Centuries
194-95). Durante el imperio español, el Virreinato de la Nueva España se constituyó como el centro mismo de la ruta Sevilla-Veracruz-Acapulco-Manila, una infraestructura comercial que ligaba directamente a Asia con las Américas de 1571 a 1815 a partir de la circulación de mercancías y el tráfico de personas en ambas direcciones.⁷ En este periodo, México se convirtió en la fuente principal de plata en el mundo y Acapulco en el puerto más importante para su comercio con Asia (198).⁸ Como explican las historiadoras Carmen Yuste López y Katharine Bjork, durante gran parte del periodo colonial las Filipinas fueron concebidas por los criollos mexicanos como un territorio subordinado principalmente al Virreinato de la Nueva España.⁹ En la imaginación criolla, el Pacífico representó una oportunidad de expansión económica poco regulada por el monopolio imperial de Sevilla. Por lo tanto, la inclusión del océano Pacífico en la representación criolla reconstituyó un mapa del mundo donde el Virreinato de la Nueva España quedaba ubicado en el centro mismo de las incipientes cartografías globales, como fuerza metropolitana, cuestionando así su lugar como territorio periférico del sistema intercolonial.¹⁰ Esta conexión me permite argumentar que el interés mexicano por Asia durante el siglo XX estuvo más vinculado a la afirmación de una centralidad hemisférica y global que a la constatación de una supuesta marginalidad en relación con los centros trasatlánticos de la modernidad.
Luego de la caída del imperio español, la aspiración criolla se rearticuló durante los procesos de independencia. Durante el fugaz Primer Imperio Mexicano (1821-1823), se consideró esencial mantener a las Filipinas como territorio ultramarino, un sueño que perecería rápidamente ante el ascenso de otros proyectos imperiales (Haro 62). Muy pronto Gran Bretaña y Estados Unidos heredaron la infraestructura imperial transpacífica ibérica:¹¹ Estados Unidos anexó a las Filipinas en 1898 y San Francisco–territorio mexicano hasta 1848–desplazó a Acapulco como el principal puerto en las Américas de intercambio comercial y migratorio con el continente asiático. La ambición mexicana de heredar el lucrativo comercio transpacífico de la colonia después de la independencia fue prematuramente interrumpida. Sin embargo, debido a la importancia de China como el principal consumidor de plata mexicana, la república liberal durante el Porfiriato buscó fomentar vínculos directos con el este asiático. De todos modos, esta situación fue eclipsada cada vez más por un panorama internacional que comenzaba a favorecer definitivamente el patrón oro.¹² Entre estos intentos, vale la pena destacar los esfuerzos porfirianos por fomentar la inmigración china y japonesa a México a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Si bien la inmigración representa la consecuencia más significativa de esta saga transpacífica y el presente trabajo presupone la importancia del impacto de la inmigración en la configuración y contestación crítica de los imaginarios transpacíficos canónicos, la inmigración no es el foco de mi reflexión. Más bien, el interés principal reside aquí en la reconstrucción de ideas y figuraciones de Asia del Este y Meridional en una historia intelectual que ha venido a configurarse como oficial. Por este motivo, recurro a otros importantes estudios para dar cuenta de las experiencias y posicionamientos multipolares de los mexicanos de ascendencia china, japonesa y coreana, en relación con la formación de cartografías nacionales y transnacionales alternativas.¹³
Entonces, ¿qué caracteriza la orientación intelectual mexicana en el siglo XX, después de que se descosen los hilos materiales e históricos que mantenían a México atado al continente asiático? Como ya he mencionado, la orientación mexicana hacia el Pacífico está marcada por la historia de una pérdida: la de una aspiración imperial transpacífica propiamente criolla. Esta pérdida permite pensar el Pacífico en la imaginación geográfica mexicana del siglo XX como una especie de "phantom limb", una extremidad cercenada del cuerpo territorial mexicano. Si esto es así, ¿de qué formas reaparece o a partir de qué representaciones se expresa en el siglo XX esta aspiración transpacífica, tan importante para la identidad geopolítica virreinal? Una de las respuestas que provee este libro es que esta aspiración retorna y se materializa en una práctica escritural y una producción cultural que podríamos denominar como orientalistas. Para dar cuenta de esta inclinación mexicana como una perspectiva situada en su contexto de producción, es útil volver a la noción de orientalismo que Edward Said elabora en su libro Orientalism (1978), pero evocándola en un sentido preciso. El retorno a la noción de orientalismo que aquí propongo enfatiza el gesto de orientación implicado en el término originalmente–volveré sobre esta idea más adelante.
En las últimas décadas, han aparecido un número considerable de interrogaciones respecto al lugar de enunciación del orientalismo latinoamericano en contraste con la cultura imperialista europea y estadounidense propuestas por Said.¹⁴ Los trabajos pioneros de Julia A. Kushigian y Araceli Tinajero fueron los primeros en ofrecer respuestas a esta problemática. Mientras que el libro de Kushigian propone atender a las consecuencias epistemológicas de una producción literaria que no corresponde estrictamente al proyecto imperial europeo–lo que implica para la autora una percepción más positiva de Asia–Tinajero argumenta que es necesario considerar en el estudio de la producción orientalista el intercambio y las redes de circulación material entre los modernistas latinoamericanos y las culturas japonesa y china. Mi estudio sigue los lineamientos de estos trabajos pioneros, en tanto desnaturaliza la relación entre el orientalismo y el imperialismo europeo. Sin embargo, se diferencia de los trabajos de Kushigian y Tinajero en que el énfasis está puesto en explorar la articulación específica del orientalismo en contextos que le son impropios, como el nacionalismo racial popular y la construcción de definiciones continentales latinoamericanas basadas en nociones de heterogeneidad temporal, cultural, racial o económica; esto sin desligarme por completo de la relación entre orientalismo e imperialismo establecida por Said.
La práctica orientalista mexicana en el siglo XX se ubica inicialmente en el legado de una aspiración imperialista prematuramente interrumpida y, por consiguiente, parcialmente renegada. Por esta razón, el uso del término orientalismo me permite mantener en perspectiva la impronta imperial que tuvieron los proyectos transpacíficos postcoloniales latinoamericanos, aunque esta situación no se haya materializado enteramente. Basta con recordar que los Estados decimonónicos interpretaron la inmigración asiática como un acceso a mano de obra de bajo costo–como motores de sangre
–para la construcción de infraestructura modernizadora de los nuevos Estados liberales. Algunos de estos Estados, como Chile, llevaron a cabo sus propios proyectos imperiales en el Pacífico, como atestiguan las prácticas coloniales chilenas en la Isla de Pascua.¹⁵
De este modo, el orientalismo mexicano no opera como una simple imitación ornamental de la configuración geo-histórica europea. Dicha práctica crea su propio campo escritural a través de la inversión material reiterada: produciendo su propio archivo y su propia formación estratégica, definida por Said como las relaciones entre los textos y los modos en que estos adquieren entidad, densidad y poder referencial entre ellos mismos
dentro de un contexto cultural específico (Orientalismo 44). Así, el archivo orientalista mexicano consolida una red referencial que adquiere su propia direccionalidad. Este otorga un tipo de percepción geográfica y cultural de los países asiáticos identificable mediante la exploración de su dimensión fenomenológica, pero que articula su propia conciencia geopolítica.
Este estudio traza los pormenores de las trayectorias autóctonas por las cuales México produce su propio Oriente
. Cuando hago referencia al Oriente
no me refiero a la situación real de los países del continente asiático, sino a una entidad producida y reproducida por la imaginación y las instituciones del saber mexicanas. El Oriente se mantiene como una entidad que aglutina de forma oblicua una serie de predicados, juicios e imágenes estereotípicas sedimentadas por la tradición discursiva europea que han permitido que éste se destaque como una entidad reconocible, aún cuando su relación actual con los países asiáticos es difusa y cuestionable. Sin embargo, la tradición vernácula mexicana se caracteriza por la especificidad del orientalismo latinoamericano, el cual ejerce apropiaciones selectivas, parciales y por momentos contradictorias de la biblioteca del orientalismo europeo en el siglo XX que responden a los proyectos utópicos de excepcionalidad y centralidad geopolítica y cultural. Como propone Rubén Gallo en su ensayo sobre el orientalismo mexicano:
Lo que demostraría ser extremadamente útil para comprender este fenómeno es el método de Said de poner las obras de arte y de literatura en relación con el contexto histórico en el que fueron creadas, especialmente su insistencia en que las representaciones del Oriente se nutren siempre de circunstancias extraliterarias de la vida del autor o autora, que incluyen el ambiente político, los debates culturales y los intereses económicos que moldearon su vida. Podemos emular el método de Said sin alcanzar necesariamente las mismas conclusiones, ya que, como hemos visto, Europa y México tienen historias completamente distintas en sus tratos–y relaciones de poder–con el Oriente.
[What would prove extremely useful for understanding this phenomenon–is Said’s method of relating works of art and literature to the larger historical context in which they were created, especially his insistence on how representations of the Orient are always shaped by the extra-literary circumstances of the author’s life, including the political climate, cultural debates, and economic interests that shaped his or her life. We can emulate Said’s method without necessarily reaching the same conclusions, since, as we have seen, Europe and Mexico have completely different histories in their dealings–and power dynamics–with the Orient.] (New Tendencies 24)
No se trata entonces de postular el carácter más o menos nocivo del orientalismo mexicano con relación al europeo–como lo hace el trabajo de Kushigian–sino de estudiar sus propios efectos de poder. Para esto, como argumenta Gallo, es necesario analizar las referencias a Asia en los contextos históricos en los que estas referencias surgen para entender también la función que ejercieron en determinados debates culturales.
Mi aportación principal a este debate consiste en resaltar el componente experiencial y localizado del orientalismo mexicano como una forma de orientación geográfica dada por la especificidad de su historia. Por esta razón, la revisión del concepto de Said más pertinente para este estudio surge de la académica feminista Sara Ahmed, quien propone una reinserción del cuerpo y de sus formas de espacialidad en la problemática del orientalismo. Ahmed, por ejemplo, observa que: Si volvemos a la noción clásica de orientalismo de Said, podemos comenzar a trazar la importancia de la ‘creación’ de distinciones geográficas y cómo estas se vinculan con la direccionalidad o la intencionalidad del espacio fenomenal
[If we turn to Said’s classic Orientalism we can begin to trace the significance of the ‘making’ of geographical distinctions and how they relate to the directionness or intentionality of phenomenal space] (114). Ya para Said el orientalismo, más que una formación exclusivamente discursiva, opera como un aparato de poder-conocimiento que ejerce una distribución y catalogación geopolítica de cuerpos y objetos a partir de una lógica binaria de localización de la alteridad. Por esto, para Ahmed, el orientalismo entendido como orientación fenomenológica produce una distancia y un mecanismo de exteriorización de poblaciones, donde el Oriente
se produce como un afuera constitutivo
; esta operación transforma la noción misma de lejanía
en relación con