Una Mascota para Navidad: Serie Navidades Veteranas, #2
Por Rachelle Ayala
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Kelly Kennedy pensaba que su vida estaba finalmente bien encaminada. Prometida al hombre de sus sueños y con un bebé en camino, ella le asegura a su hija de cinco años, Bree, que el padre que ella eligió por Navidad todavía la quiere.
Desgraciadamente, el veterano de guerra Tyler Manning ha estado lejos la mayor parte del año. Recuperarse del estrés postraumático no es fácil. En vez de preocupar a Kelly, Tyler emplea su tiempo en viajar a Afganistán para trabajar en la organización benéfica para niños que ha fundado.
Kelly decide distraer a Bree con promesas de una mascota por Navidad. Cuando Tyler es tomado como rehén por un grupo terrorista, ella encuentra difícil convencer a Bree de que serán una familia de verdad a tiempo para navidad.
Una Mascota para Navidad es una secuela de Un Padre para Navidad. Aunque esta historia puede leerse como libro independiente, entenderás más del aspecto de la relación entre Kelly, Tyler, y Bree al leer Un Padre para Navidad primero.
Serie Navidades Veteranas:
Libro #1: Un Padre para Navidad
Libro #2: Una Mascota para Navidad
Libro #3: Una Boda para Navidad
Rachelle Ayala
Rachelle Ayala is the author of dramatic romantic suspense and humor-laden, sexy contemporary romances. Her heroines are feisty, her heroes hot. Needless to say, she's very happy with her job.Rachelle is an active member of online critique group, Critique Circle, and a volunteer for the World Literary Cafe. She is a very happy woman and lives in California with her husband. She has three children and has taught violin and made mountain dulcimers.Visit her at: http://www.rachelleayala.net and download free books at http://rachelleayala.net/free-books
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Una Mascota para Navidad - Rachelle Ayala
Una Mascota
por Navidad
Serie Navidades Veteranas, Libro #2
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Rachelle Ayala
Amiga Brook Press
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... lleno de corazón y suspense.
– Barbara Tobey
Un hermoso libro sobre no rendirse.
– Rebecca Austin
Copyright © 2018 Rachelle Ayala
Todos los derechos reservados.
Traducido del original por Cinta Garcia de la Rosa
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Ninguna parte de este libro puede ser usado o reproducido de ningún modo sin permiso escrito de la autora, excepto en el caso de breves citas incluidas en artículos críticos o reseñas.
Los personajes y hechos descritos en este libro son ficticios. Cualquier parecido con eventos o personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia y no fue la intención de la autora.
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Halagos hacia Una Mascota Por Navidad
Estresante, te pone el corazón a mil, pero te maravillará con amor y heroísmo. – Jessica Cassidy
Una gran historia de la que te enamorarás, te estrujará el corazón, y te hará abrazar con fuerza a tus seres queridos. – Terri Merkel
Este es un libro maravilloso sobre una familia que se reúne justo a tiempo para navidad. ¡Me ha encantado! – Dana Anderson
Una conmovedora historia sobre un soldado, un cachorro, una niña pequeña, y su madre. – Tina Peterson
Un encantador cuento lleno de corazón y suspense. – Barbara Tobey
Me encanta esta dulce historia. La fe y el amor que se tienen Kelly y Tyler en momentos de adversidad incluso cuando quedaban pocas dudas. Su amor y plegarias les reunieron a los tres como unidad familiar. La acción y la historia de amor te mantendrán inmerso en la historia. – Reggaewoman
Sentí que este libro era dulce y conmovedor. Aunque no entendamos ciertamente el precio que nuestros hombres y mujeres de servicio pagan para mantenernos a salvo, el estrés post-traumático es un tema real y monumental. He disfrutado leyendo un libro que indaga en las cosas que provocan el estrés post-traumático y nos ayuda a, quizás, comenzar a entender por lo que han pasado nuestros militares. – Sifa Edwards
¡La historia de Kelly y Tyler se agarra a tu corazón mientras te sientas en el borde del asiento preguntándote si conseguirán su felices para siempre! – Lyssa Layne
Una Mascota Por Navidad es una historia profundamente conmovedora y absolutamente sobrecogedora de personas que aprenden a luchar por un amor que sucede solo una vez en la vida, y que te transforma en la persona que siempre has querido ser. – Amber McCallister
Un libro sobre aferrarse al amor y a nuestra fortaleza interior en los momentos más oscuros. Un hermoso libro sobre no rendirse. – Rebecca Austin
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Capítulo Uno
~ Kelly ~
–Háblame de mi padre.
Mi hija de cinco años, Bree, da golpecitos sobre la mesa de roble del comedor con su tenedor y cuchillo justo después de que hayamos bendecido la mesa. Sus ojos azules están muy abiertos y expectantes.
Todos los congregados alrededor de la mesa de Acción de Gracias de mi madre la miran boquiabiertos antes de girarse hacia mí.
–Acabamos de hablar con él por videollamada–. Intento evitar la pregunta en los rostros de todo el mundo. –Está ayudando a los niños en Afganistán, ¿te acuerdas?
El bebé en mi vientre da patadas y me recuerda lo agotada que estoy con Tyler, mi prometido, viajando de nuevo. Él me asegura que estará en casa por navidad. Solo puedo esperar que sea así.
–Tyler no –Bree hace un puchero y sus cejas se juntan con esa mirada decidida tan suya, del tipo que me dice que no va a desanimarse. –Quiero saber sobre mi padre de verdad.
Oh oh. Este no es el tipo de asunto que quiero discutir con compañía. Mi madre lo sabe, y también mi hermana y su novio, Jaden, pero también tenemos amigos de la iglesia aquí reunidos, incluyendo al señor Wong, el viudo con quien mi madre ha empezado a salir recientemente. El pavo está esperando, así como todas las guarniciones, los aderezos, los boniatos caramelizados, la ensalada de patatas, el guiso de calabaza, y la salsa de arándanos.
–Tyler es tu padre.
Le doy una palmadita en el hombro suavemente. El año pasado, justo antes de navidad, Bree le pidió a Papá Noel un padre. Ella conoció a Tyler Manning, un veterano de guerra, poco después, sentado debajo del árbol de navidad gigante en un centro comercial de San Francisco. Ambas nos enamoramos de él y supuse que el resto sería historia.
Bree parpadea y desvía la mirada de mí, o al menos de mi rostro, ya que está mirando fijamente mi abultado vientre. –Quiero a mi papá de verdad. De los que ponen bebés dentro de las mamás. No conocíamos a Tyler cuando yo era un bebé.
Varios se aclaran la garganta alrededor de la mesa cuando los invitados de mi madre fingen no oír la petición de Bree.
–Pasad el pavo, por favor.
–Yo tomaré un poco de puré de patatas.
–¿Alguien quiere boniatos?
Junto a mí, Bree hace sonar su plato con su tenedor y hace un puchero. –Un papá de verdad estaría aquí para Acción de Gracias.
Igual que Tyler. Yo también estoy decepcionada, pero ahora no es el momento ni el lugar para entrar en ello. Sirvo una cucharada de puré de patatas en el plato de Bree.
–Cielo, Tyler te echa de menos y desearía estar aquí. Lo sabes, ¿verdad?
Bree se cruza de brazos y sacude la cabeza, haciendo rebotar sus rizos rubios. –Prometió que me daría el muslo más grande.
–Todavía puedes comerte el muslo–. Cojo el plato de manos de mi hermana. –¿Ves? Toma. Solo para ti.
Bree lo coge con aspecto feliz por un segundo, antes de que su labio inferior vuelva a sobresalir. –Cuando mi hermanito llegue aquí, él cogerá el muslo, ¿verdad?
–Un pavo tiene dos muslos –interviene mi madre, frotándole la cabeza a Bree. –Estoy segura de que tú y tu hermano podéis compartir.
–Solo que Tyler es su papi de verdad y él lo conseguirá todo–. Bree se queda mirando fijamente su muslo de pavo como si fuera lo último bueno que fuera a conseguir en su vida.
–Él también es tu papi de verdad –le recuerdo. –Se lo pediste a Papá Noel y le encontraste debajo del árbol de navidad.
Bree lanza el muslo sobre su plato y se baja de la silla. –Se supone que no tienes que encontrar a tu papá debajo del árbol de navidad. Me lo han dicho en el colegio.
Se dirige enfurruñada pasillo abajo hacia la habitación de invitados, donde se queda cada vez que trabajo hasta tarde. Genial. Me pregunto de qué otras cosas han estado hablando los niños del colegio. Ella solo está en la guardería. Sin embargo, estos días los niños saben de todo, aunque dudo que entiendan de inseminación artificial, que es por lo que nunca podré encontrar al padre biológico de Bree.
El bebé dentro de mí, el bebé de Tyler, da patadas y se gira cuando una ola de agotamiento me domina. Algunos días no creo poder hacerlo todo: trabajar a tiempo completo para el gobierno persiguiendo a personas que comercian con información privilegiada, ser la mamá de Bree, y aferrarme a mi embarazo de alto riesgo.
–No pasa nada–. Mi madre me frota la espalda. –Todos aquí son familia o amigos. Lo entendemos.
–Gracias. Quizás debería volver a llamar a Tyler y dejar que Bree hable con él. ¿Puedo levantarme de la mesa?
–Por supuesto. Es difícil hablar con él cuando todos nosotros estamos delante. Obviamente, Bree ha oído algo en el colegio.
Asiento y le sonrío a todo el mundo alrededor de la mesa, levantándome. No puedo esperar que Bree entienda el estrés que sufre Tyler. Todavía sufre de estrés post-traumático provocado por sus días combatiendo, y aunque me lo esconde, soy demasiado consciente de por qué ha elegido viajar tanto.
–¿Bree? –me detengo delante de la puerta del dormitorio. –No podemos llamar a Tyler hasta después de las seis en nuestro horario. Afganistán va doce horas y media por delante de California. Él está durmiendo ahora mismo.
–No quiero a Tyler. Quiero a mi padre de verdad–. Bree hojea un libro de cuentos. –Mi papá de verdad me comprará un perro y jugará conmigo todo el tiempo. Me leerá cuentos y me llevará al zoo.
–Oh, cariño–. Me siento en el sofá cama a su lado. –Tienes a muchas personas que te quieren. A mí, a Nana, a Ella, y a Tyler.
Bree continúa pasando las hojas de su cuento. Es el viejo libro de mi madre con la historia de un perro que espera en una tienda de mascotas a que aparezca su propia persona especial.
Bree se detiene en una página en la que una niña con un abrigo elegante se lleva al cachorro a casa con ella.
–Mira lo felices que parecen–. Ella me recuerda al pequeño cachorro, quien se queda toda la noche en la tienda sin un niño o una niña. –¿Me traerá Tyler un cachorro a casa?
–Quizás –digo de modo distraído.
Bree solía llamar a Tyler papá
cuando nos reunimos por primera vez el año pasado justo después de navidad. Todo era genial por aquel entonces. Tyler había sido un veterano sin hogar, pero había conseguido un trabajo como portavoz para Warspring International, una organización que recauda y distribuye fondos a organizaciones benéficas que ayudan a niños huérfanos de guerra.
Se mudó con nosotras y pensé que al final nos casaríamos. Éramos tan perfectos entonces – yo, Tyler, y Bree – que me volví descuidada con los métodos anticonceptivos. Una vez descubrimos que estaba embarazada, Tyler redobló sus esfuerzos por encontrar trabajos de orador para ganar suficiente dinero para ahorrar y poder pagar la entrada de una casa. No sé por qué lo noté, pero poco a poco empezó a viajar más frecuentemente y a quedarse lejos más tiempo.
–Bree –llama mi hermana Ella desde el comedor. –Nana dice que puedes tomar el postre primero. ¿Qué te parece un brownie caliente con helado de fresa?
–¡Un brownie! –Bree deja caer el cuento y se baja saltando de la cama. –Quiero un cachorro marrón como el del cuento. Mami dice que mi papi de verdad me traerá uno por navidad.
~ Tyler ~
Sudor perlaba la cabeza de Tyler y se dio la vuelta, enredado en las sábanas húmedas, incapaz de dormir. El frío de un invierno afgano no hacía nada para aliviar el calor que le corría por las venas. El complejo de deportes del que se encargaba estaba en la zona noreste de Afganistán, cerca de las colinas de las montañas Hindu Kush, las cuales separan Afganistán de Paquistán.
Los minutos y las horas pasaban, y todavía necesitaba hacer un millón de cosas. Las provisiones que más se necesitaban habían sufrido un retraso, y faltaba dinero de los libros de contabilidad. El director del centro había dimitido y miembros clave del personal no habían aparecido a trabajar. En vez de dirigir un campamento deportivo para chicos, el complejo cercado se había llenado de refugiados de las zonas donde los talibanes y otros insurgentes luchaban por controlarlo todo después de que los Estados Unidos retiraran el grueso de sus fuerzas el año anterior.
En cualquier caso, Tyler no podía alejarse de la gente necesitada, y tras meses de estar de vuelta en Afganistán, tuvo que concluir que la idea de los deportes era inviable cuando había tantos niños que necesitaban un refugio básico, comida, y tratamiento médico. Todo lo que había conseguido fue reemplazar los sacos que usaban para jugar al fútbol callejero con auténticas pelotas de fútbol para que las usaran los niños.
No es que se hubiera rendido. Todavía organizaba partidos para los residentes y les enseñaba a hacer ejercicio. Hacer deporte era sano, e incluso la más diminuta de las sonrisas era una recompensa por sus esfuerzos.
Lo cual nunca era suficiente. Nunca.
Se pasó las palmas de sus manos por la cara y respiró para calmar su galopante corazón. Era Acción de Gracias en los Estados Unidos, y había charlado con Kelly y con Bree por videollamada justo antes de meterse en la cama. Kelly había mostrado una sonrisa alegre, pero sus ojos estaban cansados, aún cuando ella le había asegurado que le iba genial. Bree, sin embargo, apenas le había mirado, solo respondiendo cuando Kelly le dijo que dijera hola
y adiós
.
Y luego estaba el bebé. Kelly dijo que sus chequeos eran normales y que él no tenía de qué preocuparse. Su madre y hermana estaban ansiosas por hacerle creer que todo iba bien, pero en lo más profundo del corazón de Tyler, él sabía que algo iba mal.
Bree. Su querida niña, la hija a la que había prometido adoptar, no le había pedido nada, ni un recuerdo, ni un regalo, ni una flor, ni una chuchería. Tampoco le había llamado papá
.
Nada iba bien, sin importar lo que dijera Kelly, y por supuesto era culpa suya. Quería a Kelly y a Bree más que a su propia vida, pero últimamente no conseguía hacer nada a derechas.
A Tyler se le encogió el estómago, y él miró fijamente el techo en la fría y húmeda oficina del centro de refugiados. ¿Qué estaba haciendo en este antro? ¿En el lugar que le había robado su vida? ¿Qué había hecho para merecer la culpa?
Mataste a un niño. Le mataste de un tiro. Eres un asesino. Un monstruo. Nunca lo expiarás. Permitiste que tus compañeros murieran.
El continuo repiqueteo de las metralletas escupían fuego con el ruido de fondo de las ensordecedoras explosiones del fuego de mortero. Su brigada estaba bajo ataque. Tenía que pedir apoyo aéreo. ¿Dónde estaba su unidad de comunicación? ¿Por qué no podía conectar? Repitió su petición. Estaban recibiendo fuego continuo de varias ametralladoras escondidas entre las rocas sobre la colina. Un vehículo no identificado se lanzó a través del puesto de control, sin detenerse ante la orden.
El rugido de una explosión conmocionó sus tímpanos cuando una gigante columna de llamas naranja y un espeso y pútrido humo ascendía. Otra explosión estremeció todo el complejo. Calor destelló en una bola de llamas y los muros se derrumbaron.
Se le derretía la piel y estaba sordo a excepción del palpitar de su corazón. Un muro naranja le rodeó, y aún así no sentía dolor.
Bien. Merecía morir. Permitió que otros murieran. Había matado a un niño.
Muere, cabrón, muere.
Una interpretación electrónica de un villancico sonó alegremente en el cuchitril en el que estaba metido. Tyler se sobresaltó y sus extremidades se sacudieron. Se golpeó la cabeza y los muelles del catre rechinaron. Abriendo los ojos, se incorporó.
De nuevo, el villancico sonó. Era su teléfono. Tambaleándose para ponerse de pie, se golpeó la