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Amor difícil
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Libro electrónico172 páginas3 horas

Amor difícil

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Información de este libro electrónico

Tayla Greer llevaba años sin salir con un hombre, y vivía feliz sola; al menos, hasta que apareció Rick.
Rick McCall era diferente a los demás hombres que Tayla había conocido. Su difunto marido había sido también un buen hombre, aunque reservado; Rick, por el contrario, era alegre, atractivo y hacía que le palpitara el corazón. Pero estaba fuera de su alcance porque Tayla no podía olvidar que era una mujer viuda con una hija adolescente. Sin embargo, anhelaba vivir una verdadera pasión, y Rick parecía igualmente inclinado a coquetear con ella...
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 feb 2020
ISBN9788413480831
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    Amor difícil - Lynsey Stevens

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

    Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

    www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 1998 Lynsey Stevens

    © 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Amor dificil, n.º 1132 - febrero 2020

    Título original: Male for Christmas

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

    Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-1348-083-1

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Créditos

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Prólogo

    TAYLA estaba sentada en su estudio delante del ordenador escribiendo su siguiente artículo. Ausentemente, se quedó mirando al monitor mientras trataba de concentrarse.

    Era casi Navidad y, aunque no sabía por qué, eso la entristeció. La Navidad era una festividad llena de animación, comida tradicional, regalos, villancicos y partidos de cricket televisados en el caluroso verano australiano. No era una época para sentirse desgraciada.

    Quizá su melancolía se debiera a que ese año iban a romper la tradición familiar. Normalmente, pasaban la Navidad en la enorme casa familiar de la abuela en las montañas; pero este año, la abuela iba a ir a casa de Tayla en Brisbane.

    Tayla iba a estar rodeada de sus seres más queridos: su hija, su sobrina y la abuela. Lo único que cambiaba era el lugar, pero la Navidad seguía siendo la Navidad, se dijo a sí misma. Entonces, ¿qué le pasaba?

    Desde la muerte de Mike, Tayla había vuelto a disfrutar la época navideña. Su difunto marido nunca fue un hombre de tradiciones; por lo tanto, durante su matrimonio, las navidades habían estado cargadas de tensión. Con algo de sentimiento de culpa, Tayla se dio cuenta de que volvía a disfrutar el placer de estar con su familia en un momento del año tan especial.

    Por lo tanto, no tenía motivos para sentirse deprimida, ¿no? Quizá fuera porque, últimamente, había empezado a sentirse un poco sola.

    Capítulo 1

    SÓLO va a ser el fin de semana, ¿verdad?

    Tayla Greer lanzó una rápida mirada a su hija antes de volver los ojos a la carretera.

    –Ese es el plan.

    Carey gruñó.

    –Y eso significa que puede ser que sí, o que no, o que quizá.

    –Creía que te gustaba ir a ver a la abuela –dijo Tayla–. Además, es su cumpleaños, y son ochenta años los que cumple.

    –Lo sé. Y me gusta estar con la abuela. Es estupenda. Lo que me aburre es el resto del clan.

    –No va a haber casi nadie.

    –Promesas. Promesas –murmuró Carey.

    –Tu tío Adrian y tu tía Simone han ido con el pequeño Charlie a visitar a los abuelos del niño en Tassie.

    –El tío Adrian contesta mal a la abuela, mamá. ¿Lo sabías?

    Tayla no podía negar la tendencia de su hermano a la pedantería, pero sabía que debía hacer un esfuerzo por suavizar la brusca honestidad de su hija. No obstante, por tener paz, decidió pasar el comentario.

    –Sólo vamos a estar nosotras dos y tu prima Rachel.

    Carey lanzó una exclamación de desagrado.

    –¿Y si aparece la tía Marlene?

    –La madre de Rachel está en Italia, lo sabes perfectamente.

    –Y tú sabes que uno no se puede fiar de ella. Es muy voluble. De no saberlo, nadie sospecharía que sois hermanas.

    –Pues te aseguro que lo somos.

    Tayla se pasó una mano por sus largos cabellos castaños, consciente de que su hija había dicho la verdad. Tayla y su hermana, Marlene, ocho años mayor que ella, eran totalmente diferentes. Tayla era alta y con muchas formas, había salido a la familia de su padre; Marlene era más baja y delgada, igual que su madre.

    –Pues si la tía Marlene aparece, yo no me quedo –declaró Carey con firmeza.

    –Está de viaje de luna de miel en Venecia. ¿Te la imaginas acortando el viaje?

    Carey se echó a reír.

    –Es la cuarta, mamá. Ya las pasa con los ojos cerrados. ¡Dios mío! Vaya, muy interesante lo que he dicho, confiere una nueva dimensión al dicho: «Todos son iguales en la oscuridad». ¿No te parece, mamá?

    –Carey, por favor.

    –Por lo menos, éste sólo es cuatro años más joven que ella. ¿Te acuerdas del anterior?, tenía viente años menos y sólo le duró un año. En fin, debió divertirse mientras duró –Carey sonrió maliciosamente y arqueó las cejas.

    –Ya es suficiente, Carey –Tayla frunció el ceño mirando a su hija y la adolescente lanzó un suspiro.

    –¿Por qué crees tú que la tía Marlene se casa, mamá? ¿Por qué pasa por todo eso? Lo que quiero decir es que podría acostarse con ellos y ya está. De esa manera, se ahorraría mucho papeleo.

    –¿Qué se supone que una madre debe contestarle a una hija de dieciséis años que dice eso? –preguntó Tayla burlonamente, y el joven rostro de Carey se iluminó con una sonrisa.

    –Probablemente, algo referente a los peligros de la promiscuidad y demás, ¿eh?

    –Eso para empezar –Tayla se mordió los labios–. Si querías, podrías haber invitado a Brett a pasar el fin se semana en casa de la abuela. Yo podría haber llamado a sus padres para decirles que no se preocuparan, que os vigilaría.

    Carey alzó los ojos al techo del coche.

    –Genial, mamá. Eso habría hecho maravillas con mi imagen.

    –¿Y qué imagen es ésa?

    –Prefiero no hablar de ello –Carey se cruzó de brazos–. Cabe la posibilidad de que no me apeteciera invitar a Brett.

    –Ah. ¿Vuestro hermoso romance ha llegado al final?

    –Muy graciosa, mamá. Y también muy sensible respecto a mis sentimientos de adolescente, si una cree lo que dicen los libros. ¿Cómo sabes que no tengo el corazón destrozado?

    –¿Después de todo lo que has almorzado? Lo dudo –Tayla se echó a reír–. Créeme, no he notado en ti ni una señal de languidez.

    –Brett y yo hemos decidido vernos menos durante un tiempo. Nada grave. No es como si estuviéramos prometidos o algo así.

    –Qué alivio. A los dieciséis años se es demasiado joven para los compromisos de por vida.

    –Vamos, mamá, despierta.

    –De todos modos, me caía bien Brett.

    –¿Por qué no lo llamas? Puede que esté buscando una mujer mayor para adquirir un poco de experiencia.

    –¿Por eso os habéis enfadado? ¿Te ha presionado Brett para…?

    –Mamá, por favor…

    –Hablo en serio, cariño. Sabes perfectamente que no debes dejar que nadie te chantajee para que te acuestes con él. Y si Brett ha utilizado el chantaje sentimental para presionarte, en ese caso no merece la pena.

    –Es la edad que tiene, mamá. No puede controlar sus hormonas.

    –¿Y qué hay de las tuyas? Carey, cuando una chica se está haciendo mujer…

    –¡Mamá, por favor! –Carey alzó una mano–. Vamos, tranquila, no tengo ningún problema al respecto. No me he acostado y no voy a acostarme con Brett porque no quiero.

    Tayla, en silencio, suspiró de alivio.

    –Le he dicho que sé que él, sexualmente, está en el punto más álgido; pero, desgraciadamente, no ocurre lo mismo con las mujeres a mi edad. Eso es todo. Tiene que aceptarlo.

    –¿Y qué hay de la curiosidad? Me refiero a la tuya, claro.

    –No tengo problemas para controlarla.

    –Entiendo. Entonces, por lo que me has dicho, he de suponer que Brett está buscando una mujer en el punto álgido de su sexualidad, ¿no?

    –Es un hecho de todos sabido que la mujer está en la cresta de su actividad sexual alrededor de los treinta años –Carey se encogió de hombros y, con sus ojos castaños, miró a su madre–. Lo que significa que soy yo quien debería estar preocupada por ti.

    –¿Por mí? –Tayla se echó a reír.

    –Tienes treinta y cuatro años; en mi opinión, la edad más peligrosa.

    –Casi treinta y cinco. Y estoy encantada de no tener esa clase de complicaciones, muchas gracias.

    Se hizo un breve silencio antes de que Carey volviera a hablar.

    –Mamá, ¿crees que volverás a casarte? –preguntó Carey con voz queda–. Hace ya cinco años que murió papá y yo iré a la Universidad dentro de uno o dos años. ¿No te parece que vas a sentirte un poco sola?

    –No tengo tiempo para sentirme sola –respondió Tayla en tono ligero.

    –¿Y no echas de menos el sexo?

    –¡Carey!

    –Está bien, está bien –Carey cambió de postura en el asiento–. De todos modos, teniendo en cuenta que estás en el momento más activo sexualmente, me parece un desperdicio. Lo más seguro es que, de ahora en adelante, vayas para abajo.

    –Mira, un Lancer azul, podría ser Rachel.

    –¿Cambiando de tema, mamá?

    –Creo que sí, ¿no te parece?

    Carey lanzó un suspiro.

    –No puede ser el Lancer de Rachel, no va a ir a casa de la abuela hasta mañana.

    –¿Cómo es eso?

    –Llamó ayer. Se me olvidó decírtelo.

    –Carey, te he dicho mil veces que anotes los recados telefónicos.

    –No tiene importancia, mamá.

    –Podría haber sido de mi trabajo –dijo Tayla.

    –Eso te lo habría dicho, mamá.

    Tayla suspiró, conteniendo la inclinación que sentía a regañar a su hija.

    –¿Qué dijo Rachel?

    –Que tendremos que esperar hasta mañana para conocer a su nuevo acompañante, una maravilla de hombre. Y también dijo que no llegarían a casa de la abuela hasta mañana.

    –¿Y va a ir con ese hombre con el que está saliendo?

    –Sí. Se llama Mac… algo. Lleva saliendo con él unos meses.

    –¿Unos meses? –Tayla lanzó una mirada fugaz a su hija. Su sobrina, Rachel, era casi una hija para ella, y siempre le contaba todo; al menos, hasta ahora–. No me había dicho nada de él.

    –Y a mí sólo la semana pasada –comentó Carey–. Me dijo que quería que lo conociéramos, que no quería decirnos nada sobre él para que no tuviéramos ideas preconcebidas. ¿Qué importancia puede tener lo que pensemos de él? Al fin y al cabo, es ella la que tiene que vivir con él.

    –¿Vivir con él? ¿Tan seria es la cosa?

    –Mamá, ha sido una forma de hablar. Rachel no se ha acostado con él.

    –¿Que no se ha acostado con él? –a Tayla le pareció que estaba perdiendo el hilo de la conversación, algo que le ocurría con frecuencia últimamente cuando hablaba con su hija.

    –Mamá, te preocupas demasiado por todo –Carey suspiró exageradamente–. Sabes perfectamente que Rachel se comporta casi como una monja, y sabes que es una reacción de rebeldía contra la promiscuidad de su madre.

    Carey pronunció la última frase con arrogante convicción juvenil antes de añadir:

    –En mi opinión, es una reacción bastante estúpida, pero qué se le va a hacer. En fin, en resumidas cuentas, Rachel dice que está enamorada. ¡Qué asco! Y tengo la sensación de que va a pasarse el fin de semana suspirando y mirando a la luna. Así que, si se pone a hablar de vestidos de novia y damas de honor, yo…

    –¿Rachel quiere casarse

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