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Lo que dice la ciencia sobre el cuidado de la piel
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Lo que dice la ciencia sobre el cuidado de la piel
Libro electrónico137 páginas2 horas

Lo que dice la ciencia sobre el cuidado de la piel

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Descubre cómo mantener una piel sana. Protégete y protege a tu familia de malos hábitos y de creencias sin base científicaEn las redes sociales e internet abundan los consejos sin base científica y recomendaciones sobre cómo mantener una piel sana que solo sirven para desorientarnos.
Con este libro aprenderás a protegerte de los malos hábitos y descubrirás que aún hay muchas cosas que no sabes sobre tu piel, y que algunas de las que crees saber no son ciertas. Basado en las últimas investigaciones científicas, Lo que dice la ciencia sobre el cuidado de la piel nos enseña cómo proteger el órgano más grande de nuestro cuerpo y de qué forma influyen la alimentación, las vitaminas, el sol, las cremas, los cosméticos, el paso de los años...
Incluye además un test en el que la autora, creadora del Blog de dermatología, nos invita a evaluar nuestros conocimientos sobre nuestra piel y sus cuidados.
IdiomaEspañol
EditorialPlataforma
Fecha de lanzamiento3 sept 2018
ISBN9788417376512
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Lo que dice la ciencia sobre el cuidado de la piel - Dra. Lorea Bagazgoitia

1.

La piel, ¿para qué sirve?

¿Alguna vez te has planteado cuál es el mayor órgano del cuerpo? Posiblemente, si no supieras que precisamente la piel es el objeto de este libro, habrías dudado si se trataba del hígado, los pulmones o tal vez el intestino. Eso mismo me ocurrió a mí antes de dedicarme a la dermatología.

El mayor órgano de tu cuerpo es tu piel: pesa unos cinco kilos. Quizá te sorprenda leer que es un órgano, pues parece que no es más que la cobertura del cuerpo, su capa externa, sin más. Sin embargo, la piel tiene vida y está en continua regeneración. Contiene muchos tipos de células con tareas muy diferentes entre sí: los queratinocitos y los fibroblastos, que dan soporte; los melanocitos, que proporcionan el color; los linfocitos y las células de Langerhans, que participan en la inmunidad; las células de Merkel, responsables del sentido del tacto; las células endoteliales, que forman los vasos sanguíneos; los sebocitos, que componen las glándulas sebáceas, y las células claras, oscuras y mioepiteliales, que forman parte de las glándulas del sudor.

Todas estas clases de células en conjunto facilitan que tu piel desarrolle las funciones que desgranaré a continuación. Pretendo, así, trasladarte el papel que desempeña la piel en tu vida. Puede que te llame la atención hasta qué punto está implicada en tu día a día. Este primer capítulo puede parecerte un poco técnico, pero creo que muchas de las ideas que tocaré en él serán útiles para comprender más adelante cómo funcionan ciertas cremas, por qué es necesario usar protección solar o la causa de las arrugas, por ejemplo.

Protección externa

La piel tiene una superficie aproximada de dos metros cuadrados. No te sorprenderá leer que es impermeable; sería raro que al estar bajo la ducha el agua penetrara en nuestro cuerpo y nos hincháramos como una esponja. Pero quizá no te habías planteado que tan importante como que el agua no entre es que no salga de nuestro cuerpo. Esto es clave para mantener su equilibrio interno. La capa más superficial de la piel, llamada epidermis, se encarga precisamente de esto: es la barrera entre tu cuerpo y el mundo exterior.

La necrolisis epidérmica tóxica (NET) ilustra perfectamente cómo la piel y su función protectora son vitales para nosotros. La NET es un tipo de reacción adversa a medicamentos. Esta, por un mecanismo que no está muy claro, causa que la epidermis se separe de sus capas inferiores. Las personas que la padecen ven cómo su piel se despega con un simple roce o fricción. Sin una piel que cubra el cuerpo y funcione adecuadamente, la NET causa una deshidratación grave que en muchos casos lleva a la muerte.

Para aclarar el concepto de impermeabilidad de la piel, te daré unas pinceladas sobre la biología de la epidermis. Espero que ilustren su funcionamiento sin abrumarte con términos técnicos.

Verás, la epidermis se asemeja a un muro, y los queratinocitos, las células que forman la epidermis, serían los ladrillos que lo forman. Los queratinocitos, llamados así porque contienen queratina (proteína que te sonará porque es también la que forma parte del pelo y las uñas), nacen en la parte más profunda de la epidermis y van ascendiendo hacia la superficie. Un queratinocito tarda entre dos y cuatro semanas en ascender desde la base de la epidermis a la superficie, a la cual llamamos capa córnea. Esta capa es una especie de cementerio de queratinocitos, donde mueren y se acumulan en forma de queratina, formando el recubrimiento más externo y sólido de nuestra piel. Esta capa córnea se renueva sin interrupción en forma de descamación: continuamente perdemos escamitas de capa córnea que van sustituyéndose por nuevos queratinocitos que vienen de la capa más profunda de la epidermis en su viaje de dos semanas.

Entre los queratinocitos de la capa córnea encontramos varios tipos de lípidos (ceramidas, ácidos grasos libres y colesterol) que corresponderían a la argamasa que ayuda a la unión de los ladrillos. A esta argamasa la llamamos manto lipídico y es muy importante para mantener la hidratación de la piel, pues la sella de tal manera que el agua no puede «fugarse».

La epidermis es, por tanto, la barrera más externa de nuestro cuerpo frente a diferentes agresiones físicas. Como no todas las agresiones son iguales, no todas las partes del cuerpo tienen el mismo grosor en la capa córnea. Como habrás observado, las palmas y las plantas, por ejemplo, tienen una superficie más firme que el resto de tu cuerpo. Esto es porque su capa córnea es mucho más gruesa y tiene una cantidad de queratina mucho mayor. La causa de esto es simple: en esas zonas necesitamos mayor protección frente a los golpes o roces, pues caminamos sobre nuestros pies y tocamos objetos continuamente con nuestras manos.

El roce y la presión estimulan la proliferación de los queratinocitos, lo que lleva a una acumulación mayor de queratina en la capa córnea. Si alguna vez has tenido un callo, sabrás de lo que te hablo. Un callo es una zona de piel con una capa córnea más gruesa de lo normal, con gran cantidad de queratina, que surge a modo de protección ante un roce continuo o una mayor presión.

Si nos rascáramos de forma continuada cualquier zona de nuestra piel, esa piel se asemejaría a la de un elefante hasta formarse una especie de callo. Quizá te haya pasado algo parecido tras rascarte durante días una picadura de mosquito. Si ya lo has hecho en alguna ocasión, sabrás que lo que inicialmente era un inocente granito se convirtió en un nódulo duro y rugoso. Esto no es porque se tratara de una «picadura maligna», sino porque la has rascado demasiado, estimulando así la proliferación de queratinocitos en la zona y generando una epidermis y una capa córnea más gruesas de lo normal.

La hipodermis es la capa más profunda de la piel y su papel como barrera externa del cuerpo también es importante. Se encuentra bajo la dermis (sobre la que hablaremos en el capítulo 4) y está formada fundamentalmente por grasa. Bajo tu piel hay una cantidad considerable de tejido graso; se calcula que en personas no obesas la grasa corporal ronda el ochenta por ciento. Esta, sin duda, además de ser un buen aislante y una reserva de calorías, funciona como amortiguador, evitando el daño de los tejidos que estén debajo (que pueden ser huesos, músculos, tendones…).

Barrera para las infecciones

¿Sabes que desde que naciste tienes toda la superficie de tu piel cubierta por bacterias, hongos y virus? El conjunto de todos ellos se llama microbioma. Sí, «bacterias, hongos y virus»; son palabras que inevitablemente asociamos al concepto de «enfermedad» o «infección». Sin embargo, en su gran mayoría son inofensivos para nosotros.

Se calcula que tenemos alrededor de un millón de bacterias por centímetro cuadrado de piel. Los científicos no han establecido claramente cuál es el número total de células que forman nuestro cuerpo. Pero, curiosamente, teniendo en cuenta que en el intestino tenemos otro montón de bacterias, hongos y virus, algunos autores plantean que nuestro cuerpo posiblemente tenga más células no humanas (las bacterias y los hongos que conforman el microbioma) que propiamente humanas.

Dada esta proporción, no es de extrañar la influencia que tienen estos microbios en nuestra salud. En los últimos años numerosos trabajos científicos han mostrado que la proporción y el tipo de bacterias u hongos de nuestra piel tiene un papel clave tanto en nuestra inmunidad como en varias enfermedades dermatológicas; por ejemplo, el acné o la dermatitis atópica. El equilibrio entre nuestro cuerpo y su microbioma, así como su distribución influyen en nuestra predisposición a

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