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El Incendio
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Libro electrónico263 páginas3 horas

El Incendio

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Tiene ms de cuarenta manuscritos.
El resultado de cincuenta aos de
trabajo profesional, como experto
criminalista, est plasmado en un libro
cientfi co, tcnico y de investigacin
convencional, El laberinto de la
investigacin criminal. Es diplomado
en criminalstica y criptografa.
Ha escrito ensayos, artculos y
refl exiones en temas de su inters como
poesa, cuentos, relatos de suspenso
y la novela. Algunos de sus obras
estn basadas en experiencias reales y
encierran captulos de su vida, en la que
nombres y lugares han sido cambiados,
debido a que algunos de los personajes
an viven.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento19 dic 2012
ISBN9781463346003
El Incendio
Autor

Charles Marcel Mengotti

DEL AUTOR Charles Marcel Mengotti es suizo. Nació en el año de 1923, el 2 de octubre ¡por equivocación!. Su pelea en el ring de la vida comenzó escribiendo artículos para una publicación francesa. Su propio interés lo llevo hacia el universo de la fi losofía. Es un experto en las luchas de los arrabales y los palacios. Al paso de los años se especializó en el campo de la investigación criminal, desarrollando misiones de trabajo en Suiza, Francia, Alemania, España, Italia y México. Tiene más de cuarenta manuscritos. El resultado de cincuenta años de trabajo profesional, como experto criminalista, está plasmado en un libro científi co, técnico y de investigación convencional, “El laberinto de la investigación criminal”. Es diplomado en criminalística y criptografía. Ha escrito ensayos, artículos y refl exiones en temas de su interés como poesía, cuentos, relatos de suspenso y la novela. Algunos de sus obras están basadas en experiencias reales y encierran capítulos de su vida, en la que nombres y lugares han sido cambiados, debido a que algunos de los personajes aún viven.

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    El Incendio - Charles Marcel Mengotti

    Copyright © 2013 por Charles Marcel Mengotti.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

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    ventas@palibrio.com

    435361

    ÍNDICE

    I  París

    II  La Entrevista

    III  Ahorcado En La Celda

    IV  Pistas

    V  El Cairo

    VI  El Atentado

    VII  La Tienda De Fotografía

    VIII  Llamando Al Cuartel General

    IX  El Álbum

    X  Restaurant Chez Max

    XI  Misterio

    XII  Viaje A México

    image001.jpg

    ACERCA DEL AUTOR

    Charles Marcel Mengotti es suizo. Nació un 2 de octubre, ¡Por equivocación! Su pelea en el ring de la vida comenzó escribiendo artículos para una publicación francesa. Su propio interés lo llevó hacia el universo de la filosofía. Es un experto en las luchas de los arrabales y los palacios.

    Al paso de los años se especializó en el campo de la investigación criminal, desarrollando misiones de trabajo en Suiza, Francia, Alemania, España, Italia y México.

    El resultado de cincuenta años de trabajo profesional, como experto criminalista, está plasmado en un libro científico y técnico de investigación convencional, llamado: El laberinto de la investigación criminal.

    Es diplomado en criminalística y criptografía. Ha escrito ensayos, artículos y reflexiones en temas de su interés como son la filosofía y la psicología, sin omitir la poesía, el cuento, el relato de suspenso y la novela. Algunas de sus obras están basadas en experiencias reales y encierran capítulos de su vida como ocurre en esta novela, en la que nombres y lugares han sido cambiados, debido a que algunos de los personajes aún viven.

    I

    París

    Charles amaba esos domingos matinales, poco frecuentes, cuando podía tranquilamente en bata, saborear un café negro con un dedo de kirsch.

    Llovía sobre la planicie.

    Charles miraba por la ventana algunas hojas que caían girando como bailarinas, anunciando el otoño.

    Las flores en los balcones ya no tenían los colores vivos, como si el viento les hubiese quitado la tonalidad. Gotas sobre los vidrios se arrastraban.

    La música de Chopin se esparcía por el cuarto…

    La armonía fue interrumpida por el repiquetear del teléfono.

    - Aló… aló…

    - ¿Monsieur Charles Lasser?

    - El mismo.

    - Soy el director Crampon del laboratorio; tenemos una cita mañana lunes, para hablar de las sospechas de fugas de información en nuestra empresa, ¿recuerda usted?

    - Muy bien.

    - ¿Está usted a gusto en el hotel?

    - Si, es agradable.

    - Yo personalmente hice la reservación para usted.

    - Se lo agradezco.

    Nueva llamada:

    - Discúlpeme por molestarle en domingo.

    - ¿Hay algo urgente?

    - Monsieur Lasser, ¡el laboratorio está en fuego!- ¿Podría usted venir?- Temo que se trate de un incendio intencional.

    - ¿En dónde nos podemos ver?- pregunté al director.

    - En la esquina de la calle «L’abeille» y avenida Richemaine.

    *      *      *

    Sin llegar todavía al lugar de la cita, un olor pesado me hacía toser.

    La circulación vehicular era lenta; con dificultad me abrí paso entre la gente que congestionaba la acera. Imposible de proseguir. El gentío dificultaba llegar a la esquina indicada por el director del laboratorio; él no se encontraba en el lugar de la cita.

    Los bomberos, ambulancias y servicios de policía tenían la prioridad para circular.

    El aire quemaba.

    Las miradas de la gente estaban fijas sobre el incendio, eran testigos del drama, algunas personas intercambiaban comentarios señalando con el dedo la construcción presa de las llamas.

    Un hombre gritaba que su madre vivía en la construcción contigua al laboratorio, un agente de la policía le explicaba que se estaba haciendo todo lo necesario para salvar a las personas, le prohibía pasar, su presencia no podía sustituir a los equipos profesionales de salvación, el hombre corrió hacia el siniestro perdiéndose en una masa de humo y polvo.

    Pájaros aturdidos abandonaban un parque vecino.

    A treinta metros se veían las mangueras de los bomberos, proyectando chorros de agua al asalto de las llamas que consumían los muros.

    Se produjo una explosión, pedazos de vidrio caían a la calle, un humo espeso de color amarillo se elevaba acompañado de un olor áspero, extendiéndose a las calles vecinas.

    La gente empezaba a toser; los bomberos se cubrían la nariz con sus pañuelos, pero no pudiendo a la vez sostener la manguera y el pañuelo, ésta se les escapaba en un movimiento de vaivén enloquecido, a veces perdían el pañuelo y otras la manguera; el fuego arrasaba la construcción. La masa de curiosos empezaba a dispersarse, tenaces, de lejos algunos seguían mirando el incendio cubriéndose la boca y la nariz con la manga de la chaqueta, doblando el brazo.

    El desorden reinaba en el lugar. Algunas personas corrían en un sentido, mientras que otras se precipitaban en la dirección opuesta; la policía estaba desbordada; se oían gritos por aquí y por allá, llamando a alguien por su primer nombre: Juan… Juan… René ¿dónde estás?

    Las sirenas ululaban, las ambulancias transportaban heridos, alejándose entre humo y escombros.

    La intensidad del fuego lanzaba al aire llamas rojas y blancas, mientras un muro se desplomaba haciendo huir a los bomberos cercanos a él.

    Estallidos se entremezclaban al sordo ruido de explosiones subterráneas; mientras un redoblar de truenos parecía provenir del primer piso desde el cual jirones incendiados se proyectaban al cielo.

    Una mujer pasó corriendo, su falda quemada dejaba ver sus piernas blancas laceradas, jirones negros de tela calcinada se adherían a su piel; únicamente uno de sus pies tenía zapato, las dos extremidades estaban ennegrecidas.

    Apretaba fuertemente contra su pecho a un niño pequeño, del cual parecía que la vida se hubiese ido.

    Diez metros más lejos dos camilleros sin aliento, colocaban sobre la camilla un cuerpo que tenía sobresaltos, las manos apretadas sobre el pecho.

    Una lluvia de chispas cubrió a los enfermeros, a la camilla y al herido; las batas que ahora ya no eran blancas, tenían puntos humeantes, alguien lanzó un balde de agua que no fue suficiente, los dos hombres se dieron prisa para despojarse de las batas que empezaban a incendiarse; en la agitación, la camilla perdió la sábana; mientras que la sombra terrible de la historia descendía sobre la ciudad.

    *      *      *

    Más tarde, el director Crampon restableció contacto con Lasser, dejando entender que el incendio tenía que ser intencional.

    Sospechas pesaban sobre un ingeniero, por motivo de frecuentes indisciplinas.

    Por conducto del ingeniero en jefe logramos hacer una cita con el sospechoso.

    Era un hombre de un metro noventa de estatura, parecía tener un brazo más largo que el otro. Un cuello alargado surgía de la camisa. La cabeza pequeña y redonda parecía pelota y se inclinaba hacia el suelo mientras que la mirada del hombre se levantaba buscando un interlocutor. Su tez amarillenta hacía pensar en un enfermo; el ingeniero Retour penetró al cuarto levantando las cejas.

    - Sí, soy yo, mi nombre es Retour; mi patrón del laboratorio me dijo que deseaban ustedes hablarme.

    - En efecto-, le repliqué.

    La elocución del hombre era lenta, algo pastosa. Tenía los glóbulos oculares recorridos por vasos sanguíneos rojos e inflamados.

    Decidí pasar a la acción de inmediato.

    - Soy médico-, le dije; muéstreme su brazo izquierdo.

    El ingeniero Retour quiso poner su chaqueta sobre el respaldo de la silla, calculó mal el movimiento y la distancia, la prenda de vestir cayó al suelo, las mangas en cruz; algunas llaves hicieron pequeños saltos y varias monedas rodaron para perderse debajo de la mesa.

    El ingeniero no parecía darle importancia al incidente, sacó del bolsillo derecho de su pantalón un paquete de cigarrillos, tomó uno que quiso golpear sobre la uña de su pulgar para apelmazar el tabaco, sin lograr esto pues el golpe lo hizo fuera de la uña, entonces optó por colocar entre sus labios el cigarrillo pero tosió al mismo tiempo y el cigarrillo dio tres vueltas en el aire y cayó sobre la mesa.

    - Yo… yo… yo les digo, el hombre cayó al suelo tirando dos sillas a las cuales trató de sujetarse.

    ¿El incendio del laboratorio ocultaba un asunto de droga?

    El ingeniero Retour parecía intoxicado.

    Después de los cuidados médicos necesarios a su condición de drogado, pensamos en realizar un segundo interrogatorio; pero éste sería más tarde debido a que teníamos cita con el director general Crampon en una de las filiales del laboratorio.

    *      *      *

    - La explosión fue posterior al incendio, creo-, manifestó el señor Crampon-. ¿Qué piensan ustedes?

    Guardé silencio algunos instantes.

    - Es demasiado rápido para emitir una opinión-. Expresé-. Pasarán probablemente varias semanas antes que los especialistas y peritos presenten sus dictámenes.

    - Quisiéramos tener una nueva entrevista con el ingeniero Retour- ¿Podría usted enviarlo con nosotros dentro de dos días?

    - Sí, lo mandaré sin falta.

    - ¿A qué hora puede usted recibirlo?

    - A las diez por favor, antes tengo que pasar a la policía.

    Le di las gracias al director Crampon.

    Primeramente tenía yo que reunir los datos sobre la personalidad del ingeniero Retour; aunque su adicción a la droga podía desviar algo de utilidad de dicha información.

    Me interesaba:

    a)    Estudio de su biotipo.

    b)    Examen de su escritura.

    c)    Su comportamiento en los anteriores empleos.

    d)    Opinión de sus jefes inmediatos.

    e)    Encuesta en su domicilio y entre los vecinos.

    f)    Explicaciones que pudiese dar de su frecuente indisciplina.

    A los dos días, armados de toda esa información, estábamos listos para interrogar al ingeniero Retour.

    El ingeniero Retour se presentó puntual.

    Con anterioridad, habíamos instalado una mesa sobre la cual pusimos un plato con cenizas; otro con algunos desechos y partículas; y al lado un informe de peritaje; como si ya hubiésemos recibido el resultado sobre la causa del incendio.

    Por un circuito cerrado de televisión, observábamos al individuo desde el momento en que entró al cuarto, antes, una secretaria lo había acompañado hasta la oficina.

    Con aire de indiferencia, después de haber cerrado la puerta, el individuo miró la mesa, dio dos vueltas alrededor de la misma, y finalmente se inclinó para observar de cerca las cenizas en el plato, enderezándose, sus ojos hicieron una inspección de la pieza, sin omitir el muro y los techos, buscando si no estaría observado por una cámara de televisión; retrocedió y se sentó en la silla más alejada del plato con las cenizas; cruzó los brazos y silbó una melodía, cruzó y descruzó las piernas; tosió; se levantó y nuevamente se acercó al plato que contenía las cenizas, se volvió a sentar y empezó a leer el informe del peritaje.

    Con una goma que sacó de su bolsillo daba vuelta a las hojas conforme avanzaba en la lectura; todo esto lo hacía sin tocar el documento con sus manos.

    Naturalmente el peritaje no contenía precisiones, pero dejaba entrever que en el incendio se había usado un acelerador de origen químico para iniciar el fuego, exactamente en la parte media de la planta baja, lugar donde los testigos habían observado un humo negro y muy denso, era también el punto donde se encontraban los ascensores.

    En el momento en que entramos a la oficina, el ingeniero Retour salió precipitadamente diciéndonos:

    - Voy a los sanitarios.

    Los presentes intercambiamos una mirada de sorpresa, y cada uno de nosotros tomó el asiento previamente convenido.

    Habían transcurrido veinte minutos cuando el ingeniero entró. Estaba pálido, se dirigió rápidamente al teléfono que se encontraba fuera de la oficina en una pared; había dejado la puerta abierta y volvió su cara hacia nosotros, al mismo tiempo que sostenía el auricular exclamó:

    - Voy a llamar a mi abogado, lo que están ustedes haciendo es ilegal.

    Sus manos temblaban, mientras que la derecha agitaba el auricular, pero se abstuvo de marcar algún número, el tono de su voz era muy agresivo, así como sus gestos, su brazo izquierdo batía el aire y, su cuerpo tenía un movimiento de vaivén, su pierna derecha flexionada, mientras se desplazaba, parecía que ejecutaba un paso de tango.

    - Es absolutamente ilegal-, repetía el individuo-, volvió a dejar el auricular, empezó a dar vueltas alrededor de la mesa para finalmente colocar sus dos manos sobre ésta, gritó-: Voy a demandarlos por conducto de mi abogado, todos ustedes van a perder el empleo. Son ustedes unos malditos.

    Nuevamente descolgó el auricular, lo volvió a dejar por tercera vez, y nuevamente lo descolgó, lo agitaba en el aire con el brazo extendido; nos amenazó:

    - Mañana se las tendrán que ver con mi abogado, él es fulano de tal-. Aquí mencionó el nombre de un abogado muy renombrado.

    Bruscamente y a grandes pasos salió, golpeando fuertemente la puerta en gesto rabioso.

    De los tres que estábamos en la oficina, uno soltó la carcajada, siguió soplando como una vieja locomotora, a él le habíamos puesto el apodo de el escocés, a causa de su cutis rojizo y su costumbre de usar corbatas de lana con dibujos escoceses; el segundo tenía la cabeza inclinada y estaba evidentemente pensativo, parecía más calvo, quizás por la inclinación de la cabeza que ofrecía una mayor superficie a la mirada; el tercero, de pequeña estatura, recogía cuadernos y plumas, llenó un vaso de agua con la jarra que estaba cerca de él; después volvió a colocar su pipa entre los dientes.

    - Hablaremos de esto mañana- exclamé en un tono de insatisfacción.

    Cada uno de nosotros regresó a su casa sin haber hecho comentarios.

    Con toda evidencia la actitud del ingeniero Retour no era normal.

    Al día siguiente llamé por teléfono al director del laboratorio para explicarle lo que había sucedido.

    - Le envío el reporte médico-, dijo el director-, no lo encontró usted en el expediente, porque recientemente el ingeniero Retour fue a visitar a su médico, se quejaba de dolores de cabeza y trastornos de la vista-. Me explicó.

    - ¿Ah sí? ¿Desde cuándo?

    - Todo debe estar en el informe médico, quiero decir todos los datos de fechas y resultados de los exámenes.

    - Le envío inmediatamente el expediente.

    Estaba yo revisando expedientes cuando, aproximadamente una hora después de haber hablado con el director del laboratorio, sonó el timbre.

    Abrí la puerta y me sorprendí al ver personalmente al señor Crampon.

    - ¡Hombre!, no esperaba que viniese usted mismo.

    - Vine yo-, me dijo el director-, al mismo tiempo que me tendía el expediente-, por razones de discreción.

    - Tome asiento- le dije.

    Me puse a leer los primeros párrafos…- He aquí algo interesante: el psiquiatra menciona la existencia de una psicosis paranoica, bien sabe usted las grandes dificultades que presentan las terapias para estos sujetos, por el hecho que los psicóticos no tienen lo que en psicoanálisis se llama transferencia verdadera; por otra parte…

    - Discúlpeme - interrumpió el director-, no soy tan entendido como usted lo supone en asuntos psiquiátricos-. ¿Qué significa paranoia?

    - De una manera general el sujeto paranoico obedece a su propia lógica, basada ésta sobre postulados erróneos.

    Estos individuos están ligados a su desconfianza constante, a su orgullo, a una rigidez extrema, así como a reacciones agresivas, son suspicaces, tienen un profundo resentimiento, son hostiles e interpretan frecuentemente las acciones de los demás de manera falsa, estallidos de cólera son frecuentes; distorsionan la realidad, son susceptibles y, el narcisismo se integra igualmente al cuadro sintomático.

    - ¿Alguna vez recibió usted quejas sobre el ingeniero Retour en el sentido de homosexualidad?

    - Ninguna hasta estos momentos. ¿Por qué? ¿Piensa usted que pueda ser un homosexual?

    - He observado, señor director, algunos signos indicadores de una tendencia homosexual.

    - Dígame señor Crampon, ¿quién es el colega con el cual el ingeniero Retour está en mejores términos o, que sepa que haya invitaciones recíprocas?

    - ¿Quiere usted llamarme por teléfono mañana?, voy a preguntar al gerente, es probable que pueda darnos esa información y si no, él debe saber quién está al tanto de las relaciones del ingeniero.

    - En las investigaciones químicas que se efectuaban en el laboratorio

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