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El Limpiabotas
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Libro electrónico427 páginas6 horas

El Limpiabotas

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SOBRE LA NOVELA

El fundador y presidente del consorcio South Global Enterprise, Robert H. Fullker, fue despojado de la direccin de su empresa e internado en un hospital psiquitrico por su hijo Edgar, instigado por su amigo John P. Jugle, quien ostenta el cargo de Apoderado y Director General del grupo de empresas.
Por no aceptar los nuevos lineamientos y mantenerse firmes dentro de sus principios ticos, dos de los ms brillantes ejecutivos de la empresa, Arthur Jefferson y Thomas Blades, se ven implicados en una intriga contra ellos, que desencadena una serie de trgicos acontecimientos que cambian la vida de mucha gente e influyen dramticamente en sus vidas.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento29 dic 2011
ISBN9781463314903
El Limpiabotas
Autor

Martín Goicoechea Roque

SOBRE EL AUTOR Nacido en la ciudad de México, desde pequeño se con-virtió en fanático de la lectura, desde los más elementales libros infantiles hasta las obras de los clásicos, mostrando una clara preferencia por la novela de corte policiaco y de suspenso, naciéndole con el tiempo la idea de escribir algo de poesía y una novela, desarrollando el manuscrito del libro “NO MATARAS”, mismo que, como suele suceder en estos casos, quedó en el olvido hasta que, casi cuarenta años después, estando ya retirado y convaleciente de una grave enfermedad, externó su inquietud por retomar la idea y reescribir su novela, ante lo cual su esposa, sonriendo, sacó el manuscrito del cajón de los recuerdos y se lo entregó diciendo… AQUÍ ESTÁ. Y aquí está.

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    El Limpiabotas - Martín Goicoechea Roque

    Contents

    DEDICATORIA

    AGRADECIMIENTOS

    NOTA DEL AUTOR

    PRÓLOGO

    CAPÍTULO I

    PRIMERA PARTE

    CAPÍTULO II

    CAPÍTULO III

    CAPÍTULO IV

    CAPÍTULO V

    CAPÍTULO VI

    CAPÍTULO VII

    CAPÍTULO VIII

    CAPÍTULO IX

    CAPÍTULO X

    CAPÍTULO XI

    CAPITULO XII

    SEGUNDA PARTE

    CAPÍTULO XIII

    CAPÍTULO XIV

    CAPÍTULO XV

    CAPÍTULO XVI

    CAPÍTULO XVII

    CAPÍTULO XVIII

    TERCERA PARTE

    CAPÍTULO XIX

    CAPÍTULO XX

    CAPÍTULO XXI

    CAPÍTULO XXII

    CAPÍTULO XXIII

    CAPÍTULO XXIV

    CAPÍTULO XXV

    CAPÍTULO XXVI

    CAPÍTULO XXVII

    CAPÍTULO XXVIII

    CAPÍTULO XXIX

    CAPÍTULO XXX

    CAPÍTULO XXXI

    CAPÍTULO XXXII

    CAPÍTULO XXXIII

    DEDICATORIA

    A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES QUE CON-

    SERVAN SUS VALORES Y PRINCIPIOS.

    AGRADECIMIENTOS

    A MI AMADA ESPOSA ELENA

    Por su constante estímulo y su valioso apoyo, así como por sus atinados consejos y sugerencias.

    A MIS HIJAS ELENA, ALEJANDRA Y ROCÍO

    Por ser mis más apasionadas críticas y correctoras de estilo y errores. Por lo que, si quedó alguna falla es mi absoluta y total responsabilidad.

    A MI HIJO MARTÍN

    Cuando estaba yo escribiendo el libro, por razones de trabajo él se tuvo que ir a vivir lejos, pero me hizo prometerle que en cuanto estuviese listo, la primera copia se la enviara a él. Deseo que será cumplido.

    A MIS AMIGOS

    Sobre todo a aquellos que habiendo leído mi primera novela, me animaron a seguir escribiendo. (Espero y supongo que fue porque les gustó)

    NOTA DEL AUTOR

    En los tiempos actuales es cada vez más notoria la pérdida de valores tradicionales de la humanidad. Día con día sabemos de personas, grupos, empresas y autoridades que rompiendo los principios éticos y envueltos en la vorágine del materialismo, se dedican a corromper conciencias y sobornar, sin importar el daño que puedan causar.

    Sin embargo, aun existe mucha gente cuyos valores universales y principios están por encima de cualquier tipo de corrupción. Hay todavía quien cree en la humanidad, que está dispuesto a dar, no sólo cosas materiales, sino a entregar por una causa lo mejor de sí y que a riesgo de su propia seguridad son capaces de seguir dentro de la línea de conducta que recibieron de sus mayores y a su vez deberán trasmitir a sus hijos.

    Mientras siga existiendo esta clase de gente, seguirá valiendo la pena pertenecer a la humanidad.

    Esta historia se desarrolla en una región de Los Estados Unidos de Norteamérica en los primeros años del siglo 21.

    Tanto los nombres de lugares como de empresas y personas que aparecen, son imaginación del autor, por lo que el parecido con algún nombre igual o similar en el mundo real, es coincidencia.

    PRÓLOGO

    CAPÍTULO I

    ¬ Hola, Thomas¬ saludó afable el celador mientras daba vuelta a la llave y corría el cerrojo de la reja que comunicaba el final del pasillo con las oficinas, mientras mediante una seña lo invitaba a seguirlo¬, el director quiere hablar contigo.

    Sin pronunciar palabra, Tom se separó de los amigos con los que se encontraba departiendo en el corredor principal, pues debido al frío que se sentía, ese día no habían querido salir al patio exterior. Precediendo al guardia y una vez cerrada de nueva cuenta la reja, caminaron hasta el final del corredor, camino que Tom conocía muy bien por haberlo recorrido varias veces anteriormente. Después de subir por una estrecha escalera desembocaron en un pequeño vestíbulo protegido con otra reja, que tras una corta espera se abrió electrónicamente. Una vez verificada su identidad y cuando el cabo de recepción hubo revisado los oficios que tenía sobre una pequeña mesa, oprimió un botón del aparato intercomunicador y después de un breve intercambio de palabras abrió la puerta de acceso a las oficinas y le indicó a Tom el escritorio situado al fondo de la estancia.

    Al llegar ante la secretaria, ésta le señaló la puerta mientras le decía amablemente:

    ¬ Adelante, señor Blades, el director le espera.

    Tom balbuceó un tímido gracias y golpeó apenas con los nudillos.

    Al recibir la anuencia para entrar giró la perilla de la puerta y se introdujo en la amplia oficina, permaneciendo de pie hasta que escuchó la voz del Director, que amablemente le invitaba a pasar mientras le señalaba un asiento frente a su escritorio.

    ¬Pase, Thomas, siéntese por favor, tengo algunas cosas que hablar con usted.

    ¬ Espero que no tenga queja contra mí, señor.

    ¬ Oh no, al contrario, Thomas. Prepárese para celebrar.

    ¬ ¿Para celebrar qué?¬ preguntó Tom¬, Que yo recuerde, no es ni mi cumpleaños ni mi santo… A menos que se refiera usted al aniversario de mi ingreso a este lugar… pero no… no lo creo porque yo llegué aquí la tarde del 2 de noviembre, así que, para mi tercer aniversario faltan aún 8 días, porque hoy es, si no me equivoco, el 25 de octubre. De todos modos pienso que ese aniversario es para lamentarse, no para celebrarse.

    ¬ No, Thomas, dijo sonriendo el director. Lo que debe celebrar es la recuperación de su libertad anticipada debido a que desde que lo trajeron a este penal, no sólo por su comportamiento ejemplar sino porque nos ha ayudado a implementar muchas mejoras, lo recomendé para que le adelanten la libertad provisional antes de cumplir con el 50 por ciento de la condena que es lo que por ley le correspondería. Por lo que en este caso serán 2 años menos de prisión, así que en total serán 3 en lugar de 5. Esto ha sido posible gracias a su irreprochable conducta y a su trabajo social con el que con tanto entusiasmo colaboró para la capacitación y educación de los presos durante su estancia con nosotros y a la creación de los puestos de trabajo y sistemas de desarrollo que, gracias a usted, nos distingue y nos pone a la vanguardia entre este tipo de instituciones en el país.

    ¬ Así que alégrese, Tom. Levante ese ánimo. No es posible que una persona como usted, teniendo tal capacidad y conocimientos, se deje caer. Trate de olvidar estos últimos años y piense sólo en la nueva vida que le espera. Acérquese a sus amigos y a su familia y retome el camino que llevaba antes del problema que lo trajo aquí. Olvide el pasado y empiece a formar una nueva vida.

    ¬ Eso es fácil de decir, señor Director, pero no de hacer. No será fácil para mí reiniciar mi vida. Para empezar no cuento con nada ni con nadie. Mi propia familia me consideró responsable de la muerte de mi esposa y de mi hija y mis padres no quisieron volver a saber nada de mí. La familia de mi esposa se negó a escucharme y no sólo no me ayudaron sino que hicieron todo lo posible para que se me condenara por algo tan absurdo como el homicidio de mis seres más queridos y, por lo que respecta a mis amigos, usted debe estar enterado de que durante el tiempo que llevo recluido en este penal únicamente me han visitado, además de mi abogado defensor, quien sólo me vino a ver una vez después de mi condena para avisarme que no era conveniente interponer ningún recurso de apelación y para renunciar a mi defensa, otras cuatro personas: el limpiabotas que lustraba mi calzado en la acera del edificio de la South Global Enterprise, donde estaba mi oficina, Susan Stevens, una de las secretarias, el fundador de la Empresa donde trabajé y su hija Mayra. Nadie más… ni un amigo, ni un familiar ni…

    ¬ Lo sé¬ le interrumpió el director al oír que a Tom se le quebraba la voz¬, aunque usted no lo crea su situación siempre ha sido de gran interés para mí. Como abogado estudié a fondo todos los antecedentes de su caso, especialmente el del juicio y he llegado a considerar, desde mi personal punto de vista, que es inocente y que con usted se cometió una gran injusticia. Sin embargo, aunque me hubiese gustado poder hacer algo más, lo único que he logrado es que se le anticipe la libertad provisional al cumplir el treinta por ciento de su condena en lugar del 50 por ciento que correspondería legalmente con pena reducida, para lo cual, le repito, ha contribuido en gran parte su colaboración, tanto en la creación del proyecto como en la implementación de las labores de trabajo y educación que tenemos en el penal.

    ¬ Le agradezco sus conceptos y su intervención para lograr mi liberación antes del plazo normal. Pero ahora no sé qué voy a hacer, porque aunque usted no lo crea, señor Director, aquí logré realizar algo importante al aprovechar la oportunidad que usted me dio de hacer algo por los demás, lo que me ha permitido también superar mi tristeza y desesperación. Pero ahora, al obtener la libertad es mayor mi temor que mi alegría. ¿Qué puedo hacer? ¿Por dónde voy a empezar? No tengo a quién acudir.

    ¬ No se inquiete por eso, señor Blades. Es lógico que sienta cierta reserva pero no creo que deba preocuparse demasiado; es usted un hombre con muchas posibilidades y seguramente podrá salir adelante, sin problemas.

    ¬ Trataré de hacerlo, señor, se lo prometo. Lo primero que haré saliendo de aquí será tomar el primer autobús que salga de la ciudad para poner tierra de por medio. Empezaré mi nueva vida en otro lugar, lo más lejos posible.

    ¬ Lo siento, Thomas¬ le interrumpió el director¬, pero eso no podrá ser, por lo menos durante el tiempo que dure su libertad condicional, o sea algo más de 2 años, usted no podrá salir del condado y tendrá que reportarse con las autoridades una vez por semana, a través de la persona que le asigne como responsable la oficina correspondiente. Yo sé que eso va a ser una carga muy pesada, pero es lo único que se puede hacer por ahora. Si en el futuro es posible lograr un cambio al respecto, con mucho gusto se lo haré saber en su oportunidad.

    Tom guardó silencio. Consideraba que sería inútil insistir sobre ese particular ya que entendía que por mucha buena voluntad que el director tuviese para ayudarlo, ciertas cosas estaban lejos de sus posibilidades.

    Después de una breve pausa, el director le extendió un papel con la dirección de la oficina de empleo donde le podrían ayudar a encontrar trabajo y la del albergue al que podría acudir en caso necesario; esto, según le explicó, era una medida que tomaban las autoridades del condado para evitar que por un problema económico o una mala racha después de salir de la cárcel, orillase a algunos recién liberados a delinquir para sostenerse.

    Al salir de la oficina del director, Tom sería conducido a la celda que había sido su dormitorio para recoger sus objetos personales y posteriormente a la bodega del penal, donde podría cambiar su ropa de presidiario por la que llevaba puesta al ser detenido y recibir sus pertenencias con las que ingresó al penal.

    Antes de despedirlo, el director le entregó su reloj, su anillo de matrimonio, unas cuantas monedas, un llavero con varias llaves, su agenda de direcciones y teléfonos y algunos otros objetos, así como 232 dólares que se le recogieron el día de su reclusión y 1,600 dólares, que era la parte proporcional que le correspondía por su participación en los programas de productividad que él propuso e implementó.

    Después de entregarle sus cosas le dio su tarjeta personal mientras le decía:

    ¬ Me gustaría saber de usted. Si necesita ayuda o puedo serle útil en algo no deje de acudir a mí. Por otra parte le sugiero que consulte con un abogado para ver la posibilidad de reabrir su caso y poder aclarar su inocencia.

    ¬ No creo que eso sea fácil, las personas que armaron la trama para condenarme tienen todo el dinero y las influencias para volver a hundirme, pero le agradezco su apoyo, señor Director y le prometo que estaré en contacto con usted.

    Poco después de haberse despedido del director mediante un fuerte apretón de manos, fue conducido a la celda donde pudo recoger sus lentes, tres libros, algunos papeles con notas y apuntes, la fotografía en la que aparecía sonriendo junto a su esposa Julie y su pequeña hija Caroline de sólo 2 años y sus objetos de limpieza personal.

    ¬ Esta despedida merece una mayor fiesta que la que te hicieron cuando abandonaste la enfermería¬ le decía Blacky, su compañero de celda, mientras le daba un fuerte abrazo¬ Me da gusto que recobres tu libertad, pero por otra parte, siento que te vayas. Difícilmente podré tener otro compañero como tú. Espero que no olvides a tus amigos.

    ¬ No lo haré, Blacky. Vendré a verte con frecuencia. Creo que dentro de poco tiempo tú también serás liberado. El director me dijo que vas a cumplir 30 de los cuarenta años a que te condenaron y entonces podrá solicitar tu libertad condicional.

    ¬ Me temo que sí, pero eso me preocupa. Después de tantos años en prisión no me espera ni me conoce nadie. No sé que voy a hacer allá afuera ni como conseguiré un trabajo. Creo que lo mejor sería no salir nunca.

    ¬ Te diré lo mismo que el señor Director me dijo a mí. Alégrate y levanta el ánimo. Yo me siento ahora igual que tú, pero cuando salgas ya estaré adaptado y te estaré esperando allá afuera. Así que por eso no tengas cuidado.

    ¬ Lo sé… lo sé, amigo mío. Tengo la seguridad de que para cuando yo salga, tú habrás hecho funcionar al mundo, al igual que lo hiciste aquí en la prisión. Gracias a ti ahora tiene sentido nuestra vida. Ojalá hubiese llegado hace treinta años alguien como tú. Creo que todos la hubiésemos pasado mejor.

    Después se despidió de Blacky con un fuerte abrazo, no sin reiterarle la promesa de visitarlo.

    Al abandonar la celda y recorrer el pasillo rumbo a la puerta de salida, Tom caminó entre un verdadero concierto de gritos y golpeteo sobre los barrotes de las celdas con todo tipo de objetos, desde cucharas hasta libros, que era la forma como los compañeros de reclusión le demostraban su solidaridad y entusiasmo al ver que recobraba su libertad.

    Pocos minutos después salió por la puerta grande del penal.

    PRIMERA PARTE

    CAPÍTULO II

    3 AÑOS ANTES

    Thomas Blades llegó más temprano que de costumbre a su oficina situada en el décimo noveno piso del edificio corporativo del grupo financiero South Global Enterprise, que era la sede central del consorcio más poderoso de empresas, no solo del condado de Greenleaf, sino de todo el Estado y que durante el último año había sufrido un impresionante giro, tanto en sus políticas como en sus directrices, bajo la dirección de su nuevo presidente, el magnate Edgar T. Fullker, hijo menor del fundador de la empresa, Robert H. Fullker. Edgar se hizo cargo de la dirección del negocio a raíz de la reclusión de su padre en una residencia de descanso, donde fuera internado después de la trágica muerte de su primogénito, Robert Jr. como consecuencia de la caída de un caballo durante una partida de caza.

    La carrera de Thomas Blades dentro de la empresa había sido muy exitosa ya que, recién salido de la universidad 4 años atrás y a partir de su ingreso como asistente del director regional de proyectos e inversiones, debido a su entrega y desempeño había logrado escalar varios peldaños.

    Durante el año anterior a la toma de posesión de la nueva dirección, gracias a sus hábiles planes e iniciativas se habían llevado a buen fin varios proyectos y la adquisición de algunas empresas importantes, que gracias a sus gestiones les abrieron las puertas para incursionar en nuevas ramas industriales y comerciales, controlando la mayoría de acciones de varios grupos en los que antes no habían podido entrar.

    Esto último le permitió ser nominado por Robert H. Fullfer para el puesto de Director de Proyectos, al que había sido ascendido hacía poco más de un año por el Consejo de Administración del grupo, escasos seis meses antes de la muerte de Robert Jr., quien fungía como Director General.

    A causa de la trágica muerte de su primogénito, Robert H. Fullker cayó en una profunda depresión, lo que motivó que su segundo hijo, Edgar, acicateado por su amigo y asesor John P. Jugle, promoviera un juicio civil para quitarle el control de la empresa.

    El juez que llevó el caso, considerando el diagnóstico de varios médicos psiquiatras y bajo la influencia del propio Jugle, declaró a Fullker incapacitado y ordenó su reclusión en un sanatorio hasta su total recuperación. Esto permitió que Edgar fuera designado por la Corte como usufructuario de las acciones de su padre y a pesar de la oposición de su hermana menor tomara la Corporación a su cargo, ya que con sus propias acciones y el manejo de las de su padre, obtenía el control de la misma.

    A pocos meses de la toma de posesión de Edgar como nuevo presidente de la South Global, la organización empezó a sufrir grandes cambios, principalmente en estructuras superiores, ya que de los ocho altos directores y miembros del consejo sólo dos de ellos permanecían en sus cargos: Thomas Blades, en su calidad de Director de Proyectos e Inversiones y el también recién nombrado Director de Administración, Arthur Jefferson, antiguo compañero de universidad y buen amigo de Thomas.

    En un principio, tanto Thomas como Arthur pensaron que también serían substituidos en sus cargos, pero hasta la fecha, habiéndose cumplido seis meses de la muerte de Robert Jr., de la reclusión del viejo y del ascenso a la presidencia por parte de su hijo Edgar, inexplicablemente para ellos habían sobrevivido en la organización a pesar del ostensible alejamiento y frialdad por parte de los nuevos directores, principalmente del abogado John P. Jugle, quien se encargaba de los asuntos legales y ostentaba, desde su reciente ingreso a la empresa, el cargo de Director y Apoderado General, habiendo asumido prácticamente el liderazgo y control del nuevo grupo ejecutivo de la South Global Enterprise, con excepción de Thomas y Arthur, quienes tácitamente y sin necesidad de expresarlo con palabras habían mantenido su autonomía y sólo presentaban sus informes ante el consejo de directores en la reunión de los primeros jueves de cada mes, donde rendían cuentas ante el nuevo presidente del grupo, Edgar T. Fullker.

    Varias veces Thomas y Arthur habían cambiado impresiones al respecto. Thomas pensaba que el monto de las operaciones que él manejaba y la importancia de los proyectos que tenía en proceso, así como el acertado manejo de las finanzas y las inversiones por parte de Arthur, obligaban a Edgar y al Consejo a mantenerlos en sus cargos. Sin embargo, Arthur se mostraba menos optimista y opinaba que si no los habían echado de la compañía era porque podían necesitarlos en el futuro como chivos expiatorios de los negocios sucios que él, aunque carecía de pruebas, sospechaba que se estaban manejando.

    Ante la extrañeza de Thomas, Arthur había profundizado más sobre algunas de las dudas que tenía en relación con operaciones de algunas filiales, registradas en los pasados dos meses:

    ¬ Mira, Tom, tal como ha sucedido aquí, en los últimos meses se han llevado a cabo varios cambios de directores en algunas empresas operativas del grupo, tanto dentro como fuera del país. Yo he detectado algunos fuertes desembolsos cubiertos con facturas y documentos que difícilmente pasarían una auditoría. Cuando he tratado de exponer a Edgar mis temores sobre la posibilidad de que existan fugas injustificadas o algún fallo en los reportes de alguna de esas filiales operativas, me ha contestado que él no está al tanto de esas operaciones. Algunas anomalías y cosas fuera de lo normal las comente con Jugle, quien como Director General tiene la autoridad para intervenir, pero éste me ha dicho que deje de preocuparme por cosas que no me competen y que en todo caso no debo meterme en asuntos que no me importan y que, de ser necesario el tomará cartas en el asunto. Desde entonces, cuando me llega alguna de esas operaciones para que yo le dé mi visto bueno, las devuelvo sin firmar y en mi informe mensual financiero aparecen como movimientos o cargos no justificados por la filial correspondiente. Supongo que en su contabilidad interna, que en última instancia es la que se maneja para las declaraciones fiscales, ellos tendrán esas partidas debidamente asentadas y justificadas, pero para mí no están suficientemente claras y me estoy cubriendo las espaldas porque ninguno de esos movimientos cuenta con mi firma de aprobación.

    ¬ Pues yo por mi parte he hecho otro tanto¬ le explicó Thomas a su amigo¬. Al principio rechacé varios proyectos que me fueron propuestos para realizarse principalmente en otros estados de la Unión y en el extranjero, generalmente porque no estaban bien fundamentados o por no cumplir con las normas internas y los requisitos éticos de nuestra organización. No obstante, supe que varios de estos proyectos se llevaron a cabo sin contar con mi participación, de lo cual estoy enterado porque, no sé si por descuido o por costumbre me han seguido enviando la información, aunque ésta se refiere solamente a la fase del proyecto. De hecho, nunca pensé que pudiesen utilizarse para negocios sucios de los que no podría darme cuenta ya que en su aspecto operativo no tienen nada que ver conmigo.

    ¬ Todo esto confirma mi temor de que no duraremos mucho más en la empresa, cada día que pase les hacemos menos falta y me temo que antes de lo que pensamos estaremos de patitas en la calle¬ dijo Arthur¬, lo cual no creas que me quita el sueño ya que con nuestra experiencia y relaciones podremos abrirnos paso en otro lado.

    ¬ Pues esperemos a ver qué pasa¬ agregó Thomas mientras miraba su reloj¬. Hablando del Consejo de Administración, hoy tenemos junta y necesito revisar a fondo los papeles del informe que debo presentar, aunque no sé si valga la pena pues en las últimas reuniones solo divagan en voz baja entre ellos, supongo que sobre sus asuntos y ni me ponen atención ni les importa un rábano lo que les informo.

    ¬ Lo mismo me pasa a mí¬ opinó Arthur¬, pero creo que vale la pena que sigamos presentando nuestra información de manera normal. Podría apostar a que el día que no lo hagamos nos van a atosigar con preguntas capciosas para hacernos quedar mal ante el gran jefe¬ agregó mientras hacía una parodia de saludo militar, juntando los talones y llevándose una mano a la frente.

    ¬ No lo dudo¬ afirmó Thomas mientras se alejaba riendo por el pasillo en dirección a su despacho, donde su secretaria lo recibió con una amable sonrisa mientras le decía:

    ¬ Llamaron del piso 26 para informar que la junta de Consejo empezará dos horas antes porque el señor Fullker tiene que salir de viaje.

    ¬ Entonces debo apresurarme¬ comentó Thomas mientras se acercaba a su escritorio para preparar lo que tenía que presentar en la reunión del consejo.

    ¬ No se preocupe, señor; ahí en la carpeta negra tiene toda la información, incluyendo las filminas correspondientes para su presentación y en la azul, la copia del informe que debe entregar a la presidencia.

    ¬ Gracias Camile, no sé qué haría sin usted, aunque hoy en especial me gustaría llegar a la junta sin papeles para ver si se cumple la premonición de Arthur.

    Thomas casi no pudo terminar la última frase al ser atacado por un acceso de risa.

    ¬ ¿Le pasa algo, señor? ¿Dije alguna cosa que lo molestara?

    ¬ Oh no Camile, al contrario. Sólo me estaba acordando de un chascarrillo que dijera el señor Jefferson cuando veníamos hacia aquí.

    La secretaria salió del despacho privado de Thomas mientras éste se dedicaba a revisar, muy por encima, los documentos y al informe que iba a presentar, los cuales estaban perfectamente ordenados. Entre tanto, hacía un recuento mental de los sucesos de los últimos dos o tres meses: desde la renuncia o despido de 6 de los altos directores y la toma de posesión de los nuevos miembros del Consejo, de los cuales sólo uno formaba parte de la plantilla del consorcio, hasta el brusco cambio de políticas, normas y directrices que se estaban implementando, muchas de las cuales, como lo comentara con Arthur, eran totalmente opuestas a las normas y objetivos con que antes manejaba la empresa Robert H. Fullker.

    También le vinieron a la mente las recomendaciones que le había dado el señor Fullker durante las visitas que le hacía por lo menos un par de veces al mes, en la residencia psiquiátrica donde lo tenían recluido. En varias ocasiones había coincidido con su hija Mayra, quién visitaba frecuentemente a su padre y estaba muy pendiente de él. Mayra había realizado infinidad de infructuosos trámites para sacarlo de ese lugar y trasladarlo a su casa o a una residencia de descanso, lo cual le fue negado por la Corte, puesto que según el diagnóstico de los médicos, Robert Fullker era un enfermo peligroso y había que tenerlo bajo control mientras persistiera su estado mental.

    Tom no podía dejar de pensar en los consejos del viejo Fullker cuando lo sacaba a pasear por los jardines en su silla de ruedas y cuando se aseguraba de que nadie los veía.

    ¬ Ten cuidado, Thomas; mi hijo Edgar, desde que es amigo de ese tal John Jugle, no actúa normalmente; pagan mucho dinero para tenerme aquí y para que el médico que me tiene a su cargo me mantenga casi inconsciente a base de sedantes. La mayor parte de las veces, cuando la enfermera me los da, finjo que los tomo y en cuanto ella se retira los envuelvo en un pañuelo desechable y en la primera oportunidad los tiro en el baño o en el cesto de basura. Cuando se acercan el médico o la enfermera sólo tengo que fingir que estoy adormilado por el medicamento, lo cual me permite quedarme a solas con mis pensamientos, mis temores y mis sueños.

    ¬ Señor, dígame cómo puedo ayudarlo. Me gustaría hacer algo por usted. No es justo lo que está pasando sólo para satisfacer la codicia y ambición de Edgar y su consejero y amigo, Jugle.

    ¬ No creo que por ahora puedas hacer nada, pero te aconsejo que te cuides, hijo, no te vaya a pasar lo mismo que a Robert. Dios me perdone por pensar así, pero cuanto más lo medito más seguro estoy de que mandaron quitar de en medio a mi hijo y a mí para quedarse con los negocios y manejarlos a su antojo. Sólo te pido que no comentes esto con mi hija, ya que podría meterse en problemas por tratar de ayudarme.

    ¬ Por eso no se preocupe señor, por mí no se enterarán de nuestras conversaciones, ni su hija ni nadie más.

    CAPÍTULO III

    Ocho minutos antes de las 9, Thomas salió de la oficina con sus carpetas en la mano y abordó el ascensor que lo conduciría al piso 26. Una vez rebasada el área de seguridad en la cual, como si se tratara de un desconocido tuvo que pasar todo el protocolo de revisión, se dirigió hacia el escritorio de Melissa, la secretaria de la presidencia, quien ante la extrañeza general no sólo no había sido substituida, sino que además se le habían asignado dos personas para apoyarla en su trabajo.

    Para Thomas era muy clara esta situación, puesto que Melissa, durante los más de 10 años que llevaba al servicio de Robert Fullker en la presidencia, conocía todo el tejemaneje del negocio y estaba al tanto de todas las relaciones y contactos importantes, lo cual cada día le representaba menos garantía de continuidad en su puesto, ya que en su opinión, en cuanto las dos supuestas colaboradoras de Melissa estuviesen más relacionadas con las personas y los asuntos de interés para la organización y más empapadas de la información y los asuntos confidenciales, seguramente sería despedida o transferida a otra sección de la corporación.

    Melissa lo saludó con una sonrisa y le invitó a pasar a la sala de juntas del consejo, donde encontró a varios de los directores que ocupaban ya sus lugares.

    Contra su costumbre ya que solía ser muy puntual, con cerca de quince minutos de retraso entró a la sala de juntas Edgar T. Fullker, acompañado por John Jugle, Director Corporativo y del Área Legal, tomando de inmediato sus lugares.

    ¬ Buenos días, señores¬ saludó afablemente Edgar¬, sean ustedes bienvenidos. Esta reunión será muy breve pues nos retrasó un asunto imprevisto y me temo que no disponemos de tiempo para revisar sus presentaciones; el abogado Jugle y yo tenemos una reunión importante con autoridades del Ministerio de Obras y debemos tomar el vuelo para Washington dentro de dos horas. Parece ser que hay grandes posibilidades de que nos concedan los permisos federales para construir nuestro proyecto de desarrollo en la reserva del condado de Greenleaf.

    ¬ Pero señor¬ objetó Arthur¬, las autoridades locales permiten sólo obras de mejoramiento en ese sector por ser área ecológica y ésas requieren contratos especiales con cláusulas muy estrictas por tratarse de una zona restringida, lo cual la coloca fuera de nuestra competencia debido a que nosotros no contamos con ninguna empresa dedicada a dar ese tipo de mantenimiento ni somos contratistas de obras.

    ¬ Por eso no te preocupes, Arthur, tanto las autoridades locales como estatales han dado su anuencia para el desarrollo que pretendemos llevar a cabo, el cual ocupará solamente 50,000 áreas que es menos del 5 por ciento del territorio protegido y, como tú debes saber, el Estado puede destinar hasta un 10 por ciento del mismo para la realización de obras de beneficio a la comunidad, siempre y cuando se respeten las normas ecológicas.

    ¬ Lo cual no se cumple en ese proyecto, ni en el aspecto ecológico ni por el de beneficio para la comunidad¬ intervino Thomas¬. Como ustedes saben, señores, ese proyecto contempla la edificación de hoteles, un centro comercial y otras instalaciones similares, motivo por el que fue rechazado por mi departamento, pues tanto yo como mis colaboradores hemos considerado que no cumple con las normas oficiales autorizadas y lo peor es que se contrapone a los principios éticos que rigen nuestra organización, que están claramente especificados en los estatutos corporativos que se establecieron desde su fundación.

    ¬ Eso no son más que paparruchadas, Thomas¬ dijo Jugle¬. Cuando Robert Fullker fundó la empresa, hace casi cuarenta años, el país y el mundo vivían otra situación; aun prevalecían prejuicios de todo tipo y la gente anticuada como él vivía dentro de una atmósfera de caduco y absurdo romanticismo, rodeados de supuestos valores que hoy, con los adelantos y sistemas de los últimos tiempos, se han vuelto obsoletos y quedado en desuso.

    ¬ Sin embargo¬ interrumpió indignado Arthur¬ El señor Fullker, a pesar de su caduco romanticismo y la obsolescencia de sus valores fundó esta gran empresa y logró hacerla crecer hasta lo que es hoy, una de las mayores de este país, manteniéndola siempre dentro de la ética y la decencia.

    ¬ ¿Qué es lo que insinúas?¬ casi gritó Jugle¬. ¿Acaso tratas de ofenderme, pretendiendo que yo carezco de ética y decencia?

    ¬ No he tratado de insinuar nada¬ contestó tranquilamente Arthur¬, lo que pasa es que usted y yo manejamos conceptos muy diferentes en cuanto a las definiciones de moral, ética, valores y decencia. Efectivamente, los tiempos cambian y los adelantos tecnológicos y científicos han revolucionado los sistemas, pero los hombres no hemos cambiado y los principios, normas y valores humanos y universales que nos rigen, siguen y seguirán siendo los mismos.

    ¬ Creo que mi punto de vista y tu posición al respecto ya quedaron suficientemente claros esta mañana en la oficina de la presidencia. Edgar y yo no vamos a perder el tiempo ahora con discusiones inútiles que no conducen a nada. Él y yo tenemos que retirarnos. Ya hablaremos a nuestro regreso.

    Sin pronunciar una palabra más, Edgar y John abandonaron la sala seguidos por los demás miembros del Consejo, quienes se dirigieron sin hacer comentarios hacia sus respectivas oficinas.

    Una vez que hubo dejado sus papeles sobre su escritorio, Arthur se dirigió al despacho de Thomas. Cuando la secretaria le confirmó que éste estaba sólo, empujó la puerta y se sentó frente a él.

    Thomas le hizo una seña para que guardara silencio mientras por el intercomunicador le solicitaba unos cafés a la secretaria, quien al parecer ya los había preparado porque se los llevó casi de inmediato poniéndolos sobre el escritorio junto a una bandeja con galletas, retirándose en silencio y cerrando suavemente la puerta al salir.

    ¬ Creo que tú y yo no tardaremos en salir sobrando dentro de esta organización; nuestra forma de pensar es totalmente opuesta a la del nuevo Presidente, y a la del Director General como quedó muy claro en la junta de hoy.

    ¬ Así lo veo yo también¬ afirmó Arthur¬. En cuanto saliste de mi oficina, antes de la reunión del Consejo me llamó Jugle a su despacho para pedirme que en mi calidad de Director Financiero firmara los documentos que se van a presentar a las Autoridades Federales para su autorización, a lo que me negué, obviamente.

    ¬ ¿Y no te despidió?

    ¬ Me amenazó con hacerlo, pero yo le hice ver que eso, por muy director que él sea, debe ser aprobado por el Consejo, lo cual lo detuvo de momento pero no será problema porque los nuevos miembros impuestos por él forman la mayoría. Por otra parte, lo que creo que lo hizo pensar fue que le dejé entrever que si pretende realizar negocios sucios yo puedo exhibirlo a través de los medios informativos locales y los comunicados de asociaciones financieras, no sólo del condado, sino de todo el país. Además no puede echarme así como así. Yo manejo mucha documentación confidencial de la que alguien tiene que hacerse cargo.

    ¬ Eso no será obstáculo para él¬ observó Thomas¬.

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