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Inmigrantes Pájaros De Alas Quebradas
Inmigrantes Pájaros De Alas Quebradas
Inmigrantes Pájaros De Alas Quebradas
Libro electrónico153 páginas2 horas

Inmigrantes Pájaros De Alas Quebradas

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Inmigrantes, pájaros de alas quebradas...

Estas son unas historias llenas de dolor, la cruda realidad que algunos inmigrantes han tenido que vivir...

Quienes se han dejado llevar por la ambición, traficando con drogas en su afán por conseguir dinero fácil para regresar a sus países...

Otros quienes, por errores del destino, han sido confundidos y mientras que se aclara la verdad se encuentran presos pagando grandes condenas...

Algunos se han olvidado de Dios de sus padres, de sus familiares, dejándose llevar por la soledad, por el deseo sexual, yendo a caer en los brazos de las niñas mujer convirtiéndose así en violadores...

Con estas historias quiero alertar a los jóvenes para que se fijen bien, antes de hacer algo que les puede costar años de terrible sufrimiento en la cárcel, sin familia ni amigos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 feb 2021
ISBN9781643346960
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    Inmigrantes Pájaros De Alas Quebradas - Florabelth De La Garza

    Alondra Medrano

    Florabelth, mi nombre es Alondra Medrano.

    ¿Sabes? Mi error no fue por ambición, no, mi error fue por no permitir que nadie me humillara, sin embargo, los fracasos que tuve al dejarme guiar por el corazón fueron los que me llevaron a la ruina, y de ahí a la cárcel donde ahora me encuentro......

    No me podía hacer a la idea, que después de tenerlo todo en la vida, de pronto me quedara sin un solo centavo, ahora estoy aquí en esta cárcel, acusada de narcotráfico, ¿Y te digo algo? La verdad soy culpable. Tengo una sentencia de diez años, pero los pagaré en tres, tres horribles años viviendo en estas cuatro paredes, ya llevo seis meces aquí, y me estoy portando como casi un ángel, claro que este comportamiento debí haberlo adoptado antes, pero uno no reflexiona hasta que sufre las consecuencias, tengo toda mi fe puesta en Dios en que un día podré salir de aquí.

    Te cuento que lamentablemente tengo algo en mi contra que a lo mejor retrase mi salida, precisamente porque pertenezco al Estado de California, me dijeron que aparentemente, tengo que esperar un tiempo razonable para que un oficial de libertad condicional quiera agarrar mi caso y si el Estado de California no lo quiere tomar, esto implicaría retroceder, verdaderamente esto me desquicia, me está sacando de control.

    ¿Y sabes por qué es que casi me vuelvo loca? Porque tengo cuatro hijos, los cuales son mi adoración, mis tres ingenieros y mi modelo especial, si vieras amiga como los extraño, por las noches cuando estoy dormida, mi corazón brinca de angustia, con mucho miedo de que algo les pueda pasar y me desesperó tanto.

    Mis hijos están pagando por mi error al igual que yo, estamos pagando partes iguales. Ahora lo que más me aterra, es la idea de que cuando salga de aquí, a la hora de la verdad, ¿Qué les voy a decir? ¿Cómo lo irán a tomar? y, sobre todo, si me aceptarán, Dios, por un momento casi pierdo la mente, me desespero tanto que quisiera salir corriendo, regresar el tiempo atrás y jamás haber venido a este país, en el cual me he convertido en una delincuente. Pero soy humano y cometí un error, por lo tanto, soy culpable y pagaré por mi error, porque me gustaría mucho que, en un futuro no lejano, vuelva a ser yo nuevamente, otra vez la misma.

    Sabes amiga, jamás pensé en el daño que les causaría a mis familiares, a mis seres queridos y como te dije, mis hijos están pagando el mismo precio que yo encerrada aquí, y ellos tan lejos de mí, sufriendo por mi ausencia.

    Dices que hablarles con la verdad es lo correcto, estoy de acuerdo contigo, pero me pregunto, ¿Me entenderán? Y en realidad amiga, me he preguntado ¿Cuál es mi verdad? ¿Tú crees que el no permitir que me humillaran es suficiente motivo? Yo creo que no, mejor lo llamaría de otro modo, déjame pensar en otro nombre y ya te lo comunico, pero de lo que sí estoy sumamente segura es de que tengo mucha pena, solo le pido a Dios que me perdone, y a mis hijos que escuchen el porqué de mi falta.

    Soy nacida en México, gracias a Dios vengo de una muy buena familia, en la que se me dio mucho amor y educación. Mi madre vino a los Estados Unidos, inmediatamente después de que me trajo a este mundo, por lo que me quedé a cargo de mi abuelita, ella es toda mi adoración, ella me soportó toda mi infancia, fui una niña muy feliz. Me consintió y me mimo, jamás me faltó nada, y sobre todo me sobró eso que muchos niños no tienen, amor.

    Un día a la edad de 11 años, mi mamá decidió traerme a este país, y así lo hizo, me sentía extraña, no me podía adaptar a mi nueva vida, para mí fue muy difícil, y sobre todo separarme de los brazos de mi adorada abuelita.

    En realidad, los Estados Unidos, han sido mi segunda patria, porque no obstante de abrirme los brazos, aquí terminé mi escuela, aquí me casé, aquí tuve a mis hijos, y para ser sincera, tuve muchos éxitos en la vida anterior, casas, dinero y también ha habido muchos fracasos, a grado de perderlo todo, tan solo por mi tonto corazón.

    Al separarme de mi esposo, de pronto me vi sola en la vida y no quería arrastrar a mis cuatro hijos, me dio miedo, la verdad lloré, no recuerdo haber llorado así jamás, la responsabilidad era mucha para mí.

    No encontraba salida por ningún lado, era horrible, sin dinero y sobre todo que perdí el apoyo moral de parte del padre de mis hijos.

    De pronto me vi sumergida en una terrible depresión, de la cual no lograba salir, pero había que vivir, si, vivir, pero para mis hijos, tenía que recuperar mi posición económica y reincorporarme a la sociedad, no podía creer que había caído tan bajo, al mirar mis cheques de escasos trescientos dólares por semana, me desquiciaba, hasta donde me había llevado, el dejarme guiar por el corazón, le había permitido a mi ex que me defraudara moral y económicamente. Ahora tenía que superar esa cifra, y tener lo que antes tuve.

    Recuerdo que en una ocasión me invitaron a una reunión social, con unas amistades, en la que se celebraba la compra de una casa. Para mí fue muy difícil aparentar ser lo que no era, mi ropa apenas disimulaba mi actual posición económica, me daba pena cuando veía que alguien se me quedaba viendo, pensaba que creían que era la criada de aquel lugar. Lo único que me gustaba era que había vuelto ahí, donde estaba esa gente a la que un día pertenecí, gente elegante y de muy finos modales. Me tomaba unos tragos y deleitada escuchaba la música, cuando de pronto alguien se me acercó y entablé conversación con el elegante hombre que se me acercó, me identifiqué plenamente con él, hablamos de esto y de aquello, y por último después de contarle mi tragedia, terminó por ofrecerme trabajo, en el cual me aseguró muy buenas ganancias. Lo tuve que pensar mucho, la oferta era muy tentadora, pero, aunque en realidad la idea de ese trabajo fácil no me gustaba, ya que me daba miedo, mucho miedo. Después de pensarlo por varios días, acepté el trato.

    En ese momento el miedo más grande se apoderó de mí, ese era el golpe final que el destino le daba a mi mala racha. Narcotráfico, fue el nombre de mi nuevo trabajo. Se miraba fácil y según el jefe, no remitía consecuencias. Al principio, solo se trataba de levantarme del fango en el que me había hundido; mi trabajo consistía en hacer viajes a la frontera y pasar carros a los Estados Unidos, en cuanto entregaba los carros, me pagaban muy bien, y como hacía muy buen trabajo, mi patrón, por llamarlo así, me empezó a tratar con más confianza y al final me confió lo que verdaderamente traíamos en los carros, cuando me lo confió, no me sorprendí, yo ya lo sabía, basado al precio que me pagaba, pero fingía ignorarlo, una vez sabedora de lo que traíamos, no quise renunciar, apenas empezaba a ver de nuevo la luz del dinero. (El dios dólar).

    Y sobre todo saboreaba la buena vida, no tan solo para mí, sino para los míos. A los seis meces de trabajo, me convertí en el brazo derecho de mi patrón, el cual confiaba plenamente en mí, la verdad confieso que llegué a sentirme alagada, que tonta, estaba metida en la ratonera, oh como dicen por ahí, con el cuello metido en la guillotina. Pero no quise verlo así.

    Un día de tantos, el patrón me convirtió en su mujer, me gustó, ¿para qué negarlo?, y empezamos una relación de pareja y trabajo al mismo tiempo. Entre los dos hicimos muchos negocios muy fructíferos, de hecho, yo traía mi propia gente, bueno yo solamente daba las órdenes de lo que se haría y de la manera en que se debía de trabajar, en fin. Toda una jefa de jefes, que días aquellos, amiga, buenos carros, ropa muy fina y elegante, y ni que decir de los mejores restaurantes, y sobre todo servidumbre.

    Había de todo en abundancia. Conocí muchísimos lugares, bellas ciudades, en realidad me excitaba la idea de andar de viaje, ir por todos lados. Por cada día de trabajo que me salía bien, obtenía una jugosa recompensa. A la hora del pago, olvidaba el olor a la adrenalina derramada por la tensión, por el miedo, entonces era cuando olvidaba todo, y corría a reunirme con mis chicos. Lo que más me gustaba de todo esto, era que ellos ya no suspiraban por nada, y aunque yo sabía que ese dinero no era ganado honradamente, creía que me lo merecía. De esta manera según yo, le estaba cobrando al destino, a la vida, o a quien fuera, la mala pasada que me había dado. En la que había habido, hombres malos, golpeadores, y sobre todo miseria, mucha miseria, aún recuerdo con dolor y tristeza, que llegué a ver a mis hijos casi descalzos y hambrientos.

    Te juro amiga que tenía el corazón en las manos, sabía que estaba actuando muy mal, pero no quería volver a esa terrible situación, cerraba mis sentidos a la realidad ignorando así la lógica que mi cerebro me enviaba.

    Que tonta, porque todo lo que mal comienza, mal acaba, me gustara o no. Como dicen por ahí. El que mal anda, mal acaba. El día estaba ahí, en esa ocasión había que mandar un pedido urgente y no contaba con gente para que lo fueran a entregar, así que decidí ir yo, error graso, tal parecía que el destino ya me tenía preparada una muy fea sorpresa, mi hombre se miraba preocupado, pero había que hacer esa entrega en poco tiempo.

    El día primero de diciembre del año dos mil uno, se llevaron a cabo los planes del viaje que el destino me dio. Recuerdo que el día dos por la madrugada, había dejado a mis tres hijos a cargo de la niñera la cual yo consideraba muy responsable, y partí con mi pequeño hijito, no sé por qué no quise dejarlo ahí, algo me decía el corazón, estaba decidido, Hernán con tan solo dos añitos, me acompañaría. Por todo el camino, lo abracé y lo besé, claro que normalmente lo hacía, pero en esta ocasión, yo presentía algo, era algo muy fuerte, recuerdo que en una parada que hicimos lo apreté muy fuerte sobre mi pecho y después sacudí fuertemente la cabeza para desechar los malos pensamientos.

    También viene a mi mente que cuando manejaba me quedaba viendo por el espejo retrovisor, vi, como la carretera corría hacia atrás, como invitándome a regresar, pero no lo quise ver así, simplemente lo ignoré. Pasaron largas y tediosas horas, en ocasiones paraba para comer algo, y descansar a mi pequeño Hernán, él ya

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