Noche de placer
Por Barbara Hannay
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En la otra punta del mundo, Sophie estaba a punto de hacer la llamada más difícil de su vida. La única noche que había pasado con el duro Mark había terminado en embarazo y había llegado el momento de decirle que iba a ser el padre de su hijo…
Barbara Hannay
Barbara Hannay lives in North Queensland where she and her writer husband have raised four children. Barbara loves life in the north where the dangers of cyclones, crocodiles and sea stingers are offset by a relaxed lifestyle, glorious winters, World Heritage rainforests and the Great Barrier Reef. Besides writing, Barbara enjoys reading, gardening and planning extensions to accommodate her friends and her extended family.
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Noche de placer - Barbara Hannay
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2007 Barbara Hannay
© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Noche de placer, n.º 2182 - septiembre 2018
Título original: The Bridesmaid’s Best Man
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-1307-069-8
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
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Capítulo 1
EMPEZABA a anochecer en el campamento cuando Mark Winchester se apartó del círculo de peones inclinados sobre la hoguera. De espaldas, muy quieto, se quedó mirando las colinas rojas en la distancia.
Los peones se encogieron de hombros lacónicamente. Después de todo, Mark era el jefe, el propietario del rancho Coolabah Waters, y todos sabían que era uno de esos hombres acostumbrado a guardarse los problemas para sí mismo.
Mark metió las manos en los bolsillos del pantalón, alegrándose de que sus peones no pudieran adivinar que estaba pensando en una mujer. Ni él mismo podía creerlo. No le parecía posible estar allí, en sus recién adquiridas tierras, reuniendo el ganado y perseguido por recuerdos de una chica a la que había conocido en Londres seis semanas antes.
El foco de su vida estaba allí, en su ganado, en su rancho, en el imperio que quería levantar en medio de la desierta llanura australiana.
Hasta aquel momento, las mujeres sólo habían sido un pasatiempo agradable en fiestas, en las carreras o durante algún viaje ocasional a la ciudad. Pero, por mucho que intentase olvidar a Sophie Felsham, no podía quitársela de la cabeza.
Incluso ahora, al final de un duro día de trabajo, estaba mirando el cielo pero veía a Sophie como la había visto en Londres la primera vez. Podía verla en la iglesia con un vestido rosa de dama de honor, un ramo de flores en la mano, los ojos grises brillantes y una sonrisa en los labios. Su piel tan blanca y tan limpia como la luna. Y tan suave.
Lo raro era que sólo habían pasado una noche juntos. Cuando se separaron, los dos estuvieron de acuerdo en que aquél era el final. Y, para sorpresa de Mark, lo había dicho como si fuera lo más normal del mundo. Como si una noche de pasión con una preciosa extraña no fuese algo absolutamente extraño para él.
Al día siguiente había vuelto a Australia y no hubo despedidas ni promesas. Los dos acordaron que no tenía sentido hacerlas.
Y así era como debía ser. Resultaba absurdo estar atormentado e inquieto desde entonces.
–¡Jefe!
El grito del joven peón lo devolvió al presente.
–Hay una llamada para usted –gritó el chico, levantando el móvil–. ¡Es una mujer con acento inglés!
El corazón de Mark dio un vuelco. Los peones habían dejado de hablar y el hombre que cosía su silla se detuvo, la aguja de hierro suspendida en el aire. Todos lo miraban con curiosidad.
Mark sabía perfectamente lo que estaban pensando: ¿por qué llamaría una mujer inglesa a su jefe?
También él se hacía esa pregunta.
Y estaba sin aire. Sólo había tenido que oír las palabras «mujer» e «inglés» en la misma frase y una avalancha de adrenalina lanzó su corazón al galope.
Pero no podía ser Sophie. La única persona en Inglaterra que tenía el número de su móvil era Tim y Tim sabía que sólo debía llamarlo en caso de urgencia.
Si una mujer con acento inglés quería ponerse en contacto con él urgentemente tenía que ser la esposa de Tim, Emma. Mark habido ido a Inglaterra para asistir a su boda en calidad de padrino y la semana anterior había recibido un e-mail de la feliz pareja en la que le decían que ya habían vuelto de su luna de miel. ¿Para qué podían llamarlo ahora?
Mark intentó que la alarma no se notase en su cara mientras veía al joven peón correr hacia él con el móvil levantado como si fuera la antorcha olímpica.
Sabía que Emma sólo lo llamaría si hubiera ocurrido algo grave y se le encogió el estómago mientras tomaba el teléfono.
–Tiene una voz muy bonita –le dijo el peón en voz baja–. Muy refinada y…
Una fría mirada lo silenció. Mark le dio la espalda, pero el silencio se había hecho en el campamento. Todos los hombres estaban pendientes de sus palabras.
–¿Sí?
–¿Hola?
La mujer que había al otro lado del hilo parecía nerviosa. Y la conexión era pésima. ¿Se estaría quedando sin batería?
–¿Eres Mark Winchester?
–Sí, soy yo –contestó él–. ¿Eres tú, Emma?
–No, no soy Emma. Soy Sophie Felsham –Mark estuvo a punto de tirar el teléfono–. Supongo que no esperabas mi llamada –siguió ella, nerviosa.
Mark echó un vistazo por encima de su hombro y los hombres que estaban alrededor de la hoguera apartaron la mirada rápidamente.
–No, no la esperaba, la verdad. ¿Ocurre algo?
–Pues… la verdad es que sí.
Una garra de hierro parecía apretar el corazón de Mark mientras se alejaba del campamento.
–¿Le ha ocurrido algo a Tim o a Emma?
–No, no, están bien. En realidad, están fenomenal. Pero me temo que debo darte una mala noticia. Bueno, creo que para ti será una mala noticia.
–¿Qué ha pasado?
–Que voy a tener un niño.
Mark se detuvo de golpe.
Aquello no podía ser verdad.
–Lo siento mucho –se disculpó Sophie, angustiada.
Él respiró profundamente, pero no sabía qué decir.
–¡La cena está lista! –gritó el cocinero.
Los hombres se levantaron y Mark pudo oír el sonido de las botas sobre la tierra, el tintineo de los cubiertos, las risas…
La vida seguía adelante mientras una chica en Inglaterra empezaba a llorar y él se sentía como en una realidad alternativa.
–Pero no lo entiendo –murmuró, alejándose un poco más–. Tomamos precauciones…
–Lo sé –sollozó Sophie–. Pero algo… no sé, no funcionó.
Mark cerró los ojos.
La idea de que él y aquella preciosa dama de honor hubieran creado una nueva vida hacía que le diera vueltas la cabeza.
–¿Estás segura? ¿No hay ninguna posibilidad de que sea un error?
–Estoy absolutamente segura. Fui al ginecólogo ayer.
A Mark le habría gustado preguntarle cómo podía estar segura de que el niño fuera suyo, pero no se atrevía a hacerlo.
–¿Cómo estás? –le preguntó, en cambio–. Quiero decir… ¿te encuentras bien?
–Bueno, regular.
–¿Has podido…? –la conexión se llenó de ruidos estáticos entonces.
–Perdona, no te he oído. Estaba pensando que quizá podría ir a verte… para charlar.
–Sí, bueno… –Mark volvió a mirar alrededor, mareado. ¿La había oído bien? Sophie quería ir a verlo–. Pero es que estoy en medio del campo y no volveré al rancho en una semana. En cuanto vuelva te llamaré desde un teléfono fijo. Entonces podremos hablar tranquilamente. ¿Me has oído? ¿Sophie?
La conexión se había cortado.
Mark soltó una palabrota. ¿Por qué no habían cargado la batería? Se sentía fatal. ¿Pensaría Sophie que había colgado a propósito?
Estaba oscureciendo y el canto de los grillos sonaba a la orilla del riachuelo. La temperatura había bajado como solía ocurrir por las noches en el campo, pero ésa no era la razón por la que estaba temblando.
Un niño.
Iba a ser padre.
De nuevo, volvió a ver a la bonita y simpática Sophie con su vestido rosa, el brillo burlón en los ojos, la sonrisa, su piel blanca, el deseo que había en sus besos…
Sophie iba a ser madre. Y seguramente eso era lo último que