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Conocí a Dios y Pensé Que Todo Iba a Salir Bien
Conocí a Dios y Pensé Que Todo Iba a Salir Bien
Conocí a Dios y Pensé Que Todo Iba a Salir Bien
Libro electrónico68 páginas1 hora

Conocí a Dios y Pensé Que Todo Iba a Salir Bien

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Sorprendente relato del día a día de algunas personas ilusionadas en el apoyo por parte de Dios a cada uno de sus sueños e intereses, impactados al final por el silencio, las dificultades o el retardo en las respuestas esperadas. Esto genera mucha aflicción y fatiga, haciendo chocar a las personas al ver todo lo que tardan sus sueños en hacerse reales.

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IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 mar 2018
ISBN9789584834874
Conocí a Dios y Pensé Que Todo Iba a Salir Bien

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    Conocí a Dios y Pensé Que Todo Iba a Salir Bien - Carlos Hernando Sierra Forero

    Conocí a Dios y Pensé Que Todo Iba a Salir Bien

    Carlos Hernando Sierra Forero © 2018

    Prólogo

    Cada mañana el sol sale iluminando la tierra en su plenitud y anunciando el tiempo de enfrentar nuevos desafíos. De manera simultánea, al despertar experimentamos en nuestro interior diferentes emociones; algunas veces con una fuerza interna tan elevada que irrumpimos ante cualquier adversidad, sin embargo, otros días se ven empañados por la preocupación o la tristeza que abaten el alma y que desmoronan esa esperanza que nos impulsó a darnos una oportunidad esa mañana cuando el sol salió a saludar.

    Son muchas cosas a nuestro alrededor las que enfrentamos día a día, y pocas las oportunidades para detenernos y revisar con detalle contra qué estamos enfrentados, qué interfiere contra nuestros planes y qué dificulta que avancemos con celeridad.

    A través de estas páginas se presenta una gran ayuda y una poderosa descripción de ese misterioso y poco mencionado mundo invisible, que nunca cesa de intervenir en nuestro mundo natural.

    Deseo con todo mi corazón que sea claro su verdadero significado, su incalculable valor y lo que representa para alguien en particular.

    Le animo a sumergirse en esta fantástica lectura.

    Carlos Hernando Sierra Forero

    Contenido

    1. Conocí a Dios.

    2. Como otros han conocido a Dios.

    3. Pensé que todo saldría bien.

    4. Esperar y suponer.

    5. Enemigo silencioso y oculto.

    6. Lo primero que escucho, no lo puedo hacer una verdad.

    7. Se trata de esperar.

    8. El fin justifica los medios.

    Conocí a Dios

    En el principio … Son las tres primeras palabras registradas en las sagradas escrituras y son las que me impulsan e inspiran a presentarles a través de mi experiencia personal mis primeros años de vida, en los que seguramente encontrará, usted como lector, algunas coincidencias, las cuales permiten identificar la ingenuidad del corazón, el desinterés de la mente y la confianza que se arraiga en el alma en aquel entorno que con los años se va transformando y que en la edad adulta percibimos y enfrentamos tan diferente.

    Desde la edad de 5 años y hasta los 9 años aproximadamente, algunas imágenes y recuerdos permanecen fijos y grabados en mi interior, los cuales vuelven a generar una sonrisa en mi rostro, por tanta satisfacción recibida en esos años, impregnada de ingenuidad, desinterés y abundante confianza. Esa ingenuidad que invade los primeros y tiernos años de infancia, donde el juego, la risa y las fantasías dirigen cada día, abriendo cada mañana los ojos a un nuevo despertar para levantarse y disfrutar de una aventura más; aventura cargada de tantas fantasías y repito fantasías en mi mente, que me hacían junto a mis cómplices, capaz de destruir grandes villanos, enfrentar monstruos salvajes, viajar a diferentes planetas con tan solo un salto, en fin, tantas ilusiones y bonitas experiencias que invadieron cada momento. Muchos juegos al lado de amigos, primos, hermanos; cargados al final de cada día con una nostalgia de no querer despedirse, y de programar con ellos una aventura más, la cual era diferente en cada ocasión, ligándose al lugar donde nos encontráramos ubicados; fuera un parque, un lote, una sala de reunión, una alcoba, en fin, nunca importaba porque la imaginación era capaz de innovar para pasar el mejor tiempo de vida, aislado de las preocupaciones que cargaban y afligían a cuanto adulto me rodeaba y que desconocía en su totalidad.

    Para un niño no existe preocupación, la comida seguramente llegaba, en eso no era necesario pensar, pues tan solo al despertar o llegar la hora precisa siempre estaba allí. No importaba si eran platos delicadamente elaborados o sencillos por salir del paso, simplemente al llegar a la mesa, mis padres algo pondrían allí, aún después de muchos juegos que generaban una sed sofocante, sabía tan solo con acercarme a mamá, que ella sabría cómo solucionarlo, muchas veces sin pronunciar palabra. No hay preocupación en la infancia; ni por la ropa, ni por jabón o champú, ni por dónde vivo, ni de qué estrato es la casa; esas cosas no tienen importancia, pareciera que un blindaje favorece a la niñez, protege los pensamientos y le permiten al alma desconocer aquel entorno salvaje y estar confiado y en paz. ¿Será qué la fantasía nunca debe desaparecer? O ¿en parte está arraigada a la vida? Pues finalmente los años pasan y los desafíos que reemplazan las aventuras se hacen parte de la vida.

    Corría el año 1995, en una época donde la tecnología no nos había invadido y donde no era común encontrar un teléfono celular. Más bien era una época en donde la manera de ubicar y dialogar con alguien, al encontrarse uno fuera de casa, dependía de contar con algunas monedas en el bolsillo, ubicar la tienda más cercana y utilizar el teléfono público que allí se encontraba. Esta era la manera de ubicar a los amigos para programar con ellos salidas, encuentros, paseos, fiestas, en fin, un sinnúmero de actividades que alegran los años de juventud, que enriquecen el alma de cualquier joven llenando su corazón de gratos e inolvidables recuerdos; los cuales se almacenan en el disco duro del alma y que dan la satisfacción de provecho de aquellos tiernos años. ¡Increíble! que gratificante es traer a memoria y recordar cada uno de esos buenos momentos que pude disfrutar. Sin embargo, en la agenda celestial estaba programada otra cita, un encuentro con alguien diferente, se presentaría a mi vida una persona de manera inusual que partiría la historia de mi vida en dos. Durante tres preciosos días se revelaría a mi vida aquel que se convertiría en mi amigo inseparable, quien me brindó la mejor aventura de mi vida, quien está conmigo de manera permanente desde aquel día de juventud; de quien he aprendido poco a poco el verdadero

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