Theo y el festival de sombras
Por Michael La Ronn
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Festival de Sombras de Michael La Ronn
Un osito de peluche debe rescatar a su dueño del cuco y enfrentar sus propios miedos a la vez.
El único propósito de Theodorus Ursabrand como osito de peluche es proteger a su dueño Grant. Pero cuando Stratus, un espíritu de humo y niebla, secuestra a Grant, Theo debe viajar a la Stratusfera, un mundo de pesadillas poblado de juguetes abandonados donde nada es lo que parece. Allí, encontrará una caravana que se ha reunido para llevar a cabo un festival, y entre sus miembros está Lucinda, otra osita de peluche con poderes mágicos que acepta ayudar a Theo a escabullirse en el castillo para salvar a Grant.
Pero no todo será tan fácil: primero, Theo deberá enfrentar a un grupo de juguetes malvados que han robado una de las principales atracciones del festival, una tarea peligrosa y que le llevará tiempo. Y lo que es peor, si Theo no logra rescatar a Grant antes del amanecer, ambos quedarán atrapados en la Stratusfera para siempre. Además, Theo deberá enfrentar sus miedos y dudas a lo largo de la travesía.
Toy Story se entremezcla con Laberinto de David Bowie en esta excitante y nueva fantasía oscura de Michael La Ronn.
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Theo y el festival de sombras - Michael La Ronn
Para Teddy.
Gracias por mantenerme a salvo de los monstruos de debajo de la cama todos estos años.
CAPÍTULO 1
Ocaso siniestro
Theo se despertó en un charco de agua sucia.
Se apoyó contra una caja y se frotó la cabeza. Se encontraba en el sótano y estaba oscuro. Ya había estado en el sótano muchas veces, pero esta vez la oscuridad hacía que todo se viese diferente. Las pilas de cajas y muebles viejos que durante el día lucían normales, ahora adoptaban formas extrañas. Sombras siniestras danzaban contra la pared: garras, colmillos y alas que parecían querer despedazarlo.
El piso de cemento estaba frío, y se abrazó a sí mismo para mantenerse caliente. El aire viciado y húmedo lo hizo toser. Le costó poder respirar hondo. Trató de enfocar su mirada pero todo daba vueltas a su alrededor como si estuviese soñando despierto. A través de la ventana que estaba arriba podía ver los rayos rosados y anaranjados del sol que daban de lleno en las hojas del pasto.
Se percató de que había anochecido cuando una sombra cubrió todo el sótano.
Grant está desprotegido. Tengo que llegar a arriba antes de que caiga la noche.
Llegó a la escalera tambaleándose. Al cruzar el cuarto, el mareo se había intensificado. Pasó por al lado de la vieja cuna, la cual lucía alta y nefasta bajo tan poca luz. En esa cuna había dormido muchas siestas con Grant, acurrucado junto a él mientras el móvil los inducía a dormir. Había pasado mucho tiempo desde ese entonces. La cuna había pertenecido antes al hermano mayor de Grant, Shawn. En ese momento, Theo se acordó de que Shawn nunca se había acurrucado con él. El rostro adolescente de Shawn, moreno y lleno de acné, se cruzó por la mente de Theo burlándose de él. Era la misma expresión burlona que tenía antes de haberlo lanzado al sótano.
Pero no quería pensar en eso ahora. Subió uno por uno los escalones de madera, en cada uno con todas sus fuerzas. Saltó y se agarró del picaporte dorado, pero no logró girarlo.
Por favor ábrete.
Golpeó, pero sus patas de peluche no emitían ningún sonido. Se lanzó contra la puerta. Nada. Solo un ruido sordo y suave.
Una zapatilla vieja estaba tirada cerca de la puerta. La usó para golpear la puerta, y de repente escuchó pasos del otro lado. Se tiró al suelo y quedó tieso.
Mamá abrió la puerta. Llevaba puesto un suéter verde y vaqueros azules, sus trencitas rizadas rojas y negras colgaban sobre sus hombros. Observó detenidamente a Theo, mirándolo por debajo de sus lentes.
—Theo, ¿qué estás haciendo aquí abajo?
Lo levantó, lo inspeccionó y chasqueó la lengua. —Shawn, ¿tú tiraste a Theo en el sótano?
Shawn estaba sentado en la mesa de la cocina haciendo su tarea de álgebra de noveno grado. Llevaba puestos un buzo con capucha y unos vaqueros holgados.
—Seh. Grant necesita crecer—dijo.
Mamá llevó a Theo al fregadero, le lavó la mugre de las orejas y lo secó con papel absorbente. Lo colocó en la barra y sonrió. Mientras ella se dirigía a Shawn aún enojada, Theo miraba hacia el patio donde el sol se estaba poniendo en el horizonte.
—No puedo creerlo—le dijo Mamá a Shawn. —Theo era tuyo cuando eras pequeño, ¿recuerdas?
Shawn resopló. —Ya no necesito un osito de peluche. No soy patético como mi hermano.
Mamá le dio a Shawn una mirada mortal.
—Hicimos una apuesta—dijo Shawn. —Lo desafié a que pase una noche sin Theo para probar de que es un hombre.
— ¡Un hombre! ¡Tiene sólo nueve años!
—Aún no ha llorado como un bebé, así que eso significa que quizás está creciendo finalmente.
Mamá continuó con su sermón mientras Shawn volvía en enfocarse en su tarea y la ignoraba. Cuando no lo estaban viendo, Theo saltó de la barra y se disparó hacia el pasillo.
Ya casi llego.
Corrió hacia las escaleras que llevaban a la planta alta. Pudo escuchar a Grant jugando en su cuarto, haciendo ruidos y sonidos de choques con los otros juguetes.
Bien. Todavía está allí. Aca
Acababa de subir el escalón de abajo cuando escuchó un ladrido repentino. Amos, el perro de la familia, vino a toda prisa por el pasillo y tomó a Theo entre sus mandíbulas.
—No, no, no, bruto estúpido—dijo Theo mientras le pegaba a Amos en el hocico. — ¿No ves que ya está oscureciendo? ¿No sabes lo que podría pasar si no llego a tiempo a arriba?
El perro jadeó y se fue trotando hasta el living donde Papá estaba sentado en el sofá leyendo un libro sobre historia afroamericana. Llevaba puesta una camisa abotonada hasta arriba y pantalones color caqui con medias de vestir. Se lo veía muy concentrado, acariciándose la barba con una mano mientras anotaba ocasionalmente algo en las páginas.
Amos puso a Theo a los pies de Papá y ladró. Theo se quedó tieso de nuevo y Papá lo recogió.
— ¿Qué estás haciendo acá abajo, Theo? Vamos a llevarte a arriba a dónde perteneces.
Papá casi había llegado al cuarto de Grant cuando Mamá lo llamó.
—Cariño, ¿le puedes explicar a Shawn que no puede seguir molestando a su hermano?
— ¡No necesita explicarme nada!— gritó Shawn.
Papá dejó a Theo sobre una mesa y bajó corriendo las escaleras.
Theo bajó de un salto de la mesa y corrió hacia la habitación de Grant donde se encontraba jugando. Su cabello corto y crispado sobresalía en mechones desordenados, llevaba puesta una chomba de rugby a rayas verdes y blancas. Le faltaban algunos dientes.
La cama se encontraba en el medio de la habitación rodeada de juguetes; posters de los superhéroes favoritos de Grant colgaban torcidos sobre las paredes pintadas de azul cielo.
—Escuchen—dijo Grant. Sostenía en una mano a la Radiograbadora Nora. Era de color naranja y de forma ovalada, tenía una bandeja de CD en su cabeza y un micrófono pegado a un costado.
En su otra mano, Grant sostenía una figura de acción de pelo largo rubio y chaqueta de cuero. Movió al héroe cerca del micrófono y pretendió hablar por él.
—Sal con las manos en alto.
Hubo una pausa y no sucedió nada. Grant frunció el ceño y entonces jaló de un cordón que se estiraba detrás de la cama. Un trompo apareció parpadeando y danzando en círculos.
—Okay—dijo Grant hablando como el trompo. —Me atrapaste.
—Confiamos en ti—dijo el Héroe de Acción James. —Y nos traicionaste.
—Necesitaba el dinero—respondió el Trompo. — ¡Y ahora verán lo que he hecho con él!
Grant fue corriendo al otro extremo de la habitación. Sacó un camión de remolque de la caja de los juguetes y lo lanzó en frente del trompo.
— ¿Tú otra vez?— dijo el Remolque Tompkins, mientras Grant lo guiaba hacia James. —Me diste una paliza en el 73. No me olvidé de eso. Espero que te guste el pepperoni en tu tumba porque voy a dejarte chato como una pizza.
James golpeó sus puños y se puso en pose. Grant presionó un botón en la espalda del muñeco y los nudillos metálicos pintados en las manos de James brillaron.
Grant suspiró y sacudió a James para hacerlo hablar. —Si Theo estuviese con nosotros, esta batalla ya hubiese terminado.
James y Tompkins se rodearon entre sí mientras Theo se tranquilizaba al ver jugar a Grant.
Está a salvo.
Grant levantó a Tompkins por el aire y gritó: — ¡Run run!
Afuera, el horizonte se tragaba el sol y una sombra caía sobre toda la habitación. Unas nubes de color púrpura se esparcieron desde abajo de la cama ahogando a Grant. Una risa estridente retumbó al tiempo que el cuarto se llenaba de humo.
—No puede ser...—gimió Theo.
Grant soltó un grito.
Theo se lanzó en medio del humo justo a tiempo para ver como dos manos delgadas tomaban a Grant por la cintura. Se llevaron al chico bajo la cama dejando detrás un portal de humo púrpura.
Stratus.
Theo saltó sobre una pelota grande y se lanzó a la cama. Se metió detrás de la almohada, tomó su espada y escudo de madera y bajó al piso. Estaba a punto de entrar al portal cuando escuchó una voz.
—Theo, no vayas.
Topperson, el trompo, giraba en el mismo lugar mientras hablaba. El resto de los juguetes se escondían detrás de él con miedo.
—No saldrás vivo de allí. Grant es propiedad de Stratus ahora.
—Fallaste en protegerlo—respondió Theo sin siquiera darse vuelta. —No tienes derecho a hablar.
— ¿Acaso podíamos pelear? Nos hubiese matado a todos. Topperson fue girando hasta dónde estaba Theo. Su interior se encendió como si estuviera prendiéndose fuego. —Theo, ese portal va hacia la Stratusfera. Ese lugar no es para un juguete.
—Tampoco es lugar para Grant.
—Es un sitio maligno. Las sombras acechan en cada esquina. Tengo suerte de haber escapado. Topperson se acercó girando mientras le mostraba un corte profundo en su rostro, pero Theo lo hizo a un lado.
—Stratus va a pagar por esto.
Se escuchó un rugido proveniente del portal y al instante apareció un ogro. Tenía tres ojos borrosos, piel naranja escamosa y llevaba puestos unos overoles rotos. Hacía lucir a Theo como un enano.
Los otros juguetes gritaron y se metieron en la caja mientras el ogro rugía de nuevo.
—Stratus ha enviado un juguete del otro lado para que nos destruya—dijo Topperson.
Theo retrocedió y preparó su espada. —No va a detenerme—dijo, enfocando su mirada. Lanzó un ataque, pero la espada de madera rebotó en la pierna del ogro y Theo tropezó hacia atrás.
El ogro soltó una carcajada y levantó el garrote.
—Oh, oh—suspiró Theo.
Theo salió del paso justo a tiempo y el garrote chocó contra el piso haciendo temblar la habitación. El temblor sorprendió al