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EL ROSTRO DEL LOBO
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Libro electrónico358 páginas6 horas

EL ROSTRO DEL LOBO

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Stephen busca a su hija desaparecida desde el día en que un monstruo salió de la pantalla de su televisor para llevársela. Cuatro chicos deben lidiar con su pasado y con los misteriosos asesinatos que están ocurriendo a su alrededor, ¿quiénes serán los culpables? ¿habrá un asesino entre ellos? Al final un lobo jamás deja de cazar… pero ¿qué pasaría
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 jul 2020
ISBN9789585653047
EL ROSTRO DEL LOBO
Autor

SEBASTIAN P. HUERTAS

Sebastián P. Huertas nació en 1995, educado en el hogar de un músico profesional, el arte ha estado presente en su vida desde bebé. Lector empedernido, escritor por vocación y amante del cine, Sebastián es seminarista de cursos de eficiencia personal, donde ha entrenado a casi 250 soldados del Ejército, Armada Naval y la Policía Nacional. Su pasión por género del thriller nació hace algunos años, de la mano de los libros del maestro, Stephen King.

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    EL ROSTRO DEL LOBO - SEBASTIAN P. HUERTAS

    Dedicatoria

    Para mi madre, soy el hombre que soy por la mujer que tú eres, este triunfo es tuyo

    AGRADECIMIENTOS

    Ante todo, a Camila por que estuvo ahí y fue quien me impulsó a empezar este camino entre las letras.

    A mis padres por su apoyo incondicional.

    A mis amigos Laury y Juan.

    Finalmente, a los gatos de Calixta por darme mi primera oportunidad

    —PREFACIO

    1976

    —¿Quién está ahí? —preguntó Lucy nerviosa. Estando sola en casa, había escuchado ruidos extraños durante toda la noche, sus padres se habían ido de casa inesperadamente dejando a su hija a merced de la noche.

    No hubo respuesta.

    El silencio en la casa era algo espeluznante.

    Caminaba por el pasillo principal, pasando por la habitación vacía de sus padres con una linterna para poder guiarse, la electricidad se había ido sorpresivamente de su casa hacía ya una hora.

    Lucy estaba a punto de volver a encerrarse en su habitación cuando, de pronto, escuchó el ruido de un vaso al estrellarse contra el suelo en la planta de abajo. Llegó a las escaleras y comenzó a descender, definitivamente había alguien en su casa, pero el miedo a encontrar cualquier cosa no evitó que llegara a la sala de estar para llamar a la policía.

    Dio su último paso para llegar al primer piso y se acercó lo más rápido que pudo al viejo teléfono de la sala, teniendo mucho cuidado de no hacer ningún ruido; cuando iba a tomar el teléfono, unos fuertes pasos hicieron ruido detrás de ella.

    Lucy giró rápidamente. Nada, no había nada; pero sabía que tenía que llamar a la policía, necesitaba sentirse segura, así que volvió para tomar el teléfono y, para su sorpresa, este ya no estaba en su lugar.

    —Dios mío —susurró Lucy, con sus ojos aguados y una mano en la boca, se dio la vuelta para salir corriendo.

    Llegó a la puerta principal y de alguna manera, estaba cerrada, desde dentro de la casa, habían cerrado la puerta y pese a los esfuerzos de Lucy para abrirla, esta no cedía. Y de pronto escucho un teléfono sonar.

    Al darse la vuelta el teléfono estaba exactamente ubicado en su lugar de siempre, como si nunca hubiera desaparecido, pasaban los timbres y parecía que no tendrían fin, normalmente al quinto timbre dejaba de sonar el teléfono, pero esta vez no.

    El miedo la tenía paralizada.

    —Me estoy volviendo loca. —Se decía a sí misma, el teléfono continuaba timbrando y con determinación Lucy fue a contestar.

    —¿Hola?

    —Lucy — susurró un hombre en el teléfono.

    —¿Quién es?, ¿qué quiere? —de repente colgaron.

    Lucy se dio la vuelta, justo detrás de ella estaba una silueta, era grande y deforme, tenía el cuerpo de un hombre mayor, pero en lugar de una cabeza humana tenía la cabeza de un lobo, con sangre seca en su mandíbula, Lucy estaba espantada con aquella criatura, había quedado en shock, no solía creer en cosas sobrenaturales, pero aquella presencia le estaba cambiando el punto de vista.

    La criatura permaneció quieta, lo cual le permitió a Lucy notar que lo que tenía enfrente era más bien una máscara que un hombre-lobo real. Eso no la detuvo a intentar escapar de aquella criatura, pero no fue tan rápida, el hombre-lobo logró agarrarla por el cabello y arrastrarla por todo el suelo del piso principal.

    —¡No! —gritaba Lucy, pero era inútil, el hombre-lobo ya tenía un cuchillo en sus manos, y con un corte limpio en el aire comenzó a asesinar a la pequeña Lucy.

    Taylor se sobresaltó y se agarró del brazo de Stephen, mientras ocultaba su cara para no seguir viendo la televisión.

    —Por favor, no es para tanto —le dijo Stephen. —Era obvio que la iban a matar.

    Taylor y Stephen eran fanáticos de las películas, un par de jóvenes de veintitrés años que solían verlas juntos con su nuevo Betamax el cual habían comprado hace poco, justo después de que el casete hubiera salido al mercado. Cada viernes en la noche veían películas desde el día en que habían comprado su nueva casa.

    —Por favor apaga eso, sabes que detesto estas películas de terror.

    En la sala de estar de Taylor y Stephen continuaba la música de miedo mientras el asesino de la película continuaba su masacre.

    —Además la sangre se ve muy falsa, Taylor.

    Taylor se volvió a mirarlo con cara de pocos amigos, había sido idea de Stephen que esa noche vieran una película de terror, ya que estaban a mediados de octubre y se acercaba Halloween.

    —No lo voy a apagar, es nuestra tradición ver películas en las noches, cariño. —Y era cierto cada momento memorable de la relación de Taylor y de Stephen estaba marcado por la presencia de una película que compartían juntos.

    Se habían conocido muy jóvenes, cuando tenían unos ocho años, al principio no se llevaron muy bien, pero al descubrir que compartían el mismo gusto por las películas, comenzaron a hablarse, luego se enamoraron y Taylor quedo embarazada, lo cual incitó a Stephen a casarse con ella e irse a vivir juntos. Más que verlo como una obligación él estaba feliz de poder vivir con ella, era el amor de su vida; no tenía dentro de sus planes ser padre a una edad tan joven, eso sí lo había obligado a dejar sus estudios a un lado y dedicarse a trabajar para mantener a su hija y a su esposa, pero desde el momento en el que decidió unirse de por vida con Taylor, cada esfuerzo que hacía por ellas valía la pena.

    Habían visto El último tango en París el día de su boda, y la noche en la que su hija fue concebida habían terminado de ver El amor después de mediodía.

    Taylor era la fanática de las historias de amor de la casa, siempre escogía el mismo romance cursi con un nombre diferente, que hacía que Stephen se sintiera enfermo, pues él era el fanático del suspenso y del terror. Taylor podía soportar las elecciones de Stephen, pero esto era demasiado para ella.

    —No me gusta, es muy sangrienta, así se vea falsa la sangre. ¿De dónde sacaste esa película?

    —Bueno fue un poco extraño, no estaba en exhibición en la tienda de alquiler y las que había se veían aburridas, cuando le pregunte al tipo de la tienda si tenía algo nuevo, me dijo que esta era tan buena y tan macabra que estaba prohibida en varias ciudades del país, incluyendo la nuestra. Además, cariño eso nunca pasa en la vida real. —Dijo Stephen tomando a Taylor por su pierna y haciéndole caras para que se quedara. —Además, ¿no te da curiosidad saber quién es el tipo que mata a todo el mundo?

    —No —le contestó rotundamente Taylor mientras se levantaba del sofá. —Si quieres saberlo tú, quédate entonces. Me voy a la cama.

    Un pequeño golpe seco en el suelo de madera despertó de pronto a Stephen, este se encontró en el sofá con el televisor enfrente, la película había terminado y la pantalla solo reflejaba la estática que indicaba que tenía que sacar el casete. Se había quedado dormido a mitad de la película, se levantó para apagar el televisor, y dejar el final de la película para después, tal vez pudiera convencer a Taylor de terminar de verla juntos.

    Stephen llego a las escaleras cuando recordó que era lo que lo había despertado en medio de la noche, había escuchado un ruido, como si algo se hubiera golpeado con la madera del piso. El corazón de Stephen comenzó a latir velozmente, ir a la cocina a averiguar que había provocado ese ruido, después de haberse visto una película de terror, no era una buena idea.

    Llegó y entró en la cocina, inspeccionó el piso pero no había nada tirado, no había nada fuera de su lugar, solo los platos de la cena de la noche anterior, lo cual lo hizo recordar que debió haberlos lavado antes de ver la película, tendría que levantarse temprano y hacerlo antes de que Taylor se despertara y se diera cuenta de que no lo había hecho.

    No, nada, no había nada que señalara qué habría hecho el ruido, debió haber sido la imaginación de Stephen.

    Tomó un vaso y se sirvió agua para tomárselo antes de ir a la cama, concentrado en averiguar hasta qué punto de la película había llegado, se sobresaltó cuando escuchó el teléfono sonar.

    Fue rápidamente a contestar.

    —¿Hola?

    —Stephen... —Susurraron al otro lado del teléfono.

    —¿Quién es?, ¿que quiere?

    —Soy el hombre-lobo —dijo la voz rasposa de un hombre.

    —Idiota. —Respondió Stephen y colgó, en ese momento Taylor grito desde el piso de arriba.

    Stephen subió torpemente las escaleras y corrió al cuarto donde se encontraba su mujer, llego rápidamente a la habitación y vio Taylor sobresaltada, sudando y pálida en la cama.

    —¿Qué pasa? —Pregunto Stephen.

    —Había… alguien… allí —dijo Taylor difícilmente mientras señalaba la ubicación en donde estaba Stephen, justo bajo el marco de la puerta de entrada.

    —Ok, bueno creo que no volveremos a ver películas de terror por un tiempo.

    —¿Qué?, Stephen hay alguien en la casa, salió corriendo del cuarto cuando me desperté.

    —Cariño, —se acercó Stephen y le puso una mano en la mejilla —llegué tan rápido como pude cuando te escuché gritar, si había alguien aquí me lo hubiera encontrado en el camino.

    —Tienes razón. —Susurró ella aún dudando, pues estaba segura de lo que había visto.

    Cuando se volvieron a acostar e intentar dormir el grito de su pequeña los despertó y los sacó de la cama en tan solo un segundo, salieron corriendo, Taylor abrió la puerta y salió del cuarto primero seguida de Stephen, y cuando menos se lo esperaba un hombre con mascara de lobo le rebanó la garganta a Taylor y cayó al suelo dejando un charco de sangre en el suelo, el hombre no contento con haber asesinado a Taylor le dio un golpe fuerte en el mentón de Stephen dejándolo casi noqueado.

    Este cayó al suelo medio inconsciente, pero no llego a desmayarse, solo se sintió desorientado, vio cuando el hombre entró a la habitación de su hija, eso hizo que se levantara con tanta rapidez que perdió el equilibrio y cayó al suelo varias veces, tenía que llegar al cuarto de su hija, pero ya era tarde.

    No había nadie en la habitación.

    —¡No! —grito Stephen, la ventana estaba abierta y la cuna de la pequeña vacía.

    Stephen cayó al suelo y comenzó a llorar. Había perdido a su hija, a su mujer, su vida.

    PRIMERA PARTE

    LAS BATALLAS DE SEAN

    Sabes, tienes razón, no me interesaba como a ti te interesaba, no estaba dispuesto a luchar como lo estabas tú, pero lo haré ahora, solo por fastidiarte la vida

    CAPÍTULO 1

    2015

    Toga y birrete listos, sus amigos lo aplaudían, Sean era el primero de ellos en graduarse de la universidad, su padre lo había convencido de estudiar administración de empresas para que pudiera heredar el negocio familiar y mantener la fortuna.

    Una vez subió, apretó la mano de sus maestros uno a uno.

    —Por el amor de Dios, pórtate bien Sean. —Le dijo la maestra Martínez, mientras le entregaba su diploma.

    —Haré mi mejor esfuerzo. —Mintió Sean.

    Bajó del escenario por fin con su diploma y se dirigió al público donde ubicó a su padre y a su hermana mayor mientras aplaudían su triunfo.

    Sus amigos también estaban allí, Dominic se graduaría dentro de seis meses y un año después Fabián y Noah terminarían también sus estudios.

    Hizo una ligera reverencia y volvió a su silla.

    Sean era el hijo que todo padre quería, el novio que toda chica quería y el amigo que solo tres querían; podía mostrar una sonrisa tan carismática que sería capaz de iluminar una mina de carbón, lo que hacía que los mayores le tuvieran confianza y las chicas se derritieran ante él, pero al mismo tiempo era terco. Cuando se le metía una idea en la cabeza, no había quién se la quitara, lo cual solo podían soportarlo sus tres amigos.

    Una vez terminó la ceremonia de graduación Sean salió de la universidad en dirección al estacionamiento donde lo esperaba su padre.

    El padre de Sean, Robert Reid, vestía de manera impecable. Tenía los mismos ojos que Sean, un azul intenso que, según él, le había abierto muchas puertas en la vida, dándole a entender a sus hijos que al parecer el físico sí importa.

    El señor Reid estaba recostado sobre un BMV que Sean no reconoció al instante. —Hijo, estoy muy orgulloso de ti —dijo mientras abrazaba a su hijo, pero la atención de Sean estaba en el coche. —Sé que tú mamá también lo estaría.

    —Gracias, papá, lo sé, pero lo importante es que tú lo viste y que por fin se acabó este infierno.

    —Bueno, vas a descansar las vacaciones, pero aún tienes tus futuras responsabilidades, ya que terminaste la universidad, muchacho. — El señor Reid le regaló una sonrisa y le tendió una pequeña caja a su hijo. —Además vas a necesitar esto.

    En la caja había unas llaves, el pecho de Sean explotó en su interior, sus ojos estaban llamando unas pequeñas lágrimas de felicidad, su padre siempre le daba lo que él le pedía, aunque le había pedido un apartamento para él solo, no se había esperado la sorpresa de tener su nuevo BMW.

    —Papá, gracias. —Susurró emotivo, su padre no solía sorprenderlo de esa manera.

    —Sabes que mereces conducir un auto que esté a tu altura —dijo el señor Reid a su hijo mientras se subía al asiento del copiloto— además tienes que estar listo para el gran evento, en el momento en el que mis socios sepan quién será su futuro jefe, debes saber que tu vida va a cambiar.

    El padre de Sean había quedado viudo y a cargo de sus dos hijos Sean y Allison Reid, la hija mayor, su esposa había muerto hace casi 8 años de una extraña enfermedad, le había dado un ataque, su hija fue quien la encontró ya muerta.

    Los Reid tenían el sueño de tener un gran negocio, para darle a sus hijos la mejor vida que pudieran.

    Habían comprado un enorme terreno y empezaron la construcción de un centro comercial, después de gastar los ahorros de su vida y de tener deudas con los bancos y todo lo que requería tener un lugar como estos, lo habían obtenido, pero unos meses después de la inauguración de Reid Plaza, Mary Reid, había fallecido.

    La muerte de la madre de Sean lo afectó en lo profundo, tenía trece años cuando ocurrió y desde entonces tenía momentos en los que lo inundaba la depresión. Su padre había intentado llenar ese vació con regalos, dándole todo lo que él quería, le prometió que le heredaría todo, para Sean eso era demasiado, su padre aún se veía joven, aún podía dedicarse a su negocio, no entendía por qué quería retirarse tan joven y dejar a su hijo la responsabilidad de la Empresa de la familia.

    Por otro lado estaba su hermana Allison, ella también cambió desde la muerte de Mary, ambos tenían el mismo cabello negro con rizos de su madre y sus ojos azules; y aunque a Allison también le había dolido la muerte de su madre, eso la había vuelto mucho más fuerte, desde ese entonces Allison era una mujer imponente y calculadora que no recibía un no como respuesta. Su padre también le daba todo, pero había algo que ella le estaba pidiendo últimamente y el señor Reid se lo había negado, Sean no estaba muy seguro de qué era lo que ella le pedía, solo veía como ella salía furiosa del despacho de su padre después de hablar con él. Pero en este momento eso no era importante para Sean.

    Sean no pudo aguantar la emoción de tener su flamante auto nuevo y llamó a sus amigos pues quería recogerlos para presumir su nuevo juguete. Uno a uno llegaron al estacionamiento. Él tenía tres amigos con los que compartía desde pequeño, ellos estuvieron allí cuando perdió a su madre, se habían conocido en la misma escuela y se graduaron el mimo año y todos entraron a la misma universidad, aunque en diferentes carreras, lo que no les impidió nunca mantenerse juntos todo el tiempo.

    —¡Qué tal chicos! —Sean se bajó del asiento del piloto y cerró la puerta, un poco fuerte, le asustó el haber sido tan brusco con su nuevo auto, pero lo disimuló muy bien. —No todos los días pueden subirse a una nave como esta. —Dijo emocionado.

    —Se veía mejor en la foto. —Le susurró Noah a Dominic. Esto llamó la atención de Sean.

    —¿Que foto?

    Los tres chicos se miraron mientras se subían al auto, Sean repitió la pregunta percatándose de que ninguno de ellos se había sorprendido al ver el nuevo auto de su amigo recién graduado.

    —Bueno… —vaciló un poco Fabián, solía ser el más sincero de los cuatro, por eso no era muy bueno guardando secretos— nosotros ya sabíamos del auto, de hecho, tu padre pidió nuestra opinión.

    Sean los miró fijamente, con él, no se sabía cómo iba a reaccionar.

    —Bueno, me alegra, porque sin su ayuda no sé qué me hubiera comprado.

    —Bueno, en realidad te iba a comprar un apartamento, pero…

    —¡¿Qué?! —Interrumpió Sean.

    —Nada —respondió Dominic.

    Sean ignoró el comentario y encendió el auto, le hizo una seña a sus amigos para que entraran y se dirigió a la casa de cada uno de los chicos.

    —Recuerden el compromiso de esta noche, muchachos, no se lo pierdan por nada.

    Los tres chicos asintieron pues habían acordado a acompañar a su amigo en la fiesta de graduación que venía preparando por semanas. Sean dejó a sus amigos en cada una de sus casas, para poder llegar a la suya y preparase para una divertida noche.

    Entró a su casa y lo inundó un aroma a pastel de carne. Obviamente era Katy quien estaba en la cocina.

    —Mi niño se graduó —le saludó Katy mientras le daba un abrazo. —Estoy muy orgullosa de ti, Sean y por eso te cociné lo que más te gusta.

    —Gracias, Nana, pero no voy a comer aquí, voy a salir hoy y…

    Katy lo miró a través de sus gafas de tejer, una mirada acusadora, la única a la que Sean obedecía.

    —¡Está bien voy a comer aquí!

    Sean se dirigió a su cuarto y tomó su celular, mientras marcaba el número del bar donde había reservado la noche para su fiesta de graduación, comenzó a quitarse el traje y tomar ropa más cómoda para salir.

    Había organizado su fiesta de graduación en Foxy, una discoteca de alto prestigio, nunca se reservaba para nada, era el punto central de la vida social de la ciudad, pero la oferta que dio el Señor Reid, fue tan abrumadora que no solo reservaron el lugar, sino que todos los invitados podrían consumir gratis.

    Una vez colgó, llamó a su novia.

    —Hola, muñeca —susurro Sean— ¿ya saliste de tu casa?, yo acabo de llegar a la mía.

    Ariana era aspirante a modelo, y era una muy buena aspirante ya que no tenía mucho cerebro, pero era una mujer preciosa, era la clase de chica que te convencía con solo su sonrisa, una hermosa piel bronceada y una melena castaña que volvía loco a Sean, se sentía completamente hipnotizado cuando estaba con ella.

    —No, aún no he salido, me estoy poniendo bonita para ti —le contestó Ariana.

    —Está bien, te recojo en media hora.

    Se puso un pantalón negro cómodo y una camisa azul, tenía que verse bien, era uno de los chicos más ricos de la ciudad y debía dar buena imagen en cada lugar que llegara, al menos eso era lo que Ariana le decía todo el tiempo.

    Sean somos una hermosa pareja, tenemos una reputación que mantener, Sean te vas ya y te compras otra camisa, esa ya la usaste hace dos semanas, piensa en nuestra imagen

    Recogió a Ariana, quien casi llora de felicidad al ver el auto de su novio y se adentraron en la noche de celebración.

    CAPÍTULO 2

    El padre de Dominic había desaparecido diez años atrás, salió una mañana hacia su trabajo en un prestigioso bufete de abogados y simplemente no llegó, desde ese día su madre intentó buscarlo, junto con la policía, pero una vez se cumplieron dos meses de la desaparición, ella se le acercó y le dijo:

    —Ahora eres el hombre de la casa.

    Dominic era una extraña combinación de sus padres, tenía el cabello dorado y las facciones de su madre, pero tenía una peculiaridad, cuando había nacido heredo los ojos azules de ella, pero al pasar los años una pequeña mancha en su ojo izquierdo comenzó a crecer, sus padres lo llevaron con un oftalmólogo, quien le diagnostico Heterocromia, no había nada de qué preocuparse. Ahora tenía la mitad del ojo izquierdo del mismo color que el de su padre; hecho que ocurrió el mismo año en que su padre desapareció.

    Con apenas doce años, no quería ser el hombre de la casa, quería a su padre de vuelta, su madre le había dicho que la policía no tenía ninguna prueba de que había algún acto violento en la desaparición de su esposo, que simplemente se había ido, que la gente se iba todo el tiempo, gente que no quería ser encontrada, que quería desconectarse de su vida y empezar una nueva. Pero Dominic sabía que ese no era el caso, que su padre era un hombre de familia feliz y que no tendría razones para desaparecer de un día para otro. Su hermana Sara solo tenía cinco y ella seguía preguntando, día tras día, a qué hora llegaría su padre de trabajar.

    Lo que más le sorprendió a Dominic era cómo su madre se había rendido tan fácil en encontrar a su esposo, era como si simplemente no le interesara encontrarlo.

    No había cumplido el año de desaparecido cuando su madre ya estaba comprometida con Rafael, un hombre extraño que un día apareció en la puerta de su casa preguntando por su madre y de repente todos los fines de semana estaba allí.

    Susana, su madre, se enamoró perdidamente de ese hombre y Dominic, con tan solo trece años, sabía que no estaba bien que su madre se quisiera casar con otro hombre cuando su padre aún seguía desaparecido.

    A Dominic no le caía bien Rafael y aunque este había intentado ganárselo con regalos, el joven aun fantaseaba con el momento en el que su padre llegara a casa y sacara a Rafael de allí, pero eso nunca pasó.

    Dominic entró a su casa después de que Sean lo había dejado en la acera del frente, con la promesa de verse más tarde en el Foxy a la fiesta que su amigo había organizado, pero antes necesitaba una partida online de The Last Of Us

    —Dominic, —su madre golpeó la puerta de su cuarto —Dominic, ábreme.

    Él no quiso hacerlo, estaba concentrado en no ponerle atención a su madre y en matar tantas luciérnagas como era posible antes de que la partida terminara.

    La puerta se abrió de golpe, con la fuerza de Rafael la puerta siempre cedía.

    —Tu madre te está hablando joven —dijo su padrastro con voz gruesa, pero Dominic seguía en su partida.

    Era la única forma que encontraba para no convivir con su madre y su padrastro, a Rafael nunca lo quiso, para él siempre había sido un extraño, y a su madre aún no la perdonaba por haber abandonado tan rápido la búsqueda del padre que aún seguía desaparecido.

    —¡Dominic! —Grito Rafael, al ver que este no le ponía atención.

    —¿Qué?, ¿no ven que estoy ocupado?

    La madre de Dominic entró y apagó el televisor, justo antes de que pudiera dispararle al enemigo.

    —Dominic, te estoy hablando y no le respondas así a Rafael.

    La paciencia del chico se estaba agotando.

    —¿Qué quieres? —susurró.

    —Rafael y yo vamos a ir

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