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Orgía junto al mar
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Orgía junto al mar
Libro electrónico139 páginas2 horas

Orgía junto al mar

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Este es un relato que se aparta de mis obsesiones fundamentales. En él, aparecen cuatro jóvenes amigos, dos mujeres y dos hombres, que acaban de terminar los estudios universitarios y se encuentran en un alejado lugar, junto al mar. Las pasiones se desatarán entre ellos y el sexo, tanto heterosexual como homosexual, hará su aparición. Es este un relato en el cual hay abundantes escenas de sexo entre hombres, sexo homosexual, y también entre mujeres, así como de sexo hetero. Es una orgía, como su propio nombre indica. Hace tiempo escribí tres relatos. Este, ahora, compendia esos tres en uno solo.

IdiomaEspañol
EditorialMatt Stand
Fecha de lanzamiento29 ago 2017
ISBN9781370781164
Orgía junto al mar
Autor

Matt Stand

I am a man in his forties, who adores mature women with voluptuous bodies. Women are the most beautiful in the Universe and my favorite women are those of a certain age who, despite showing their wrinkles, also show their voluptuous female forms. My favorite sexual fantasies are those involving mature super-heroines who always end up defeated and sexually subjected. That's why I wrote this first story whose protagonist is a mature woman who is also a super-heroine, the beautiful Panther-woman.Yo soy un hombre de cuarenta y tantos años, que adora las mujeres maduras con voluptuosas formas. Las mujeres son lo más hermoso del Universo y mis favoritas son aquellas que ya tienen una cierta edad, aquellas que, a pesar de mostrar sus arrugas, también muestran sus voluptuosas formas femeninas. Mis fantasías sexuales favoritas son las que atañen a súper-heroínas de edad madura que siempre acaban derrotadas y sexualmente sometidas por sus enemigos. Tambien es la razón por la cual yo he escrito mis historias La Zorra: violada en el callejón y Panther-woman: raped in the alley. Son, en esencia, la misma historia, solo que la una está en español y la otra en ingles. También me gustan mucho las historias de profesoras maduras sexualmente activas con sus alumnos unjversitarios. Así, he escrito mis relatos sobre Mónica, la profesora universitaria que decide convertirse en prostituta y las historias sobre Sheila, la profesora/prostituta que trabaja en una Universidad muy extraña. Ultimamente, he escrito mas relatos sobre La Zorra, que ha acabado derrotada y asexualmente dominada.por una joven contrincante.En fin, esos.son mis intereses en este tipo de historias, que siempre son relatos pornográficos que nada tienen que ver con personas reales ni con instituciones reales. Son solo fantasías pornográficas, eso es todo. Son, en esencia, relatos que me hubiera gustado leer en mi lejana juventud, cuando los escritos eróticos que frecuentaba no lograban llenarme del todo, supongo que porque cada cual tiene sus propias fantasías.

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    Orgía junto al mar - Matt Stand

    ORGÍA JUNTO AL MAR

    Published by Matt Stand at Smashwords

    Copyright 2017 Matt Stand

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    A mis lectores:

    Este relato es una suma de tres episodios que publiqué hace tiempo y que había retirado. Ahora, los he unido en un solo libro y he vuelto a ponerlo a la venta. La temática se separa radicalmente de mis obsesiones fundamentales, esto es, la humillación sexual de hermosas mujeres maduras, principalmente profesoras y súper-heroínas, pero es algo que tenía que escribir.

    CAPITULO PRIMERO

    ALEX EN LA MAÑANA.

    Desperté temprano aquella mañana ya lejana en el tiempo. Durante unos extraños instantes, no recordé quien era, ni el lugar en el que me encontraba. La habitación, enjalbegada de blanco y con pocos y rústicos muebles, no despertaba en mí ningún recuerdo. Luego, poco a poco, logré centrarme. Supe quien era, y donde estaba y, sobre todo, por qué. Sí. Supe que era estudiante universitario, y que mi edad era de veinte y dos años y que estaba allí, en aquella habitación, invitado, junto con un buen amigo, Alex, por dos de nuestras mejores amigas, Daniela y Elisa. Ellas nos habían llevado hasta aquella casa -que se encontraba en un lugar lejano, que disfrutaba del privilegio de tener una exótica playa a pocos kilómetros - para disfrutar de unos días tranquilos y así, desconectar y recuperarnos del esfuerzo que habíamos realizado todos para presentarnos a los exámenes finales del año. De hecho, ellas habían invitado a otros amigos además de a nosotros, pero finalmente, solo Alex y yo acudimos a la llamada de las dos chicas. Debo decir, ante todo, para que las cosas queden claras, que ni Alex ni yo salíamos con Daniela, ni con Elisa. Ni con ninguna otra, y ellas dos también se encontraban en la misma situación, es decir, solteras y sin compromiso. Formábamos parte de un grupo de amigos, o compañeros, más o menos grande, que se reunía a veces para tomar algo, intercambiar apuntes, salir los fines de semana, ir de copas...Pero nada más. Yo alguna vez, había intentado, con torpeza de primerizo, invitar a Daniela a salir pero nunca había conseguido nada y ella , con elegancia, se las había arreglado para rechazarme sin mostrar desprecio por mí, al contrario de lo que suelen hacer  en general las mujeres cuando te dicen que no.

    No me había importado. Sentí algo, es cierto. El rechazo siempre duele, y a mí me dolió. Pero lo superé y no le guardé rencor a Daniela. Al menos, no mucho. Podía verla, hablar con ella de fruslerías y salir con ella y con  Elisa, sin problema alguno por mi parte. Sé que ella esperaba que se produjeran esos problemas, sé que esperaba que yo no contestara a sus llamadas, o que me negara, con débiles excusas, a salir con el grupo de amigos si ella iba, pero no sucedió nada de eso. Me tragué mi orgullo, y fingí que todo iba bien, a pedir de boca,viento en popa y a toda vela. No era verdad. No estaba destrozado, pero algo se había roto en mi interior, algo así como si supiera que las cosas ya no iban a ser como antes. De todos modos, como dije, fingí. Me di cuenta de que todos lo hacían, de que todos fingían en mayor o menor grado y yo, alegremente, me uní a la fiesta de la mentira. Más tarde, mucho más tarde, años después, comprendí que en aquel momento empezó a forjarse en mi alma la forma de ser que ahora me caracteriza. Una forma de ser que sabe que el mundo se basa en la mentira y que sin la mentira, todo se acabaría. La mentira es la base de la humanidad, la base de la civilización, el mayor invento del hombre, su mayor genialidad. Sin la mentira, no podríamos sobrevivir. 

    Pero en aquellos lejanos tiempos de mi añorada juventud, yo todavía creía, ingenuamente, que la verdad era la base de la felicidad. Qué estúpido era y qué ingenuo y que poca experiencia tenía de la vida. Bien, debo continuar. Y para ello, tengo que hacer un inciso descriptivo. Sí, debo describir, o al menos dar una idea aproximada de cómo eran Daniela y Elisa, nuestras amigas, las chicas que nos habían invitado a Alex y a mí a pasar unos días de asueto en el campo. Empecemos por Daniela, mi elegida, podríamos decir. Daniela no era bonita. En realidad, creo que se podría caracterizar sin mucho esfuerzo en la categoría de las mujeres feas. Ello en sentido objetivo, claro, porque ya he dicho que a mí me gustaba, o por lo menos, me atraía. Se trataba de una mujer un poco alta, delgada y de piernas largas, no muy bien moldeadas por la naturaleza, como pude comprobar todas las veces que se ponía un bikini en la playa. Su piel blanca relucía, o eso me parecía a mí, con una especial belleza, pero eso bien podía ser un efecto de mi enamoramiento. En cuanto al tamaño de los pechos, ese detalle en el que tanto nos fijamos los hombres, era mediano, tirando a pequeño. No la había visto desnuda, por supuesto, al menos, no hasta esos días de vacaciones, aunque eso ya llegará. Hasta entonces, tan solo la había visto en bikini, y en esa prenda, sus pechos lucían, como dije, de un tamaño mediano, aunque yo sospechaba que en realidad eran pequeños, bastante pequeños, pues creía que el bikini se los realzaba. No me equivocaba, desde luego. En cuanto al resto de su cuerpo, su cintura era inexistente o casi, y su trasero era bastante plano, aunque amplio, eso sí. ¿Y su rostro?¿Era de los que movilizan mil barcos? Pues no, la verdad. Su rostro era ovalado, de ojos pequeños y oscuros, de boca larga y de labios finos y su nariz era inconsistente. Su pelo, corto y trigueño, le caía a mechones sobre la frente y a mí eso me hacía gracia. Pero nada más. La verdad, como ya he dicho, es que, desde un punto de vista frío y objetivo, desde fuera de nuestro pequeño grupo de amigos, sería considerada, sin dudarlo, una mujer fea. Y sin embargo, a mi me gustaba. Hoy en día, a veces pienso en ella y no logro entender la razón de mi empecinamiento, pero entonces, ah, entonces era distinto. Entonces, cuando el mundo era joven, y yo también lo era, Daniela se había aposentado en mi corazón y, aunque dije que no me destrozó su negativa a salir conmigo, si que sentí algo. Algo así como un golpe bajo, que te deja sin aliento y sin saber qué decir. Porque ella me gustaba, o eso creía. A lo mejor, simplemente, se trataba de algo más sencillo y a la vez más complicado. A lo mejor, no era que estuviese en verdad enamorado de ella, sino que, dada la escasez de mis relaciones femeninas, ella estaba a mi alcance y me auto-convencí de que era bella y apetecible. Puede. El hecho, incontestable, era que me atraía y que, algunas veces, con vergüenza, lo admito, elaboraba fantasías sexuales con ella como protagonista. Nada del otro mundo, nada pervertido ni nada de eso. Solo me la imaginaba desnuda y poco más. Y eso me gustaba, desde luego. En fin. La juventud y la inexperiencia son así, supongo. Todo nos parece nuevo y reluciente, y no caemos en la cuenta de que ,realmente, todo es de segunda mano. O de tercera.

    ¿Y Elisa? Pues Elisa era la mejor amiga de Daniela. Era más baja de estatura que ella, y, debo decirlo, igualmente fea, o incluso más. Aquí, sin embargo, tengo que hacer una disquisición y es que respecto  a Elisa, mis sentimientos no eran los mismos que me embargaban en relación a Daniela. Elisa era simpática, siempre hablaba conmigo y yo la consideraba mi amiga, una buena amiga. A veces salíamos por ahí, sin complicaciones de ninguna clase y tomábamos algo y hablábamos de todo un poco. Nunca consideramos que esas salidas fueran citas, era más bien una amistad alegre y sana. Me caía bien, muy bien, y eso es todo. O eso era todo, o había sido todo, hasta aquellos días en el campo, aquellos días que cambiaron nuestro mundo. Elisa, la simpática Elisa, la amiga para todo y de todos, era, como dije, más baja que Daniela. Su rostro era más bien recto y de pelo negro y apelmazado. Ojos grandes y profundos, pero algo saltones, boca grande y de labios gruesos, piel blanca , blanquísima, nariz grande y prominente. En cuanto a su cuerpo, al igual que Daniela, parecía carecer de cintura y sus piernas, como había podido comprobar en la playa, eran pequeñas y macizas y, en realidad, mejor moldeadas que las de Daniela. Su trasero era más grande y más voluminoso que el de su amiga, pero sus pechos...sus pechos eran aún más pequeños y eso parecía afectarla en demasía. A mí no me preocupaba, pues no me fijaba en ella desde el punto de vista sexual. Al menos, dejé de fijarme en ella sexualmente  la primera vez que Daniela me la presentó y pensé que la pobre me daba pena, tan fea me parecía. Y sin embargo, la vida da muchas vueltas. Al cabo del tiempo, ya no me parecía fea en absoluto. No la creía bella y no competía en mi alma con Daniela, pero ya no la veía como una mujer fea. Hay que ver lo que es la costumbre. Consigue milagros, la verdad.

    Ahora, debo hablar de Alex, mi amigo. De mi misma edad, compartíamos mesa en la clase ya desde el instituto y , ya en la universidad, seguimos siendo buenos amigos. Éramos de parecida complexión: estatura media, ni gordos ni flacos, pelo negro los dos, ojos oscuros y poca musculatura. Alex. Siempre había sido mi mejor amigo, siempre. Hablábamos de todo, de lo divino y de lo humano, con esa ingenuidad de quienes aún no han vivido lo suficiente y creen , todavía, que pueden elegir. A veces, nuestras conversaciones duraban horas, y se nos hacía de día frente a una cerveza, o unos refrescos, o, simplemente, mirando las estrellas, tirados en una playa lejana.

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