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Me Encanta El Sexo: Mujeres Hermosas Y Eroticas Calientes
Me Encanta El Sexo: Mujeres Hermosas Y Eroticas Calientes
Me Encanta El Sexo: Mujeres Hermosas Y Eroticas Calientes
Libro electrónico113 páginas1 hora

Me Encanta El Sexo: Mujeres Hermosas Y Eroticas Calientes

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Información de este libro electrónico

Las mujeres hermosas tienen sexo caliente. Una noche erótica es importante para ti. Las mujeres cachondas toman en el sexo lo que necesitan. Los hombres son juguetes para su lujuria.

Las mejores historias de sexo en español. Todas las historias eróticas son sólo para adultos. Por favor solo lee si te gusta un lenguaje vulgar.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 feb 2019
ISBN9780463547380
Me Encanta El Sexo: Mujeres Hermosas Y Eroticas Calientes

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    Me Encanta El Sexo - Josefa Rodriguez

    Chapter / Capítulo - Amo Anal

    Tenia 23 años, su pelo castaño y liso, caía suavemente sobre sus hombros. Sus caderas daban lugar a un hermoso culo redondo y terso, que yo intentaba azotar con mis manos. Mientras tanto, acariciaba sus pequeños pechos, apretando con suavidad, sus finos y erectos pezones. Cada vez que me incorporaba en el sillón para azotar y arañar su culo, su boca se introducía casi por completo en mi polla y podía sentir como la agarraba con firmeza entre sus labios. Ella hubiera seguido hasta el final y hubiera dejado que mi semen cayese dentro de su boca, ya que eso la excitaba mucho, pero esta vez, quería sentir como mi semen se depositaba en otro sitio...

    Escupió entre sus dedos y se untó la saliva sobre su ano recién afeitado. Acerco su culo a mi polla y cogiéndola entre sus dedos, lentamente se fue sentando. Su ano se dilató en principio con facilidad, pues estaba sobradamente acostumbrado a ser penetrado por objetos de pequeño grosor. Pero pronto le costo dilatarlo más y sus piernas empezaron a flojear. Sosteniéndola por la cintura con una mano, con la otra acaricié suavemente su húmeda vagina. Gimió de pacer y al relajarse, mi polla entro un poco más. Sentí como todo mi capullo se deslizó dentro de su ano forzando con suavidad las paredes de su esfínter.

    Se quedo inmóvil un momento, asustada de tener aquello dentro de su culo y me dijo tímidamente: no estoy segura de que me entre toda tu polla. Yo sabia que todo era esperar un momento y cuando la vi relajada, solté la mano que sujetaba su cintura y lentamente, ella cayó sobre mí. Hummm... si... ohh... para que me cago, repitió varias veces, hasta que presa del deseo, se dejo llevar y evidentemente dejo que algo espeso y cálido se aplastara contra mi polla. La conocía demasiado bien como para sentirme incomodo y sabia que aquella situación, lejos de avergonzarla, la excitaba de una manera especial. Ella deseaba tener toda mi polla dentro de su hambriento culo y no pensaba dejar de dilatar su ano, porque algo pudiese escaparse fuera.

    Me recosté más aún y cogiendo sus piernas puse sus plantas de los pies sobre mis muslos, ahora, la penetración era de lo más profunda. Mi polla entraba y salía sin salir del todo, pues de no ser a sí, se lo hubiera hecho encima de mí. Podía sentirlo todo contra mi polla, lubricando mis profundas embestidas. Me excitaba aquella situación, y al contrario de lo que piensen otras personas, a mí me parecía muy natural.

    Su coño, excitado como nunca, emanaba abundante flujo que caía por mi polla hasta mis huevos. El olor a sudor de nuestros cuerpos se entremezclaba con el olor de su sexo y las heces que de mi polla afloraban cada vez que la sacaba hasta el capullo.

    Tubo un par de orgasmos antes de que yo sintiera que me corría dentro de su culo.

    Cuando mi semen impacto en el fondo de su esfínter, gemimos los dos y quedamos exhaustos de placer, recostados el uno junto al otro.

    "Quieres ducharte conmigo, preguntó...

    Se levanto lentamente, conteniéndose, y mi polla apareció llena de una curiosa crema marrón alrededor del capullo, desprendiendo un ligero olor a su culo. Ella se sentó sobre el vater y delante de mí, sin cortarse un pelo, pude oír como dejó salir todo lo que había aguantado. Su cara de placer y alivio mientras me miraba, me excito y me dieron ganas de continuar disfrutando de aquella niña tan desvergonzada.

    Una vez dentro de la ducha, le enjaboné el cuerpo y pasé mis dedos tímidamente por su aún dolorido y dilatado ano, sin duda le excitó, al juzgar por su cara. Ahora era el momento de lamérselo..., separando sus piernas y poniendo una de ellas sobre el grifo de la bañera, me dispuse a poner mi boca sobre su ojete.

    Lo mire primero y pude ver que estaba enrojecido y mucho más dilatado que antes, apenas se mostraba terso y duro a mis labios, así que sin dudarlo, apreté la punta de mi lengua contra su culo y esta entró fácilmente. Sus piernas temblaron y tubo que amarrarse con fuerza a la barra de la ducha para no caerse. Su ano se contraía al ritmo de mis envestidas, mi lengua entraba cada vez mas dentro y pronto sentí un leve sabor amargo. Me excito mucho mas, ya que lo hacia mas real y distinto a lamer un coño. Cuando sentí que ella misma se apretaba el clítoris con fuerza contra sus dedos, supe que era el momento y juntando mis labios, succioné de su culo con fuerza he introduje mi lengua varios centímetros en su cálido ano. Por el agónico de su gemido final, supongo que tubo una experiencia inolvidable.

    Chapter / Capítulo - Mi prinera madura, mi vecina

    Me llamo Iker, actualmente vivo en Madrid, me encantan las maduras de unos 40 años, y voy a contarles lo que despertó mi interés hacia ellas, dos años atrás. Soy un chico normal, más o menos guapo por el éxito que tengo entre las chicas. Soy moreno y mido 179, de cuerpo más o menos atlético.

    Hace dos años me mudé a la capital por motivos de trabajo, después de mucho buscar terminé compartiendo piso con un chico y una chica de 24 y 28 años respectivamente. Muy majos, con los que terminé teniendo muy buena relación. El piso estaba en un buen barrio de Madrid, tenía tres habitaciones y la convivencia resultaba agradable. En el edificio vivía gente de todo tipo, desde estudiantes, parejas jóvenes, hasta abuelos solos.

    Mi horario me permitía llegar a casa a las siete de la tarde más o menos todos los días. Lo que me daba tiempo a hacerme la cena con tiempo, salir a tomar una caña, salir a dar un paseo...o cualquier cosa antes de acostarme. La rutina era siempre la misma, llegar a casa, hacer alguna tarea doméstica, hacer algo de vida social y acostarme a eso de las doce. Los fines de semana ya eran harina de otro costal.

    Tanto ahora y por aquel entonces tenía novia, pero no hablaré mucho de ella porque no tiene participación en lo que sucedió a continuación.

    Un día, al volver de trabajar me encontré a mi compañero de piso, vamos a llamarle Juan, tomando unas cañas en un bar cercano. Como me cogía de camino y no tenía nada mejor que hacer, decidí pararme con él y sus amigos en la terraza del bar a tomar un par de cañas. La cosa se fue alargando, y después de tres horas ya nos marchábamos un poco borrachos. Sobre todo fue el hambre lo que nos empujó a dejar de beber.

    Cuando estábamos de vuelta en el portal, justo antes de que se cerrase la puerta, me di cuenta de que una chica (o señorita, o señora, no sé muy bien como definirla) se dirigía hacia la puerta apresurada para intentar entrar antes de que se cerrase. Así que amablemente me quedé unos segundos sujetando la puerta. Cuando la señorita se acercó, me dio las gracias entre suspiros y sofocos. Ella pasó acelerada hasta el ascensor, que se quedó esperándolo con bastante impaciencia. Mi compañero y yo nos quedamos mirando al pedazo de mujer que acababa de entrar, un poco más bajita que yo, con unos leggins negros ajustados, un culo respingón donde se marcaba cada nalga de manera independiente, una cadera y cintura un poco anchas pero bastante bien cuidada, y unos pechos maravillosos dentro de una blusa roja algo ajustada.

    Nosotros nunca cogíamos el ascensor, como vivíamos en un primer piso solíamos subir andando, aunque en esa ocasión nos quedamos con las ganas de meternos en el ascensor con ella.

    -Hasta luego- le dije.

    -Hasta luego vecinos, y gracias- contestó sonriente.

    Me quedé un poco sorprendido, era la primera vez que la veía en tres meses de convivencia. Pero ella ya sabía que éramos sus vecinos.

    Mi compañero Juan y yo comentamos que esa madurita morena estaba para comérsela, que estaba muy bien cuidada y que la ropa que llevaba era espectacular en su cuerpo.

    El encuentro se quedó ahí, en las próximas semanas no volvimos a verla y poco a poco se nos fue olvidando.

    Antes de las vacaciones de navidad tuve otro encuentro fortuito con la madurita en cuestión. Como no vivo en Madrid, salía con las maletas para pasar la navidad con mi familia. Pedí el ascensor para no bajar con la maleta por las escaleras. Cuando el ascensor se abrió estaba dentro un señor de unos 50 años y el que parecía (de hecho lo era) su hijo, de unos 6-7 años. Bajé con ellos hasta el portal, y cual es mi sorpresa cuando veo de nuevo a la madurita, con una maleta también, sujetando la puerta y esperando al que era su marido y su hijo.

    -Hola vecino- Me dijo alegre.

    -Hola ¿vosotros también pasáis la navidad fuera?- contesté.

    -Nos vamos con mis padres, así el chiquillo disfruta de sus abuelos, y sus abuelos de él- respondió el señor.

    -Yo también me voy con mis padres, ¡a la

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