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Producir: Una competencia cognitiva y social
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Libro electrónico265 páginas3 horas

Producir: Una competencia cognitiva y social

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Producir significa proyectar, crear, construir, comunicar, innovar, saber, saber hacer, saber ser. La capacidad de "producción", en el contexto más general del aprendizaje, es el fruto de una acción que implica a la mente y que conduce al desarrollo cognitivo.

En esta dimensión social y cognitiva se engendran importantes procesos como la socialización y el desarrollo de la personalidad, que las metodologías didácticas y las actividades propuestas en este libro tratan de favorecer.

El presente volumen ofrece un amplio abanico de estímulos teóricos para transformar y producir un texto, una investigación o la solución de un problema matemático; todo ello en una acción metacognitiva inserta en un espacio de autonomía y en un clima didáctico que sea, a la vez, democrático y cooperativo.

Entre los modelos operativos o aplicaciones prácticas que ofrece la segunda parte del libro encontramos el proceso didáctico para la producción de un texto histórico sobre la vida en la prehistoria y un conjunto articulado de ejercicios para escribir relatos fantásticos, con alumnos de educación primaria. Se desarrolla también una unidad de aprendizaje orientada a la producción de soluciones a problemas matemáticos con alumnos de educación secundaria.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 jul 2017
ISBN9788427723054
Producir: Una competencia cognitiva y social

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    Producir - Silvia Andrich Miato

    Trad.].

    PRIMERA PARTE

    Modelos teóricos

    PRIMER CAPÍTULO

    La producción

    La producción

    En el debate actual en torno a las teorías del currículo se distinguen dos grandes orientaciones. La primera es la que tradicionalmente se ha basado en el contenido, la segunda es la basada en el producto. A medio camino entre una y otra se introdujo, en el siglo pasado, la orientación vinculada con la idea de proceso. Mientras la primera orientación hunde sus raíces en la historia europea, la segunda y la tercera se vinculan con la filosofía anglosajona, en especial con el contexto americano. La orientación ligada al producto ya ha alcanzado una dimensión internacional o global y, por lo tanto, se la puede considerar en la actualidad como la opción más consistente de entre las teorías curriculares en cuanto a sus perspectivas de futuro. Las razones de esta elección son diversas, pero podemos señalar cuáles son las principales.

    La primera atañe a la insatisfacción generada por una cultura de la tradición que se basa en un conceptualismo muy difuso, sostenido por una organización académica basada esencialmente en la selección social y que actúa en nombre de una comprensión puramente intelectual de los objetos formales.

    La segunda razón atañe al desarrollo de una cultura general cada vez más concentrada en las ciencias sociales que, hoy en día, tiene una fuerte propensión por las ciencias económicas, que requieren una orientación formativa basada en el desarrollo de los recursos humanos.

    La tercera razón atañe a una teoría de la formación que considera la centralidad del ser humano en la dimensión de su realización concreta, en la que la dimensión personalista y metafísica no solo se afirma, sino que se vive a través de acciones operativas y socialmente visibles.

    La cuarta atañe, probablemente, al giro principal de esta orientación, que se podría sintetizar en la expresión de «primariedad del aprendizaje». Podría parecer que se subraya un hecho absolutamente normal, pero no es así. El aprendizaje indica un giro radical a favor del sujeto que se convierte en el protagonista principal de su propio desarrollo. Toda la actividad que le implica y que tiene como objetivo el desarrollo de su capacidad de aprendizaje y de construcción de los itinerarios se justifica solamente si se calibra estructuralmente sobre sus potencialidades. La consecuencia de esta opción es muy fuerte e incide en la filosofía del curriculo que se adopte.

    La afirmación principal atañe al hecho de que el aprendizaje no es un contenido ni un concepto que se pueda aprehender, sino que es, en sustancia y en esencia, una acción. Si el aprendizaje no actúa no se da. El aprendizaje debe demostrarse a sí mismo que está presente y lo hace con un aparato de acciones, con un movimiento constante hacia algo, con una serie de elementos que constituyen sus componentes dinámicos. El aprendizaje es, por lo tanto, la mente en acción. Es un ejercicio continuo de la mente que se relaciona con un objeto y que da por hecho que los objetos son su interlocutor. En cambio, no da por hecho que las operaciones que realiza la mente para aprender sean implícitas o se den por descontado.

    La teoría de la acción se convierte así en la referencia epistemológica de una visión del aprendizaje que se propone como nueva respecto al pasado, no porque la mente sea un elemento paradójicamente nuevo, sino porque la mente se propone como el punto de partida de todo proceso de construcción del saber, del saber propio y de cada cual. Esta orientación se podría resumir con dos voces emblemáticas: la definición y la acción. En ese otro currículo que tendría que quedar en el pasado, la inversión de las energías personales se centraba prevalentemente en la definición: el concepto es una definición. En el currículo que se quiere adoptar, es la acción la que construye el concepto. Pero cuando se habla de acción no se refiere a las actividades que permiten concretar la acción misma y que han representado el intento de movilizar las energías en el periodo de actividad; por el contrario, se trata de invertir toda la energía mental en una actividad orientada a alcanzar una meta cognoscitiva o constructiva y, en primera instancia, lograr el desarrollo continuo del potencial del sujeto.

    Si esta es la base psicológica y el asunto antropológico que conforma las raíces de la nueva orientación, debe también ponerse de manifiesto que de este modo se define un itinerario en cuyos orígenes se hallan los dinamismos del aprendizaje y cuya mediación con la realidad brinda la idea de producto. Se constituyen dos polaridades: aprendizaje y producto, cuya relación representa la estructura de cualquier tipo de acción. El conocimiento se sitúa en un punto intermedio, que es funcional para la construcción del objeto final. Es interesante considerar desde esta perspectiva el papel que asume el

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