El Retrato
Por Geraldine Solon
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La historiadora de arte recién divorciada Adrienne Roche es enviada a Sierra Dunes, España, para comprobar la autenticidad de un retrato y devolvérselo a su jefe en París pues reclama que pertenece a su abuelo. Deseando olvidar las heridas del pasado, Adrienne se encuentra con un antiguo amor, Rodrigo Morales, al que no ha visto en veinte años y descubre que es el dueño del cuadro. Aunque Adrienne está indecisa sobre su misión, está intrigada por la historia de Doña Clarita, la abuela de Rodrigo y la mujer que está retratada en el cuadro. Mientras Adrienne reaviva su relación con Rodrigo, va descubriendo el secreto y conoce más detalles de lo que se ve a simple vista. Cuando fantasmas del pasado se le aparecen, se da cuenta de cómo su vida y la de Doña Clarita están entrelazadas, dejándola con la responsabilidad de cambiar una historia que afecta a sus seres más queridos.
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El Retrato - Geraldine Solon
Capítulo 1
––––––––
En todo lo que podía pensar Adrienne Roche mientras cruzaba el pintoresco pueblo de Sierra Dunes, España, era en las últimas palabras de Jack Porter antes de que saliera de París.
Si no te vende el retrato, te doy mi permiso para robarlo
.
Su jefe nunca aceptaba un no por respuesta y la había enviado allí para certificar la autenticidad del retrato.
Soy una historiadora de Arte, no una ladrona
. Adrienne se avergonzaba, pero sabía que no había nada peor que el doloroso divorcio por el que había pasado el año pasado. Sierra Dunes era una escapatoria para ella, y si tenía que convencer al alcalde para que le vendiera el maldito retrato, lo haría... en un santiamén.
Para que quede claro, realmente no lo estás robando, lo traes de vuelta a donde fue creado. Perteneció a mi abuelo
.
Adrienne solo le había echado un rápido vistazo al retrato de una bella dama pintado alrededor de 1940. No tenía duda de que había algo misterioso en los melancólicos ojos verde esmeralda de la mujer que rezumaban una mirada que llamaba la atención.
Una exuberante vegetación rodeaba toda la zona. Adrienne cerró los ojos e inspiró el aire fresco. Demasiados recuerdos. Habían pasado veinte años desde que Adrienne visitara Sierra Dunes, el pintoresco pueblo conocido por su agradable temperatura de 21 grados centígrados durante todo el año. Aquí fue donde consiguió una piel dorada por el sol y disfrutó de muchas fiestas con sus amigos de aquel entonces. Consideraba Sierra Dunes como un sitio donde el tiempo no corría. Como dirían los españoles, Viva la Pepa[1].
Ahora recién pasados los cuarenta, Adrienne dedicaba su tiempo a su carrera. Ser historiadora de arte era algo que llevaba en el corazón. El arte contenía un misterio indefinido que le hablaba directamente a su alma. La investigación que envolvía el estudio de una pieza de arte abría un mundo nuevo para ella. La gente a menudo le decía que tenía intensidad. Estar rodeada de obras de arte era como abrir un portal al pasado, por eso su exmarido siempre se quejaba, Adrienne nunca se centraba en el presente.
Poco después del divorcio, Adrienne se cuestionó sus objetivos, buscando un propósito más profundo. Adrienne dedicó su vida a ayudar a otra gente con sus obras de arte, pero ahora sentía de que ya era hora de hacer algo por ella.
Y aquí estaba, a miles de kilómetros de casa buscando un simple cuadro. El trabajo más importante del año para ella, según Jack, que le triplicaría el sueldo si traía el cuadro de vuelta con ella. No le importaba el dinero... podría disfrutar de dos meses en Sierra Dunes.
Esperaba tener tiempo suficiente para recomponer sus heridas y encontrarse a sí misma.
Capítulo 2
Adrienne dejó su equipaje dentro de la anticuada habitación del hotel Casa de Sierra Dunes, donde se estaría alojando durante los próximos dos meses. El hotel rezumaba una arquitectura antigua en un lugar típico mediterráneo rodeado de altos pinos ponderosa y con vistas a las colinas que ondulaban el paisaje. La llenó un arrebato de entusiasmo. Adrienne tenía bastantes amigos en este pueblo y ya era hora que les dijera que había llegado. Sabía que se estarían bebiendo un buen número de cañas de cerveza, pero ella prefería el vodka como su veneno favorito. Una copa era lo que de verdad necesitaba ahora, y después de todo, Jack le había dicho que fuera discreta y que se mezclara con los lugareños. Qué mejor forma de mezclarse y olvidar el pasado. Irónico pues estudiar el pasado era precisamente su profesión.
Adrienne esperó a que fueran las cinco de la tarde para acercarse hasta la Plaza de Sierra Dunes. Algunas gotas de sudor le resbalaban por el cuello. La gente se quejaban del calor, pero a Adrienne le encantaba la humedad. Había algo desintoxicante en el sudar. La Plaza estaba llena de gente y, el en otro momento adormecido pueblo, se veía ahora palpitante con vida y alegría. El pueblo tenía aproximadamente cincuenta mil habitantes y algunos más que eran visitantes en la zona y que venían escapando del frío invierno de sus ciudades.
Una fresca brisa acarició sus mejillas. Dirigió su vista hacia el gran cartel de Te quiero Sierra Dunes y sintió una fuerte atracción. Este pequeño pueblo la había encandilado ya una vez. Tenía suficientes recuerdos como para escribir un libro sobre este sitio, aunque en verdad no sabría por dónde empezar.
Una voz salida de unos altavoces interrumpió el hilo de sus pensamientos.
"Bienvenidos. Nuestro querido alcalde Rodrigo Morales está aquí para hacer un anuncio importante".
Adrienne se quedó sin respiración. ¿Había escuchado correctamente?. ¿Rodrigo Morales era el alcalde?. ¿Rodrigo, su antiguo novio de la juventud?.
Un nudo de ansiedad se le formó en el estómago. ¿Por qué no me dijo Jack que Rodrigo era el alcalde?. Qué tonta por no haber preguntado. Jack pensaría que ella se habría informado por su cuenta. ¿Cómo había podido estar tan descentrada y aceptar este trabajo?. ¿Cómo demonios iba a conseguir convencer a Rodrigo de que le vendiera el Retrato?. ¿Era suyo el Retrato?.
Su voz familiar, una que no había escuchado desde hacía veinte años, saludó a la audiencia. Adrienne levantó la barbilla y le miró directamente. Nada había cambiado, de hecho, a Rodrigo se le veía más encantador incluso que la primera vez que le había visto. Poseía la mismos ojos chispeantes y tenía un comportamiento suave y cálido. La concurrencia le saludó con un fuerte aplauso y con los ojos fijos en él.
"Gracias por reuniros hoy aquí. Me gustaría invitaros a todos al Museo de Arte de Sierra Dunes mañana por la tarde a las cuatro. Estamos muy orgullosos y honrados de poder exponer a nuestros artistas locales. Por favor demostrar vuestro apoyo asistiendo a la presentación. Gracias".
¡Vaya!, nunca supo que le gustara el arte como a ella. Tan pronto como Rodrigo acabó su discurso, sus miradas se encontraron. Sus ojos entrelazados, y de repente, Adrienne se sintió perdida, como en un trance, fascinada por su apariencia divina. Necesitaba salir de allí.