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El valle de las esquinas
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Libro electrónico238 páginas4 horas

El valle de las esquinas

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PASÓ A SOLO 2000 KM DE DISTANCIA, LA GUERRA DE LOS BALCANES COMO NUNCA ANTES LA HABÍAS VIVIDO

La última guerra europea contada desde diferentes ángulos para juntarse en uno solo. La vida de periodistas, soldados y guerrilleros se entrelazan para crear una historia de odio, venganza, lealtad y amor, con un final sorprendente. Engánchate a esta novela que no podrás dejar de leer, y sumérgete en la historia de una guerra tan reciente como olvidada.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento2 feb 2016
ISBN9788491122821
El valle de las esquinas
Autor

Eduardo Rodríguez

Eduardo Rodríguez, nacido en Pamplona en Marzo de 1984, es licenciado en psicología y diplomado en relaciones laborales. Técnico de recursos humanos durante el día, camarero de noche, es un amante de la historia moderna. Su interés por los Balcanes comenzó tras una visita a Mostar, donde sus cementerios a pie de calle, su reconstruido Stari most y la diversidad étnica palpable en esta región le motivaron a documentarse para escribir esta novela, #el valle de las esquinas#, su debut literario como escritor.

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    El valle de las esquinas - Eduardo Rodríguez

    El valle de las esquinas

    Eduardo Rodríguez

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    El valle de las esquinas

    Primera edición: enero 2016

    ISBN: 9788491122814

    ISBN e-book: 9788491122821

    © del texto

    Eduardo Rodríguez

    © de esta edición

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Para mis padres, por estar siempre donde yo estoy nunca,

    para mis hermanos, por ser las mejores personas que conozco,

    para Amaia, por su documentación a mi lado para este libro, y no haberlo hecho por documentarse, sino simplemente por estar a mi lado.

    ANTECEDENTES

    Yugoslavia era un estado compuesto por seis repúblicas socialistas, Croacia, Eslovenia, Serbia, Montenegro, Macedonia y Bosnia Herzegovina.

    A principios de los años 90, concretamente en junio de 1991, dos de ellas, Eslovenia y Croacia declaran su autonomía de Yugoslavia y se establecen como estados independientes.

    El caso esloveno fue más o menos rápido, tras diez días de conflicto con el ejército yugoslavo, consigue definitivamente su independencia. La situación croata fue diferente, debido a la diversidad étnica de la región. Y aquí nos encontramos la palabra clave de esta guerra: etnia

    En abril de 1992, otra república, Bosnia Herzegovina también proclama su soberanía. Esta república congregaba una diversidad étnica única, en ella convivían católicos (croatas), ortodoxos (serbios) y musulmanes (bosníacos) y la olla explotó con el auge de los nacionalismos extremos. Nacionalismo, otra de las palabras clave de esta guerra.

    Así pues, Bosnia sufrió una de las partes más crueles de la guerra, con un conflicto a tres bandas. Su territorio quedó dividido en tres, los Serbo-bosnios (bosnios con orígenes serbios, es decir, ortodoxos) se congregaban en el norte de la región, y proclamaron la república de Srpska, liderados por Radovan Karadzic como brazo político y por Ratko Mladic, como brazo militar. Estos dos personajes estuvieron huidos de la justicia internacional hasta 2008 y 2011 respectivamente, y hoy en día están siendo juzgados por el Tribunal Penal de la Haya por crímenes contra la humanidad. Por otra parte, los croatas proclamaron en el sur de Bosnia Herzegovina la República de Herzeg-Bosnia, formada por bosnio-croatas (bosnios con orígenes croatas, es decir, cristianos), con Slobodan Praljak como principal brazo ejecutor (también sentenciado por el Tribunal Penal de la Haya). La tercera parte eran los bosnios, por lo tanto, musulmanes, con Naser Oric como principal actor militar, juzgado y condenado a dos años de prisión.

    También cabe destacar el papel que jugaron las guerrillas, bandos de personas oficialmente no afines del ejército (aunque luego colaboraban estrechamente) y que se encargaban del trabajo sucio que no podían realizar éstos, como masacres, desalojos, asesinatos masivos, violaciones…etc. Aquí cabe destacar a los chetniks, (guerrilleros serbo-bosnios), con los Tigres de Arkan como principal formación y que hoy en día todavía operan como grupo dedicado al robo de joyas (en España, entre otros países).

    Sarajevo también tuvo un papel muy relevante en la guerra. La capital bosnia, situada en un valle rodeada por cinco colinas, estuvo sitiada durante casi cuatro años, desde abril de 1992 a febrero de 1996 por el ejército serbo-bosnio. Casi 12.000 personas, la mayoría de ellas civiles, fueron asesinadas por francotiradores y bombardeos indiscriminados. Los habitantes tuvieron que sobrevivir a base de trueques, ayuda humanitaria, y un túnel construido por debajo del aeropuerto, por el que se introducían y salían toda clase de armas, alimentos, contrabando y personas. No había electricidad ni agua, y salir a buscarla era jugarse la vida agazapándose en esquinas de edificios bajo las que colgaba un cartel que rezaba Pazni Snajper (peligro francotirador).

    Así pues, este libro narra la historia de diferentes personas dentro del marco de la guerra en Bosnia, una guerra en la que no hubo vencedores pero sí vencidos, no hubo ganadores pero sí ganados, no hubo piedad y se cometieron auténticas atrocidades y barbaridades.

    Este es mi pequeño homenaje a toda esa gente que no conocí, ni conozco, porque me da rabia que haya cosas en la vida que no mueren por bombas, balas perdidas, enfermedades, balas encontradas, accidentes o por mera vejez, sino que simplemente mueren por olvido y desconocimiento. Don´t forget 93´, don´t forget Srebrenica. Jamás olvidaremos Sarajevo. Nunca.

    PRÓLOGO

    14 de Enero de 1994

    Tubia miro al horizonte sobre la colina que acababa de ascender. Un horizonte que antaño se plasmaba soleado, azul y lleno de esperanzas, donde miles de personas soñaban, amaban, y vivían, donde nadie, o muy pocos, tenían la culpa de una devastadora guerra que les llevaba años consumiendo. Era un día con sol nublado por las bombas, era un día bombeado por los señores de la guerra, era una guerra que, en aquel 14 de enero de 1994 llevaba ya casi dos años destrozando Sarajevo. Pero eso, a Tubia, le traía sin cuidado.

    Eran las seis de la tarde y el sol comenzaba a escapar de las balas de los francotiradores y los tanques, para descansar de otro ajetreado día en el cerco de Sarajevo.

    Tubia metió su mano en el bolsillo y sacó una pequeña bolsita llena de cocaína. Metió el dedo meñique en su interior y rápidamente se lo llevó a la nariz. joder, más vale que tengo esto pensó.

    —¿Quiéres?

    —Ya sabes que no quiero Tubia, y tú tampoco deberías tomar esa mierda.

    —Vamos Sazam, qué más da esto que una bomba….estamos en el infierno, ¡al final moriremos igual!

    —Yo no quiero morir así Tubia, te estas quedando tonto.

    Tubia y Sazam eran amigos desde niños. Tenían la misma edad y habían crecido juntos en Osredak, un pequeño pueblo montañoso de mayoría serbia, pero en territorio Bosnio. Al estallar la guerra, en abril del año 92, tenían dieciocho años, así que ahora con sus casi veinte años y a pesar de tomar caminos diferentes, ambos habían terminado luchando bajo el mando de la guerrilla de los chetniks¹, para salvar a los serbo-bosnios de los musulmanes.

    ¹ Chetniks: guerrilleros nacionalistas serbios que jugaron un papel muy importante en los saqueos y desalojos de pueblos.

    En los dos últimos años de guerra ya habían visto y vivido infinidad de muerte y destrucción, habían cargado a sus espaldas seres queridos, compañeros y escombros, habían perdido a familiares y amigos.

    En el interior de Tubia brotaba con fuerza la amarga sed de la dulce venganza, el ojo por ojo diente por diente de las guerras. Sin embargo, Sazam no quería estar allí, no quería matar, pero no tenía más remedio si quería seguir vivo. Matar para vivir, le había dicho un amigo hacía unos días.

    De lo que no eran conscientes, ninguno de los dos, era que a ellos la guerra no sólo les había quitado a sus padres y hermanos, también les había privado de su adolescencia.

    Volvieron a mirar por la colina. Estaban en la fortaleza austro-húngara del monte Trevevic, un monte símbolo para los sarajevitas, donde se juntaban para hacer barbacoas y pasar los domingos. Ahora era diferente, el ambiente era realmente desolador. En casi dos años, la gran Sarajevo que en sus colinas había organizado unos Juegos Olímpicos de Invierno en el año 84, estaba sumida en la miseria de la destrucción, coches quemados y quemándose, edificios destruidos y en destrucción, gente corriendo por las calles y el hedor a muerte que todo lo impregna.

    Mientras Tubia cargaba el mortero con siete granadas, Sazam analizaba con los prismáticos la situación.

    La Biblioteca Nacional, el Parlamento, los hoteles más importantes, el mercado… muchos puntos estratégicos ya habían sido bombardeados, así que decidieron apuntar hacia la Avenida de los Francotiradores.

    La Avenida, llena de coches abandonados en medio de la vía y de socavones, parecía estar desierta. Tubia comenzó a impacientarse, quería destruir, quería matar, quería guerra. Sacó un cigarrillo de su petate, para tranquilizarse durante la espera.

    —Sazam, ¿me dejas el mechero?

    —Toma. –contestó Sazam alargando el brazo sin ni siquiera mirarle.

    Tubia se encendió el cigarrillo y se quedó mirando el mechero que le había dado Sazam. Ese mechero lo había visto en algún otro sitio. Pensó en su familia, pensó en Mirko, y por un momento se sintió triste. Volvió a mirar a la Avenida y sus pensamientos se difuminaron al instante.

    —¡Joder Sazam, un coche!

    —Tubia, sólo es un jodido coche.

    Tubia ni siquiera escuchó a Sazam y rápidamente tiró del cordón del mortero. Los proyectiles cayeron a escasos metros del vehículo, que volcó aplastando a todos sus ocupantes. Tubia no cabía en sí de gozo, se marcaba un nuevo tanto, una nueva muerte en su historial, en su camino asfaltado por la venganza.

    Para Sazam la cosa era diferente, no sabía cuánto más sería capaz de aguantar. Se sintió mareado y cansado. Se sintió muerto.

    Sazam se quedó mirando el lugar bloqueado, quieto, frío y reflexionó. Eran dos adolescentes sin adolescencia que habían bombardeado a una o más personas. La parte muerta de su ser regía sus movimientos, sus actitudes, sus pensamientos, les guiaba a matar sin sentido, a no sentir por matar. A sus casi 20 años, Sazam pensaba que eran hombres por todo lo que habían tenido que cargar a sus espaldas, pero el peso de la muerte era una losa para él, un peso que no sabía si sería capaz de aguantar durante mucho más tiempo.

    El grito de Tubia le sacó de sus pensamientos

    —¿Qué? -dijo Sazam.

    —Mira la Avenida, joder, rápido, pásame las granadas de tu mochila.

    Ambos miraron a la Avenida y acto seguido se miraron. Sazam no podía creerse lo que acababa de ver.

    —Tubia.

    —Dime Sazam, amigo mío.

    —Pásame la bolsita.

    PARTE 1

    33 días antes.

    Diciembre de 1993

    Inteligencia militar son dos términos contradictorios.

    Groucho Marx, actor estadounidense.

    Capítulo 1

    JON

    Tommy miró por la ventanilla del Volkswagen Golf azul que le transportaba tanto físicamente como mentalmente. Montarse en ese coche significaba para él mucho más que para nadie, ya que le recordaba a su madre, a su familia, a sus orígenes.

    Sus grandes ojos azules, escondidos tras unas gafas de montura negra, observaban como un edificio ardía ante la impotencia de dos bomberos, que intentaban mitigar el fuego con un chorro de agua sin presión que nacía del depósito de un anticuado camión descolorido. Tommy miró la escena desde el coche, y se dio cuenta de que no le sorprendía, se empezaba a acostumbrar a ver cosas así.

    Llevaba justo un mes en Sarajevo, desde el 12 de Noviembre, cubriendo el cerco de la ciudad junto con su inseparable compañero Jon, y su amada cámara con la que hacía los reportajes para Televisión Española.

    Durante ese angustioso mes se había dado cuenta de que nada tenían que ver sus recuerdos navideños y veraniegos de la cosmopolita Sarajevo con el escenario que estaba viviendo.

    Un angustioso calor recorrió su atractivo y moreno rostro, al recordar a su difunta madre. Se habría sentido desdichada al ver su amada ciudad en ese estado. Casi mejor que no haya vivido para ver esto, pensó Tommy.

    Recordaba los veranos de barbacoa en el monte Trevevic, montado en el Golf azul de su tío Elvir, a la luz de la hoguera familiar. Ahora era muy diferente, el monte estaba infectado de francotiradores serbios que disparaban sin piedad a hombres, mujeres, ancianos y niños.

    Bosnia, desde que declarase su independencia el cinco de abril de 1992 de Yugoslavia, había sufrido la parte más cruel de la guerra. Por el norte estaba siendo atacada por los serbo-bosnios, y por el sur por los bosnio-croatas. Estaba siendo masacrada por dos bandos diferentes, que a su vez estaban enfrentados entre sí.

    Además, Sarajevo, su capital, estaba sitiada por las colinas desde hacía casi dos años, sin comunicación con el exterior, sin alimentos, sin agua, sin calefacción y sin electricidad.

    Sólo conservaban la esperanza de que occidente interviniese en el conflicto, y el túnel de la esperanza, como ellos le llamaban.

    El túnel había sido terminado en mayo de 1992, tras el intenso trabajo del ejército bosnio, que concluyeron sus 800 metros de distancia en apenas tres meses. Transitaba por debajo del aeropuerto, que estaba bajo control de la ONU y por él circulaban las mercancías necesarias para poder aguantar el asedio de los serbios a la ciudad, como ayuda humanitaria, suministros bélicos, tabaco y hasta personas con los contactos necesarios, dejando el barrio de Butmir a sus espaldas para aparecer en Dobrinja, la zona libre de serbios a orillas del monte Igman.

    Disponía de toda clase de lujos, suministro eléctrico, teléfono e incluso una vía de tren por la que se deslizaba un pequeño vagón que ahorraba mucho trabajo en el transporte de las mercaderías. Para poder circular por él se requerían permisos específicos, que se podían conseguir conociendo a altos cargos del ejército o a políticos, quienes no querían que mucha gente saliese de la ciudad, ya que había que aguantar el asedio. Se encontraba a apenas 400 metros de la primera línea del frente, en una zona plagada trincheras a las afueras de la ciudad. Los serbios trataban de destruirlo y la ONU simulaba no saber nada, eran conscientes de que si lo cerraban el agua de la olla de Sarajevo terminaría por evaporarse. Mucha gente se estaba enriqueciendo con el contrabando a costa de los más pobres.

    Tomaron la avenida Obala Kulina, que transcurría a orillas del río Miljacka y conectaba el Holiday Inn, su hotel, con el barrio antiguo de la ciudad, Bascarsija.

    El día era gris, el ambiente lúgubre, el panorama desolador. La multicultural Sarajevo, la Jerusalén Europea estaba siendo destruida.

    El coche se detuvo en la avenida Mustafe Baserkije, delante de la fuente Sebilj, uno de los monumentos más visitados de Sarajevo que databa del año 1891. Paradójicamente, Sebilj era una palabra árabe que significaba construcción de una ruta en la que hay agua y en Sarajevo ni había agua ni había construcción, sólo sed de destrucción.

    Tommy cogió su cámara y Jon los auriculares y el micrófono. Hoy iban a entrevistar a un comerciante local del barrio antiguo, estaban tras la pista de un francotirador serbo-bosnio que ya había matado a más de cien personas, y su último acto había sido cerca de un comercio de artesanía del barrio viejo.

    Salieron del coche y se perdieron en el centro histórico de la ciudad.

    A Tommy le encantaba cubrir noticias en el centro de Sarajevo. Era un apasionado de la historia y del arte, y el centro de Sarajevo era una maravilla de diversidad artística, el Imperio Otomano había reinado hasta el año 1878, año en el que llegaron los austro-húngaros. Después de la Primera Gran Guerra llegó el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, y tras la Segunda Guerra Mundial, la Yugoslavia socialista Tito.

    Se adentraron

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