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Amante número cinco
Amante número cinco
Amante número cinco
Libro electrónico122 páginas1 hora

Amante número cinco

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«Nuestro protagonista es una persona nihilista, tímida, ensimismada y atrapada por las angustias de la vida; por la congoja, por la náusea. Su amigo Luis, un intelectual atormentado y melancólico, lo llama para que le ayude a resolver un dilema que le golpea. Pero por su estado nostálgico no puede comunicárselo.»

Los males del espíritu alteran la comunicación. Aunque le hace saber que es un problema romántico, y más tarde, a petición del protagonista, se lo comunica por escrito. Luis está enamorado de Dirgni. Descubre que es una mujer que tiene 3 amantes. Y él es el número cuatro. El protagonista se entusiasma tanto con la historia como con el tipo de mujer, y queriendo conocerla también se enamora de ella.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento16 abr 2015
ISBN9788416339747
Amante número cinco
Autor

Fernando Fernández Palacio

Fernando Fernández Palacio es un existencialista con profundo sesgo al trascender y el absurdo. Escritor afiliado a la asociación de escritores de Cartagena y docente magister en administración educativa. Nacido en Cartagena de Indias, Colombia, donde trabajó como docente y ganó el premio educación y cultura de mejor narrativa en 1997. Ha sido finalista exaltado "premio instituto cultural iberoamericano Mario Vargas Llosa", Miami, USA 2004. En "premio novela Víctor Pozanco", Barcelona 2008. Mención "premio CENINFEC", Madrid, España 2012 (obra publicada). Ediciones oblicuas seleccionó y publicó su narrativa "Latinoamérica Cruel", Barcelona 2011. Novelista y cuentista, casi todas sus obras novelas, cuentos y ensayos están inéditas.

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    Amante número cinco - Fernando Fernández Palacio

    Amante nº 5

    Fernando Fernández Palacio

    CARTAGENA COLOMBIA.

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    Título original: Amante nº 5

    Primera edición: Abril 2015

    © 2015, Fernando Fernández Palacio

    © 2015, megustaescribir

          Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    ISBN:   Tapa Blanda            978-8-4163-3973-0

                 Libro Electrónico   978-8-4163-3974-7

    Contents

    I

    II

    III

    IV

    V

    VI

    VII

    IX

    I

    Luís no supo definir sus sentimientos y yo pude descubrirlo sin esforzarme. Lo percibí advirtiendo de paso que cada persona es dueña única de sus voluntades, pensamientos y sentimientos, y que ella y sólo ella puede y debe reseñarlos y delimitarlos según sus conveniencias o necesidades. Pero él parecía desconocerlo, parecía ignorar lo impredecible de las intimidades humanas.

    - Cosas de la vida - me dijo con voz decaída.

    ¡La vida, la vida, la vida!. De inmediato inferí en torno a lo que mi agitada razón opinaba sobre la vida; la cual consideraba una sucesión de periodos lacrimosos, funestos, ineludibles, apesadumbrados, nefastos. Una sucesión de momentos desapacibles y rutinarios, en todo caso. Aunque para los frívolos, para los que viven en permanente estado estético y para los vanidosos y similares la vida era otra cosa muy distinta; era jolgorio, impertinencia, engreimiento, jactancia, un pasatiempo que perduraba hasta que la vejez, la enfermedad o la muerte planteasen realidades más crudas. En cualquier caso definirla no es sencillo.

    Lo miré a los ojos y fui hundiendo mis pupilas entre las suyas hasta percatarme de múltiples zozobras y de que intentaba extraer objeciones de sí mismo pero su estado enajenado se lo impedía porque vivía su momento calamitoso y requería de alguien que le ayudase a encararlo. Ante cada palabra se aturdía o parecía complicarse más de la cuenta. Luís es un intelectual que estaba conmovido y yo lo advertía con mis figuraciones. Desesperado intentó expresarse varias veces con frases inconclusas al tiempo que para hacerse entender se apoyaba en manos, señas y otras artimañas complementarias o comunicativas, pero ante cada tentativa concluía en discordancias imprecisas, y su cara terminaba gestando mímicas apesadumbradas.

    - Ayúdame - me dijo en medio de su desconcierto.

    Volví a mirarlo a los ojos, volví a hundir mis pupilas entre las suyas pues no es sencillo socorrer a un pensante perturbado porque son diferentes a las demás personas que conocemos, y uno no puede exteriorizarles tonterías sin exponerse al descrédito. Me cayó un pequeño fastidio pero me sobrepuse, y por momentos anduve displicente deseando evadirlo, deseando que se marchara lejos para evitar contagiarme con su desgano, para evitar mayores inconvenientes, pero luego reflexioné. Luís no merecía esa desatención, tenía su estado de ánimo bajo y yo debía ayudar a elevárselo. A diferencia de los animales los hombres deben comunicarse y ayudarse, y eso era lo que él hacía: se comunicaba y solicitaba ayuda. Evoqué que el humano es un animal distinto a los demás animales que uno conoce; es un animal que va más allá de la voluntad natural, un animal que determina su vida, que se conecta; es un animal que maneja el vocablo comprensión; que siempre requerirá de quien le comprenda y quien le ayude a equilibrar sus impenetrables y agitadas convulsiones íntimas. Y aunque es difícil reflexionar sobre sentimientos, convulsiones internas o sensaciones que no sean las nuestras, a mi modo creí deducir las asperezas que sobrellevaba.

    La última vez que había visto a Luís fue en el Paseo de los Mártires, más precisamente por los lados del Parque del Centenario frente al Centro de Convenciones Cartagena de Indias y debo reconocer que estaba bastante regocijado. Ese día me brindó una gaseosa, me tomó por el hombro conduciéndome por entre los arbustos al centro del parque, me hizo sentar en una de las bancas del quiosco contiguo al CAI de la Policía y empezó a contarme que tenía planeado comprar un auto pequeño, económico y de segunda mano para sus correrías diarias. Yo le recomendé el Volkswagen Escarabajo que en décadas pasadas se producía en la planta de México.

    - Son baratos y para mí tienen significados automovilísticos. Ya habrá tiempo para explicarte el porqué de mi opinión – le dije mientras nos despedíamos puesto que en ese entonces ambos estábamos de prisa.

    Ahora Luis mostraba su rostro nostálgico untado de un estremecimiento recóndito que le impedía comunicarse. Días después constaté que la vida nos plantea situaciones que nos dejan enseñanzas, y que estuve ante una de ellas. Al principio presumí que pretendía relatarme dificultades embarazosas como las que algún día me había relatado, más al cabo de dos o tres minutos me reprendí y lo seguí haciendo mentalmente, cambié de parecer y traté de no complicarme ante sus perturbados gestos.

    ¿Por qué algunos humanos tendemos siempre a presumir lo peor?, es un gran defecto que se debe superar, me dije, lo recalqué y me lo sermoneé varias veces durante un lapso prudente.

    El acto de amonestarme indujo a recapacitar un tanto sobre las distintas figuraciones internas y propias de la naturaleza humana reflexiva; ser inquisidor, envidioso, hipócrita, presuntuoso, codicioso, celoso, mezquino, suspicaz y otras tanta anomalías que manan sin control de las interioridades humanas y que en un momento dado lo caracterizan y pueden conducirlo a límites infaustos e inconmensurables, porque si de algo estoy seguro es de la dificultad de definir la parte interna descriptora de un hombre que sojuzga un lugar en el espacio. El espíritu y el cuerpo ocupan esferas distintas, son como el agua y el aceite, y ese aspecto debe tenerse presente. El organismo puedo palparlo con mis sentidos corporales, el espíritu es intangible y para distinguirse necesita ser descrito y comunicado por su propietario. El cuerpo puedo ubicarlo en un espacio determinado y en un tiempo estipulado, puedo asignarle lazos familiares o definirlo desde múltiples perspectivas ya sean naturales o sociales, cosa que no puedo hacer con el espíritu por su carácter etéreo. Los pensamientos y el espíritu constituyen la verdadera identidad del humano, constituyen la verdadera caracterización de los seres humanos cósmicos; ellos fraguan el amor; y confirmo que no en vano se dice que "cada cabeza es un mundo muy distinto"..

    Es conveniente reprenderse cuando se afrontan discernimientos inescrutables o turbulentos pues lo obliga a uno a esculcar senderos que nunca ha esculcado. Conviene aprender a trazarle derroteros a nuestro cerebro, no podemos dejar que esa parte del cuerpo se comporte como rueda suelta o de manera aleatoria. La comunicación merece disertación y análisis comprensivo. Antes de comunicarse el ser humano debe pensar y rumiar de acuerdo a parámetros asequibles, por algo tenemos voluntad, razón y conciencia, por eso podemos amar. El acto de reprenderme hizo tener presente que el hombre piensa, se desenvuelve y resuelve sus problemas según su grado de comprensión, y, a mayor conocimiento o experiencia mayor capacidad de resolución y comprensión de problemas. Evoqué que pensar y escribir también nos caracteriza como humanos; que el acto de explicar, es necesario y conveniente cuando se habla de naturaleza y fenomenologías externas; y que comprender, es necesario cuando se habla de interioridades etéreas. Evoqué también la necesidad del conocimiento sistémico; pero cuidado, todo tiene su límite; mucho cuidado porque se ha descubierto que demasiado conocimiento algunas veces abate, confunde y agobia, y esta parte también hay que tenerla presente cuando nuestro cerebro está discerniendo o intentando comunicarse. Traté de poner la mente completamente en blanco pero no pude porque por mi raciocinio surcaron más de tres pensamientos cerriles: a veces quizás sea mejor ser animal pues los animales solo viven los momentos esenciales de la biología y no aman ni sufren de perjuicio ni se preocupan por los asedios de la vida, me dije en medio del fastidio que ya empezaba a cortejarme.

    En anteriores ocasiones Luís me había confiado algunas de sus intimidades gráciles tales como desquicies emocionales o uno que otro detrimento que le molestaba y que por perjuicios luchaba por ocultar a sus amigos, a la sociedad, a las personas inquisidoras que siempre nos rodean para hacernos sentir remordimientos; ahora era distinto pues su imaginación divagaba en torno a los tan espinosos problemas románticos: ¡en torno al amor!. Y es bien sabido que tampoco es sencillo definir ni comunicar los sentimientos pasionales o lujuriosos de los hombres porque usualmente están relacionados con lo más hondo de la conciencia, la esencia de la moral o sus valores intrínsecos, y porque en lo más íntimo de cada persona se esconde un santo y un malvado que en constante tensión y lucha velan por hacerles cometer los más inadmisibles deslices.

    Dirigí mi mirada a lo profundo del firmamento, hacia ese lugar inmenso e impenetrable que callejeramente llamamos cielo y donde casi siempre divaga o reposa mi cerebro y pongo a descansar

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