Fulna: un cuento de curación de Renate Weber
Por Renate Weber
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Un cuento de curación para adultos y niños que lleva a la reflexión.
Para ver el video hay que clicar :YouTube FULNA RENATE RENATE
Sobre el próximo libro: "Renate -o el viaje al centro del ser", hay más información (en español) en la página web: www.wiedergeborene.de
Renate Weber
Renate Weber is a highschool teacher. Having suffered from burnout and trauma herself she tries to encourage people to rediscover their strengths and living up to their true potential. Renate Weber es profesora de enseñanza secundaria. Como Ella ha sufrido también del agotamiento y del trauma quiere dar coraje a la gente para recuperar sus fuerzas (interiores).
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Fulna - Renate Weber
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1. Fulna
Ya era tarde. El director de la revista había revisado el artículo hasta ahora. Tenía que terminarlo. Como siempre, como algunos reporteros que se entregan a su historia en el último minuto. El señor Raffel suspiró profundamente: -¡¿Cómo es que nadie le había explicado a esa reportera que solamente tenía que escribir 2000 signos?!
El señor Raffel se pasó furioso la mano por el pelo. Miró por la ventana: Tampoco en las oficinas de enfrente había luz. Su oficina era la única iluminada. Sus compañeros se habían ido a casa muchas horas antes. El señor Raffel miró su cara: Bajo la luz de su lámpara de arquitecto se veían unas ojeras profundas.
-Tengo que cuidarme mejor. Si no, la señora Timber me va a terminar entrevistando a mí sobre el burnout y el agotamiento.
Descontento, el señor Raffel miró el artículo que yacía sobre su mesa. Lo tenía corregido solamente hasta la mitad. El señor Raffel no sabía que más podía recortar del artículo. Trataba de una paciente que había superado su burnout e inventaba un cuento de curación durante su ingreso en una clínica psicosomática.
-¡Esto es demasiado específico!, murmuró el director, quitando los nombres de los personajes del cuento. –Tampoco vamos a hacer publicidad para nadie, gruñó, quitando la dirección de la página web en la cual se podían ver los personajes mágicos.
-Que la paciente busque refugio en un monasterio budista tampoco tiene nada que ver con el artículo. ¡Voy a eliminar ese párrafo por completo!
El director miró el número de signos en su ordenador y se sentó cómodamente en su silla. –Exactamente 1999 signos. ¡Ya está!, exclamó.
Al mismo instante oyó un ruido. Se dio la vuelta, pero no había nadie. – Realmente trabajo demasiado. ¡Ahora mi imaginación me va a volver loco!
De repente se apagó la luz. El señor Raffel sintió cómo el suelo tembló bajo de sus pies. Oyó un silbido, un woosh
más grave. Con dedos temblorosos, el señor Raffel buscó el botón de su lámpara. Pero la lámpara no se encendió.
Su oficina permanecía a oscuras. Pronto sus ojos se adaptaron a la ausencia de luz. La luna llena salía de debajo de una nube. Al mismo tiempo el señor Raffel notó algo corriendo por el suelo. Su tamaño no era más grande que el de un lagarto. –Ay, gritó el director, se puso en pie y miró su zapato: ¡un agujero con humo en su zapato! Muy raro. Más raro aún fue llamarada que quemó el otro. El señor Raffel se quitó el zapato dando unos pasos para atrás.
Se quitó el otro zapato con el agujero y miró sus calcetines: Su dedo gordo estaba herido. Cuando miró a su alrededor lo vio:
La criatura estaba sentada en una caja de cartón con viejas ediciones de su revista. Le miró con ojos azules y curiosos. Cuando abrió su garganta para soltar otra llamarada, el director pudo ver su cuerpo con escamas rojas y cola con espinas: Tenía un pequeño dragón frente a sus ojos.
El dragón abrió sus alas, que no eran más grandes que las de un murciélago. El señor Raffel se frotó los ojos y notó algo duro. Cuando consiguió sacárselo del ojo, descubrió que se trataba de un pedazo de cáscara de huevo.
-¿Ya has salido del huevo?, preguntó con sorpresa al dragón rojo.
-Aprendes muy rapido, humano, contesto el dragón, insolente.
-¿Cómo te llamas, dragón?
-Me llamo Fulna, y para tu información ¡soy una dragona!, explicó la dragona, orgullosa.
-Pues, Fulna, no puedes quedarte aquí. Mis compañeros te podrían ver.
-¡Que mala suerte!, gruñó la dragona.
-Podrían hacerte daño, advirtió el director de la revista.
-¡Tienes que esconderme!
-¿Y por qué tendría que esconderte?
-Porque ahora, eres responsable de mí.
-¿Cómo?
-Mi llamarada de saludo, ¿ya la olvidaste?
-¿Qué?
-La huella de mi garra en tu pie. Ahora eres mi padre adoptivo hasta sea una dragona adulta.
-¿Y cuánto