El galán fantasma
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El galán fantasma - Pedro Calderón de la Barca
Es una comedia de enredo y misterio que narra con humor una historia de capa y espada llena de persecuciones y amores. El Duque de Sajonia, el poderoso cruel, cree dar muerte al protagonista, Astolfo, el caballero enamorado de la dama (Julia) ante los ojos de todos. Cuando Enrique, padre de Astolfo, descubre que su hijo no está muerto, lo esconde fuera de la ciudad. Recuperado de sus heridas, Astolfo se aparece, como si fuera un fantasma, en el jardín de la casa de Julia por un pasadizo secreto, creando la confusión en todos los personajes, menos en su dama, conocedora del secreto. Como en todas las comedias áureas, El galán fantasma termina con el final feliz del casamiento del galán y la dama.
Pedro Calderón de la Barca
El galán fantasma
Título original: El galán fantasma
Pedro Calderón de la Barca, 1629
Personas que hablan en ella
ASTOLFO, primer galán.
CARLOS
EL DUQUE
JULIA, primera dama
ENRIQUE, barba
CANDIL, gracioso
LAURA, dama
LEONELO
OTAVIO
PORCIA, criada
LUCRECIA, criada
Jornada I
Salen JULIA, dama, PORCIA, criada, con mantos, y detrás ASTOLFO.
ASTOLFO.— De vuestras señas llamado,
de vuestra voz advertido,
hasta el campo os he seguido
ciego, confuso y turbado.
5 Sacad, pues, deste cuidado,
señora, el discurso mío:
si es por dicha desafío,
ya estamos en buen lugar;
bien podéis desenvainar
10 el garbo, el donaire, el brío,
que son las armas que vós
habéis contra mi desvelo
de esgrimir en este duelo.
Solos estamos los dos.
15 ¡Descubrios ya, por Dios!
Sepa quién sois, que no es bien
matar con ventaja a quien
de vós se ha fiado hoy.
JULIA.— Pues no dudéis más, yo soy.
20 ASTOLFO .— Julia, señora, mi bien,
¿tú en este traje?, ¿tú aquí?
¿Qué dicha o desdicha es mía?
Que si una duda tenía
sin verte, cuando te vi
25 son infinitas. ¿Tú así
has salido de tu casa?
El corazón se me abrasa.
¡Dime, por Dios, lo que ha sido!
¿Qué es esto? ¿Qué ha sucedido?
30 JULIA .— Oye y sabrás lo que pasa.
ASTOLFO.—, en quien la fortuna
y el amor vieron iguales,
por descubrirse uno a otro
los gustos y los pesares,
35 no la novedad te admire,
no la extrañeza te espante
de verme, siendo quien soy,
venir en aqueste traje;
porque importando a tu vida
40 el verte, ¡ay de mí!, el hablarte,
no hay respeto que no venza,
no hay decoro que no allane.
Tu vida importa, tu vida,
que hoy te vea y hoy te hable;
45 y así pasando al oído
la admiración del semblante,
oye el peligro en que vives,
aunque mezcle en un instante
las desventuras que miras,
50 con las venturas que sabes.
Dos años ha, Astolfo mío,
que firme y rendido amante
de mi hermosura que quiero
confesarla en esta parte,
55 fuiste de día y de noche
la estatua de mis umbrales,
el girasol de mis rayos
y la sombra de mi imagen,
tantos ha que agradecida
60 y que obligada a las partes
de lo sutil de tu ingenio,
de lo galán de tu talle,
de lo airoso de tu brío,
de lo ilustre de tu sangre,
65 respondí menos ingrata
que debiera aconsejarme
del decoro de mi amor,
el respeto de mi padre;
si bien decoro y respeto
70 no pudieron agraviarse
de que torpes sacrificios
sus sagradas aras manchen,
siendo yo tu esposa, pues
la causa de dilatarse
75 nuestra boda fue el rigor
de aquellas enemistades
que a mi padre le costaron
tanto, que largas edades
enterrado antes que muerto,
80 tuvo su casa por cárcel,
adonde preso murió.
Pero esto en silencio pase,
y volvamos a enlazar
discursos de amor; no hallen
85 digresiones mis desdichas
que su remedio embaracen.
Agradecida, en efeto,
de tus finezas constantes,
cómplice a la noche hice
90 de hurtos de amor agradables,
y cómplice hice un jardín,
que a los dos quise fiarme;
porque al jardín y a la noche,
que son el vistoso alarde,
95 ya de estrellas, ya de flores
hiciera mal en negarles
a las unas lo que influyen
y a las otras lo que saben.
Viento en popa nuestro amor
100 navegaba hermosos mares
de rayos y de matices,
quieto el golfo y manso el aire.
¿Quién duda, quién, que han de ser
los celos los huracanes
105 que la tormenta despierten,
que la mareta levanten?
El gran duque Federico
de Sajonia, que Dios guarde,
o que no le guarde Dios,
110 si ha de ser para quitarme
mi media vida en la tuya,
acaso me vio una tarde,
que al mar a verte salí:
barbarismo de amor grande,
115 salir a ver y ser vista,
pues mal gramático sabe
persona hacer que padece
de la persona que hace.
Viome, en fin, y desde entonces
120 firme, rendido y constante,
si de día me visita,
de noche ronda mi calle.
Hartos enojos te cuesta
su cuidado vigilante;
125 mas como querido, en fe
de mis disculpas, trocaste
tus celos a mis favores,
no es mucho, si otros galanes,
por llegar al desenojo,
130 pasaran por el desaire.
Viendo el Duque que mi pecho
a los continuos embates
de lágrimas y suspiros
era roca de diamante,
135 pasando de enamorados
a celosos sus pesares,
averiguó que te quiero.
No sé a quién la culpa darle:
a sus celos o a mi amor,
140 pues ellos dos fueron parte
a decirlo, que no hay
amor ni celos que hallen.
En fin, sabiendo, ¡ay de mí!,
que eres tú, ¡desdicha grande!,
145