El burlador de Sevilla
Por Tirso de Molina
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Desde el inicio, don Juan emerge como un personaje intrigante y seductor, cuya búsqueda insaciable de placer lo lleva a enredarse en un laberinto de traiciones y corazones rotos. Las mujeres que caen bajo su hechizo se convierten en víctimas y protagonistas de sus propias historias, creando un mosaico de emociones y destinos entrelazados.
La pluma de Tirso de Molina es una joya en sí misma, tejiendo una trama donde el humor negro, el drama y la crítica social se amalgaman en una narrativa rica y profunda. La figura de don Juan, con su desprecio por las normas sociales y su arrogante desafío a las consecuencias, encarna tanto la fascinación como el horror del libertinaje.
A medida que los personajes sufren las consecuencias de sus elecciones y la justicia divina se cierne sobre ellos, "El burlador de Sevilla" se convierte en un drama moral que reflexiona sobre el destino y la redención. Tirso de Molina cuestiona las implicaciones de vivir sin restricciones, explorando cómo las acciones de un individuo pueden desencadenar una serie de eventos que afectan a todos a su alrededor.
Esta obra maestra es un viaje a través de la psicología humana, donde las pasiones y las decisiones se entrelazan para forjar un destino inexorable. "El burlador de Sevilla" es un recordatorio de que nuestras elecciones tienen consecuencias y de que, en última instancia, somos responsables de las sendas que elegimos recorrer.
Sumérgete en este drama oscuro y apasionante, donde el magnetismo de don Juan y la búsqueda de redención dan forma a una narrativa que sigue resonando a través de los siglos.
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El burlador de Sevilla - Tirso de Molina
PERSONAJES
DON DIEGO TENORIO, viejo.
DON JUAN TENORIO, su hijo.
CATALINÓN, lacayo.
REY DE NÁPOLES.
DUQUE OCTAVIO.
DON PEDRO TENORIO.
EL MARQUÉS DE LA MOTA.
DON GONZALO DE ULLOA.
REY DE CASTILLA.
DOÑA ANA DE ULLOA.
FABIO, criado.
ISABELA, duquesa.
TISBEA, pescadora.
BELISA, villana.
ANFRISO, pescador.
CORIDÓN, pescador.
GASENO, pescador.
BATRICIO, labrador.
RIPIO, criado.
AMINTA, villana.
ALGUIEN.
Jornada I
Salen D. JUAN TENORIO y ISABELA, duquesa.
ISABELA
Duque Octavio, por aquí
podrás salir más seguro.
D. JUAN
Duquesa, de nuevo os juro
de cumplir el dulce sí.
ISABELA
¿Mis glorias serán verdades, 5
promesas y ofrecimientos,
regalos y cumplimientos,
voluntades y amistades?
D. JUAN
Sí, mi bien.
ISABELA
Quiero sacar
una luz.
D. JUAN
Pues, ¿para qué? 10
ISABELA
Para que el alma dé fe
del bien que llego a gozar.
D. JUAN
Mataréte la luz yo.
ISABELA
¡Ah, cielo! ¿Quién eres, hombre?
D. JUAN
¿Quién soy? Un hombre sin nombre. 15
ISABELA
¿Que no eres el duque?
D. JUAN
No.
ISABELA
¡Ah de palacio!
D. JUAN
Detente;
dame, duquesa, la mano.
ISABELA
No me detengas, villano.
¡Ah, del rey! ¡Soldados, gente! 20
(Sale el REY DE NÁPOLES con una vela en un candelero.)
REY
¿Qué es esto?
ISABELA
¡El rey! ¡Ay triste!
REY
¿Quién eres?
D. JUAN
¿Quién ha de ser?
Un hombre y una mujer.
REY
Esto en prudencia consiste.
¡Ah, de mi guarda! Prendé 25
a este hombre.
ISABELA
¡Ay, perdido honor!
(Sale D. PEDRO TENORIO, embajador de España, y GUARDA.)
D. PEDRO
¡En tu cuarto, gran señor,
voces! ¿Quién la causa fue?
REY
Don Pedro Tenorio, a vos
esta prisión os encargo. 30
Siendo corto, andad vos largo:
mirad quién son estos dos.
Y con secreto ha de ser,
que algún mal suceso creo,
porque si yo aquí lo veo 35
no me queda más que ver.
(Vase.)
D. PEDRO
¡Prendelde!
D. JUAN
¿Quién ha de osar?
Bien puedo perder la vida,
mas ha de ir tan bien vendida,
que a alguno le ha de pesar. 40
D. PEDRO
¡Matalde!
D. JUAN
¿Quién os engaña?
Resuelto en morir estoy,
porque caballero soy
del embajador de España.
Llegue; que solo ha de ser 45
quien me rinda.
D. PEDRO
Apartad;
a ese cuarto os retirad
todos con esa mujer.
[Vanse.]
Ya estamos solos los dos;
muestra aquí tu esfuerzo y brío. 50
D. JUAN
Aunque tengo esfuerzo, tío,
no le tengo para vos.
D. PEDRO
¡Di quién eres!
D. JUAN
Ya lo digo:
tu sobrino.
D. PEDRO
(¡Ay, corazón,
que temo alguna traición!) 55
¿Qué es lo que has hecho enemigo?
¿Cómo estás de aquesa suerte?
Dime presto lo que ha sido.
¡Desobediente, atrevido!
Estoy por darte la muerte. 60
Acaba.
D. JUAN
Tío y señor,
mozo soy y mozo fuiste;
y pues que de amor supiste,
tenga disculpa mi amor.
Y pues a decir me obligas 65
la verdad, oye y diréla:
yo engañé y gocé a Isabela
la duquesa...
D. PEDRO
No prosigas;
tente. ¿Cómo la engañaste?
Habla quedo y cierra el labio. 70
D. JUAN
Fingí ser el duque Octavio.
D. PEDRO
No digas más, calla, baste.
[Aparte.]
(Perdido soy si el rey sabe
este caso. ¿Qué he de hacer?
Industria me ha de valer 75
en un negocio tan grave.)
Di, vil, ¿no bastó emprender
con ira y fuerza extraña
tan gran traición en España
con otra noble mujer, 80
sino en Nápoles también
y en el palacio real
con mujer tan principal?
¡Castíguete el cielo, amén!
Tu padre desde Castilla 85
a Nápoles te envió,
y en sus márgenes te dio
tierra la espumosa orilla
del mar de Italia, atendiendo
que el haberte recebido 90
pagaras agradecido,
¡y estás su honor ofendiendo
y en tan principal mujer!
Pero en aquesta ocasión
nos daña la dilación; 95
mira qué quieres hacer.
D. JUAN
No quiero daros disculpa,
que la habré de dar siniestra.
Mi sangre es, señor, la vuestra;
sacalda, y pague la culpa. 100
A esos pies estoy rendido,
y ésta es mi espada, señor.
D. PEDRO
Álzate y muestra valor,
que esa humildad me ha vencido.
¿Atreveráste a bajar 105
por ese balcón?
D. JUAN
Sí atrevo,
que alas en tu favor llevo.
D. PEDRO
Pues yo te quiero ayudar.
Vete a Sicilia o Milán,
donde vivas encubierto. 110
D. JUAN
Luego me iré.
D. PEDRO
¿Cierto?
D. JUAN
Cierto.
D. PEDRO
Mis cartas te avisarán
en qué para este suceso
triste, que causado has.
D. JUAN
[Aparte.]
(¡Para mí alegre, dirás!) 115
Que tuve culpa, confieso.
D. PEDRO
Esa mocedad te engaña.
Baja, pues, ese balcón.
D. JUAN
[Aparte.]
(Con tan justa pretensión
gozoso me parto a España.) 120
(Vase D. JUAN y entra el REY.)
D. PEDRO
Ejecutando, señor,
lo que mandó vuestra alteza,
el hombre...
REY
¿Murió?
D. PEDRO
Escapóse
de las cuchillas soberbias.
REY
¿De qué forma?
D. PEDRO
Desta forma: 125
aun no lo mandaste apenas,
cuando sin dar más disculpa,
la espada en la mano aprieta,
revuelve la capa al brazo,
y con gallarda presteza, 130
ofendiendo a los soldados
y buscando su defensa,
viendo vecina la muerte,
por