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Siempre hay Esperanza
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Libro electrónico66 páginas1 hora

Siempre hay Esperanza

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Esperanza es una chica pobre y sin amigas. Pero, no era así siempre. Tenia amigas y una vida normal hasta el día que su papa murió y su madre se puso muy triste. Esperanza ya estaba decidida que su vida ya sera así para siempre, hasta que un día descubrió algo que traería grandes cambios a su vida. Esta es la historia de amistades y el amor de familia. Este libro se recomienda para lectores entre 7-10.

Esperanza is a poor girl with no friends. Her life was not always like this. She had friends and a normal life until the day her dad died and her mom got really sad. Esperanza had decided that her life would be like this forever, when she discovered something that would bring big changes in her life. This is a story of friendship and the love of family. This libro is recommended for readers from 7-10 years old (in Spanish).

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 may 2016
ISBN9781310528231
Siempre hay Esperanza

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    Siempre hay Esperanza - Amanda Chuchoque

    Esperanza se fijó en su respiración. Dentro de la nariz, fuera de la boca, dentro de la nariz, fuera de la boca… Se hablaba a si misma para no olvidar respirar y tal vez desmayarse o hacer algo más vergonzoso. Sentía latir su corazón. Tragó sus nervios con la garganta seca y se acercó a Luisa. Sus manos estaban empapadas con sudor. Iba a tomar todas sus fuerzas para despedirle a su compañera del salón. Desde hace tanto tiempo que no había despedido a nadie después de la escuela, de hecho aparte de cuando la maestra hacía parejas de trabajar, Esperanza casi nunca decía ni una palabra a nadie en la escuela. Pero, esta mañana se había dicho que iba a socializarse más, estaba harta de sentirse tan sola todo el tiempo. Quería volver a tener amigas. Rápidamente alzó su mano en un gesto de despedida, clavó su vista en la cara de Luisa y oyó como las palabras le salieron —Nos vemos el lunes —dijo Esperanza—.

    En la boca de Esperanza empezó a formar una sonrisa. Lo había hecho. Sonrió cuando oyó la respuesta amable de Luisa, —Sí, te llamo.

    Tan pronto que había aparecido la sonrisa, desapreció. De pronto sentía su cara volverse colorada y caliente. Luisa no estaba hablando con ella, la había ignorado por completo, Luisa estaba hablando con otra compañera. Las dos amigas se fueron sin ni siquiera mirarla. Esperanza seguirá siendo invisible a los demás en esta escuela. Tragó sus lagrimas y volteo su cabeza al otro lado para que nadie viera la vergüenza que sentía.

    Esperanza se fijo en otro grupo de niñas subiendo a un carro. Sabía que iban a la fiesta de Marcela. Habían hablado de eso todo el día en la clase. Claro que no estaban hablando con ella durante la clase, sino que Esperanza había escuchado la charla alegre entre el grupito en durante grupos de trabajar y durante el almuerzo. A menudo Esperanza pasaba todo el día sin que ni una persona hablara con ella. No les podía culpar. Con su ropa tan sucia y su cabello tan largo y mal arreglado probablemente les asustaba. Esperanza no quería asustarles, por eso no se acercaba ella para hablar con nadie, nunca. Las niñas se fueran y Esperanza se quedó como paralizada, imaginando como sería ir a una fiesta con las otras muchachas de su clase. Imaginaba como iban a reírse y comer golosinas ricas. De repente un rugido interrumpió su sueño y la devolvió a la realidad. Era un rugido que escuchaba con frecuencia; más tiempo que no, su estomago estaba vacío e intentaba comunicarle a ella con rugidos. Esperanza era tan acostumbrada a tener ese sentimiento que ya ni le molestaba tanto. El dolor y la soledad que sentía en su corazón al ver la felicidad de las otras chicas de su clase, mientras ella caminaba sola era mayor que el dolor en su panza vacía y hambrienta.

    Esperanza suspiró fuertemente y empezó el camino hacia los niños de kínder para recoger a su hermanita, Dolores. Era su rutina normal; salir de la escuela, recoger a Dolores, buscar comida e ir a casa. Tenían un camino largo ese día, viernes era el día de recoger la basura en su propio barrio, así que no quedaba nada para ellas. Tenían que ir al barrio vecino y buscar en los basureros allá. Esperanza miró al cielo, suspiró otra vez y tomó la mano de Dolores. —Vámonos—- le dijo con un aire de impaciencia en su voz. Nunca quería quedarse mucho tiempo en lugares llenos de gente. No podía aguantar las miradas llenas de pena por ella y Dolores. Al ver tantas personas y saber que ni una era su amigo le dolió hasta su alma.

    Dolores casi tenía que correr para alcanzarla. —Esperanza, espera, tengo que despedirme de mis amigas del salón —protestó la niña.

    —¡No! —respondió Esperanza y siguió caminando con Dolores justo detrás de ella. Dolores no sabía cómo era el mundo fuera de su salón. No sabía que nadie quería ser amiga de las vagabundas como ellas. Por eso Esperanza intentaba sacarla de la escuela de una vez, antes

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