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El mensaje en los medios: A propósito del estudio lingüístico de la prensa regional canaria.
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Libro electrónico385 páginas4 horas

El mensaje en los medios: A propósito del estudio lingüístico de la prensa regional canaria.

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El lenguaje periodístico es una fuente riquísima con que ilustrar los procesos evolutivos y la potencialidad de la lengua y para describir su realidad más viva y actual; de ahí el interés que últimamente ha suscitado. En El mensaje mediático se realiza un estudio lingüístico exhaustivo (ortológico-ortográfico, morfosintáctico y léxico) de los medios de comunicación de la Comunidad canaria cuyos resultados, por proceder de una modalidad que hoy se considera representativa del español más extendido, pueden ser extrapolables a otros ámbitos lingüísticos, y sus conclusiones, útiles también para todos los periodistas —desde la perspectiva normativa, sobre todo— y para los filólogos, en su doble vertiente descriptiva y normativa.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2014
ISBN9783865278562
El mensaje en los medios: A propósito del estudio lingüístico de la prensa regional canaria.

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    El mensaje en los medios - Humberto Hernández

    español.

    CAPÍTULO I

    OBJETIVOS Y PLAN DE LA OBRA

    1. Objetivos del estudio

    En 1985, como uno de los actos preparatorios para la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América, se celebró un Congreso de Academias de la Lengua Española para tratar el tema de El español en los medios de comunicación y ante las nuevas técnicas. Se presentaron y discutieron casi una treintena de trabajos de autores de todo el ámbito hispánico sobre diferentes aspectos relacionados con el lenguaje periodístico, algunos de carácter general y otros más específicos sobre el español en la prensa de distintos países hispanohablantes.

    Tres comisiones constituidas ad hoc se encargaron de la redacción de los acuerdos según las áreas tratadas en el Congreso. La primera de ellas se ocupó del lenguaje periodístico e hizo públicas las siguientes conclusiones¹:

    1. Resulta particularmente importante el análisis de la lengua en los periódicos y revistas, porque se trata de un registro que goza de mayor permanencia que los que corresponden a otros medios de comunicación.

    2. Recomendar a las correspondientes instituciones, que el periodista tenga siempre una formación profesional universitaria, que garantice un conocimiento suficiente de la lengua española.

    3. Propiciar el acercamiento de las academias con las empresas publicitarias, con el objeto de brindarles el asesoramiento lingüístico que soliciten y que ellos mismos faciliten la difusión de notas que ayuden al fortalecimiento del español.

    4. Recomendar, a los Gobiernos, la vigilancia y protección de la lengua española que se usa en los mensajes publicitarios o anuncios.

    5. Recomendar la supresión de vocablos y frases en lengua extranjera, en los anuncios publicitarios, que aparecen en la prensa.

    6. Hay que dejar muy claro que la lengua de la publicidad y su mundo pragmático respete el fuero e independencia del periodismo y su derecho a la libre emisión del pensamiento, que por ninguna circunstancia debe ser sacrificado ni, menos aún, violado.

    7. Fomentar el uso de la lengua española en aquellos países que sufren presiones de otras naciones, que tratan de imponer su cultura y su lengua.

    8. Fomentar, en los diarios, radionoticieros y noticieros de televisión, columnas o secciones de orientación gramatical.

    9. Antes de señalar errores o vicios, es necesario que los lingüistas analicen y describan el estado de la lengua en la prensa.

    10. Conviene valerse de la ayuda que brinda la informática, con el objeto de acumular y transferir información entre las academias y los académicos.

    En esa misma reunión, F. Lázaro Carreter sostenía lo siguiente:

    Es[t]a sociedad es mucho menos literaria que la de antaño; sus modelos lingüísticos no suelen ser, o no lo son tanto, los grandes escritores, multitudinariamente desconocidos, sino la prensa y los programas de radio y televisión. […] Por tanto, […] hemos de prestar grandísima atención a esos modelos, si nos importa describir la lengua real.²

    Sabemos que se han realizado estudios sobre el español de los medios de comunicación y que, en cierta medida, las propuestas del Congreso de Academias han tenido algunos ecos³. Sin embargo, muchos de estos trabajos son de carácter teórico, otros son reflexiones basadas en la intuición de sus autores y sobre muestras bastante reducidas que, con unos pocos ejemplos, aspiran a reflejar toda la complejidad de la lengua en los medios. Algunos hay, también, más exhaustivos que analizan alguna parcela del lenguaje periodístico.

    Con este estudio pretendemos contribuir al mejor conocimiento de la lengua española utilizada en los medios de comunicación de las distintas áreas del idioma, convencidos de que indagaciones de este tipo podrían proporcionarnos conclusiones de gran interés y datos suficientes para dibujar un panorama que representaría con gran fidelidad la realidad actual de nuestro idioma, e indicativos del que podría ser su inmediato futuro. Como dice M. Alvar Ezquerra

    el lenguaje periodístico escrito es una rica fuente no sólo de ejemplos con los que ilustrar los procesos de formación e incorporación de palabras en la lengua, sino también para tomar el pulso de la vitalidad de ésta, para conocer la capacidad que posee para soportar la llegada de extranjerismos, y su potencialidad creadora, que hacen que siga viva, produciendo novedades a cada instante⁴.

    Nuestro objetivo, pues, es dar respuesta a las conclusiones primera y novena del Congreso de Academias: analizar la lengua en los periódicos y revistas para contribuir a la descripción de la lengua real, ya que los mensajes de la prensa [escrita] constituyen un registro que goza de mayor permanencia que los que corresponden a otros medios de comunicación⁵.

    2. Plan de la obra

    Este estudio se ha realizado mediante un rastreo sistemático de los periódicos de mayor tirada en el Archipiélago canario⁶; se empezó en 1994 y se cerró en las últimas semanas de 2002, aunque seguimos registrando muestras que aportaban alguna novedad hasta los primeros meses de 2004. Estimamos que es un número de años suficiente para que las conclusiones fueran fiables y representativas de la realidad analizada.

    Después de una primera selección de los materiales, excluyendo erratas y fenómenos aislados, quedaron las fichas –varios miles– que registraban desviaciones y anomalías procedentes de los distintos niveles lingüísticos (ortográficas, morfológicas, sintácticas y léxicas). Una segunda fase del trabajo consistió en el agrupamiento de los distintos tipos de fenómenos. El estudio detenido y minucioso de todos ellos se resume en las páginas que siguen.

    Es posible que el presente estudio hubiera tenido una mayor apariencia de objetividad y rigor si se hubieran realizado análisis estadísticos que expresaran numéricamente el porcentaje de las distintas anomalías, pero entendimos que esa tarea era tan laboriosa, si es que era posible, como inútil. Nos pareció que, para cumplir con nuestros objetivos, bastaba con comprobar si cada fenómeno se manifestaba como excepcional, si se presentaba de forma más o menos generalizada o si aparecía de manera totalmente generalizada. Estas apreciaciones, nada difíciles de determinar contando con tal cantidad de materiales, nos parecieron suficientes para llegar a una serie de conclusiones: cuál es la situación, qué tendencias se observan y cómo debemos actuar para tratar de mejorarla.

    Nos planteamos, asimismo, expresar de forma estadística y comparativamente los fenómenos por provincias y por medios. Igualmente renunciamos a estos resúmenes, porque apreciamos, también, que no se producían diferencias significativas entre la calidad de los periódicos por razón de la provincia en que se editaban. Probablemente, hubiera tenido cierto interés exponer cuantitativamente la procedencia de las anomalías detectadas: nosotros sí lo sabemos –de hecho, cualquier lector habitual lo intuye– y en cada ficha aparece la exacta documentación de los fenómenos registrados; mas no era nuestra intención establecer una lista clasificadora de los periódicos insulares atendiendo al mayor o menor cuidado en el uso de la lengua.

    Por supuesto, no sería justo afirmar que todos son iguales: hay periódicos que muestran una clara preocupación por la expresión lingüística, otros en los que se nota menos cuidado y alguno en el que se observa, a veces, un cierto desprecio hacia las normas que regulan el uso del idioma.

    En cualquier caso, confiamos en que los unos se sientan aludidos y los otros comprendan que la situación es siempre mejorable, pero todos podrán aprovechar las sugerencias que se deriven de los resultados de este análisis.

    CAPÍTULO II

    LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN CANARIOS¹

    1. Breve recorrido histórico*

    La mayoría de los investigadores coinciden en reconocer que el periodismo canario nace con la aparición de los periódicos manuscritos de José de Viera y Clavijo, uno de los escritores más fecundos de las letras canarias y el más importante, sin duda, del siglo XVIII insular. El primero de ellos fue el Papel Hebdomadario (1758–1759), con una periodicidad semanal. Pocos años después, y gracias también al entusiasmo de Viera, aparecen El Síndico Personero (1764) y La Gaceta de Daute (1766). Hay quien sostiene que fue El Correo de Canarias el periódico más antiguo de las Islas; en cualquier caso, todos estos periódicos manuscritos surgen en los primeros años de la segunda mitad del siglo XVIII y tienen una vida muy efímera.

    Es en 1785 cuando se publica en La Laguna el primer periódico impreso en Canarias: el Semanario Misceláneo Enciclopédico Elementar, editado por el militar peninsular Andrés Amat de Tortosa en la única imprenta que, por entonces, había en el Archipiélago, del que aparecerán once números a lo largo de dos años. En 1808 nace el Correo de Tenerife. De 1837 son El Atlante y El Tribuno y, en los años siguientes, aparecen otros periódicos de historia muy breve.

    Con el crecimiento económico que propicia el establecimiento de los puertos francos en 1852 y la paralela efervescencia del pleito insular a raíz de la promulgación del primer decreto divisionista del Archipiélago, el periodismo canario entra en una fase de expansión: aparecen los primeros periódicos privados ajenos a Tenerife. En 1852 aparece la primera publicación periódica de Las Palmas, El Porvenir de Canarias, del que se editaron noventa y ocho números hasta que dejó de publicarse en 1853. También se publicaron periódicos en algunas islas menores: Crónica de Lanzarote, en 1861 y El Time, en La Palma, en 1863.

    En 1868, tras la huida de Isabel II, el periodismo canario gozará de mayor libertad de expresión y se beneficiará de una serie de medidas fiscales y legislativas que pretendían estimular su desarrollo. Una serie de hechos político-económicos conformarán el marco idóneo para la aparición de un periodismo fuertemente ideologizado. La Federación de Santa Cruz de Tenerife, El Federal de Las Palmas, La Asociación de La Orotava, y El Clarín de Santa Cruz de La Palma, fueron algunas de las cabeceras que discursearon por entonces en favor de la causa de la República.

    La estabilidad que introdujo la restauración borbónica en el país tras el sexenio democrático, junto a la ley de imprenta de 1883, consolidaron el naciente rol político de la prensa insular por muchos años. El progresivo desarrollo urbano de los enclaves portuarios, la exportación de plátanos y tomates, la tímida regresión del analfabetismo y el amarre del cable telegráfico Cádiz-Tenerife en 1883, mitigando el secular aislamiento isleño, aliviaron algo las rémoras del contexto insular. Sin embargo, tales mejoras no fueron suficientes para que los periódicos pudieran liberarse de la influencia de las formaciones políticas. La endeble infraestructura financiera del sector, dado que las ventas, cifradas en el mejor de los casos en un millar de ejemplares, generaban el 70% de los ingresos frente a la marginalidad de la publicidad, evidencia la necesidad que tenían los periódicos de buscar fidelidades inquebrantables para, simplemente, sobrevivir.

    Como es fácil de suponer, las fuerzas del sistema restauracionista, tanto en su versión liberal como conservadora, promovieron un sinfín de órganos políticos que desempeñaron un papel fundamental en el periodismo isleño de la época. La Opinión de Santa Cruz de Tenerife, gestado en 1879 como órgano del partido conservador de la isla, mantuvo excelentes relaciones con los rivales ideológicos, El Liberal de Tenerife y Cronista de Tenerife, por afinidades insularistas.

    En Las Palmas de Gran Canaria fueron muchos los periódicos que, de una u otra manera, mantuvieron la edición al calor de la aplastante hegemonía del partido liberal de Fernando León y Castillo, bien al servicio de éste o de alguna de sus facciones tras las disensiones de 1907, caso de Diario de Las Palmas o Unión Liberal. En cualquier caso, los más distanciados por la cuestión canaria fueron La Mañana, que se atrevió a defender la autonomía del Archipiélago por entender inconsistentes las tesis divisionistas; y La Provincia, fundado en 1911 por Gustavo Navarro para abogar por la división provincial como paso previo a la construcción de la región. Con respecto a las islas periféricas, en 1890 nacía en Santa Cruz de La Palma el actual decano de la prensa canaria, Diario de Avisos, desde 1976 domiciliado en Santa Cruz de Tenerife.

    Al margen de las fuerzas del sistema, el republicanismo promovió en la entonces capital de Canarias algunos periódicos que en nada tenían que envidiar a los restauracionistas. En efecto, en 1880 Patricio Estévanez fundó Diario de Tenerife, que supo ganarse a la élite intelectual de la isla para alcanzar un lugar de privilegio en el panorama periodístico canario de finales de siglo. En 1910, apareció La Prensa de Leoncio Rodríguez con una propuesta informativa pulcra, noticiosa, progresista y tinerfeñista con tirón regional, lo cual le permitió sumar a los acólitos la minoría letrada de la isla que por entonces demandaba, simple y llanamente, información. Con bases más endebles, en 1903 apareció en Las Palmas El Tribuno de José Franchy Roca con una preocupación social y una orientación republicano-federal que le hicieron propugnar la autonomía de la región a partir de los municipios, en lugar de las dos provincias. Casi coetáneos fueron los primeros periódicos proletarios, el tinerfeño El Obrero y el grancanario El Trabajo; así como el pionero de los nacionalistas, el lagunero ¡Vacaguaré!… de Secundino Delgado, clausurado por las autoridades locales cuando había editado cuatro números.

    Revista de Canarias en Tenerife y El Museo Canario en Las Palmas, nacidas, respectivamente, en 1878 y en 1880, fueron las publicaciones culturales más notables de la época. Aquellos eran años en los que el periodismo canario, floreciendo en variedad y cuantía, culminaba la expansión geográfica inicial previa al subsiguiente proceso de concentración, dando fruto en islas hasta ahora yermas como La Gomera o El Hierro, y en localidades también inéditas como Los Llanos de Aridane, Puerto de la Cruz, Icod de los Vinos, Moya, Puerto del Rosario, Telde, El Paso, Guía de Gran Canaria y Arucas.

    El estallido de la guerra europea en 1914, alteró súbitamente el contexto de la prensa insular. Superada la crisis de la guerra y postguerra europeas, el periodismo isleño siguió acusando el gancho que, de manera creciente, ejercía la información entre el público en general sin necesidad del terrible reclamo bélico. En esta ocasión, el tirón procedía del fuerte crecimiento económico de los años veinte al calor del apogeo de la exportación frutera, elevando el poder de compra, la alfabetización y, en definitiva, el número de ciudadanos interesados en conocer la actualidad. Pronto, el eco de la modernización incidió en todos los rincones del periodismo insular, y aparecieron revistas de vanguardia tan destacadas como La Rosa de los Vientos.

    El incremento de las tiradas y, más aún, de los ingresos publicitarios permitían a los diarios punteros adquirir rotativas y fotograbados, aumentar plantillas, ampliar paginados y, como colofón, renunciar a vasallajes políticos. En los años de la II República, con la recuperación de las libertades, el periodismo isleño culminó el tránsito del rol ideológico al informativo generando las primeras empresas periodísticas de las Islas y haciendo retroceder, en consecuencia, el minifundismo de antaño. La prensa insular vivió su edad de oro y ejerció, por primera y última vez, su labor informativa con independencia y en régimen de monopolio dado el estado embrionario de la radiodifusión. Pero el golpe militar del general Franco cercenó de manera fulminante la brillante y fugaz etapa que el periodismo isleño disfrutó en la República. Y es que a partir de entonces, los principales diarios del Archipiélago quedaron relegados, como antaño, al papel de meros órganos políticos y sin rivales ideológicos con los que al menos disentir. De golpe y porrazo, pues, el proselitismo, la unanimidad y la intransigencia desplazaron a la pluralidad y la controversia del panorama periodístico insular. El golpe de gracia llegó en 1938, cuando el franquismo dejó un solo diario matutino por provincia en calidad de Órgano Oficial del Movimiento, cometido que en Santa Cruz de Tenerife asumió El Día, fruto de la fusión de La Prensa con el órgano falangista Amanecer; y en Las Palmas Falange, luego Eco de Canarias, aunque La Provincia consiguió reaparecer a los seis meses como diario vespertino. Las penurias se multiplicaron a lo largo del primer franquismo, cuando la prensa, además de la dura crisis de postguerra y la feroz injerencia del régimen, acusaba la creciente competencia de la radiodifusión en las Islas.

    También el vespertino La Tarde, que había nacido en 1927 en el seno de una facción republicana, y que en los años de la República ejerció, junto a La Prensa, una indiscutible hegemonía en el sistema informativo tinerfeño, tuvo que ceder, para sobrevivir, ante la influencia del franquismo. La Tarde cerraba en 1982 por quedar obsoleta su hora de aparición.

    Los primeros indicios del cambio de coyuntura no llegaron hasta que el turismo comenzó a tirar de la economía canaria y, de inmediato, la ley Fraga de 1966 distendió la asfixiante censura del régimen. La reactivación del sector quedó en evidencia en los años de la transición democrática, cuando el periodismo escrito desempeñó un papel crucial en las Islas, como lo demuestran las reiteradas sanciones gubernativas que recibieron algunos periódicos. Luego, la promulgación de la Constitución de 1978, la modernización del contexto insular, el descenso de las tasas de analfabetismo y la capitalización del sector, al margen de posibilitar la introducción de la fotocomposición y la informática en los talleres, propiciaron que la prensa insular, con cabeceras ya históricas, como La Provincia, El Día y Diario de Avisos, y en otras de nueva creación como Canarias 7 y La Gaceta de Canarias, asumiera el moderno papel que desempeña en toda sociedad desarrollada.

    2. Situación actual de la prensa en las Islas

    Cuando comenzamos con este estudio se publicaban en Canarias siete diarios: Canarias 7, La Provincia, Diario de Las Palmas, El Día, Jornada, Diario de Avisos y La Gaceta de Canarias. En los últimos años el panorama se ha simplificado con la inclusión de Jornada² como suplemento deportivo de El Día; la desaparición de Diario de Las Palmas³, que se integró en La Provincia (aparece con el nombre de La Provincia. Diario de Las Palmas); y La Gaceta de Canarias que ahora aparece embuchado en El Mundo. En 1999 se publicó el primer número de un nuevo periódico: La Opinión de Tenerife.

    Hoy se publican en el Archipiélago cinco diarios cuyas cifras aproximadas de tirada, difusión y audiencia, según datos de la OJD (Oficina para la Justificación de la Difusión) y la EGM (Estudio General de Medios), son los siguientes⁴:

    En una lista de medio centenar de diarios de todo el país, ordenada según la audiencia (superior a los 70.000 lectores), se encuentran Canarias 7 (puesto 23º), La Provincia (el 27º) y El Día (en el 31º).

    La Provincia. Diario de Las Palmas se edita en Las Palmas de Gran Canaria; El Día, Diario de Avisos y La Opinión de Tenerife en Santa Cruz de Tenerife. Canarias 7 publica, desde hace unos años, una edición para cada provincia, aunque la mayor tirada, difusión y audiencia se produce en Las Palmas.

    Nuestro índice lector se sitúa en la media que reconoce la UNESCO para los países desarrollados (cien periódicos al año por cada mil habitantes), e, incluso, por encima de la media nacional, que es de 104,8 ejemplares por cada mil habitantes. Canarias, con 108,6 ejemplares por cada mil habitantes, es una de las nueve comunidades (Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Cataluña, Madrid, Navarra, País Vasco y La Rioja) que superan la media de nuestro

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