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Contacto lingüístico y contexto social. Estudios de variación y cambio
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Libro electrónico1029 páginas80 horas

Contacto lingüístico y contexto social. Estudios de variación y cambio

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El contacto lingüístico es uno de los grandes temas de la sociolingüística. Cuando dos lenguas distintas o dos variedades de una misma lengua entran en contacto por motivos históricos, sociales o culturales, se presentan fenómenos muy interesantes que afectan a ambas lenguas o variedades. Estos fenómenos suelen estar influídos no solo por aspectos lingüísticos sino también por cuestiones extralingüísticas como el sexo, la edad, el grado de instrucción y el nivel socioeconómico de los hablantes, al igual que por sus creencias y actitudes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 mar 2023
ISBN9786073050845
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    Contacto lingüístico y contexto social. Estudios de variación y cambio - María Ángeles Soler Arechald

    SECCIÓN I.

    CONTACTO ENTRE LENGUAS

    1. EL ESPAÑOL EN CONTACTO CON LENGUAS AMERINDIAS

    LA MEDIA LENGUA: UNA REVISIÓN DE LOS SUPUESTOS TEÓRICOS

    Jorge GÓMEZ RENDÓN

    Pontificia Universidad Católica de Ecuador, Escuela de Antropología

    INTRODUCCIÓN

    Transcurridos 35 años de la primera publicación sobre la media lengua (ML),¹ su relevancia para la teoría lingüística continúa vigente gracias al renovado interés que suscita entre quienes se dedican al estudio de los fenómenos de contacto dentro y fuera de los Andes. Muysken fue el primero en llamar la atención sobre este fenómeno en la segunda mitad de los años setenta en el marco de sus investigaciones sobre el kichwa en la sierra del Ecuador.² Su primera publicación sobre el tema (Muysken, 1979) estuvo seguida de otras que retomaron el análisis del fenómeno con mayor profundidad (Muysken, 1981, 1985, 1997). Desde 2001, el estudio de la ML se extendió a una variedad hablada en algunas comunidades de Imbabura, más específicamente en la cuenca del lago San Pablo en la sierra norte del Ecuador, variedad que no había sido documentada hasta entonces (Gómez Rendón, 2001, 2006, 2008b). Desde los años noventa la ML se clasifica por defecto como una lengua mixta y más específicamente como una lengua mixta bilingüe (Bakker y Mous, 1994; Bakker y Muysken, 1995; Bakker, 1997).

    Al establecerse como parte de un discurso en la academia, estos estudios han fijado categorías de análisis que estudios subsiguientes reproducen sin cuestionamiento, en algunos casos por falta de pruebas empíricas que susciten una reflexión a la luz de nuevos datos. Este es el caso de algunas categorías en torno a la ML que hoy se dan por sentadas, pero que deben reconsiderarse a la luz de la información que proporcionan estudios recientes. En el último quinquenio se han sumado a los ya mencionados cuatro estudios que proporcionan nuevos datos a partir de los cuales podemos enriquecer el análisis y someter a revisión varios de los supuestos que sustentan la teoría. La investigación de Shappeck sobre las prácticas sincréticas actuales en la zona de Salcedo, donde Muysken documentó por primera vez la ML en los años setenta (Shappeck, 2011), permite rastrear los cambios en los usos lingüísticos en un lapso de al menos 30 años. El estudio sociolingüístico comparativo de Müller en las comunidades hablantes de ML en Salcedo y San Pablo del Lago (Imbabura) arroja datos importantes sobre la visión y la función de las variedades mixtas en ambas zonas (Müller, 2011). La investigación de la ML de Pijal (Imbabura) emprendida por Stewart tiene importancia no solo porque se ocupa de una variedad mixta que se creía extinta, sino porque lo hace desde el aspecto fonético-acústico, descuidado hasta hoy en los estudios sobre el tema (Stewart, 2011, 2012). Finalmente, la investigación de Jarrín ilumina aspectos discursivos, identitarios e ideológicos en torno a la ML y su uso en las comunidades de San Pablo, temas no tratados a profundidad en otros estudios (Jarrín, 2013).

    El objetivo de esta contribución es someter a revisión los supuestos más importantes que definen la ML como un tipo particular —posiblemente arquetípico— de lengua mixta. Como demostraré, estos supuestos entrañan ciertas concepciones sobre la mezcla y la lengua en relación con la comunicación y la cultura. Los datos recogidos en los últimos años exigen replantear dichos supuestos y, con ellos, el estatus mismo de la ML. La propuesta que pretendo desarrollar es

    a) que la ML es una estrategia comunicativa de hablantes bilingües que explotan creativamente su repertorio, y en tal medida se asemeja más a un registro que a un sistema lingüístico autónomo; y

    b) que su estudio exige un nuevo enfoque teórico y metodológico, al que quiero contribuir con una aproximación desde la gramática emergente y la gramática de las construcciones.

    LOS SUPUESTOS TEÓRICOS DE LA MEDIA LENGUA

    La primera definición de ML en la bibliografía sobre el contacto es una forma de quechua con un vocabulario casi exclusivamente de origen castellano y estructura casi exclusivamente de origen quechua (Muysken, 1979: 393). En un artículo aparecido años después, donde presenta de manera más amplia y sistemática la ML en el contexto de los fenómenos de contacto kichwa-castellano en la sierra ecuatoriana, el mismo autor afirma que la ML [como] las jergas, se define casi en su totalidad por su vocabulario, [por lo que] podemos afirmar que la ML es una jerga especial del quichua, una jerga que ha surgido en circunstancias culturales muy específicas (Muysken, 1985: 419). Las circunstancias socioculturales específicas que motivaron la creación de esta jerga, cuyo uso sería exclusivamente familiar, son la aculturación de los kichwahablantes ocasionada por sus largas estadías en las ciudades por migración laboral y su posterior retorno a sus comunidades de origen. De esta manera se reúnen los tres elementos que constituyen la ML: su léxico casi exclusivamente castellano, su uso únicamente doméstico, y como expresión de una identidad indígena aculturada. A continuación abordamos cada uno de estos elementos y la visión que encierran sobre la naturaleza de la lengua, su función y su relación con la comunidad de habla.

    LA MEDIA LENGUA: ¿IDENTIDAD ACULTURADA O ESTRATEGIA COMUNICATIVA?

    La estrecha asociación entre ML e identidad aparece por primera vez de manera explícita en Muysken (1979), cuando afirma que es la lengua de un grupo de migrantes laborales urbanos de origen kichwa que han retornado a sus comunidades y que replantean una identidad que está a medio camino entre dos espacios socioculturales, el de los centros urbanos hispanohablantes y el de sus comunidades kichwahablantes. La misma afirmación, con distintos matices, se repetirá en publicaciones posteriores del mismo autor (Muysken, 1981, 1985, 1997).

    La asociación entre lenguas mixtas e identidad no es ajena al debate sobre la mezcla lingüística, sobre todo para las lenguas mixtas de carácter bilingüe, de las cuales la ML sería un prototipo (Bakker, 1997). Se la puede encontrar, por ejemplo, en la primera publicación sobre lenguas mixtas (Bakker y Mous, 1994) y en la colección de artículos editada tres años más tarde por Thomason (1997). La construcción teórica más sistemática en relación con la identidad y las lenguas mixtas la debemos a Croft (2003). A partir de un enfoque evolucionista, este autor vincula de manera explícita la identidad con la creación y el desarrollo de las lenguas mixtas en general, y con los procesos de préstamo y convergencia en particular (Croft, 2003: 41-72). Como su propuesta sistematiza gran parte de la visión tradicional sobre la relación entre identidad y procesos lingüísticos, es de especial importancia para el caso que nos ocupa y la tomamos como punto de partida para problematizar la identidad como factor concurrente en la creación de la media lengua.

    El enfoque de Croft se construye sobre tres pares de conceptos relacionados que procuran explicar los fenómenos de la mezcla en relación con la identidad: el primer par tiene que ver con una distinción entre sociedad de origen (heritage society) y sociedad adoptiva (adoptive society), es decir, entre aquella a la que étnicamente pertenece el hablante y aquella que adopta sin ser la suya de nacimiento; el segundo par distingue, siguiendo a LePage y a Tabouret-Keller (1985), entre sociedades focalizadas (focused societies) y sociedades difusas (diffuse societies); las primeras son aquellas de una alta cohesión social y un fuerte sentido de la identidad grupal; las segundas son sociedades más laxas y abiertas a la influencia de otras; el tercer par distingue entre lingüemas de sustancia (substance linguemes) y lingüemas de estructura (schematic linguemes), incluyendo en los primeros tanto morfemas libres como fijos y, en general, cualquier elemento que aúna sustancia fonética y significado, y, en los segundos, elementos que son únicamente lo uno o lo otro. A partir de estos tres criterios, Croft establece tres tipos de lenguas mixtas. El primero incluye las lenguas mixtas surgidas a partir de matrimonios interétnicos, que implican un proceso de creación identitaria dentro de una nueva sociedad (etnogénesis); el prototipo de estas lenguas mixtas es el michif (Bakker, 1997), pero también el mednyj aleut (Thomason y Kaufman, 1988: 233-238). El segundo tipo de lenguas mixtas es el de aquellas que se crean por préstamo masivo y pueden desembocar en un vuelco funcional (functional turnover), a través del cual el léxico básico y algunos afijos gramaticales de la lengua de origen se restringen a un registro secreto de la lengua recién adquirida de la sociedad adoptiva; este sería el caso del ma’a (Mous, 2003) y el para-romani (Matras, 2000: 87-91). El tercer tipo de lenguas mixtas implica un desplazamiento parcial hacia la lengua de la sociedad adoptiva (semi-shift), debido a una falta de acceso total a dicha lengua o a la marcación de una identidad social distinta. El desplazamiento parcial es, según Croft, imagen especular del vuelco funcional, pues en este tipo de lenguas mixtas el vocabulario es el de la lengua adoptiva, en tanto que gran parte del sistema flexivo y las construcciones gramaticales pertenecen a la lengua de la sociedad de origen de los hablantes. De acuerdo con el mismo autor, la ML es el único caso claro de desplazamiento parcial del que se tiene noticia (Croft, 2003). Nos preguntamos si acaso la ML no comparte algunos de los rasgos característicos de los otros dos tipos de lenguas mixtas.

    Para empezar, la ML no puede ser una lengua mixta creada a partir de matrimonios interétnicos, pues los hablantes de esta lengua descienden de progenitores con una misma pertenencia indígena (kichwa). Los matrimonios interétnicos entre mestizos hispanohablantes e indígenas kichwahablantes no desembocan en el uso de la ML en la generación de los hijos sino en la castellanización del hogar. Asimismo, no existe evidencia sociolingüística, al menos para las comunidades de Imbabura, de un proceso de etnogénesis alrededor de la ML. Esto contrasta con la propuesta de Muysken, para quien los hablantes de ML no se identificarían ni con la cultura indígena ni con la mestiza, y formarían una identidad de grupo distinta de aquella de las comunidades kichwas rurales y de la sociedad mestiza urbana (Muysken, 1981: 75). Ahora bien, excluir la etnogénesis no implica abandonar la posibilidad de una creación lingüística consciente como la que propone Croft (cf. supra), pues dicha creación no está motivada por factores identitarios. La presencia de manipulación lingüística fue sugerida tempranamente por Muysken a propósito de los estilos castellanizantes y kichwizantes de la ML (Muysken, 1985). Que esta manipulación apunta a exigencias comunicativas más que a señales identitarias es apoyado por dos hallazgos de una reciente investigación en las comunidades de Imbabura. En primer lugar, el estudio de Jarrín demuestra que los polos de identificación etnolingüística en las comunidades son el kichwa y el castellano, y en ningún caso la ML (Jarrín, 2013: 75). En segundo lugar, las comunidades de Imbabura hablan la ML con más o menos frecuencia, según su grado de castellanización, pero en ningún caso la utilizan de manera exclusiva, porque en dichas comunidades imperan ideologías puristas que buscan a toda costa separar el kichwa del castellano (Jarrín, 2013).

    ¿Qué podemos decir a propósito de la ML y el segundo tipo de lenguas mixtas que identifica Croft? Para quienes conceden un estatus particular a la relexificación y a las lenguas mixtas como sistemas lingüísticos autónomos (Bakker y Mous, 1994; Bakker, 2003), la ML no puede ser el resultado de un proceso de préstamo masivo que ha desembocado en un vuelco funcional. Sin embargo, los nuevos datos apuntan a un proceso de préstamo léxico de naturaleza escalar. Por una parte, el grado de relexificación de las variedades mixtas no es uniforme —por ejemplo, hay una brecha importante entre el catalangu (92%) y la ML de Imbabura (75%)—. Por otra parte, los estándares de medición del grado de relexificación no han sido los mismos en los diferentes estudios, lo que impide su comparación. Así, una evaluación reciente de los datos de Cotopaxi sugiere que el grado de relexificación del vocabulario básico no es del 90% como propone Muysken (1997: 421s) sino de apenas 65% (Shappeck, 2011). Por su parte, Stewart reporta rangos de relexificación en Cotopaxi e Imbabura que varían entre 29% y 65% (Stewart, 2011: 7). Incluso en variedades menos castellanizadas, el porcentaje de préstamos léxicos puede variar significativamente. Así lo demuestra el análisis de un corpus de varios dialectos del kichwa ecuatoriano, que arroja un rango de entre 4% y 27% dependiendo del dialecto, el sociolecto o el idiolecto involucrado (Gómez Rendón, 2008a: 292). En perspectiva, estos datos sugieren que: 1) no existe la supuesta brecha entre el 90% de relexificación propio de una lengua mixta y el 40% de préstamo masivo de variedades de contacto intenso y prolongado, sino más bien un continuo de préstamos, como el que Stolz propone para el chamorro y el maltí (Stolz, 2003: 271 ss.); y 2) que el proceso que constituyó las variedades conocidas de ML es el préstamo léxico común y corriente pero en escala masiva.

    A propósito del tercer tipo propuesto por Croft, no deja de ser curioso que la ML sea la única representante de lenguas mixtas que resultan de un desplazamiento parcial o incompleto. Consideramos que Croft se equivoca al incluir la ML en este prototipo. En primer lugar, la ML no proviene de un acceso incompleto al castellano, porque no es una interlengua fosilizada. En segundo lugar, no existen monolingües en ML y todos los hablantes de ML hablan además el kichwa y/o el castellano, aunque su nivel de bilingüismo varíe considerablemente según la edad y el sexo. En este sentido, resulta más esclarecedora la explicación de Smith, según la cual algunas lenguas mixtas conviven simbióticamente con una de sus lenguas de origen, que se habla en comunidades vecinas y con la cual comparten la mayoría de aspectos de su morfología, sintaxis y fonología. Los hablantes de estas lenguas mixtas simbióticas hablan incluso la forma no mezclada de la lengua con diferentes niveles de competencia y pueden utilizarla en la comunicación cotidiana (Smith, 1995). La ML encaja perfectamente en este tipo, pues convive con el kichwa y sus hablantes dominan esta lengua con diferentes grados de competencia, utilizándola además en la comunicación diaria. Aun así, la simbiosis entre la ML y el kichwa no es del todo perfecta. Los datos sociolingüísticos muestran que la ML presenta solo una estabilidad relativa, al contrario de lo que asume Muysken (1997: 407-408): las comunidades de San Andrés de Pilaló y Collanas en Cotopaxi y la de Pijal en Imbabura eran hablantes de ML hace cuatro décadas pero a la fecha son hispanohablantes, aunque quedan unos cuantos bilingües que conocen la ML (véanse Müller, 2011: 66; Stewart, 2011: 32). Desde este punto de vista, la ML sería solo un puente hacia la castellanización y una forma de registro modelada por la presión del contacto intenso con el castellano, acercándose más a un lecto mixto, utilizado con propósitos más comunicativos que identitarios (Auer, 1999).

    La eficacia comunicativa como factor que determina el uso de la ML explicaría por qué en la actualidad es utilizada por bilingües con menor competencia en kichwa o castellano en sus intercambios verbales con generaciones que utilizan casi exclusivamente una u otra lengua (Müller, 2011: 63). Esto significa que la necesidad impuesta por la comunicación intergeneracional está fomentando el uso de la ML a nivel intracomunitario e intercomunitario. De acuerdo con el sondeo sociolingüístico realizado en las comunidades de Angla, Casco Valenzuela y El Topo (Gómez Rendón y Cachimuel, 2012), existe una importante brecha intergeneracional en el uso del kichwa (84%-8%) y del castellano (3%-62%). Estos porcentajes se reflejan en la frecuencia de uso de la ML, que se utiliza un 13% con la generación de los abuelos (+2), un 15% con la generación de los padres (+1) y un 31% con la generación de los hijos (–1), para disminuir drásticamente al 15% con la generación de los nietos (–2), aquella que muestra precisamente un mayor desplazamiento hacia el castellano.³

    Si la ML no solo la utilizan personas mayores cuya primera lengua es el kichwa, sino también jóvenes cuya primera lengua es el castellano, entonces no es una forma de resistencia a la aculturación para quienes se sienten presionados hacia la castellanización (las generaciones mayores), ni una forma de inculturación para quienes ya se han aculturado y castellanizado (las generaciones jóvenes), sino simplemente una forma de comunicación intergeneracional, y por ende, una forma de registro. Fuera de este espacio, sin embargo, es posible que la ML sirva para marcar la identidad, pero una identidad dinámica y estratégica diferente de la que conciben los estudios clásicos sobre el tema. El caso de la comunidad de Pijal es ejemplar al respecto. En efecto, pese a que hoy la comunidad es exclusivamente hispanohablante, subsiste en ella un pequeño grupo de personas que conocen la ML pero no la utilizan en la vida cotidiana, ni dentro ni fuera del hogar. Estos hablantes, con quienes Stewart trabajó para su estudio fonético-acústico, se han asociado en el marco de un proyecto comunitario que procura rescatar la cultura kichwa. Para ellos, la ML es una estrategia lingüística que les permite reclamar su pasado en una comunidad hispanohablante de raíces indígenas, donde la lealtad lingüística hacia el kichwa es un capital cultural que les da la posibilidad de obtener recursos para promover la interculturalidad y la plurinacionalidad, dos pilares del discurso político contemporáneo del Estado ecuatoriano.

    Para dar cuenta de un caso como este es necesario concebir la identidad en otros términos. El concepto de identidad que manejan todos los autores que han abordado el tema hasta la fecha es de naturaleza esencialista (Muysken, 1981, 1985, 1997; Bakker y Mous, 1994; Bakker y Matras, 2003; Croft, 2003; Gómez Rendón, 2006, 2008b). Esta visión se deja ver incluso en Croft, pese a que adopta el modelo dinámico de actos identitarios, según el cual el individuo crea para sí los patrones de su conducta lingüística de manera que se asemejen a los de los grupos con los cuales desea identificarse, o bien se diferencien de aquellos de los grupos de que desean distinguirse (Le Page y Tabouret-Keller, 1985: 181; traducción nuestra). Una visión de identidad esencialista y estática impide ver la ML como una estrategia discursiva anclada en el momento del habla, cuyos fines identitarios son más inmediatos y van de la mano de otros de tipo comunicativo. En este sentido, resulta más funcional un modelo de identidad dinámica, individual y situada, en la línea definida por Bucholtz y Hall, quienes consideran la identidad más un producto naciente que una fuente preestablecida de prácticas lingüísticas y semióticas, y por lo tanto, un fenómeno fundamentalmente social y cultural (Bucholtz y Hall, 2010, 19; traducción nuestra). ¿Cómo asociar este concepto de identidad a los fenómenos lingüísticos?

    Suscribir un concepto dinámico, situado y estratégico de identidad exige que pasemos de la descripción del sistema a la descripción del uso lingüístico, y, en tal medida, que replanteemos el concepto mismo de lengua dentro de los fenómenos de contacto. Un primer acercamiento en esta dirección nos lo ofrece Matras, quien sostiene que los resultados del contacto se comprenden mejor como una explotación de todos los elementos disponibles del repertorio del hablante bilingüe, que busca conciliar una exigencia comunicativa con una lealtad lingüística, entendida como la adecuada selección contextual de formas de dicho repertorio (Matras, 2009: 5). El concepto de repertorio como conjunto complejo de estructuras lingüísticas a disposición del hablante es clave para entender la dinámica de la conducta lingüística en situaciones de contacto. De acuerdo con este autor, los repertorios no se organizan como ‘lenguas’ o ‘sistemas lingüísticos’ sino que son más bien constructos metalingüísticos y etiquetas que los hablantes aprenden a utilizar para referirse a sus patrones de conducta lingüística como parte del proceso de socialización (Matras, 2009: 4). Esta nueva visión de los recursos de la mezcla explica la extensión de los espacios de uso de la ML en los niveles intracomunitario e intercomunitario, pero también por qué los procesos que entran en su constitución no son exclusivamente léxicos, como sostiene la visión tradicional (Muysken, 1979, 1981, 1986, 1997).

    LA MEDIA LENGUA: ENTRE EL ESPACIO DOMÉSTICO Y LA ESFERA COMUNITARIA

    El hecho de que la ML no fuera identificada antes de los años setenta no solo se debe a una falta de interés en el fenómeno de la mezcla lingüística, sino también a que era y sigue siendo un código utilizado preferentemente en la esfera doméstica. Se necesitaba una convivencia cercana en los hogares para poder descubrirla y discernirla de otros fenómenos de contacto como el préstamo léxico o la alternancia de códigos (Muysken, 1979; Gómez Rendón, 2008b: 17). No cabe duda de que el hogar es el espacio privilegiado de uso de la ML. Y lo es porque en él existe menos presión hacia la lealtad lingüística, especialmente fuerte en comunidades cohesionadas de tipo focalizado, como aquellas donde se habla esta lengua (véase antes). Esto significa que en el espacio doméstico los hablantes pueden mezclar con más frecuencia y creatividad los recursos de su repertorio bilingüe sin atentar contra la norma del castellano y del kichwa, ambas implantadas firmemente en la zona desde los años ochenta gracias a la educación hispana y a los programas de educación intercultural bilingüe.

    Sobre el origen doméstico de la ML los estudios recientes aportan datos importantes con relación a las variables de migración y sexo. Por ejemplo, Shappeck establece que no existe entre ambas una relación directa con respecto al mayor uso de préstamos castellanos, y señala que las mujeres no migrantes tienden a utilizar aún más préstamos que los hombres migrantes (Shappeck, 2011: 124). El papel desempeñado por la mujer en la creación y difusión de la ML en el espacio doméstico fue tratado en otro estudio (Gómez Rendón, 2008b: 56), y se ve corroborado por los resultados de nuevas investigaciones. En efecto, los últimos hablantes de ML en San Andrés de Pilaló y en Pijal son mujeres con un rango de edad entre 35 y 70 años (Müller, 2011: 67; Stewart, 2013). Asimismo, los resultados del sondeo sociolingüístico en las comunidades de Angla, Casco Valenzuela y El Topo sugieren que por cada hombre hay tres mujeres de entre 25 y 50 años que hablan ML, y son ellas quienes se sienten más cómodas hablando ML dentro o fuera de casa (Gómez Rendón y Cachimuel, 2012). El papel de la mujer en la difusión de la ML se ve fomentado porque ella no solo se encarga de las tareas domésticas, sino que también visita espacios dentro y fuera de la comunidad, como la escuela y el mercado. Aunque se precisan más estudios sociolingüísticos que confirmen el papel protagónico de la mujer, la evidencia disponible a la fecha sugiere que su papel en el cambio lingüístico dista de ser el de guardianas de las conductas lingüísticas tradicionales.

    Pero si la ML es un código exclusivamente doméstico, entonces cómo explicar su presencia en varias comunidades de la cuenca del San Pablo y su surgimiento reciente en otras de la misma zona. Debido a la escasez de datos diacrónicos para las variedades de ML reportadas en Cotopaxi e Imbabura, tanto las investigaciones de Muysken (1979, 1981, 1985, 1997) como las del autor (Gómez Rendón, 2001, 2006, 2008b) han explicado el desarrollo de la ML con base en los testimonios de sus propios hablantes. Sin embargo, al no existir estudios longitudinales, estos testimonios entran en el plano de las ideologías lingüísticas y es difícil cotejarlos con prácticas reales a través del tiempo.

    La presencia de la ML en las comunidades de la cuenca del lago San Pablo puede explicarse desde dos puntos de vista distintos, uno evolucionista y otro difusionista. La primera explicación sostiene que la ML surgió independientemente en cada una de las comunidades como una respuesta lingüística específica a un contacto intenso con el castellano. Esta explicación presupone la existencia y la posibilidad de numerosas variedades de ML, y en tal medida niega el carácter especial a esta variedad mixta. La segunda explicación afirma que la ML se difundió desbordando el espacio doméstico y desplegándose en las esferas intracomunitaria e intercomunitaria. Esta explicación supone un origen único —o al menos no replicable— de la ML y por lo tanto subraya el carácter particular de las condiciones sociohistóricas y los mecanismos lingüísticos que participaron en su creación. En general, mientras la explicación evolucionista asume procesos graduales, la difusionista asume un proceso abrupto. Desafortunadamente, los estudios realizados a la fecha son insuficientes para confirmar una de las dos explicaciones, pero adherirnos exclusivamente a ellas puede impedirnos entender la concurrencia de condicionamientos sociales y lingüísticos dentro de procesos más complejos.

    El primer mecanismo sociocultural para explicar una posible difusión intracomunitaria son las redes de parentesco, amistad y compadrazgo. Un estudio preliminar de redes realizado por el autor en las comunidades de la cuenca del lago San Pablo sugiere que las relaciones de compadrazgo sí influyen en el uso de la ML y, por lo tanto, en su difusión interfamiliar. Según los datos, un 15% de los compadres y un 12% de las comadres utilizan la ML como principal código de comunicación entre ellos. Sin embargo, en ambos casos predomina el uso del kichwa (48% y 42%) y el castellano (30% y 40%), y son las mujeres quienes utilizan más esta lengua que los hombres. También en las relaciones de amistad se utiliza la ML, pero son las mujeres quienes utilizan mucho más la variedad mixta (19%) para comunicarse entre ellas que los hombres (5%). Si consideramos que las comunidades de Angla, Casco Valenzuela y El Topo son vecinas y están unidas por una historia de relaciones laborales con la antigua hacienda (Gómez Rendón, 2008b), es fácil suponer que las redes de amistad y compadrazgo se extienden a nivel intercomunitario y funcionan como gatillos que disparan el uso de la lengua a nuevos espacios. La difusión intercomunitaria resulta entonces un escenario altamente probable, al menos entre comunidades vecinas (Jarrín, 2013: 48, 51). ¿Pero solo entre ellas? La explicación popular del origen de la ML en las tierras altas del lago San Pablo es la presencia de comerciantes de la comunidad de Pijal (véase antes), ubicada en las tierras bajas, cerca de la vía que conecta los principales centros hispanohablantes de la sierra (Gómez Rendón, 2008b: 57).

    Aunque no disponemos de datos específicos con respecto a las relaciones laborales y comerciales como factor de difusión de la ML en la zona de San Pablo, varios estudios han demostrado que dichas relaciones son un factor decisivo en la difusión de variedades mixtas. Por ejemplo, Matras menciona los casos del jenisch y el lekoudesch, criptolectos mixtos hablados en el suroeste de Alemania (Matras, 2009: 291-292). El jenisch se formó hacia el siglo XVII, a través de una red de familias de origen judío y gitano que viajaban por la región ofreciendo servicios itinerantes. Por su parte, el lekoudesch se consolidó mediante una red formada por comerciantes de ganado de origen judío que utilizaban esta lengua en los mercados como código secreto y la difundieron entre los granjeros no judíos que contrataban para llevar ganado a los mercados en viajes que duraban varias jornadas (Matras, 2009: 293).

    Para comprender mejor el uso de la ML en los espacios intracomunitario e intercomunitario y captar la dinámica de las relaciones sociales resulta insuficiente el concepto de ‘comunidad de habla’ tal como se utiliza tradicionalmente en la sociolingüística. En nuestra opinión, el concepto de ‘comunidades de práctica’ suple esta insuficiencia. Wenger define una comunidad de práctica como un grupo de personas que participan de manera continua en una o más actividades que persiguen un fin determinado. Durante la realización mancomunada de estas actividades por parte de sus miembros, una comunidad de práctica va desarrollando protocolos, perspectivas y valores, así como un sentido de posición con respecto a otras comunidades (Wenger, 1998: 10). Desde esta perspectiva, una comunidad lingüística se construye paulatinamente y se va distinguiendo de otras por unos propósitos comunicativos, una pertenencia étnica y geográfica, y un conjunto de valores ideológicos asociados con conductas lingüísticas esperadas. El trabajo emprendido por Jarrín es un primer paso para aplicar el modelo de comunidades de práctica en relación con la ML, el kichwa y el castellano en la zona del lago San Pablo (Jarrín, 2013). Esta autora demuestra que las comunidades de Angla, Casco Valenzuela y El Topo construyen el uso de las tres variedades de manera dinámica, según criterios de eficacia comunicativa, posicionamiento identitario estratégico y cooperación conversacional, en distintos espacios sociales que incluyen el hogar, la asamblea, la escuela, entre otros. De esta forma, los hablantes crean comunidades de práctica siempre en continua movilidad. A ello se debe que el concepto de ‘mezcla’ en estas comunidades abarque, tanto en la ideología (discurso metalingüístico) como en la práctica (conductas lingüísticas), mecanismos variados que no corresponden necesariamente a los que la teoría del contacto asigna a las lenguas mixtas, pues incluye no solo préstamos léxicos, sino también gramaticales, alternancias de código y calcos sintácticos.

    LA MEDIA LENGUA: ¿PARTICIÓN PERFECTA ENTRE LÉXICO Y GRAMÁTICA?

    Nacido en la criollística, el concepto de relexificación fue considerado desde un principio el principal mecanismo en la creación de la ML (Muysken, 1979). La relexificación consiste en el reemplazo de la sustancia fónica de un lexema por aquella de su equivalente en la lengua lexificadora, conservando el componente semántico original del lexema modificado. El proceso se distingue del préstamo léxico en la medida que este no reemplaza la sustancia fónica de un lexema sino que añade uno nuevo, con sus componentes fónico y semántico. Adicionalmente, la relexificación se distingue del préstamo léxico porque supone un cambio abrupto y no un proceso gradual. La relexificación como principal proceso de la mezcla que constituye la ML se ha consignado sin discusión en todas las publicaciones subsiguientes (Muysken, 1981, 1985, 1997; Gómez Rendón, 2001, 2006, 2008b) y en libros de texto que abordan los mecanismos y los resultados del contacto (véase, por ejemplo, Winford, 2003: 181-182; Matras, 2009: 292, 298). Como criterio, la relexificación entraña una concepción bipartita de la lengua según la cual es posible, desde todo punto de vista, trazar una divisoria entre léxico y gramática, separación que excluye posibles influencias entre uno y otro componentes. Sin embargo, los datos disponibles no corroboran esta partición.

    En este punto es necesario precisar la distinción que hace Muysken entre relexificación y translexificación. La primera se define como la incorporación de la sustancia fónica —pero no del significado— de los lexemas de una lengua lexificadora en una lengua matriz; la segunda, por su parte, consiste en la incorporación de los lexemas tanto en su sustancia fónica como en su contenido semántico, con lo cual no se distinguiría de un préstamo léxico común y corriente. El siguiente ejemplo ilustra esta distinción:

    (Gómez Rendón, 2008: 90).

    En este ejemplo, el primer lexema proviene de la relexificación del verbo castellano ‘sentar’, del cual ha tomado la sustancia fónica —acomodándola al patrón vocálico kichwa— pero no su significado original, al que ha sustituido por aquel del lexema correspondiente kichwa tiya-‘estar, haber’. Por el contrario, el lexema ‘libro’ es un préstamo léxico que ha sido integrado no solo en su forma sino también en su contenido.

    La observación más importante con relación a lo dicho hasta aquí es que si bien existen mecanismos adicionales como la translexificación, la reduplicación, el congelamiento y la regularización de formas verbales irregulares (Muysken, 1985, 1997), el peso otorgado tradicionalmente a los procesos de cambio léxico —en particular, a la relexificación— es mucho mayor que el dado a los cambios estructurales. De estos, sin embargo, existe suficiente evidencia en la bibliografía sobre ML. Por ejemplo, se reporta morfología flexiva castellana en la ML de Cañar (2) y en la de Imbabura (3):

    (Muysken, 1985: 421).

    (Gómez Rendón, 2008: 90).

    Por otro lado, se menciona la presencia frecuente de calcos sintácticos castellanos en la ML de Imbabura. Compárense al respecto (4) y (5), donde el primero es un calco morfosintáctico del castellano, a diferencia del segundo, que observa las reglas morfosintácticas propias del kichwa, pese a que en ambos se encuentran los mismos préstamos léxicos del castellano:

    (Gómez Rendón, 2008: 87-88).

    En la misma línea de cambios se describe la restructuración del paradigma pronominal con base en pronombres castellanos en la ML de Imbabura (6) y la incorporación de preposiciones castellanas en una matriz tipológica kichwa originariamente posposicional (7):

    (Gómez Rendón, 2008: 95).

    (Dikker, 2008: 149).

    Últimamente se propone incluso la creación de un determinante a partir del demostrativo castellano ese para la ML de Pijal; compárense al respecto los siguientes ejemplos en ML (8) y en el kichwa de Imbabura (9):

    (Stewart, 2011: 55-56).

    Todo esto significa que la partición léxico-gramática, definitoria de una lengua mixta bilingüe como la ML, requiere un replanteamiento, más todavía si consideramos tres evidencias adicionales. La primera es que existe una influencia directa entre la presencia de raíces relexificadas del castellano y el orden sintáctico de esta lengua (SVO), que ocurre en un rango muy amplio (14%-61%) y está estrechamente asociado con factores discursivos (Gómez Rendón, 2008: 78). La segunda es que el proceso que Muysken llamó translexificación —y que en esencia no se distingue de un préstamo léxico corriente— ocupa un papel más importante que la propia relexificación (Gómez Rendón, 2008: 35). Otorgar un papel mayor a la translexificación, sin embargo, significa devolver el papel protagónico al préstamo léxico corriente y quitar a la ML su estatus privilegiado con respecto a otros fenómenos de contacto. En términos similares se pronuncia Shappeck tras evaluar el papel de la relexificación en el kichwa y la ML de Salcedo. Este autor sostiene que más importante que el reemplazo léxico en la constitución de ambas variedades es la adición de léxico nuevo o adlexificación, unas veces a través de dobletes, otras a través de préstamos léxicos culturales. De hecho, un buen número de vocabulario translexificado puede considerarse más bien adlexificado, como es el caso de libru en el primer ejemplo, préstamo léxico cultural sin equivalente original en kichwa. Así, la conclusión de Shappeck es que la única característica que distingue la Media Lengua de otras variedades de contacto en la sierra central del Ecuador es la cantidad de préstamos castellanos en conjunto y no el tipo de procesos que habrían sido empleados por los kichwahablantes durante su génesis (Shappeck, 2011: II; la traducción es nuestra). Por último, la tercera es que un estudio reciente sobre un corpus de ML registra un porcentaje medio de raíces relexificadas (59%) junto a una presencia no despreciable de formas congeladas (10%) y, lo que es más importante, una alta frecuencia de alternancias de código (23%) (Gómez Rendón, 2013). Considere el lector a manera de ejemplo el siguiente extracto del corpus analizado, donde se identifican las raíces relexificadas en cursiva y las alternancias de código entre corchetes:

    …sentajun, [kilowatio hora] CS1 dizeshca [número o no, consumo de mes] CS2 sentajun yarin, [en esquinita de la factura] CS3 ese esquinapi numerota apuntashpa, jilapi apuntashpa [así para abajo] CS4 man [así para abajo] CS5 man, cada hojahuan, tres mes o cuatro mesta puntalla cogishpa, jilapi apuntashpa así, terrenopi cashpaca así, papelpica así sentajun, así, aquipi [mes de consumo] CS6, aquipi valor, entonce este numerata, estemi [consumo de mes, cada mes] CS7 consumishcata cobrajun, [ya este mes] CS8mantami, [este mes] CS9 numerotami papelpi apuntana canguichi, [por ejemplo mes de noviembre cuánto, mes de diciembre cuanto, enero cuanto, febrero cuanto] CS10 diaimanta comparana canguichi cuatro numerota, si jalajushca cashpa puntalla mescunaca menos canga, poquitolla canga, [ya vuelta] CS11, este nu merocunaca [los últimos] CS12 alto canga. Sí, así controlarinllamari.

    Casos de alternancias de código ML-castellano se han reportado desde los primeros estudios hasta los más recientes (Muysken, 1981: 53; Stewart, 2011: 62). Shappeck, por ejemplo, otorga a la alternancia de códigos la misma importancia de otros mecanismos, como el préstamo léxico, el préstamo gramatical y la convergencia, siguiendo el modelo de habla sincrética de Hill y Hill (1986), caracterizada por el uso estratégico y dinámico de material lingüístico producido en la interacción bilingüe cotidiana (Shappeck, 2011: 65). Auer fue el primero en sostener que las lenguas o lectos mixtos pueden surgir cuando la alternancia de códigos se vuelve regular y predictiva y se convierte en un rasgo del sistema (Auer, 1999). Otros, por el contrario, afirman que las alternancias de código casi nunca tienen la misma predictibilidad que encontramos en la partición léxico-gramática de las lenguas mixtas, por lo cual no es posible que expliquen su origen (Bakker y Muysken, 1995; Backus, 2003). Aun así, para la ML de San Pablo (Imbabura), nuestro análisis del corpus disponible encontró que las alternancias de código correspondían casi a la cuarta parte de este (23%), mientras que las formas congeladas representaban un 10% (Gómez Rendón, 2013). Confirmación adicional de la importancia de este mecanismo en la constitución de las lenguas mixtas proviene del estudio de McConvell y Meekins (2005) sobre el gurundji kriol. Estos autores proporcionan pruebas empíricas de tipo diacrónico, según las cuales el gurundji kriol hablado en la actualidad empezó a formarse mediante una cristalización paulatina de los patrones de alternancia de código, proceso que empezó desde los años setenta y se dio paralelamente a un desplazamiento del gurundji. Es posible asumir un desarrollo semejante para la ML, aunque en tal caso su cristalización no ha significado un desplazamiento total del kichwa.

    La variedad de mecanismos presentes en la mezcla que caracteriza a la ML hace que una partición léxico-gramática como criterio definitorio sea insostenible. Es necesaria una reformulación del prototipo estructural de las lenguas mixtas bilingües. En este sentido, Matras sugiere que la clave de una lengua mixta está en la interacción entre retención y desplazamiento y en un compromiso entre los recursos de la predicación y los recursos del vocabulario (Matras, 2009: 304). Aunque esta distinción sirve para definir más precisamente la partición de la mixtura y explica, entre otras cosas, por qué ninguna lengua mixta presenta una mezcla en el nivel de la flexión verbal finita, deja inexplicados tres mecanismos —calcos sintácticos, alternancias de código y préstamos congelados— cuya interrelación y desarrollo son claves para explicar el origen de la ML. Necesitamos un modelo teórico que explique su origen dinámico en la interacción verbal y su paulatina transición hacia la estructura.

    LA MEDIA LENGUA VISTA DESDE LA GRAMÁTICA EMERGENTE Y LA GRAMÁTICA DE LAS CONSTRUCCIONES

    En su ya clásico artículo Emergent Grammar (1987), Hopper propone el desarrollo de una gramática basada en el uso y coloca los cimientos de una gramática del discurso y la interacción. De acuerdo con él, la gramática es un fenómeno social que se desarrolla en tiempo real, donde la estructura siempre queda diferida, en un proceso continuo que jamás alcanza su total cristalización. De allí proviene su cualidad de ‘emergente’, que hace que toda gramática no sea un conjunto de reglas y formatos sino de formas que se negocian en la interacción cara a cara de maneras que reflejan la experiencia de los hablantes individuales con dichas formas, su evaluación del contexto y de sus interlocutores, cuyas experiencias y evaluaciones pueden ser muy diferentes (Hopper, 1987: 142). En este marco, la tarea del lingüista será estudiar todo el rango de repetición en el discurso a fin de buscar aquellas regularidades que parecen prometedoras como subsistemas incipientes.⁵

    Las implicaciones de la gramática emergente para el estudio de las lenguas mixtas en general y de la ML en particular son profundas, y atañen no solo a la teoría sino también a la forma en que se ha estudiado hasta la fecha este fenómeno. En primer lugar, la gramática emergente ubica el origen de la mezcla no en una fusión impersonal de sistemas lingüísticos, sino en la interacción cara a cara de hablantes bilingües que procesan su repertorio combinando elementos de manera creativa, a fin de ser comunicativamente eficaces y posicionarse en el contexto del discurso. La mezcla se comprende así, en primer lugar, como un proceso de creación en el habla situada de la interacción bilingüe. Solo cuando el procesamiento va adquiriendo una regularidad algorítmica en la solución de problemas comunicativos en contextos determinados empiezan a gestarse subsistemas incipientes, esto es, configuraciones regulares de elementos lingüísticos tan variados como morfemas, palabras, frases, locuciones u oraciones. De esta forma se supera la separación tradicional de léxico y gramática, que ha demostrado ser insuficiente para explicar los mecanismos de la mezcla en el caso de la ML. En segundo lugar, puesto que una regularidad solo puede ser identificada a posteriori en el discurso, su surgimiento se determina exclusivamente en términos cuantitativos, es decir, a partir de la frecuencia con que aparece en el discurso (por ejemplo, cuán a menudo ocurre una alternancia, un calco o un préstamo en las interacciones verbales). Por lo tanto, se requiere un corpus de interacciones verbales en el cual medir la aparición de elementos lingüísticos específicos. El corolario es que un avance en el estudio de la ML —y, por extensión, en el del resto de lenguas mixtas— se dará solo cuando conjuguemos un análisis cualitativo con uno de naturaleza cuantitativa, basado en el uso de un corpus de habla en diferentes contextos comunicativos. Solo de esta manera podremos rastrear en el discurso los principios que modelan las prácticas gramaticales: la frecuencia; las colocaciones o configuraciones fraseológicas; la estructura de turnos; las secuencias de turnos; la unidireccionalidad; la construcción a través de la interacción; y la materialización pública de una acción (Fox, 2007).

    Al no disponer de datos diacrónicos que permitan estudiar el desarrollo de una lengua mixta, el análisis cuantitativo de un corpus nos permite rastrear configuraciones de elementos lingüísticos que son más o menos estables, dependiendo de factores como el nivel de bilingüismo, la temática del intercambio, el contexto de uso, el tipo de interlocutor, etc. A través de un corpus, podemos simular de manera sincrónica un estudio longitudinal a partir del cual inferir el desarrollo diacrónico de dichas configuraciones. Por ejemplo, un estudio preliminar del corpus de la ML de Imbabura identificó la presencia de tres tipos de configuraciones básicas dispuestas en una gradiente de regularidad (alternancias de código > calcos sintácticos castellanos > préstamos congelados) según su frecuencia de uso (23% > 15% > 10%) (Gómez Rendón, 2013). Esta gradiente sugiere que las alternancias de código pueden convertirse en préstamos congelados, y que una forma de hacerlo es a través del calco de estructuras sintácticas castellanas. A su vez, los préstamos congelados pueden gramaticalizarse como formas adverbiales (áunu < ‘aún no’, con el significado de ‘todavía’ en oraciones negativas) y pronominales (ámi < ‘a mí’, pronominal de objeto de primera persona singular) o lexicalizarse en raíces verbales (núway- < ‘no hay’, con el significado de ‘faltar’ o ‘estar ausente’) y nominales (xifidigrupu < ‘jefe de grupo’, con el significado de ‘líder’).

    Como uno de los principios que modelan las prácticas gramaticales son las colocaciones o unidades fraseológicas (cf. antes), la gramática de las construcciones nos ofrece un marco sólido para su estudio, partiendo de las siguientes premisas: 1) las formas lingüísticas pueden ser cualquier combinación de elementos morfológicos, sintácticos, léxicos o prosódicos; 2) cada combinación se conjuga con un significado para formar una ‘construcción’; 3) el significado se establece no solo a través de la semántica de los elementos constituyentes, sino también a través del uso de una construcción en un contexto comunicativo y dentro de una secuencia de enunciados; y 4) toda construcción es capaz de configurar regularidades de forma y significado (véase Croft, 2013).

    El estudio de la ML basado en la gramática de las construcciones deberá buscar, por lo tanto, no solo regularidades en un corpus, sino también la manera en que dichas regularidades acoplan formas lingüísticas con significados establecidos mediante el uso y la interacción. Desde esta perspectiva, en la composición de la mezcla es preciso analizar no solo la frecuencia del léxico de origen castellano, sino también la forma como dicho léxico se ha combinado en patrones (sintácticos) de elementos (léxicos y/o morfológicos), siguiendo criterios fonotácticos segmentales (fonológicos) y suprasegmentales (prosódicos), y como dicha combinación se ha asociado en el uso (anclaje pragmático) y en el habla (anclaje discursivo) con un significado no compositivo que va más allá de la suma de sus elementos.

    Un breve análisis de la tripleta de formas pronominales miyu-, yu- y ami- es ilustrativo al respecto. Mientras el origen de las formas miyu- y yu- es la asimilación del pronombre posesivo ‘mío’ y el pronombre personal ‘yo’, respectivamente, ami proviene del congelamiento de la frase preposicional castellana ‘a mí’ (Gómez Rendón, 2005). El punto de partida de la asimilación y el congelamiento de estas formas pronominales está en la amplia frecuencia que presentan en castellano al ser de carácter gramatical. Esta misma frecuencia hace esperar su recurrencia en alternancias de código. Las tres formas pronominales, sin embargo, no ocurren de manera uniforme y su uso depende del hablante (véase, por ejemplo, Gómez Rendón, 2008b: 71). Aun así, un conteo general del corpus permite formular la gradiente de formas pronominales ami- < yu- < miu-, de la menos a la más frecuente. Esto sugiere que la tercera de las construcciones gramaticales incipientes estaría consolidándose como la forma pronominal establecida en esta variedad. De acuerdo con Muysken, la ML de Cotopaxi presenta solamente la forma ami (Muysken, 1985; 1997). Esto se podría explicar si, al momento de su registro, esta variedad hubiera cristalizado el uso de formas pronominales en una sola alternativa, excluyendo la presencia de dobletes o tripletas producto de la adlexificación en etapas anteriores de su desarrollo. Sin embargo, Shappeck consigna para la ML de Salcedo el doblete de pronombres personales miu y yo y señala que la adlexificación en el sistema pronominal no es anómala si se la compara con otras áreas del léxico del kichwa de Salcedo (Shappeck, 2011: 94). Mi interpretación de estas afirmaciones aparentemente contradictorias es que en la ML de Cotopaxi las raíces pronominales miu y yo habrían sido utilizadas solo en la formación de pronombres personales, en tanto que ami habría entrado exclusivamente en la formación del pronominal de objeto de primera persona. En cualquier caso, los datos demuestran que la mezcla se entiende mejor como un proceso paulatino de reorientación léxica, utilizando el término de Matras (2009: 322), en el cual varias construcciones alternativas compiten en el discurso para decantarse por una preferida.

    Un proceso de creación y fijación de construcciones como esta, sin embargo, tiene que ser comprendido integralmente, para lo cual se requiere observarlo en el acoplamiento de forma y significado. En el caso de la forma no marcada miu en la ML de Imbabura, se ha operado una reformulación morfosintáctica, a partir de la cual el pronombre personal ‘mío’ pasa de ser una forma libre a un morfema ligado que sirve de raíz para la construcción de todo el paradigma pronominal de primera persona singular (miu-ka ‘yo’, miu-ta ‘me’, miu-man ‘a mí’, miu-mánta ‘de mí, por mí’, miu-wan ‘conmigo’, etc.). En el proceso se opera además una asimilación a la fonotáctica del kichwa en los niveles segmental y suprasegmental, de suerte que la /o/ se convierte en /u/ y la raíz pierde el acento en construcciones polisilábicas como miu-mánta /miu.man.ta/ para concordar con el canon de acentuación grave del kichwa. Solo entonces, el nuevo vocablo está listo para anclarse pragmáticamente en el uso del habla situada y discursivamente en secuencias sintácticas reconocibles y significativas, con un contenido que no es el original (pronombre posesivo de primera persona singular) sino que ha sido resemantizado en una raíz pronominal con valor de primera persona singular, cuyas capacidades combinatorias son mucho más amplias que las del vocablo de origen.

    CONCLUSIÓN

    Con la importancia acrecentada de las lenguas mixtas en los estudios de contacto lingüístico, el interés en la ML ha cobrado ímpetu en los últimos años gracias a una serie de investigaciones lingüísticas y sociolingüísticas. Aun si algunos de estos estudios asumen los supuestos sobre la ML que se consagraron en la bibliografía de contacto desde finales de los años setenta y ochenta, son ellos mismos los que a través de nuevas pruebas empíricas nos llevan a interpelar el viejo enfoque desde tres perspectivas. La primera de ellas exige que veamos a la ML no como el producto de actos identitarios, pues no expresa una identidad aculturada y su origen no está asociado con ningún proceso etnogenético. La segunda perspectiva requiere que nos acerquemos a la ML como una estrategia comunicativa que supera el umbral doméstico y se propaga entre generaciones y en comunidades de práctica constituidas a través de redes sociales intercomunitarias de parentesco, amistad y compadrazgo. La tercera perspectiva reclama una concepción de la ML como repertorio de estrategias y mecanismos lingüísticos léxicos, gramaticales y fraseológicos que la acercan más a un registro que a un sistema lingüístico autónomo. En conjunto, las tres perspectivas posibilitan una interpretación más dinámica de la ML, que toma como punto de partida el acto comunicativo y la creatividad que despliegan los hablantes en el uso de su repertorio bilingüe. Para analizar estos actos y la creación de la mezcla en el habla propusimos mirar la ML desde la teoría de la gramática emergente y la gramática de las construcciones, convencidos como estamos de que su modelo puede reorientar nuestras pesquisas sobre la forma como la interacción verbal bilingüe puede llegar a cristalizar la dinámica y la fluidez del discurso en estructuras más o menos transitorias que son las que determinan la dirección del cambio lingüístico.

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