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La tragedia griega. La crisis financiera de Europa explicada de forma sencilla
La tragedia griega. La crisis financiera de Europa explicada de forma sencilla
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Libro electrónico135 páginas2 horas

La tragedia griega. La crisis financiera de Europa explicada de forma sencilla

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Al comienzo de la crisis griega, Manos, un exitoso hombre de negocios de mediana edad, pierde su empleo. Sin oportunidades de trabajo y seriamente endeudado, se retira a un pequeño pueblo costero cerca de Atenas a vivir en la que solía ser la casa de verano de su familia. Sentado en su balcón una mañana, mira al espléndido cielo azul y a las aguas cristalinas. Se pregunta por qué se siente desesperado en un entorno tan bello. Por qué su país, lleno de recursos y de gente preparada, está también desesperado. ¿Qué fue lo que hizo que Grecia se pusiera de rodillas? No le satisfacen las respuestas que recibe de los medios de comunicación. Al salir de su casa se encuentra con varias personas, entre las que se encuentran un panadero, un cura y un banquero británico jubilado, todos ellos con su propia versión.

Basado en una historia real, este libro relata un día en la vida de Manos para tratar de arrojar luz sobre la vida en la Grecia de la crisis y para aclarar las verdaderas razones de la deuda griega. De manera simple, explica la estructura del sistema financiero actual y la integración europea. Finalmente, desvela lo que realmente causó la crisis, primero en Grecia y más tarde en Europa. ¿Puede sobrevivir Grecia a la crisis? ¿Hay una solución para Europa?

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento11 ago 2015
ISBN9781507110898
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    La tragedia griega. La crisis financiera de Europa explicada de forma sencilla - Angelos Ioannis

    ¡Mi venganza es fraternidad! ¡No más fronteras! ¡El Rin para todos! ¡Seamos la misma república, seamos los Estados Unidos de Europa, seamos la federación continental, seamos libertad europea, seamos paz universal! Y ahora estrechémonos la mano, porque nos hemos rendido servicio mutuo: vosotros me habéis liberado de mi emperador y yo os he liberado del vuestro.

    Victor Hugo, 1 de marzo de 1871.

    Tabla de contenidos

    Tabla de contenidos..........................................5

    Agradecimientos................................................7

    Introducción.......................................................9

    De la riqueza a la pobreza.............................13

    Sacar partido de la deuda................................22

    Los años de bonanza.........................................34

    El desequilibrio sistemático del capitalismo   40

    El euro y la crisis...............................................60

    La cultura y la crisis.......................................74

    El interés y la riba...........................................82

    En búsqueda de recursos............................101

    El sueño..............................................................109

    El camino a seguir............................................112

    Localizar en lugar de globalizar...................133

    Referencias....................................................138

    Agradecimientos

    Me gustaría expresar mi agradecimiento a Peter Paul van Bekkum por darme la idea de escribir este libro en la Feria del Libro de Frankfurt, en 2013, y por haberme apoyado hasta que se publicó. Quiero darle las gracias a Chris Zomer, por su valiosa contribución en el proceso de edición del manuscrito. Le debo esta gran portada a Abraham Corona, que fue lo suficientemente paciente para aguantar todas mis propuestas de cambio. También me gustaría darle las gracias a Ana Hernández Blázquez por la traducción de este libro al español.

    Gracias especialmente a Manos, que compartió esta historia única conmigo y me dio permiso para publicarla.

    Finalmente, me gustaría darle las gracias al poder de la inspiración, ese ente omnipresente que me ha honrado con su presencia, que ha guiado mi mano y ha tirado de mi bolígrafo mientras escribía este libro.

    Introducción

    ¿De qué sirve el paraíso, si la mente no puede participar en su eterna tranquilidad? ¿Y para qué sirve la riqueza, si no trae consigo la felicidad?

    Sus preguntas eran mucho más prácticas que espirituales: ¿cómo pagaría el montón de facturas de la luz?, ¿podría deshacerse de las deudas de su tarjeta de crédito y volver a activar lo que un día fue su principal medio de pago? Encendió un cigarro en el balcón y miró al frente, al sol naciente. El cielo estaba claro de nuevo y los rayos de sol bailaban en el mar. La naturaleza despertaba en calma, creando un paraíso para sus habitantes, siempre preocupados. ¿Cómo podía ser partícipe de esa paz? Por su mente sólo pasaban preguntas existenciales, pero no respuestas, y a ratos se quedaba hipnotizado con el olor a humo.

    No, no quería volver adentro. Una pila de sobres sellados se acumulaba sobre la mesa de la cocina. ¿Para qué abrirlos? Sólo iban a hacer que se sintiese triste, furioso y desdichado. Era mejor que permaneciesen cerrados; de todas formas, ya no tenía dinero para pagar facturas.

    Al ir a coger el mechero de su bolsillo, sus dedos se toparon con una moneda de cincuenta céntimos. Era el cambio que le habían dado en el estanco y el único dinero que poseía en ese momento.

    ¿Volvería a ser económicamente autosuficiente en algún momento? La pregunta también valía para su país. Por un momento sonrió. Imposible, pensó. ¿Cómo podían creer que el país volvería a levantarse después de haber sido doblegado? Casi la mitad de las tiendas de Atenas había cerrado, las actividades del sector de la construcción se habían detenido por completo y la mayoría de los jóvenes griegos cualificados ya había cogido un billete sin retorno hacia el norte de Europa. ¿Quién lideraría el crecimiento en Grecia? Sólo soñaban y, quizá, se podía decir lo mismo de él. A lo mejor sólo estaba soñando con volver a llevar una vida normal.

    Su mente viajó diez años atrás, al 2004. En aquel momento su hijo tenía ocho años y él trabajaba en el sector privado de las telecomunicaciones, como representante de ventas corporativo de un proveedor mediano. Con un sueldo neto medio mensual de 1.500 euros, además de las comisiones y del apoyo económico que suponía el salario de su esposa, era capaz de aportar el dinero suficiente para los gastos diarios de su familia, así como para la educación de su hijo.

    Pero ahora todo esto se había acabado. Ya llevaba sin trabajo un año, viviendo solo con su perro, tratando de soportar el frío del invierno y el de sus sentimientos. Tan sólo un par de meses después de que perdiera su empleo, las discusiones con su mujer se hicieron cada vez más frecuentes, lo que les llevó a separarse. En menos de un año se vio endeudado, sin trabajo y fuera de su hogar. Cuando se fue de Atenas, encontró refugio en la que solía ser su casa de verano en Loutraki, un pequeño pueblo costero cerca de la capital. Tuvo que acostumbrarse a una vida solitaria, sin ingresos regulares, en un país con un clima maravilloso, pero sin oportunidades.

    Delante de él, el sol pintaba el cielo y llenaba de colores la tierra. ¿Sería capaz de dejar este paisaje tan vivo y aceptar un puesto de obrero en países grises y nublados como Alemania o Reino Unido?

    Una ola de rabia y frustración le recorrió el cuerpo. Le estaban echando de su propio país. Ya le habían echado de su trabajo, de su familia y de su casa. Le habían bloqueado las tarjetas de crédito, habían vaciado su cuenta bancaria y le habían robado la cartera y el futuro. A ellos sólo les importaban su dinero, su cartera y su futuro. Pero, ¿quién se preocupaba por Grecia? Formaban parte de un juego de poderes en el que, día tras día, gaseaban el cielo azul y llevaban al mundo hacia una nueva era, una nueva etapa de esclavitud y de globalización; un mundo de dinero electrónico, de vigilancia y cámaras, de obediencia o desempleo, un lugar en el que uno podía existir como parte del sistema o no existir en absoluto. Habían empezado por Grecia y su intención era continuar con el resto del planeta.

    Apretó el puño. Se sentía como un soldado en la primera línea de una batalla universal. No querían Grecia, querían el mundo. Una red blanca formada por las estelas de gas de unos aviones obstruyó el despejado cielo de la mañana. Allí estaban de nuevo, gaseando el cielo sobre su cabeza... Y allí abajo estaba él, con cincuenta céntimos en su bolsillo. ¿Era este el destino del mundo?

    De la riqueza a la pobreza

    Estimada señora, estimado señor:

    Mi nombre es Manos. He recibido recientemente un recordatorio del vencimiento de mi cuenta. Teniendo en cuenta mi incapacidad financiera para pagar esta factura, me gustaría explicar un poco mi situación.

    A mis 52 años, puedo decir que he vivido un pasado espléndido y que, en este momento, estoy afrontando un futuro sin esperanzas. La crisis financiera de Grecia me ha provocado una crisis personal. Tras 30 años de duro trabajo para construir mi vida, he presenciado el colapso de mi país, de mi familia y el mío propio. Primero me quedé en paro y después me divorcié. La crisis de mi país ha traído consigo otra para mí. Tengo un hijo que pronto terminará el instituto, pero no tengo dinero para financiar sus estudios, como mi padre hizo conmigo y su padre con él. El futuro se me ha escapado de las manos. No he sido siempre pobre: solía ser rico, solía valer para algo.

    Estrujé el papel y lo dejé en la mesa. ¿Quién podría estar interesado en leer eso? A nadie le apetece leer una carta depresiva, simplemente para entristecerse o sentir pena por mí. ¿Quién podría estar interesado en ayudarme en mi desesperación posponiendo el vencimiento de un pago o dándome un crédito sin una fecha exacta de devolución? Hasta el momento me había servido de la buena voluntad de mis amigos y de mis familiares: tan sólo un puñado de personas seguía respondiendo a mis llamadas de teléfono y la razón era obvia. Todo el mundo evita la negatividad y nadie estaría interesado en leer esa nota, especialmente si la persona en cuestión fuese uno de mis numerosos acreedores. No tenía ningún sentido mandarle esa carta a nadie.

    Sentado en el balcón, podía observar el mar justo enfrente de mí, pero no podía tocarlo. Aunque tan cerca, parecía estar muy lejos. En esas aguas me había bañado con mis amigos, mi familia y mis compañeros, pero ahora estaba allí solo, como un mero observador, sin hacer nada. Los recuerdos de mi pasado todavía se mantenían vívidos. Antes llevaba una vida normal; no siempre estuve desempleado, ni desesperado. Mi vida solía ser espléndida: solía tener dinero, mucho dinero, y disfrutaba con ello. Pero, sobre todo, solía amar y ser amado.

    Mi mente viajó en el tiempo hasta mi último año de instituto, cuando conocí a Kathy. Ya estaba preparado para ir a la universidad y mis padres me habían allanado el camino. Mi madre me había animado a estudiar en el extranjero, ya que, en Grecia, las universidades británicas estaban mejor valoradas que las del propio país. Así que hice la solicitud y me aceptaron en la City University de Londres.

    Algunos meses antes de recibir la carta de admisión, conocí a Kathy mientras visitaba a mi padre en el hospital en el que trabajaba. Yo ya tenía planes para quedar con mis amigos justo después, pero tuve que quedarme en la sala de espera porque él todavía estaba ocupado atendiendo una emergencia. Y allí, enfrente de mí, estaba Kathy. Era joven, con el pelo rizado y largo, y su piel oscura brillaba como si estuviese hecha de seda fina. Era tímida, miraba al suelo tratando de esconder su incomodidad por estar sentada en silencio en la sala de espera conmigo. Yo estaba leyendo una revista, intentando mirarla sin que se diera cuenta. Pero por supuesto que se la dio. Me sonrió y, rápidamente, miró hacia otro lado. ¿También le gustaba yo a ella? Después de un rato, decidí romper el hielo:

    —Hola, me llamo Manos. ¿Tienes a algún familiar en la sala de emergencias?

    Pareció aliviada, como si hubiera estado esperando a que le empezase a hablar. Me sentí más relajado de repente.

    —Oh... No, ¡gracias por preocuparte! —respondió en un tono grave—. En realidad estoy

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