Para los judíos “el día de Jehová” se refería al juicio en el que Dios castigaría a las naciones paganas a favor de su pueblo. Para quienes aceptamos que Joel se escribe en la fecha temprana (incluso así lo afirma la tradicióin judía), él fue el primero en apropiar la frase también para el juicio del pueblo de Dios.

La destrucción, hambre, llanto, tristeza, dolor, pérdida, muerte, que viene es una especie de juicio final anticipado. Por eso, este capítulo conduce a un clamor a Dios por el juicio, no solo por lo que el juicio produce. Es la gran diferencia entre el perdón por el pecado y el evitar sus consecuencias. Generalmente no se busca un arrepentimiento por quebrantar la relación con Dios como la consecuencia principal del pecado. El clamor es por las consecuencias funcionales o prácticas del pecado. El pueblo ya está separado de Dios. Lo que está por acontecer solo es un reflejo de su condición de desolación.

Un juicio universal, próximo, del cual nadie puede escapar y nadie tiene la capacidad de soportar. Un juicio de esta índole es inevitable e insoportable: ¿Quién lo podrá resistir? Dios en su soberanía ha permitido que suceda todo esto. El no aceptar su juicio es no reconocerlo como Dios.