La iglesia primitiva estaba conformada por sirvientes y esclavos. Generalmente atendían labores domésticas, mientras que otros se dedicaban a la producción agrícola o a trabajar algún oficio. Algunos, después de mucho tiempo y dependiendo de la confianza y su dedicación, ocupaban puestos de confianza como mayordomos y maestros. Los esclavos o siervos representaban la fuerza laboral. Aunque en la actualidad la esclavitud está abolida, contextualizando el pasaje, se referiría a cualquier empleado o trabajador de cualquier ámbito.

El amo del creyente es el Señor y el beneficiado es la autoridad terrenal y el mismo creyente, el hacer las cosas para El Señor es hacerlas con excelencia. El creyente ya tiene la mayor recompensa, es algo que nos debería satisfacer y conducir a obedecer más allá de una aprobación humana. 

El comportamiento del creyente demanda una ética elevada y un comportamiento ejemplar. Así demostrarán que son llenos del Espíritu (Efesios 5:18), imitadores de Dios (Efesios 5:1), y que están andando de una manera digna de la vocación cristiana (Efesios 4:1).