Pablo nos ha exhortado a que el creyente demuestra que es diferente a los no creyentes por su comportamiento, y el mandato del sometimiento no es la excepción. La sumisión es la actitud de subordinarse a otros en vez se elevarse sobre ellos, consiste en desplazar el ego, la soberbia, y la necedad con respecto a las preferencias. La sumisión, al ser en el temor de Dios entendemos que la sumisión es un producto de la reverencia a Cristo y es la consecuencia del Espíritu Santo obrar en nuestras vidas. La sumisión mutua será la expresión del amor fraternal y el temor a Dios, esto llevará a la unidad de la iglesia y facilitara el funcionamiento de todos los miembros en el ejercicio de sus dones. Incluso podemos decir que la obediencia a Dios y la sumisión mutua es la prueba de andar en Cristo y de ser llenos del Espíritu.

La unidad en armonía a la que aspiramos es imposible sin la sumisión, y la sumisión será imposible si el Espíritu Santo no gobierna nuestra vida. Esta es la razón por la cual la rebeldía es algo serio.

La sumisión en el matrimonio nos revela la relación entre Cristo como cabeza de la iglesia y la iglesia como su cuerpo. La iglesia cumple su propósito con la relación con Cristo. Cristo le da sentido a la iglesia y la iglesia revela quien es Dios en esa relación. La relación conyugal le da propósito y sentido tanto al hombre como a la mujer.

Cómo pastor, no le pediré que se someta a mí; Cómo esposo, no le pediré a mi esposa que se someta a mí; Cómo padre, no le pediré a mi hijo que se someta a mí. Por medio del gobierno del Espíritu Santo en mi vida, actuaré como alguien digno de sometimiento. EL compromiso de cada uno de nosotros además de someternos es que Dios nos haga dignos de sometimiento.