Explora más de 1,5 millones de audiolibros y libros electrónicos gratis durante días

Al terminar tu prueba, sigue disfrutando por $11.99 al mes. Cancela cuando quieras.

Mosca vas a morir
Mosca vas a morir
Mosca vas a morir
Libro electrónico77 páginas56 minutos

Mosca vas a morir

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer vista previa

Información de este libro electrónico

26 relatos breves, muy breves, en los que aparecen y reaparecen personajes (incluido el narrador) y peripecias mínimas. En esa apariencia de simplicidad se esconden sutilezas, desde el asunto que se cuenta hasta el modo de contarlo. Es posible imaginar al lector con una leve sonrisa y luego necesitando volver sobre lo leído.
IdiomaEspañol
EditorialA capela
Fecha de lanzamiento20 ago 2024
ISBN9789878907192
Mosca vas a morir

Autores relacionados

Relacionado con Mosca vas a morir

Libros electrónicos relacionados

Relatos cortos para usted

Ver más

Categorías relacionadas

Comentarios para Mosca vas a morir

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Mosca vas a morir - Pablo Barral

    Pablo Barral

    Mosca vas a morir

    Mosca vas a morir

    Pablo Barral, 2024

    1a edición por este sello, 2024

    ISBN: 978-987-8907-19-2

    La imagen de tapa fue generada con inteligencia artificial

    Villa Los Aromos

    www.edicionesacapela.wordpress.com

    edicionesacapela@gmail.com

    Licencia de Creative Commons

    Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional.


    Barral, Pablo

    Mosca vas a morir / Pablo Barral. - 1a ed. - Villa Los Aromos : Ediciones A capela, 2024.

    Libro digital, EPUB

    Archivo digital: descarga

    ISBN: 978-987-8907-19-2

    1. Cuentos. Título.

    CDD A863


    A mis hijos Ángeles y Francisco

    Mosca vas a morir

    Ahora la señora no tiene casi nada que me guste. Antes siempre había alguna barrita de chocolate empezada. Y se podía sacar un cachito más y no se notaba. Ahora lo único que encuentro a veces es algún licorcito. O fruta seca. A veces le saco un huevo, por llevarme algo nomás. Pero muy de vez en cuando, porque casi siempre lo pienso y me digo no, mejor un huevo no. Porque tiene que ser algo para picar ahí. Nada más. Pero no hay gran cosa ahora. Cereales integrales, legumbres o verduras. Ningún salamín empezado y raramente fiambre. Ni tampoco maní salado, que eso sí ella come, pero no sé, me parece que lo escondió.

    Nosotros, los inquilinos precarios, los caseros, el personal doméstico, todos nosotros estamos normalmente bajo sospecha. ¿No te habrás llevado sin darte cuenta el colador verde? De manera que tenemos nuestra diaria venganza hormiga. Todos los días una pequeñez inadvertida. (Y ahora esta mosca que zumba constantemente mientras escribo. Y a la que le prometo una muerte aplastante y reventada. Vas a morir, mosca, te lo prometo, se lo digo en voz bien alta como para que escuche, parado en medio de la cocina con el matamoscas en la mano, con la determinación de un samurai. Te está persiguiendo la muerte, mosca. Vas a morir)..

    Cada tanto llegan los bolsones con verdura. Esta vez vinieron también cajones de morrones, bolsas de zanahorias y otras cosas que no están en el bolsón y que la gente elige aparte. Generalmente van pasando durante el día a buscar lo que encargaron y se van llevando todo. A veces quedan dos o tres para el día siguiente. Si ando por afuera, puede ser que yo reconozca a alguno que viene a retirar y que a su vez alguien me reconozca a mí, entonces en ese caso nos acercamos y nos saludamos. Siempre que no esté la señora, porque si bien ella no me lo dice, se nota que le fastidia un poco que yo ande por ahí cuando hay gente. Creo que es porque no combino estéticamente con la galería y la disposición de los bolsones, que realmente está muy bien pensado, muy bien exhibido todo. Yo no me doy cuenta y a veces ando en panza y supongo que a ella no le gusta. Algunos puede ser que me confundan con el marido, pero el marido, Artemio, ya hace un tiempo que se fue, es uno que andaba con unos banderines por el cerro Ceferino enviando mensajes.

    Cuando ella tiene que salir, a veces me pide a mí que entregue algún maple de huevos, o si no directamente le dice a la persona que pase a la galería y que se lleve el maple porque ya está pago y no es necesario que esté yo. Pero igual me avisa, no sé por qué, supuestamente para que yo sepa que va a entrar gente y que puede ser gente conocida o desconocida. Igual a mí me gusta saludar a la gente, caminar hasta el portón, hacerla pasar, ser cordial, etcétera. La mayoría del tiempo estoy metido acá atrás escribiendo o sin escribir, que también es escribir, pero eso no quiere decir que no me guste cruzarme con gente. Me pregunto qué sabrán de mí. Y también, para qué negarlo, a veces busco encontrarme con alguna persona que haya leído mi libro y me quiera hacer algún comentario.

    Mientras uno escribe es una persona libre. Lo mejor que tiene escribir es la libertad. La libertad de inventar cosas, la libertad de pensar cualquier cosa, sobre todo la libertad de evadirse de este feo mundo y también la libertad de evadirse de uno mismo. La libertad de encarnar cualquier pensamiento o actitud sin pensar si está bien o está mal. Los lectores perdonan a los escritores. Les perdonan casi todo. Hasta que escriban mal. Menos que repitan lo que sucede en el mundo. Que la escritura sea una repetición de lo que pasa en el mundo.

    Un día de viento

    Viento caliente, como un fantasma gigante con una enorme sábana invisible que sobrevuela

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1