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Edipo gay: Heteronormatividad y psicoanálisis
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Libro electrónico262 páginas4 horas

Edipo gay: Heteronormatividad y psicoanálisis

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Este libro surge de la convicción, seguramente polémica, de que el psicoanálisis hegemónico, tal como se lo practica, se lleva mal con las sexualidades que no responden a la normatividad heterosexual. Por supuesto que hay muchos modos de diferir con la norma heterosexual, y cada uno requiere un tratamiento particular, aquí se centra en algunos aspe
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 jun 2024
ISBN9786078789771
Edipo gay: Heteronormatividad y psicoanálisis

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    Edipo gay - Jorge N Reitter

    Prólogo a la edición mexicana

    Tuve en mis manos un ejemplar de Edipo gay hace un par de años. Fue un libro que me pareció necesario e, incluso, urgente. Había llegado el momento de preguntarnos, desde el interior del psicoanálisis, si la teoría que habíamos estudiado y la práctica que estábamos sosteniendo era heteronormativa. En ese momento, me encontraba ya sacudida por varias críticas al psicoanálisis de autores como Michel Foucault, David Halperin, Monique Wittig, Judith Butler, Jonathan Ned Katz, Arnold Davidson, Leo Bersani, Didier Eribon, etcétera. Sin embargo, todos esos autores tenían como desventaja el que se podía decir de ellos pero no sabe porque nunca se ha analizado, no sabe porque no practica el psicoanálisis. Ahora, el texto de Reitter era una crítica de alguien que sí estaba dentro del psicoanálisis, había vivido en carne propia un análisis personal, había discutido con colegas, había leído la bibliografía psicoanalítica y sostenía una práctica clínica desde hacía varios años.

    Reitter señala algunos aspectos en la obra de Freud y de Lacan, así como de otros psicoanalistas, en dónde se puede encontrar claramente ese sesgo heteronormativo, especialmente alrededor de las elaboraciones del Complejo de Edipo y de la castración. El libro hace visible que a lo largo de la historia del psicoanálisis hay una tendencia a la psicopatologización de la homosexualidad. Por ejemplo, cuando la intentan explicar con frases como renegación de la castración, no querer saber de la diferencia sexual, los homosexuales fijados a la madre, incesante huida de la mujer, detención en el desarrollo psicosexual hasta el muy desafortunado diagnóstico de perversión (más asociado desde el origen de la palabra a juicios morales y descalificaciones personales, y cuyo significado en el diccionario remite a alguien depravado, malvado, capaz de hacer daño, etcétera) en donde se tendió a meter a la homosexualidad.

    Hay otro aspecto muy importante que el libro Edipo gay destaca y que resulta fundamental que el analista pueda escuchar: el hecho de que el analizante que se identifica como gay vive en una sociedad heteropatriarcal, está inserto en un mundo donde la heterosexualidad es lo normal y lo que se da por hecho. Por lo tanto, la experiencia gay implica dos situaciones muy particulares: la injuria y el clóset. El analista tiene que saber que eso no es un fantasma del analizante.

    Respecto de lo gay mi impresión es que el psicoanálisis suele situarse en una de dos posiciones (¡a veces el mismo analista sostiene las dos!): o la homosexualidad es una patología, o no es tema. Y aunque estoy de acuerdo que gay u homosexual no son categorías del psicoanálisis, considero que hay una especificidad de la experiencia gay, y que un psicoanalista hará mejor en tenerla en cuenta a la hora de escuchar a una persona homosexual. Por experiencia gay me refiero a aquella por la que alguien pasa por el sólo hecho de ser gay, independientemente de toda otra consideración subjetiva. Las dos manifestaciones mayores de esa experiencia son la injuria y el closet, con la contrapartida de la compleja y muchas veces precaria salida del closet.¹

    Así surge la pregunta: ¿de qué manera ese imperativo de heteronormatividad, ese imperativo de ideales de roles de género y de preferencia sexual afectan a la subjetividad y desencadenan una variedad de malestares? Entonces, también, ¿qué formas de violencia desde la casa, la calle, el trabajo, etcétera, experimentan los que no se identifican a su sexo biológico, los que no pertenecen a la privilegiada heterosexualidad? Reitter dice:

    Quiero que entiendan en alguna medida lo que es estar sujeto permanentemente a la posibilidad, o a veces a la efectividad, de la hostilidad homofóbica. Quiero transmitir como eso, que no es subjetivo, determina permanentemente la subjetividad, lo que se puede hacer y lo que no, lo que se puede decir y lo que no, el precio que hay que pagar por hacerlo o por no hacerlo, cómo es imposible desligar esa subjetividad de los efectos de esos dispositivos, y de sus posibles resistencias.²

    En esta edición ampliada que ahora aparece en México, encontramos un capítulo inédito que se llama Hacia un psicoanálisis postheteronormativo. En él, Reitter nos ofrece unos recortes clínicos que le permiten enfatizar en el hecho de que él no propone deshacernos del Edipo, sino que realiza una mirada más crítica al mismo y, sobre todo, deja de utilizar al Edipo para calibrar lo bueno, lo malo, lo normal y lo patológico.

    Ser gay (o lesbiana, o queer, o trans) no supone estar fuera de lo edípico porque nadie se constituye por fuera del campo del deseo del Otro. Y los tiempos fundantes dejan en cualquier subjetividad marcas indelebles, que tienen una fuerza que no es equiparable a ninguna otra. Distinto es cuando se establecen, como se establecieron en la historia del psicoanálisis, las buenas y las malas formas de atravesar el Edipo. Allí, creo yo, está el problema y no en la noción misma de complejo de Edipo.³

    El autor visibiliza que en la historia del psicoanálisis se ha utilizado la teoría del Edipo como un regulador de la normalidad de cuerpos y deseos y, nos permite así, tomar distancia de esa concepción.

    Es preciso que el psicoanálisis no se quede cerrado en la teorización de la sexualidad que ha hecho hasta ahora. El psicoanálisis puede abrirse a la escucha de la diversidad de sexualidades disidentes, acoger las críticas que le han hecho algunos feminismos, los Gay & Lesbian Studies y la Teoría queer. No se trata solamente de adquirir más conceptos ni tampoco únicamente de escuchar nuevos discursos, pues, no es un ejercicio académico o intelectual. Se trata, además, de realmente poder estar más advertido de lo que viven todos aquellos que no eligen una vida heteronormativa. Quizá eso posibilite que el analista esté más sensible de lo que ha implicado un activismo que ha luchado por modificar las relaciones de poder y de mejorar las condiciones de vida para mucha gente que ha tendido a ser menospreciada, silenciada, violentada y hasta asesinada por su sexo, por su identidad sexual o por su preferencia sexual. Reitter nos invita a que podamos reconsiderar en nuestra escucha que no todo lo que un analizante padece es por vivenciar infantil, su fantasma, su goce, sus repeticiones, transferencias o demás determinismos inconscientes, sino que también es verdad que ciertas subjetividades se han visto muy afectadas por las violencias a las que han sido expuestas de manera sistemática en nuestra cultura heteropatriarcal.

    Es necesario que el psicoanálisis cambie, que esté más cerca de una erótica o de una erotología que de una sciencia sexualis. Este libro nos invita también a abrir la escucha a partir de cuestionar algunos conceptos (no de derrumbarlos) como el Edipo, el falo, la castración.

    Reitter concibe la posibilidad de un psicoanálisis no heteronormativo y yo me sumo. El análisis personal, lejos de ser el espacio que reproduzca formas de violencia ante lo que no responde a los ideales heteronormados y patriarcales, puede ser un lugar de resistencia y de cuestionamiento frente a esos poderes predominantes. Concuerdo con lo que propone el autor: el análisis como un espacio que ayude a mejorar las posibilidades de vida de quienes no responden a la heterosexualidad obligatoria.

    El psicoanálisis tiene la posibilidad entonces de ser un espacio donde cada quien pueda cuestionar su deseo sin que en el horizonte de la cura, y por prejuicios del analista, se asome una preconcepción del analista de lo que debe ser, de aquello con lo que se debe identificar o lo que debe alcanzar.

    ELENA BRAVO CENICEROS,

    AGOSTO DE 2022

    ¹ Infra p. 27.

    ² Infra pp. 102-103.

    ³ Infra p. 126.

    Prólogo

    La homofobia en el clóset

    El 1° de diciembre de 1921 Ernst Jones comenta, en una de las circulares del Comité Secreto, que los holandeses le consultaron sobre la conveniencia de aceptar como miembro de la sociedad psicoanalítica a un doctor conocido manifiestamente como homosexual.⁴ Jones se los desaconseja, y plantea a los restantes miembros del Comité la pregunta si la exclusión de los homosexuales de la formación analítica debiera ser la norma general para la Asociación Psicoanalítica Internacional. Freud y Rank opinan que no, la decisión en tales casos debería basarse en una valoración individual de las cualidades de la persona.⁵ Para gran decepción mía, la postura de Ferenczi (él, que antes de su encuentro con el psicoanálisis había defendido valientemente los derechos de los uranistas ante la Asociación Médica de Budapest) es que por el momento sería mejor rechazar por principio a todos los homosexuales manifiestos; generalmente, son demasiado anormales.⁶ Finalmente triunfa la postura de negar a los homosexuales la posibilidad de la formación psicoanalítica, sin que Freud se haya opuesto a esta decisión con la firmeza con la que defendió el análisis profano.

    Esta postura rigió en la I.P.A. por más de cincuenta años, pero nunca fue escrita. En los Estados Unidos, y a partir de la lucha del movimiento de misma liberación gay, las cosas fueron cambiando. En Francia, Jacques Lacan fue, en el plano clínico e institucional, el primero que rompió radicalmente con la persecución de los homosexuales en la I.P.A., los analizó sin intentar curarlos de su homosexualidad y jamás les impidió convertirse en analistas si lo deseaban. Según Elisabeth Roudinesco, cuando en 1964 fundó la École freudienne de Paris aceptó el principio de su integración como didactas (Roudinesco, 1998, 497). Sin embargo, en el plano teórico jamás dejó de ubicar la homosexualidad del lado de la perversión.

    No tengo la impresión que esta liberalidad en lo fáctico de Lacan se haya trasladado a las instituciones lacanianas. Recuerdo por ejemplo que en mis años de estudiante en la Facultad de Psicología de la UBA (una facultad que en ese clima post-dictadura vivía una euforia lacaniana) se planteaba la pregunta de si un homosexual, un perverso según Lacan, podía ser psicoanalista. De eso hace varios años, pero hace unos días nomás me contaban que Jorge Alemán preguntaba, en un seminario, en qué sociedad psicoanalítica los miembros que eran gays podían serlo abiertamente.

    En un capítulo de este libro comento que cuando los militantes del Frente de Liberación Gay luchaban con la Asociación Americana de Psiquiatría para retirar la homosexualidad del DSM plantearon la propuesta: "dejen de hablar de nosotros, hablen con nosotros". Ya eso intentaba desestabilizar las relaciones de poder: no nos traten como objetos, somos sujetos. Pero esto corría el riesgo de establecer que estaban los psiquiatras por un lado, los gays por otro; cuando obviamente eran muchos los psiquiatras que además eran gays (en ese contexto, muy en el clóset). En el congreso que define la eliminación de la homosexualidad como patología se busca, como medida política, que hable un psiquiatra que además sea gay, para evitar que el campo de la psiquiatría (para el caso el campo científico) se constituyera como heterosexual. Dudo que esa deconstrucción se haya producido aún en nuestras instituciones psicoanalíticas.

    A lo largo de los capítulos incurro en algunas reiteraciones que me hubiese gustado evitar. Pero en el proceso de edición tomé conciencia de que una buena parte de lo que planteo se basa en cosas no escritas. De hecho la bibliografía psicoanalítica sobre la homosexualidad, o si preferimos, sobre la gaycidad, es, en los últimos decenios, casi inexistente. Me tuve que valer, en una medida importante, de cosas que escucho (o que me comentan que alguien escuchó) en un seminario, un grupo de estudio (pero siempre como una acotación al margen, algo dicho como entre paréntesis), en frases dichas en los pasillos de un congreso, en intervenciones en los análisis que me llegan a partir de segundos análisis, o en consultas que me hacen a partir de la lectura de algún texto mío, o algún video que está en la web.⁷ No puedo dejar de evocar aquí las cosas dichas pero jamás escritas que Freud escucha de tres de sus maestros acerca de la etiología sexual de la histeria. Las reiteraciones que no pude evitar, entendí entonces, no se deben sólo a mis limitaciones, sino también a lo muy limitado del material escrito sobre el tema. ¿Qué pasa con la relación del psicoanálisis con la homosexualidad que no se escribe, no se puede escribir, o se puede nombrar solo en los márgenes? Parece ser que la epistemología del clóset (Kosofsky Sedgwick) rigiera las relaciones del psicoanálisis con la gaycidad en las últimas décadas.⁸ A lo largo estas páginas intento desentrañar, en las diversas teorizaciones del psicoanálisis, algunas de las razones de esa dificultad, que ha afectado y sigue afectando negativamente la vida de muchas personas.

    El orden de los capítulos de la primera parte es cronológico. La primera versión del primer capítulo es del año 2013, la del último del 2017. Algunas ideas se repiten inevitablemente porque busco obstinadamente respuestas a una misma pregunta: ¿se pueden encontrar maneras menos heteronormativas de plantear la relación del complejo de Edipo con el complejo de castración (como pretendo demostrar en este libro, los dispositivos heteronormativos por excelencia del psicoanálisis)? Creo que a medida que avanzan los capítulos mis ideas ganan en precisión, aunque aún quede un largo camino por transitar. La segunda parte reúne una miscelánea de artículos cortos de temas diversos, pero siempre relacionados con el tema central. Por último, a modo de bonus track, hay una conversación con Manuel Murillo y Pablo Tajman en la que siento que logré expresar con claridad mis ideas, con el plus de frescura que da el diálogo con otros.

    La producción teórica en psicoanálisis no suele surgir de la ciencia pura y desinteresada (si es que alguna ciencia lo es): incluye al sujeto y su deseo. Este libro es el recorrido, el producto y el testimonio de un sostenido e intenso trabajo subjetivo (y un doloroso duelo) para resolver cuestiones que ningún psicoanálisis pudo resolver. Por ello, si bien la mayor parte de lo que dice es transferible a otras formas de la diversidad sexual, está especialmente centrado en la cuestión gay.

    ⁴ Gerhard Wittenberger y Christian Tögel (editores), Las circulares del Comité Secreto 1921, Editorial Síntesis, Madrid, 2002, p. 204.

    Ibid., p. 201.

    Ibid., p. 213.

    ⁷ Desde que empecé a difundir las ideas de este libro, unas cuantas personas gays de distintos lugares me consultaron con dudas en relación a la postura de sus psicoanalistas. Sospechaban una presión heteronormativa en sus análisis, pero por efecto de la transferencia no se resolvían a creerlo. Debo decir que la mayor parte de las veces la sospecha estaba plenamente justificada.

    ⁸ Antes de Stonewall abunda la bibliografía psicoanalítica sobre la homosexualidad pensada como patología.

    Prólogo a la segunda edición

    Esta segunda edición de Edipo gay llega a menos de un año de que se publicara el libro. Nada mal para un texto de psicoanálisis en tiempos de crisis editorial. Más allá de la previsible alegría que esto me provoca, creo que, independientemente de sus méritos o defectos, es indicio de que un libro sobre este tema hacía falta.

    La novedad más importante que trae esta segunda edición es un epílogo que recoge algunos efectos que trajo la publicación del libro y que, en mi opinión, a la vez resignifican y ratifican lo más esencial de lo que propongo en estas páginas. Hice, además, algunas pequeñas correcciones y agregados en el texto.

    Si yo hubiese elegido libremente, en el sentido de la libertad abstracta y no condicionada con la que sueña el yo, habría querido escribir un libro destinado a convertirse en un clásico, un libro duradero. Pero, como en toda elección que realmente merezca ese nombre, en cierto sentido yo no elegía. Si logra su cometido, Edipo gay está destinado a desaparecer, como la cinta magnética que se autodestruía en cinco segundos de una serie que alegró mi infancia. Lo mejor que le puede suceder es dejar de ser necesario. Idealmente, lo duradero sería su efecto, no su sustancia. Lamentablemente la historia indica que las posibilidades de que eso suceda son bastante azarosas.

    Después de terminar de escribir el libro, o en el proceso de escritura, y principalmente gracias a la lectura de Rita Segato, tomé conciencia de la colonialidad de los modos de producción del saber. Mis interlocutores en el libro son casi exclusivamente del Norte. Puedo decir en mi descarga que mi padre era europeo, y uno muy formado en la hermosa cultura de Europa del este, y que mi madre, si bien había nacido en Buenos Aires, habló inglés antes que castellano. Quiero decir que la influencia de la cultura europea me llega por doble vía, cultural-colonial, pero también libidinoso-familiar. Uno de los efectos de la publicación fue encontrarme con voces que venían haciendo planteamientos afines a los míos acá, a la vuelta de la esquina.⁹ Que yo las desconociera no sólo habla de mis limitaciones personales, sino de lo cerrado del medio psicoanalítico lacaniano. Clausura que a mi modo de ver está muy relacionada con el lastre heteronormativo que afecta al psicoanálisis. En futuros libros espero, como el personaje de un poema de Borges, encontrarme más con mi destino sudamericano.

    Si bien hubo quienes consideraron que el libro es sumamente clínico, hubo también quienes sintieron que no son claras sus consecuencias clínicas. Es que, parafraseando a Lacan, podría decir que el libro se ocupa de una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las sexualidades disidentes. ¿Por qué una cuestión preliminar? Lo pienso como la tarea de despejar lastres heteronormativos para preparar el campo a la operación analítica. En el libro insisto en visualizar una especificidad de la experiencia gay, pero también insisto en señalar que lo que determina esa especificidad no es subjetivo, sino político. ¿Hay una especificidad de la clínica LGTTBI? Sí y no. El lugar que cada sujeto ocupa en las relaciones de poder determina en gran medida su subjetividad. En un imaginario mundo no heteronormativo, ese mundo donde Edipo gay ya no sería necesario, sería sin duda distinta la subjetividad de las personas LGTTBI. En ese mundo la experiencia gay¸ por ejemplo, no estaría determinada por la injuria y el clóset. Pero seguramente las formas de sociabilidad y el modo de las relaciones sexo-afectivas del colectivo mantendrían alguna especificidad, no homologable al modo en que se establecen en la heterosexualidad ¿Subsistiría la heterosexualidad, tal como la conocemos, en ese mundo imaginario? Preguntas imposibles de responder. Pero en este mundo, bien real y aún muy patriarcal, una vez visualizado, hasta donde ello sea posible, el régimen heteronormativo, resta, creo yo, entender que el modo de sociabilidad, de relaciones sexo-afectivas y la problemática con la identidad se plantean con cierta especificidad para quienes no responden a la sexualidad hegemónica. Entiendo que mi libro provee algunos elementos para llevar adelante esa tarea, si bien se ocupa de la injuria y del clóset y no de los modos de sociabilidad. Añoro un libro sobre ese tema escrito desde una perspectiva psicoanalítica. Pero no tengo la impresión que estas especificidades hagan de la clínica de personas LGTTBI esencialmente otra clínica. Como todo el mundo, las personas LGTTBI tienen miedos, problemas con el goce, dificultades con lo que desean, postergan los actos, se enredan en las trampas del amor, se melancolizan y tratan de esquivar sus verdaderas responsabilidades. Finalmente se trata también de inhibición, síntoma y angustia.

    BUENOS AIRES, JUNIO DE 2019

    ⁹ En particular descubrí una afinidad con mi modo de pensar y enseñanzas novedosas en la producción de Facundo Blestcher. De haber estado ya más descolonializado (o de haber sido el medio en que me muevo más abierto a la pluralidad del pensamiento) algunos de sus textos estarían seguramente en la bibliografía.

    I

    HETERONORMATIVIDAD Y PSICOANÁLISIS

    Edipo gay

    El silencio mismo, las cosas que se declina decir, o que está prohibido nombrar, la discreción requerida entre diferentes interlocutores, es menos el límite absoluto del discurso, el otro lado del cual está separado por un límite estricto, que un elemento que funciona a lo largo de las cosas dichas, con ellas y en relación a ellas en el marco de estrategias globales.

    MICHEL FOUCAULT, La voluntad de saber

    Closetedness itself is a performance initiated as such by the speech act of a silence.

    EVE KOSOFSKY-SEDGWICK, The epistemology of the closet

    Y por mucho que se haya admitido en estos últimos años que no hay naturaleza, que todo es cultura, sigue habiendo en el seno

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