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El erotismo infinito
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El erotismo infinito
Libro electrónico268 páginas3 horas

El erotismo infinito

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"En este libro, Ezequiel López Peralta nos lleva a un viaje para descubrir qué es el erotismo, cómo se manifiesta, cómo y por qué lo inhibimos,
cómo desbloquearlo, cómo enriquecerlo, cómo seducirnos y seducir a otra persona para poner nuestras potencialidades eróticas en función del bienestar erótico, sexual y afectivo personal y mutuo. El autor desarrolla las relaciones que el erotismo tiene con la sexualidad y la sensualidad y explica a profundidad todos los conceptos relacionados a él. Es un texto escrito con unlenguaje sencillo, salpicado de buen humor, apto tanto para las personas que no conocen mucho sobre el tema, como para aquellas que lo conocen y desean enriquecerlo".
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 mar 2023
ISBN9786287642690
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    El erotismo infinito - Ezequiel Lopez Peralta

    Uno. Si rendimos, existimos: nuestros antieróticos mandatos sociales.

    Cuando observamos las libertades que existen hoy en día, corremos el riesgo de pensar que el erotismo es un tema resuelto. ¿Algunos ejemplos? Apertura al tema en los medios de comunicación; la divulgación de la sexología y la aparición en escena de los profesionales sexólogos; las conductas sexuales de los adolescentes; el avance de las llamadas minorías sexuales; eventos cada vez más explícitos dedicados al erotismo (como museos, ferias, festivales). Sin embargo, más allá de que no son tan comunes los niveles de represión sexual de algunas décadas atrás, nos encontramos con mandatos sociales que son igualmente dañinos y perturban el natural disfrute del erotismo. De nada sirve liberarnos de emociones antieróticas como la vergüenza y la culpa, si a cambio tenemos el mandato de cumplir con un rol sexual masculino o femenino que se nos impone (aunque sea de manera implícita y sutil).

    Vamos a revisar algunas creencias que de manera persistente aparecen en el imaginario erótico occidental. Hacernos conscientes de ellas y comenzar a pensar alternativas será el primer paso de nuestra ingeniería erótica.

    El erotismo se desarrolla a través de la genitalidad. Parece que el sexo equivale al contacto entre los genitales. Con suerte, el resto de los componentes de esta maravilla que es la sexualidad humana se incorporan relativamente a los guiones eróticos pero siempre y cuando contribuyan a la preparación para el coito. Por eso hablamos de una cultura coitocéntrica que deja fuera de juego dos metros cuadrados de piel, los cinco sentidos, los rituales de preparación del ambiente, un gran caudal de fantasías y la creatividad al servicio del placer.

    La finalidad del encuentro erótico es el orgasmo. El sexo (o mejor dicho, el coito en lenguaje occidental) es pensado como una carrera hacia el orgasmo. Todo apunta hacia el mismo lugar, y no puede concebirse de ninguna forma la idea de penetración sin orgasmo: es incompleto, o inexistente quizás. El orgasmo cierra el círculo de la… ¿satisfacción? mecánica para darnos tranquilidad y sentir que nos desempeñamos como se debe. El orgasmo es también el director de orquesta que marca el timing del encuentro: cuántas veces habremos escuchado contar la cantidad de relaciones sexuales usando como criterio la cantidad de orgasmos.

    El erotismo es como un reloj que debe funcionar a la perfección. En esta línea tenemos al menos dos elementos que explican no solamente cómo funciona la sexualidad en occidente, sino también por qué tantas veces no funciona.

    En primer lugar el concepto de sexo como algo mecánico, estructurado y previamente estipulado. Como un libreto del cual los actores no pueden ni deben desviarse. Y el secreto de la plenitud sexual consiste, visto de esta manera, en encontrar los mecanismos y puntos mágicos que disparan con precisión las diferentes manifestaciones de la respuesta sexual.

    En segundo lugar se ve claramente la exigencia que se expresa en el debe funcionar a la perfección. Los genitales deben responder de acuerdo a lo que se espera de ellos. No importan las circunstancias, los deseos, la química ni las personas. Y si alguna vez no funcionan, es difícil que podamos tener una mirada humanizada de nuestro supuesto fracaso y comprender qué es lo que pasó. Ni hablar de llegar a pensar que lo ocurrido era esperable y hasta saludable. ¿Cuántas veces por ejemplo en un episodio de falta de erección podemos encontrar un signo de una masculinidad más madura? ¿O en un episodio de ausencia de orgasmo femenino la señal de que ese tipo de erotismo no seduce a esa mujer?

    La satisfacción sexual se mide por el rendimiento sexual. El concepto de satisfacción sexual está siendo en la actualidad discutido y revisado en reuniones científicas de expertos, por ser considerado de gran importancia en las intervenciones clínicas y educacionales. Sin embargo, la idea que predomina es pensar la satisfacción de acuerdo al rendimiento genital: rigidez o duración de la erección, intensidad y cantidad de los orgasmos, facilidad de recuperación, control eyaculatorio. Quien consiga esta espectacular respuesta podrá considerarse una persona afortunada. Y quien no la consiga…

    Dos. Sexo, genitalidad, ¿erotismo?

    De las creencias que examinamos más arriba se desprende la confusión entre sexo, genitalidad y erotismo. Es más, resulta notoria la reducción del erotismo a sus aspectos más instintivos y biológicos. La mayoría de las preguntas que llegan a mi correo electrónico y espacios en redes sociales se enfocan precisamente en la genitalidad: ¿Es importante el tamaño del pene para que la mujer goce? ¿Cómo hago para recuperarme más rápido entre un acto sexual y otro? ¿Me diría de qué manera estimular el punto G? ¿Es necesario que sea multiorgásmica, o está bien si tengo un único orgasmo? ¿Qué técnicas me puede recomendar para tener un acto sexual más prolongado? ¿Hay alguna manera de darme cuenta si una mujer está teniendo un orgasmo? ¿Cuál es la frecuencia normal de relaciones sexuales en una pareja estable? La lista sigue, tan solo estoy ilustrando la cuestión con algunos ejemplos. Todos nos indican la tendencia a vivir la sexualidad por medio de la genitalidad. Se trata de dar y recibir placer utilizando como vehículo estímulos circunscriptos a las zonas erógenas más conocidas y con las técnicas más convencionales.

    Pero el erotismo es mucho más amplio. De hecho me queda la sensación de que esta manera de pensar el erotismo es como tener una Ferrari para dar una vuelta en el barrio los fines de semana. Estamos desaprovechando las inagotables posibilidades que nuestros cinco sentidos y nuestras fantasías eróticas nos permiten. La ingeniería erótica implica entonces abrir nuestro cuerpo y nuestra mente a nuevas experiencias, que no tienen por qué ser necesariamente acrobáticas, súper transgresoras ni espectaculares. Se trata simplemente de identificar y sacar ventajas de pequeñas sensaciones que, en su conjunto, nos pueden llevar a placeres intensos.

    Recordemos entonces: el erotismo no es sinónimo de pornografía. El erotismo es el arte de sugerir, de provocar, de disfrutar, de combinar estímulos como si fueran ingredientes de cocina. El erotismo es un juego que requiere de cierta curiosidad crónica y espíritu aventurero: conducirnos por un camino que quizás sea distinto al que recorrimos antes. Deja que las cosas sucedan, y si tienes buena imaginación, lo que sucederá será el erotismo.

    Dice Carlos Di Césare, un amigo erotólogo de nacimiento y creador de un restaurante afrodisíaco en Buenos Aires: el sexo es prosa, el erotismo en cambio es poesía. Y repito la frase que escribí en la introducción de esta obra: el sexo es limitado, el erotismo infinito. Si la sexualidad es básicamente un ámbito de descarga de un impulso biológico; si el goce pasa por caminos de placer casi fotocopiados; si no encontramos la singularidad de cada persona con la que compartimos esos momentos de placer y nuestro criterio de selección es de muy amplio espectro… quizás no valga la pena avanzar en esta lectura. La actitud erótica en cambio es la de un gourmet que disfruta del aroma de la comida, del sonido del vino que se zambulle en la copa, de la preparación de la mesa, de saborear cada bocado. Está en nosotros decidir si queremos ser solamente sexuales o incorporar más y más la dimensión erótica a nuestra experiencia de vida.

    Tres. Una píldora azul por aquí por favor…

    La búsqueda de una poción o píldora mágica para resolver el problema de la disfunción eréctil o potenciar al máximo el rendimiento sexual tanto del hombre como de la mujer ha existido prácticamente desde que el hombre es hombre. Desde extrañas recetas, pócimas mágicas, penes de perro disecados, polvo de testículo de bovino, cuernos de rinoceronte, plantas extravagantes y, todo lo que al lector se le pueda ocurrir, se ofrecieron como afrodisíacos efectivos para lograr el resultado soñado.

    Actualmente estamos viviendo una nueva revolución sexual disparada por la aparición en escena de, en primer lugar, el Sildenafil (Viagra es su nombre comercial y como se lo conoce en todo el mundo) cuyo lanzamiento en el año 1998 surge como la salvación de millones de hombres y sus respectivas parejas. En los años siguientes aparecen en escena otras alternativas farmacológicas. La Apomorfina sublingual (Uprima) con bastante menos eficacia y efectos secundarios absolutamente incómodos (como náuseas y vómitos), de hecho hace tiempo se retiró del mercado. El Tadalafilo (Cialis) que tiene como ventaja comparativa su tiempo de acción en una ventana de aproximadamente 36 horas. Además su nueva versión de uso diario resulta bien interesante en la medida en que no afecta a la espontaneidad en el inicio del encuentro sexual, y es de alta eficacia cuando el paciente padece enfermedades crónicas que inhiben su respuesta sexual; el Vardenafilo (Levitra) presenta una eficacia similar y su acción es de mayor tiempo que el Sildenafil y menor tiempo que el Tadalafilo. Hace unos años se lanzó en varios países –incluso de América Latina- el primer fármaco para el tratamiento de la eyaculación precoz, la Dapoxetina (Priligy), que por cierto no ha tenido el impacto clínico que se esperaba. Pero esto no es todo: se vienen nuevas drogas para el tratamiento de la disfunción eréctil, y además se están investigando otros productos prometedores en lo referente a resolver el problema de la anorgasmia femenina y medicaciones que ayudarían a tratar el complejo problema del bajo deseo sexual en hombres y en mujeres.

    Independientemente de lo que hoy vemos que se va perfilando, seguramente no tenemos la menor idea de los adelantos tecnológicos que se pondrán al servicio de la práctica clínica en sexología y nos asombrarán en cuestión de muy poco tiempo.

    El interrogante que se nos impone es: ¿cómo hacemos un uso racional de estas alternativas terapéuticas sin tapar otros temas y problemas de fondo?

    La respuesta no es fácil. Por un lado considero un gran progreso científico poder tener la posibilidad de resolver con eficacia, rápidamente y de modo muy poco invasivo problemas que resultan tan difíciles y angustiantes para una persona. Las medicaciones son cada vez más efectivas, con menos efectos secundarios y más simples de utilizar, y no podemos negarnos a prescribirlas o derivar al médico especialista si la situación es la indicada. Es más, veo cada vez más en los pacientes que el hecho de sentirse más seguros por el apoyo de la medicación les permite relajarse, disfrutar del encuentro y ser más creativos eróticamente. Pero por otro lado, no tenemos que olvidarnos de que la medicación facilita la erección pero no resuelve otros factores psíquicos, de pareja o incluso de estimulación sexual que pueden en algunos casos estar más en lo profundo. Es más, la fascinación generada por lo rápido y lo sencillo, lleva al paciente a no preocuparse por indagar en su interior y descubrir algunas creencias que probablemente necesita revisar para resolver sus problemas de manera definitiva.

    Es responsabilidad de los médicos entonces no solamente indicar el medicamento, sino sugerir el abordaje psicológico de las cuestiones ligadas a la angustia, la autoestima, las exigencias y el estímulo sexual que se deben trabajar para solucionar sus problemas de base.

    Resumiendo, propongo un debate a fondo con respecto a la utilización de los recursos médicos y el tratamiento más sensato del tema en las diferentes instancias de la comunicación social (incluyendo los consultorios médicos y psicológicos).

    Cuatro. ¡No lo hagas! Cosas a evitar si queremos ser buenos amantes.

    Como señalaba recién, muchas veces (por desconocimiento o por elección) nuestro comportamiento refleja un erotismo muy limitado. Pero determinadas conductas son características de un antierotismo que puede sumergirnos en un estado de entropía erótica (o, para decirlo más sencillo, resultar empobrecedor y casi destructivo).

    Veamos entonces una lista de conductas y tendencias antieróticas que desde mi punto de vista es necesario superar, sobre todo si en nuestro haber acumulamos más de un comportamiento de los indicados.

    Exigirnos. El erotismo es placer, diversión, compartir, comunicarse. No es una carrera en la cual competimos para batir marcas. El erotismo es calidad, no necesariamente cantidad. La exigencia solamente lleva a perder capacidad para el placer y el mismo rendimiento sexual.

    Genitalizar. En occidente utilizamos muy poco de nuestro potencial erótico. En general estamos acostumbramos a focalizar nuestras conductas sexuales en torno a las zonas erógenas típicas y nos olvidamos de otras zonas sensibles en la piel y los cinco sentidos, a lo que podemos integrar la creatividad (el sexto sentido del erotismo).

    Apurarnos. La ansiedad es el enemigo número uno del placer. Apresurarnos, en general, tiene que ver con una mirada orgásmica del sexo, es decir el orgasmo como objetivo fundamental y único. Este modo de conducirnos sexualmente impide apreciar la riqueza característica del erotismo.

    Buscar puntos mágicos. La búsqueda de puntos mágicos, como por ejemplo el polémico Punto G, es una característica de nuestra cultura. Parece que quisiéramos saber cómo estimular determinada zona del cuerpo para provocar una respuesta efectiva, infalible y extremadamente placentera en el otro. Esta mirada mecánica del sexo solo lleva a buscar fórmulas que no existen y limitan la espontaneidad.

    Homologar. Todos somos diferentes, cada persona tiene su mapa erótico y la esencia del sexo tiene que ver con descubrir nuestra propia geografía erótica y la de nuestra pareja.

    Adivinar. En relación con lo anterior, la adivinación es uno de los enemigos principales del erotismo. Como cada persona es un ser único, constituye un error estimular al otro como nos gusta a nosotros o basándonos en esquemas/preconceptos universales. Por lo tanto comunicarnos (es decir observar reacciones, preguntar, escuchar) es lo que nos permite conocer esa singularidad.

    Comparar. No hay nada más deserotizante que sentirnos comparados en algún aspecto con amantes o parejas anteriores. A veces con la intención de lograr un cambio en la conducta sexual se llega a ese extremo: Ella tenía muchos orgasmos, Él se controlaba, Ella era activa y me buscaba, Él sí que me entendía. De esta manera es más probable que se promuevan emociones negativas antes que una conducta de comprensión y

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