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Libro electrónico265 páginas3 horas

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Información de este libro electrónico

Ari es una chica cuyos padres viven juntos hasta el momento de su separación. Ella acaba perdiendo la cabeza por dos jóvenes de los que piensa que está enamorada, necesitaba un golpe de realidad para darse cuenta de cuál de los dos estaba realmente enamorada. A lo largo de la historia, Ari va descubriendo secretos que le ocultan personas cercanas y vive momentos duros a lo largo de su vida.
¿Logrará Ari superarlo?
Y tú, ¿estás listo para leer la historia?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 jun 2024
ISBN9788410686571
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    A través de mí - María del Carmen Fernández Refojo

    Portada de A traves de mi hecha por Maria del Carmen Fernandez Refojo

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © María del Carmen Fernández Refojo

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de cubierta: Rubén García

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1068-657-1

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Capítulo 1

    Me presento, soy Ari y, siendo sincera, creo que nunca había experimentado el sentimiento que mi corazón mantiene a día de hoy: sentir que tienes el corazón dividido en dos partes.

    Diría que mis amigas me preguntan cómo es eso posible, pero a ellas tan solo les hace gracia porque piensan que todo es broma, pero es que la verdad no sé ni cómo expresarlo, sabiendo que mi corazón realmente está en dos partes y duda que puede hacer.

    —Buenos días, Ari, ¿qué estás haciendo? —me preguntó mi madre.

    —Buenos días, mamá, ahora mismo estaba escribiendo en mi página web y al acabar tenía pensado bajar a comer algo —respondí.

    —¿Quieres hablar? O, mejor dicho, ¿lo necesitas? —me dijo.

    —Es que, mamá, hace unos meses que salí de fiesta con Mercedes y Cande, conocí a Manu en aquella fiesta, pensando que tal vez podría ser mi amigo, pero es que sentía que quería estar con él, empezar a salir con él y de repente cambió todo —le dije.

    —Pero, hija, y entonces yo te pregunto: ¿cuál es el problema? —decía mientras me miraba.

    —¿Recuerdas aquel partido de fútbol al que fui a verlo hace unos días? —le dije.

    —Sí, mi amor, al que fuiste con aquella chica, como se llamaba… Carla, ¿no? —preguntó mamá.

    —Sí, madre, la chica nueva que acababa de llegar hace dos semanas a mi curso —le dije.

    —¿Qué es lo que pasó en ese partido? —preguntó ella mirándome fijamente, esperando mi respuesta.

    —Pues… no era capaz de quitarle la mirada a un chico que juega en el mismo equipo que Manu y pensaba que sería una tontería, pero es que desde aquel día no lo paro de tener en la cabeza —respondí.

    —Hija mía, a veces el corazón juega a dos bandas, porque no sabe qué siente hacia esas personas que tienen una parte del corazón cogida.—Y en cuanto mi madre me dijo eso, supe que tendría que hacer algo para poder hacer a mi corazón decidirse—. Ahora le diré a Berta que te prepare algo de comer y luego bajas cuando esté listo —añadió y yo tan solo asentí mientras mi madre se iba.

    Me quedé en mi habitación pensando qué podría hacer, pero como seguía igual que hacía cinco minutos, llamé a mis amigas.

    —A buenas horas das señales de vida, amiga —me dijo Cande.

    —Perdonad, chicas, llevo unos días en mi mundo intentando pensar, pero es que se me da fatal —les dije.

    —Adivino, ¿quieres que vayamos? —preguntó Mercedes.

    —Estaría genial —les respondí.

    —No lo digas dos veces, que en media hora nos tienes allí —añadió Cande y colgaron.

    Después de colgar el teléfono con las chicas, decidí bajar para saber si Berta tendría hecha mi merienda, así me encargaba de hacer tiempo mientras las chicas no llegaban y avisaba a mamá de que ellas vendrían.

    —Ari, justo acabo de colgar el teléfono con tu padre, que le llames cuando tengas tiempo —me dijo mientras bajaba las escaleras.

    —Luego lo llamaré entonces, yo mamá quería decirte que van a venir las chicas —le dije.

    —Señorita Ari, ya está su merienda hecha —me avisó Berta.

    Le di un beso a mi madre y fui al comedor, para que Berta me llevara la comida, llevaba toda la vida con Berta, ya estaba trabajando para mis padres mucho antes de que yo naciera.

    Mientras yo comía, llegaron mis amigas a casa.

    —Hola, hola, señora Sofía —le dijo Mercedes a mi madre.

    —Hola, chicas —les dijo mi madre.

    —Bueno, ya acabé, ¿queréis algo? —les pregunté.

    —Unos zumos no vendrían mal sinceramente, ja, ja, ja —dijo Cande.

    —Berta te importa cuando tengas un momento subirnos unos zumos, por favor —le pedí.

    —Claro, Ari, en cuanto estén subo —respondió y yo le sonreí.

    Subimos a la habitación para poder hablar más tranquilas, esperamos a que Berta subiera los zumos, ya que apenas tardó en venir con los zumos.

    —Ari, ahora que ya seguramente no suba nadie, cuéntanos qué es lo que pasa, que estás tan apagada —dijo Cande.

    —Es por Manu y, bueno, otro chico —les dije.

    —¿Cómo otro chico, Ari? Si estás de novia con Manu, ya habéis estado juntos en tu casa, conociste a sus padres —me dijo Mercedes.

    —Lo que pasa es que el otro día, cuando lo fui a ver jugar, me quedé embobada mirando a un chico, pensé que fue el momento y algo tonto, pero desde aquel día lo tengo en la cabeza a cada momento —les dije sincera.

    —Y a ese otro nene, ¿lo conoces? Modo amiga, seguro que no es nada y es una tontería o algo —me dijo Cande.

    —Lo conozco tan solo de verlo jugar alguna vez con Manu y de haber cruzado con él cuatro palabras —les dije.

    —¿Y por eso no sabes qué hacer? No puede ser tan difícil Ari, con ese chaval no has compartido nada como lo estás haciendo con Manu —me decía mi amiga Cande.

    —No sé, niñas —respondí.

    Estuvimos dos horas más juntas y después, cuando dieron las ocho, se tuvieron que ir cada una a su casa.

    —Mi princesa, ¿cómo te encuentras? —me preguntó mi madre cuando acabe de cerrar la puerta de fuera.

    —Mamá, siento que no me entienden, es como si yo sola pensará que Iago está ocupando un lugar en mi corazón aparte de Manu —le dije.

    —Mi amor, pero no te preocupes, no pasa nada por eso, eres tú la que tienes que aclarar tus sentimientos y tus cosas en la mente, porque nadie sabe mejor que tú lo que tienes aquí dentro —me dijo ella señalándome mi corazón.

    —Gracias, mamá, me voy a mi cuarto que necesito estar sola —le dije.

    —Señorita Ari, ¿quiere usted que le suba la cena? —me preguntó Berta.

    —No Berta, muchas gracias, no tengo hambre —respondí y seguí subiendo a mi habitación.

    Cuando llegué a mi habitación, me senté en mi escritorio y lo primero que hice fue buscar en el portátil, Instagram y me puse a cotillear el perfil de Iago, como llevaba haciendo varios días atrás.

    Me quedé dormida encima del escritorio y eran las doce la noche cuando me di cuenta de que estaba encima de la mesa, cerré mi portátil y me metí en mi cama.

    Antes de dormir miré una última vez desde mi móvil si Iago había subido alguna historia más, apagué el teléfono y me tape con las sábanas.

    —Buenos días, Ari —dijo mi madre entrando por la puerta.

    —¿Qué hora es, mamá? —le dije con la almohada en mi cara.

    —Son las diez, hija, que sepas que Manu paso por aquí esta mañana antes de irse a clase —me dijo.

    Tan solo asentí, pero mi madre estaba con ganas de seguir hablando, y fue entonces cuando mi móvil comenzó a vibrar, era mi padre.

    —Te dejo hablar con él, luego baja a desayunar —me dijo ella.

    —Hola, hija, buenos días —dijo él supercontento.

    —Hola, papá, disculpa por no llamarte ayer, no me encontraba muy bien de ánimos —le dije.

    —¿Y eso, reina? ¿Qué fue lo que paso? —preguntó nervioso.

    —Nada, papi, son tonterías, pero ¿cuándo vas a volver? —le dije.

    —De eso mismo quería hablarte cielo —me dijo y fue en ese momento cuando pensé que mi corazón dejaría de latir.

    —Dime, papá —respondí seca y muy nerviosa.

    —Tu madre y yo no estamos en nuestro mejor momento últimamente, entonces voy a estar aquí una semana más y después ya vuelvo princesa —me dijo.

    —¡Papá, no! Yo quiero que vuelvas a casa —le dije.

    —Ya lo sé, corazón, pero intenta entendernos, lo estamos haciendo de esta forma para ver si podemos solucionar los problemas —me dijo él.

    —Vale, papá, ahora tengo que irme a desayunar, en estos días hablamos —le dije y tan solo colgué, sin dejar que me respondiera.

    Bajé a desayunar, intentando tener una sonrisa en la cara que disimulara un poco cómo me sentía en ese momento, pero había alguien que me conocía demasiado bien y siempre me pillaba cuando peor estaba: Berta.

    —Ay, Ari, Ari, ¿qué te pasa hoy? Tienes una carita, reina… —me dijo ella.

    —Nada, Berta, estoy en mis mundos, en las nubes —respondí.

    —Sabes que puedes… —empezó a decir cuando sonó el timbre.

    —No te preocupes, Berta, ya abro yo —dije y mi madre me observaba desde el sofá.

    —Hola, Ari, ¿puedo pasar? —me dijo Manu.

    —Claro, sí, pasa.

    —Perdona por haber venido sin avisar, pero necesitaba hablar contigo —me dijo—. Buenos días, doña Sofía —añadió él.

    —No hay problema, chicos, os dejo solos —dijo mi madre mientras ella iba en dirección a las escaleras para irse a su habitación.

    —Dime, ¿qué necesitas? —pregunté.

    —Anoche tuvimos una cena los del equipo y, bueno, estuvieron hablando los entrenadores de cuándo poner el próximo partido —me dijo él.

    —¿Y cuándo juegas? —pregunté para saber.

    —El sábado, pero es que seguramente esté sentado en banquillo y no sé si querrás ir —me dijo.

    —Claro que iré —le dije, sin saber si lo hacía por él o por Iago, o quizás por los dos.

    —¿En serio, Ari? Muchísimas gracias, siempre que vas siento que podemos con todo —me dijo.

    En ese momento me quedé tonta, sabía que yo le gustaba, él también me gustaba a mí, estaba en una relación con él, pero mi corazón se seguía preguntando si sentía algo por Iago.

    —Ari, baja de la nube —me dijo.

    —Perdón, disculpa —le dije nerviosa.

    —Bueno, ahora me voy a ir, porque tengo que ir a hacer unos recados, pero después, más tarde, te escribo —me dijo dándome un abrazo y un beso.

    —Te acompaño a la puerta —dije.

    Él se fue y parecía que Carla me olía cuando estaba sola o cuando Manu ya no estaba conmigo, porque siempre siempre me hablaba o llamaba cuando estaba sola.

    —Dime, Carla —le dije.

    —Qué te iba a decir yo… —me dijo alargando la frase.

    —No sé, amiga, fuiste tú la que me llamaste —le respondí entre risas.

    —Ah, ya sé, ¿vamos a ver hoy a los chicos entrenar? —preguntó y se me pasó por la cabeza la posibilidad de poder pasar tiempo con Iago.

    —Claro, sí, así salimos de casa y por lo menos despejamos un poco la mente, que ya bastante llena de cosas la tenemos —le dije.

    Capítulo 2

    Era la hora de comer y yo comía sola, ya que mamá tenía una comida de negocios, aunque todavía no había salido de casa.Siempre tardaba muchísimo en arreglarse.

    —Hija, ¿voy bien así? —me preguntó y a mí me salió una sonrisa en la cara al ver lo guapa que iba.

    —Vas preciosa, mamá —le dije.

    —¿Qué harás luego, cielo? —me preguntó.

    —Voy con Carla a ver a los chicos entrenar, por salir un rato de casa —le dije yo.

    —¿Quieres que vaya después a recogerte? —me preguntó.

    —No, mamá, no te preocupes —empecé a decir, pero ella me interrumpió.

    —Bueno, entonces no iré, pero si cambias de opinión me avisas, y en diez minutos estaré allí —me dijo despidiéndose de mí, dándome un beso en la mejilla.

    Fue entonces cuando mi madre se fue y yo bajé para preguntarle a Berta cómo iba la comida, después ya me preocuparía de hacer lo demás, ya que hasta las seis de la tarde tenía tiempo antes de irme.

    —Hola, Berta, ¿qué comeremos hoy? —pregunté.

    —Hoy preparé una tortilla de patata, la estoy dejando reposar un par de minutos y ya podrás comer —respondió ella.

    —Adivino a que la tortilla te la pidió Alfonso —dije entre risas.

    —Pues adivinaste bien, sí, señorita —me dijo ella riendo también.

    —¿De qué se ríen, señoritas? —preguntó Alfonso entrando por la puerta y en ese momento nosotras nos reímos aún más.

    Tan solo cogí mi plato y pensé en dejarlos solos, ya que cuando no hay nadie son de los pocos momentos que pueden pasar juntos, llevan casados más de treinta años, empezaron superjóvenes.

    —Berta, Alfonso, yo voy a ir a comer a mi cuarto porque así después empiezo con mis cosas para por la tarde —les dije.

    —Vale, cielo, no te preocupes, después pasaré por allí para recoger tu plato —me dijo la señora Berta y yo tan solo asentí y me fui de la cocina.

    Yo me senté en mi cama para comer, pero antes cogí mi iPad para poder ver una serie mientras comía, al acabar de comer dejé el vaso y el plató encima del escritorio y le escribí a Carla un mensaje que decía: «Carla, ¿puedes intentar pasar por casa? No tengo ni la menor idea de que ponerme».

    Apenas tardó dos minutos en responderme y su mensaje fue tan sencillo como un simple: «En 5 minutos ya estoy».

    Mientras Carla no llegaba, llamé a Berta para avisarla de que Carla vendría, por si llegaba que le abriera que yo iba a darme una ducha.

    Después de avisarla yo me fui al cuarto de baño, apenas tarde, ya que no me tocaba lavarme el cabello.

    Justo cuando salía del baño, tocaban la puerta de la entrada, era Carla, pero Berta me guiñó un ojo como aviso de que ya abría ella y para que me metiera dentro de la habitación y pudiera seguir preparándome.

    —Hola, señora Berta, vine porque quedé con Ari —le dijo ella a mi querida asistenta.

    —Ya lo sé, señorita Carla, no se preocupe —le dijo—, Ari se encuentra arriba en su cuarto, adelante —añadió Berta a lo que estaba diciendo.

    Carla subió a mi cuarto y tocó la puerta para poder pasar.

    —Adelante —dije.

    —¡Ya llegué, amiga! —me dijo

    —Menos mal, porque no sé dónde tengo la cabeza, de verdad —respondí.

    —Te digo yo dónde la tienes: pensando en Manu y en Iago, seguro —me dijo ella.

    —Y… ¡Bingo! —le dije intentando reír.

    —¿Y qué harás después cuando los veas? —preguntó Carla impaciente.

    —Sinceramente, no tengo ni la menor idea, ya que antes estuvo Manu en casa —dije.

    —¿Cómo? Eso no me lo contaste, pero ¿qué te dijo? —decía.

    —Que jugaban el sábado y que le gustaría que fuera, así de forma resumida.

    —Y que Manu no caiga en duda de que sí que iremos —dijo Carla riendo.

    Carla bajo para pedirle a Berta si podía prepararnos unos zumos; lo bueno que tenía ella, es que siempre ayudaba a Berta en todo lo que hiciera falta y ya no solo por eso para mí era mi mejor amiga.

    Mientras ellas estaban preparando zumos, lo primero que hice fue estar mirando el perfil de Iago en Instagram, como lo había hecho ya unas otras seis veces a lo largo del día o quizás más.

    Después de dejar el móvil en la cama, decidí vestirme, aunque todavía no tenía muy claro cómo, pero al final, con el tiem po que hacía, que tampoco era muy caluroso, decidí cogerme unos pantalones negros de cuero con un jersey de color beis.

    —Aquí están los zumos, amiga —me dijo Carla, aunque poco después se quedó boquiabierta.

    —¿Qué te pasa, Carla? Te has quedado con una cara —le respondí yo entre risas.

    —Pues que estás preciosa, Ari —dijo.

    —Pues yo todavía no sé cómo peinarme, ni qué complementos ponerme, así que imagínate.

    —Tenemos tiempo, entonces lo primero que haremos será tomarnos estos zumos y nada más acabar seré yo misma quien te peine —decía ella.

    Yo tan solo hice un movimiento con la cabeza para indicar que así sería, mientras bebíamos los zumos estuvimos escuchando a nuestros artistas favoritos, con la playlist de Spotify que teníamos guardadas en nuestros teléfonos.

    —Bueno, Ari, necesito preguntarte algo.

    —Claro, dime, Carla.

    —¿Qué pasa si Iago siente algo por ti? —preguntó y yo me quede en blanco.

    —Eso no es posible, Carla, además yo, como quien dice, estoy de novia con Manu, no puedo pensar en esas cosas —respondí yo.

    —Ari, eres mi mejor amiga, así que te voy a ser sincera, a veces el corazón juega y con Manu llevas ¿qué?, ¿cinco meses? No quiere decir que no lo quieras, pero a lo mejor ahora estás sintiendo algo por alguien nuevo que te puede aportar mucho más de lo que te aporta él —dijo ella.

    —¡Ay, Carla! Es que sinceramente no lo sé y ahora mismo no quiero pensarlo —dije.

    —Tómatelo con calma, amiga —me dijo ella mientras yo me sentaba en el tocador buscando mi peine.

    Carla me peino, me hizo una coleta alta y fui yo quien después me encargue de acabar de prepararme la cara, me puse el rímel y con las bromas ya eran las seis de la tarde cuando acabamos de hacer todo.

    —Cojo el bolso y ya estoy, Carla —le dije mientras me petaban en la puerta.

    —Hola, señoritas, ¿queréis que os acerque algún sitio? Así no tenéis que andar cogiendo tantos buses —nos dijo Alfonso.

    —¿Estás seguro, Alfonso? No nos importa ir en bus sino —le dije.

    —Ari, os llevo yo, os espero abajo para cuando estéis —nos dijo y cerró la puerta.

    —El señor que trabaja con tu padre es un sol —dijo Carla.

    —La verdad es que siempre está para todo, estos últimos días está dándole a tope para ayudar a mi padre cuando él está en la otra punta —dije.

    —Ah, es verdad, ¿cuándo vuelve? —preguntó ella y por un momento recordé lo que me había dicho mi padre en la mañana.

    —En una semana él ya estará aquí —dije.

    Carla cogió su bolso y yo cogí el mío, salimos de la habitación y dejé la puerta cerrada, ya que era una costumbre para mí.

    Alfonso estaba esperándonos, mientras se despedía de Berta; era tan bonito verlos juntos.

    Le di un abrazo a Berta y fuimos por la puerta de dentro, hacia el garaje, al subirnos al coche Alfonso ya se acordaba de la dirección del campo, de tantas veces que el pobre hombre me tenía llevado.

    El trayecto no era muy largo, a lo mejor tan solo unos diez minutos y al llegar no era como en los partidos, que siempre estaba repleto de gente el lugar, fuera solo había un chico que cuando lo vi, me quedé quieta observándolo, menos mal que Carla me hizo reaccionar.

    —Venga, amiga, que no lo dejas de mirar y al final se va a dar cuenta —me dijo ella.

    Yo asentí y seguimos andando hacía la entrada del campo, donde Iago estaba fumando un cigarro.

    —Qué raro verte por aquí un día entre semana, Ari —me dijo él.

    —¿A que sí? —le respondí.

    —Supongo que vendrás a ver tu novio, aunque si no hubieras venido tampoco te hubieras perdido nada —me dijo él y yo en ese momento solo pensaba en que no sabía por quién estaba yo ahí.

    —Yo… —empecé a decir, pero Carla una vez más me salvó el

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