Hace unos dias durante uno de nuestros recesos de homeshcooling llamé a mi hija mayor para que se sentara a comer algo conmigo. Mi hija, quien estaba a punto de prender su computadora en el cuarto, me dice..:”Ehh...Ah...mamá perdón pero me toca recoger la cama...”  Yo la volví a llamar y me dijo: "mamá pero es que tu me has dicho que mi cama ¡debe estar recogida..!”  Por tercera ocasión la llamé, esta vez un poco molesta y ella, confundida vino donde mi y me dijo: "No te entiendo, mamá!    Yo iba a hacer algo que se supone que haga!  Tanto que siempre me peleas para que recoja el cuarto y ahora que lo voy a hacer me llamas para que me siente contigo?!” Ciertamente hay mucho de lógica en el comentario de mi hija. Pero descubrí ese día que hay momentos en los que servir no es servir. Que servir va más allá de nuestro servicio en sí. Y para explicar esto quiero referirme a la historia de Marta y María y ¿cómo no hablar de Marta y María cuando hablamos del servicio? A veces lo que pueden concebirse como esfuerzos extraordinarios de nuestra parte, delante de Dios no estan rindiendo “el FRUTO que Él desea”. En muchas ocasiones, nuestros esfuerzos han sido infructuosos NO porque sea malo en si lo que estamos haciendo, no porque lo estemos haciendo de la forma incorrecta. A veces simplemente se trata de que hemos hecho algo sin la orden del Maestro.

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