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Chimalpopoca, niño azteca
Chimalpopoca, niño azteca
Chimalpopoca, niño azteca
Libro electrónico85 páginas44 minutos

Chimalpopoca, niño azteca

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Chimalpopoca, un niño azteca de ocho años, entra a la escuela de sacerdotes en los tiempos del esplendor y horror de la cultura azteca. Al poco tiempo, su hermana es designada para ser sacrificada a los dioses.
IdiomaEspañol
EditorialZig-Zag
Fecha de lanzamiento5 abr 2024
ISBN9789561223011
Chimalpopoca, niño azteca

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    Chimalpopoca, niño azteca - Jacqueline Balcells

    Un día en la vida de…

    I.S.B.N. 978-956-12-3185-6

    I.S.B.N. digital 978-956-12-2301-1

    19ª edición (nuevo formato): junio de 2019.

    Obras Escogidas

    I.S.B.N. 978-956-12-3186-3

    20ª edición (nuevo formato): junio de 2019.

    Editora General: Camila Domínguez Ureta.

    Editora Asistente: Camila Bralic Muñoz.

    Director de Arte: Juan Manuel Neira Lorca.

    Diseñadora: Mirela Tomicic Petric.

    © 1992 por Jacqueline Marty Aboitiz

    y Ana María Güiraldes Camerati.

    Inscripción Nº 86.323. Santiago de Chile.

    © 2013 de la presente edición por

    Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

    Inscripción Nº 234.451. Santiago de Chile.

    Derechos exclusivos de edición reservados

    por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

    Los Conquistadores 1700, piso 10, Providencia.

    Teléfono 562 228107400.

    E–mail: contacto@zigzag.cl / www.zigzag.cl

    Santiago de Chile.

    El presente libro no puede ser reproducido ni en todo ni en parte, ni archivado ni transmitido

    por ningún medio mecánico, ni electrónico, de grabación, CD-Rom, fotocopia, microfilmación u otra forma de reproducción, sin la autorización de su editor.

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Tenochtitlán, 1517.

    Chimalpopoca había nacido bajo las mejores conjunciones astrales. Los sacerdotes aceptaron bautizarlo de inmediato, ya que el horóscopo indicaba buenos augurios para el recién nacido. Como todo azteca, el niño tenía dos nombres: uno para ser usado a diario y el otro –el verdadero– no se pronunciaba casi nunca para que no perdiera su poder. A veces, Chimalpopoca lo repetía despacito para no olvidarlo:

    –Itzcoatl... Itzcoatl...

    Esa mañana despertó repitiendo su nombre. Esta vez no había soñado con el dios blanco que llegaba del agua. Nuevamente en sus sueños era atormentado por los sacerdotes. Le había llegado su turno para ser sacrificado. Junto a él yacían los cuerpos ensangrentados de los jóvenes que lo habían precedido en la fila. Cuando el gran sacerdote estaba a punto de traspasar su corazón con un cuchillo, despertó gritando su nombre secreto. ¿Sería un sueño premonitorio? Hoy era el día fijado para su ingreso en el calmecac, la escuela de sacerdotes...

    Ya sonaban los tambores de madera de los grandes templos anunciando el nuevo día. Venus, la estrella de la mañana, hacía su aparición. El día había nacido. Ahora las trompetas de conchas de los sacerdotes se unieron al ruido de los tambores.

    Chimalpopoca esperó, acurrucado en su estera roja y negra, que el resto de los templos respondiera al saludo. Tenochtitlán despertaba en medio de un coro de tam-tam, y las pálidas columnas de humo recién avivadas comenzaron a elevarse hacia el cielo aún oscuro: indios campesinos, ricos y pobres se levantaban respondiendo al llamado del nuevo día.

    El niño, aún adormecido, escuchó cómo sus padres entraban y salían de la casa y se afanaban en la preparación del baño. Tenían que encender el fuego para calentar las piedras y luego lanzar el agua que se transformaría en vapor.

    –¡Chimalpopoca! –la voz de su hermana Atototl lo hizo reaccionar.

    Desnudo, el niño caminó hacia el baño de vapor y piedras y, junto a sus padres y a su hermana, dejó que la humedad impregnara su piel. Cogió un manojo de hierbas con el que restregó su pecho y se golpeteó la espalda hasta que sintió que la sangre le corría con fuerza y hacía latir sus sienes. Entonces los cuatro caminaron hasta la acequia y se zambulleron en las aguas heladas.

    Estaban listos para comenzar la jornada.

    Chimalpopoca esperó pacientemente que su madre amasara las tortillas de maíz y las cociera en la piedra plana que había sobre el fuego. Él, mientras tanto, revolvía la pasta de gusanos de cactus y le agregaba ají picante.

    Cuando el desayuno estuvo listo, padre e hijo se encuclillaron frente a la piedra que servía

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