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Retrato Íntimo De Un Asesino
Retrato Íntimo De Un Asesino
Retrato Íntimo De Un Asesino
Libro electrónico586 páginas9 horas

Retrato Íntimo De Un Asesino

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Novela de género gansteril, o negra. La obra postula varias tesis, la primera es que la raíz de todos los conflictos de la humanidad, desde sus inicios, converge en tres razones primarias y estas son: el derecho de apareamiento, a territorio y a comida, y en esto no nos diferenciamos de las bestias. La segunda tesis trata de que el peor de los hombres puede cambiar, si está dispuesto a asumir el tributo de dolor y expiación que la redención le exige. La narración está plagada de una violencia y una crudeza casi cinematográfica y el sexo no es más que una herramienta dentro de la trama para ejercer el poder y el control. Se desmitifica el prototipo de gánster acuñado en las clásicas producciones de Hollywood. Se desacralizan los mitos de la revolución cubana de 1959 y, utilizando la herramienta de la ficción, se dicen verdades que no son suficientemente conocidas, acerca del populismo de izquierda y la cuota de sangre que siempre le impone a sus pueblos. Es una lectura trepidante que no da tiempo al aburrimiento, donde el ritmo de la acción y la construcción de la dramaturgia enganchan al lector desde la primera página. Una obra, sin duda, con potencial para ser todo un bestseller.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 nov 2022
ISBN9781005512491
Retrato Íntimo De Un Asesino
Autor

Tony Del

Tony Del, mejicano de adopción, es un escritor de renombre internacional conocido por sus libros y conferencias literarias.Entre sus obras más recientes descacan "Retrato Íntimo de un Asesino" y "El Monje de la Espada", ambas publicadas, en 2020 y 2021 respectivamente, por la editorial anglo-española Alvi Books de Londres, en Reino Unido.

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    Vista previa del libro

    Retrato Íntimo De Un Asesino - Tony Del

    Palabras del Autor

    Este es un libro de ficción, pero a veces la fantasía se parece a la vida, como una gota de agua a otra, y puede reflejar una verdad, mejor que la suma aritmética de las certezas que desfilan delante nuestro. Del mismo modo que una parábola, puede trasmitir un conocimiento filosófico sin discursos baratos, ni apologías mediocres. El lector sacará de su lectura sus propias conclusiones, de idéntico modo en la que yo lo hice de mis propias vivencias. Este es mi tiempo, lo transité como pude, y me marcó con hierro candente. El deseo de gritar mi verdad, aunque sea desde una óptica de irrealidad, me animó a plasmar una historia donde la bajeza agazapada bajo el manto de la gloria, y el apego al trono, marcan el pulso de los acontecimientos.

    Alguien dijo una vez que el poder corrompe, y yo agrego que el daño que provoca es progresivo, y acumulativo, no mata de una vez, sino que lo hace en pequeñas dosis, hasta que la metamorfosis se torna completa en el alma humana. No estamos inmunes a su llamado seductor, ni se ha encontrado el antídoto a su veneno, y la vida, ese teatro profuso de vanidad, y ambición, nos muestra a cada paso que el más grande y preclaro de los hombres, puede caer arrodillado ante su deslumbramiento. Nadie está exento de salirse de ese ruedo, todos hacemos la carrera, y la meta si escogemos mal, es una boca abierta con colmillos, que nos espera para devorarnos.

    La corrupción moral, la invisible, comienza imperceptiblemente, baste que una mentira, se torne hábito, o que el halago pernicioso y el aplauso adictivo, hagan sucumbir la racionalidad, estado de alerta que debe de preservarnos, para no caer en la vil tentación, de añorar la lisonja pedestre. Si así ocurre, habremos perdido la batalla de la contención, ese necesario pudor que resiste a la soberbia.

    El hombre es una débil criatura que, aunque esté animado de buenos propósitos, pronto se desvía ante el dulce néctar de la banalidad, y si el estruendo jubiloso de aprobación, resulta masivo, -donde la tribuna exaltada se hace costumbre-, nada ni nadie lo pondrá a salvo. Deja de ser mortal, para trascender a Dios viviente, y a partir de ese momento, la falsa humildad, y las estrategias para prevalecer, serán su credo.

    Pobre de los pueblos que acogen por ignorancia a los falsos mesías, que los usan de pretexto para levantarse sobre ellos. Pobres de las masas ignorantes, que no detectan debajo de la piel del adalid, el hambre insaciable de cumbre, y prevalencia, que le consume. Porque entonces la bestia escondida, esa que subyace bajo el traje del pseudo patriota, emerge, y se yergue con sus botas ensangrentadas, sobre el corazón de la patria. Y desde ese pedestal, hecho de jirones de la carne de todos sus hijos, construirá su altar maldito. Y arengará con verbo encendido, nos lanzará a unos contra otros, quemará, destruirá, y dispersará en nombre de un futuro mejor, a los padres de sus vástagos, a los hermanos de sus hermanos. Cuando despertemos del letargo, ya será muy tarde, los milagros prometidos no llegaron, y lo que estuvo antes bueno, y malo, dejó de existir.

    El amo de las marionetas nos sedujo en su juego macabro, nos condujo hasta el fondo del abismo, y al aniquilar la esperanza, la fosa oscura del océano, -tétrico mausoleo que guarda la memoria de la desesperanza, y la agonía de la represión-, en muchos casos resultó preferible, a su forzosa compañía. La libertad es derecho divino, aunque haya que conquistarla con el precio de la muerte, y a nadie se le debe otorgar la potestad, de decidir por todos indefinidamente, porque usándonos de vil camuflaje, le servimos la mesa, para que nos ignore, nos mutile, y nos sumerja en la tela de araña de su perfidia.

    Escuchen naciones, manténganse atentas, que la historia se repite dónde quiera que a uno sólo le demos albergue. Vienen con la palabra libertad en sus labios, para desterrarla, llegan con la promesa de construir un mejor país, pero lo aniquilan, hablan constantemente de la luz del porvenir, pero siembran oscuridad con la cicuta de su soberbia. Todos sus actos están en función de los que supuestamente deben de servir, pero en realidad, están representando los intereses de ellos mismos, y de su vanidad. Persiguiendo monstruos se convierten en uno mayor, y más letal, del que se empeñan en erradicar, y en ese afán, superan con creces los vicios que combaten. Tendencia nefasta que adultera la historia, y la llena de falacias, para justificar el despojo de nuestros fundamentos básicos como sociedad. Nos privan así de lo más importante, la dignidad de ser hombres, el sagrado derecho a conquistar nuestros ideales, y a escoger el rumbo que entendemos nos corresponde, como miembros de la gran familia humana.

    ¡Despierten, aún hay tiempo! No alberguen al fascismo de izquierda, es igual de destructivo que el de derecha, y terminan ambos encontrándose en un mismo umbral, llamado dictadura. Pozo de resentimiento donde el derecho inalienable de alzar la voz desaparece, la separación de poderes se destruye, y un solo hombre es el destinado a guiar al rebaño, por los laberintos caprichosos de su ego enfermizo. El que así obra, secuestra con vileza la esperanza, reniega de sus orígenes, y somete a toda su raza, a los insaciables edictos de su ambición. 

    Capítulo I

    Salvatore Graciano

    Corría el año 1900 , y Salvatore, primogénito de 5 hermanos varones de Luciano Graciano con Estefanía Ricci, no tenía un miserable mendrugo que llevarse a la boca, hacía varias semanas que él, y sus hermanos, probaban una vez al día, una sopa aguada que la madre lograba hacer, recolectando las raíces, y hojas del campo que mejor le parecían. La pobreza hacía estragos en los campos de Sicilia, y el hambre, esa incómoda sensación difícil de resistir prolongadamente, era la presencia permanente de los hogares humildes. Salvatore, a punto de cumplir los 15 años, se destacaba entre todos sus hermanos por su corpulencia, y carácter, y la madre, sabiendo ese empuje natural que poseía, le aconsejaba constantemente prudencia, y respeto a las normas de convivencia. Trataba de evitar que, en ninguna circunstancia, fuera a hacer algo indebido, aunque la vida se ensañara con él, y le mostrara su faz más adversa, y difícil de sobrellevar.

    - Salvatore hijo mío, ven a rezar, vamos a pedirle al señor que nos ampare y proteja, que nos ayude a salir de esta difícil situación. Debemos tener fe, ¿de qué vale sustentarla cuando las condiciones son buenas?, el verdadero cristiano se prueba en las coyunturas difíciles, y la adversidad. –

    - Madre, a veces pienso que el Señor se olvidó en dónde vivimos nosotros, hace tiempo que no probamos algo caliente, nos estamos muriendo de hambre, mi padre está enfermo en cama, no tenemos dinero ni para pagar a un doctor, y si sigue así, no creo que llegue a la semana entrante. Me parece inútil seguir rezando a alguien, que tiene taponeado los oídos a nuestras voces, no escucha tus súplicas, no pierdas más tiempo tratando de llamarle la atención, está ocupado haciendo algo en otro sitio. –

    - ¡Hijo que blasfemias dices!, no puedes pensar de esa manera, y esperar que un milagro suceda, debes creer desde el fondo de tu corazón, y ser obediente. –

    - Madre me cansé, voy a tratar de hacer algo, y traer comida, no puedo seguir esperando por la gracia divina, debo actuar cuanto antes, soy el mayor de mis hermanos, y me siento responsable. –

    Antes de esperar a ser disuadido, Salva como también le decían sus hermanos, tomó por la puerta, y se desapareció por el estrecho camino de tierra loma abajo. Y fue a buscar una oportunidad, algo que le diera una posibilidad de llegar hasta el día siguiente.

    Llovía a cántaros, y de tan densa que era la lluvia, el paisaje se divisaba borroso. Salva con sus zapatos rotos, y tiritando de frío, iba caminando por entre charcos de agua, fango, y tropezaba y se caía, por mucho que trataba de evitarlo. La pendiente en ocasiones era pronunciada, y en otras, menos escarpada, así como pudo, llegó a la planicie, y tomó por el camino principal, bajo un pertinaz e implacable aguacero. No tenía la menor idea de hacia dónde se dirigía, pero estaba buscando una señal, una simple respuesta de la vida, para asirse a ella con todas sus fuerzas. Al rato de andar, casi anocheciendo, entumido, y cansado, observa una cerca, y detrás de ella, una enorme casa, con graneros, cobertizos, y una grandiosa chimenea, que indicaba que al menos había leña, y fuego, o lo que es lo mismo, un rincón para calentarse, y no morir de frío. Lo que Salvatore ignoraba, era que también había otras cosas terribles aguardando por él, pero quién iba a sospechar, que todavía su martirio se podía agudizar, hasta extremos inimaginables.

    El dueño del predio y de la enorme mansión, era un aristócrata de muy mala reputación entre los lugareños, estos se atemorizaban ante su presencia, y los más sensatos rehuían tener contacto hasta con su selecta y reducida servidumbre. Se llamaba el Barón Tomasino de Borbón, su linaje provenía de siglos atrás, y poseía una gran fortuna. Pero se comentaba entre los aldeanos, que era un sádico, el demonio en persona, algunos llegaban a afirmar que muchos de los niños extraviados de la zona, habían sido secuestrados, y devorados, por el Barón en misas satánicas. Esos comentarios no pasaban de ser rumores sin confirmación, pero, a decir verdad, a Salvatore en la situación en la que se encontraba, le daba lo mismo que en esa propiedad estuviera aguardándolo el mismísimo Satanás, amo y señor de las tinieblas. Sin pensarlo mucho, se encarama sobre el muro de piedras, pasa los pies por encima de la alambrada, y cae del otro lado. Corre agachado hasta que se acerca a uno de los ventanales, y descubre que es la enorme cocina, y para hacer las cosas más fáciles, cerca de la ventana hay panecillos calientes, al lado, otra bandeja exhibe masas de carne recién horneadas, y así por doquier, había platos con delicadezas, que jamás había probado. Era imposible de describir tanta abundancia de manjares exquisitos, y predilectos. Salvatore sin el menor titubeo, abrió cautelosamente una rendija, y comenzó a llenar de panecillos, y otras delicias su morral, cuando lo tuvo a punto de reventar, la volvió a cerrar sin hacer ruido, y se deslizó por el campo hasta el muro, subió, y regresó a casa.

    - ¡Mama!, ¡Mama!, ya estoy aquí, ya vine, te traigo sorpresas, ¡Dios te escuchó! ¡tenías razón! –

    - Salva me tenías preocupada, te desapareciste sin decirme nada, pero que dices hijito. -

    – Ven madre, vamos para la mesa, y te lo mostraré. –

    Empezó a colocar los comestibles ante los ojos incrédulos de su progenitora, Lucía no podía creer lo que estaba viendo.

    - ¿Y de dónde sacaste estos manjares? –

    - Madre, Dios me mostró el lugar, y únicamente tuve que guardarlos en el morral, tenía tanto para escoger, que no traje más por qué no pude, ya no me cabían. ¡Vengan todos, papá ven, levántate, hoy vas a comer caliente! –

    Esa noche mientras cenaban y se regocijaban en familia, todos estaban felices, jaraneaban, y se daban un festín, pero de pronto, suenan tres golpes secos en la puerta. Se hace un silencio súbito, y el padre comenta:

    - Pero ¿quién va a ser a esta hora?, desde hace años no recibimos ninguna visita, y ya es muy tarde. –

    Lucía se levanta, y abre, de inmediato entran dos mastines, se colocan al lado de Salvatore, y empiezan a ladrarle y gruñirle amenazadoramente. Acto seguido una patada a la puerta, la abre de par en par, y entran al humilde recinto dos hombres con escopeta en mano, y, por último, se sienten unos pasos imponentes, y hace su aparición el Barón. Todo vestido de negro, sombrero de copa, y una ropa elegante pasada de moda. Dijo con voz profunda, y autoritaria a Salvatore, -que asustado deseaba refugiarse debajo del mantel de la mesa: - 

    - ¡Así que tú eres el ladronzuelo!, ¡mis perros te siguieron con facilidad, y te encuentro para colmo, con el resultado del hurto que realizaste en mi propiedad, sobre tu mesa!

    Bien, estamos ante un dilema, si lo llevo a las autoridades lo van a encarcelar por un buen tiempo, por tanto, les propongo que esta comida que están disfrutando, es a cambio de él. Ustedes se quedan con los alimentos, y yo con la sabandija de su hijo, me parece una buena solución dadas las circunstancias. O la otra variante es que retiro la cena, lo meto en la cárcel, y siguen con el hambre traspasándole las costillas. Díganme que hacemos. –

    Lucía se abrazó a Salvatore, y gritaba que no, tomó un cuchillo de la mesa, y eso fue suficiente para que los hombres de él Barón abrieran fuego, y en un santiamén masacraran a la familia. Esa noche con la ayuda de Dios y de él, perdió madre, padre, y 4 hermanos, pero lo más terrible era el sentimiento de culpa, esa puñalada dolorosa que no sana, y nunca le abandonaría.

    Fue reducido a la fuerza, y arrastrado detrás de los caballos durante el largo trayecto de regreso, al llegar a la mansión del Barón, lo introdujeron en un cobertizo húmedo y frío, y lo encadenaron a una argolla de hierro incrustada en la pared. Allí estuvo semanas alimentándose de las sobras que los sabuesos dejaban, Aquiles el encargado de los animales las tomaba, y se las tiraba en el suelo. Salvatore padecía y acumulaba el odio, una sola idea le mantenía con vida, y era la de aniquilar al Barón y sus hombres. En la soledad de sus pensamientos, recordaba ese momento trágico en que causó la muerte de sus seres queridos, y lloraba, no podía dormir. Los días se le hacían insoportables, a veces Graciano tenía que triturar los huesos, ya roídos por los canes, con dos piedras, para extraer el tuétano, en otras, debía tomarse su propia orina para no morir, porque ni agua le daban, los cólicos posteriores que sufría eran insoportables, aunque al menos calmaba algo, la terrible sed que padecía. Pero lo más importante de sobrevivir, era que ganándole el día a día la partida a la muerte, era la única forma en que podría cobrar venganza. Y esta sería igual o peor, a la que le habían aplicado, esa era la fuerza secreta que le sostenía, y no lo dejaba desfallecer. Después de meses de agonía, un día entra Tomasino al cobertizo, y le hace una propuesta:

    - Sabandija, puedes escoger entre dos opciones que te brindo, la primera es que sigas aquí por el resto de tu vida, y la segunda, es que pelees contra un perro, pero tiene que ser en igualdad de condiciones, es decir, a puras mordidas. Si lo vences te ganas el derecho de vivir, y salir de tu calvario. ¿Qué me respondes? –

    - Señor Tomasino acepto, no soporto seguir aquí prisionero más tiempo, por el único delito de robar, para no morir de hambre, si el perro me destroza al menos este padecimiento termina de una vez. –

    El Barón sonrió, y su rostro sombrío y siniestro se iluminó de maldad. Si el diablo tuviera reductos en Italia, este sería uno de ellos, por no decir el principal. Mientras se retiraban del cobertizo le comentó a su ayudante, y mano derecha:

    - Nunca que aplico la tortura del hambre, el cautiverio, y el aislamiento, me he encontrado una respuesta negativa para asumir el duelo, por parte de ningún cautivo. Que yo recuerde jamás la receta del miedo, y el dolor, me han fallado. Aquiles prepara bien al dogo, que esté listo, y démosle a la rata unos días para que se recobre, pues está débil, hambreado, y deseo ver un buen espectáculo. El número que él hace es redondo, si mi cuenta no me falla es el 50, y merecemos celebrar por todo lo alto, nuestra tradición de exterminar a los vagos, y futuros delincuentes de nuestra comarca. Inservibles criaturas, que no se han ganado el derecho de vivir como personas, pues son peores que las bestias. –

    - Se hará según lo ordene señor Tomasino, al dogo no le daré nada de comida dos días antes de la justa, y a la sabandija la reforzaré en sus alimentos, para que al menos nos dure un poco la celebración, y nos proporcione algo de distracción. No se me olvida que el anterior cuando vio al animal, se aterrorizó, y fue masacrado a mordidas por Nerón sin defenderse. -

    - Todavía lo recuerdo con nitidez, el muy cobarde nada más que atinaba a gritar, y aguantarse los intestinos para que no se le salieran, mientras que Nerón lo devoraba a mordidas. Murió en un estado de pánico y dolor, que aun después de muerto, su cadáver se retuerce y estremece de agonía dentro de la tumba. Pero lo que me molestó es que no hizo el menor esfuerzo por luchar, espero que, con este nuevo candidato, veamos otra puesta en escena. Por eso Aquiles te encomiendo te ocupes de los preparativos, voy a tener invitados importantes, y debo esmerarme en ofrecerles un buen espectáculo. Me van a hacer compañía nuevamente, el poderoso terrateniente Constantino Roca Verdina, y el obispo de Milán, su excelencia Tulio Gilardini. –

    - Así se hará, descuide Barón, déjelo todo en mis manos, y quedará plenamente satisfecho. ¿No sé si desea utilizar a Nerón en esta ocasión, o seleccionamos de nuestra perrera a otro ejemplar? Pues me parece que cualquier cani corso que escojamos, va a ofrecernos el mismo resultado. No creo que en toda Italia nadie conserve una raza tan pura, y antigua, como la nuestra.

    - Aquiles tienes razón, los estamos criando desde el siglo XVI, y mi tatarabuelo que tenía sangre de centurión, se empeñó en iniciar la tradición que cultivo con esmero y orgullo. Estamos emulando a nuestros ancestros, y gloriosos soldados del imperio cuando iban al campo de batalla, acompañados de los dogos. Estos maravillosos animales, se batían con el enemigo de tú por tú, lamentablemente ya no tenemos guerras de esa clase, pero al menos en mi familia limpian de escoria desde hace centurias, nuestros campos y extensas propiedades. Sé que conmigo finalmente se extinguirá la tradición, pues mi heredero y único hijo no tiene interés por la historia, ni la estirpe de esta familia, pero en lo que dependa de mí, hasta el último día de mi existencia la mantendré viva. –

    - Cuente conmigo señor, cumpliré al pie de la letra sus órdenes, en honor a su histórico y aristocrático pasado. –

    Se alejaron caminando, y la suerte ya estaba echada, cómo dijera Julio César antes de lanzarse a una de sus grandes batallas. Salvatore Graciano había tomado una decisión, y ahora, en notoria desventaja, se preparaba mentalmente para lo que acontecería. Mientras pasaban los días para la pelea, Aquiles le da una dieta reforzada en carnes, legumbres, y vino, Salva por su parte hacía ejercicio, encerrado dentro del cobertizo, pero al menos ya gozaba de una ventaja, le habían liberado de la cadena, y de esa molesta e insoportable inmovilidad a la pared. Ahora al menos se desentumía, de tantas semanas sin poder ni levantarse del suelo, estiraba las piernas, hacía ejercicios, y recobraba su fuerza, y agilidad. Una mañana presionando una de las ventanas del cobertizo, abrió una pequeña rendija en la madera, por la cual podía ver hacia afuera, ese pequeño orificio le permitía estudiar cada detalle de la topografía de la propiedad. Su lugar de encierro estaba construido sobre una elevación, y ello le posibilitaba tener una excelente vista del feudo, así descubrió unos campos de uvas, otros de aceitunas, unas majestuosas elevaciones hacia el lado oeste, un riachuelo desde el que se divisaba varios de sus meandros serpenteando las fértiles tierras. Otro día accidentalmente registrando cada rincón del espacioso recinto, descubre una lima de hierro aprisionada, entre dos tablones gruesos del piso, como estaba cubierta de paja y tierra, no se hacía visible, entonces la sacó empujándola hacia arriba, con una estilla de madera que introdujo en la separación, y después, con la mano la haló con fuerza por una de sus puntas hasta que la hizo suya. La lima tenía una parte delgada en un extremo, y por la otra era normal, entonces comenzó a afilar el borde más puntiagudo contra una piedra del piso, y así estuvo ocupado varios días, en los que cuando terminaba su ejercitación, no paraba de alisar y dejar ese pedazo de hierro como un punzón mortal.

    Una fría mañana llega Aquiles a su prisión, y le anuncia:

    - Sabandija hoy es tu cita con la muerte, si sucede rápido te puedes considerar afortunado, pues sufrirás menos que otros que fueron masticados, y despedazados lentamente. Tengo el deber de informarte, que la pelea la harás desnudo del torso hacia arriba, sin armas, y sólo podrás utilizar tus manos para sujetar a Nerón, y para agredirlo, tus dientes son tu única opción permitida. Recuerda, es una pelea de perros, está prohibido utilizar algo que no sea dientes y garras.

    Te recomiendo que te pongas en cuatro patas, y pelees desde esa posición, así puedes resistir más, que dé pie. Erguido eres más vulnerable, y tus testículos pueden desaparecer de cuajo en sus fauces de una mordida. Una vez que te los arrancan perdiste, pues el dolor inmenso que padeces, no te posibilita hacer más nada. Trata de dar espectáculo, y a lo mejor obtienes la gracia del perdón, aunque no te hagas ilusiones, nadie hasta el momento ha sido distinguido con esa cortesía. Bien ya te di las instrucciones reglamentarias, ahora prepárate para el duelo, ante el cani corso más imponente que hayas visto en tu miserable vida. –

    Aquiles se voltea para salir, y Salva repentinamente le salta encima, lo toma por la espalda, y con enorme velocidad, le clava la lima devenida en punzón, una y otra vez en el pecho, el empleado cae de rodillas, mientras sigue siendo masacrado. Al desplomarse, 20 agujeros sangrantes tiñen de rojo la camisa de franela blanca, y el espeso fluido se derrama por el piso, haciendo caprichosos dibujos, sobre unas ennegrecidas lozas de terracota. Graciano lo coloca boca arriba, toma del cinto del cadáver aún caliente, un machete, su revólver, sale sin ser visto del local en donde estaba cautivo, y se aproxima a la perrera. Los canes al sentir su presencia reaccionan furiosos, dentro de sus jaulas individuales, se lanzan contra las puertas, y no cesan de ladrar.  Para suerte de Salvatore al ser el día señalado para la diversión, el Barón le había dado salida a su personal, y solamente se encontraba en la casa, una joven doncella para atender a los dos encumbrados invitados, y Aquiles, que ya era historia, pues reposaba debajo de un montón de heno. Salvatore machete en mano va entrando en cada jaula, y ultima a machetazos a cada animal, los tasajea sin la menor consideración, primero les asesta un golpe a las piernas delanteras, cercenándoles las patas, impidiendo la movilidad de los canes, y después los remata fríamente. Al único que deja con vida es al tan temido Nerón, este can, por lo manifestado por su entrenador, y su dueño, contaba con una trayectoria sangrienta impecable, y por esos méritos, se había ganado tener su nombre con letras de bronce, sobre la cancela de metal de la jaula. La joven sirviente al sentir los aullidos, y chillidos descontrolados de los perros, sale, y se encuentra cara a cara con Salvatore Graciano. El joven embarrado de pies a cabeza de sangre, y lodo, parecía una visión espectral, la sirvienta se desmaya sin proferir palabra alguna, la toma delicadamente, y la lleva dentro de la cocina donde están preparados los manjares, y las bebidas del especial convite. Se asea en uno de los cuartos aristocráticos de la enorme mansión, va hacia el escaparate de la recámara, y escoge ropas de lujo que le quedan bien a su talla, se mira en el espejo, se peina, y después de esa radical transformación, concluye:

    - Me veo excelente, no parezco en modo alguno ser el que era, probablemente ni me reconozcan. Se me ocurre algo interesante, y veremos qué tal resulta. –

    Sorpresivamente entra a la habitación otro adolescente que, por el parecido, debía ser el hijo del Barón Tomasino. –

    - ¿Y tú quién eres?, ¿qué quieres?, ¿qué haces en mi cuarto? -

    Salvatore se le abalanza, y reduce al desprevenido muchacho, lo amarra con la funda de una almohada y de repente, al someterlo, su rostro se contrae de odio transformando su expresión facial. Señal inequívoca de que acaba de darle forma a algo maligno, ya su cerebro no estaba en condiciones de pensar normalmente. Sin perder tiempo, lo conduce hasta el edificio dónde se va a realizar la bestial jornada. Entonces, en lo que está inconsciente, prepara al heredero, para el papel que le va a asignar, en el cruel festejo de su padre.

    Al rato entra el Barón con sus dos distinguidos huéspedes, y el propio Salvatore con apariencia desconocida, es quién le abre el portón.

    - Pero ¿eres nuevo en mi hacienda?, nunca te había visto, ¿de dónde saliste? -

    Le pregunta Tomasino sorprendido.

    - Señor, mi presencia aquí se debe más a la casualidad, que a una planeación. Debo informarle que Aquiles, ante una repentina y dolorosa molestia estomacal, me pidió que fungiera de maestro de ceremonia, en el programa del día. Su capataz ya me explicó detenidamente todos los detalles que debo de observar, así que le ratifico que la velada va a salir tal, y como la ha planeado, y por supuesto, usted quedará enteramente satisfecho. –

    - Tu rostro me resulta conocido, ¿nos hemos encontrado en alguna otra parte? –

    Señor Tomasino, mi aspecto es de lo más común, mis facciones son de pueblerino, aunque Aquiles se ha empeñado en darme una educación lo más refinada que ha podido, soy aldeano, alguien corriente.

    - ¿Eres acaso algo de él? -

    - Soy su hijo adoptivo. -

    - Jamás en los 25 años a mi servicio me comentó, que tenía un hijo adoptivo, mira que guarda secretos. Y yo que pensaba que lo conocía. Me alegro de que seas su sangre, porque con su sangre pagará si me decepciona, o si algo de lo que hoy vas a ver aquí, te atreves a comentarlo hasta con tu almohada. –

    - Soy una tumba, Aquiles me ha enseñado a guardar silencio, y a reverenciar las manos que nos ayudan, y sepa que las suyas son especiales señor Barón, cuente con mi total discreción, y mi entera disposición. -

    Él Barón ante esta situación imprevista se muestra algo contrariado, pero no le da mayor importancia, para no quedar en ridículo ante los importantes personajes que le acompañan. Así, entre comentarios frívolos, y jaranas sarcásticas y soeces, todos pasan al anfiteatro. Él aristocrático anfitrión los conduce hasta el estrado, desde dónde presenciarán el sangriento espectáculo, y se acomodan en sus puestos.

    El foro contaba con absoluta privacidad, y tenía tres sillas ampulosas en lo alto de una grada especial, para invitados de alcurnia, estas sobresalían sobre las otras que eran algo más corrientes. Sus espaldares y brazos estaban repujados con fino trabajo de ebanistería, las dos de los lados estaban cubiertas, y adornadas con un paño fino de color azul lila, y la del centro, que era todavía un poco más alta y sofisticada, mostraba un tapiz de color rojo vino, que destacaba el color de la realeza en todo su esplendor. La altura permitía una excelente visibilidad, y posibilitaba, que los asistentes no se perdieran nada de lo que iba a acontecer, desde ningún ángulo. La arena era redonda, y su diámetro medía aproximadamente 20 pies. La pista contaba con la suficiente amplitud para permitir la lucha, pero era lo bastante pequeña. para evitar la huida; tenía la dimensión perfecta para el combate cuerpo a cuerpo. Una pequeña barda de madera preciosa dividía el escenario, del selecto auditorio, esta era de casi 3 pies y medio de altura, lo que obstaculizaba que cualquiera de los animales brincase hacia el foro, he hiciera peligrar a algún ilustre espectador. A la arena se accedía por dos compuertas medianas, conectadas a dos túneles, una era para el dogo, y la otra, para que saliera gateando como un perro, la víctima que se iba a enfrentar al poderoso, y entrenado cani corso.

    - ¡Bien comencemos!, ¡ya es hora!, dile a Sofía que traiga vino, y algunos bocadillos para estimular el hambre. Hoy conmemoramos un aniversario redondo, y voy a celebrarlo por todo lo alto. –

    Salva fue presuroso hasta donde estaba la doncella de la servidumbre, que en ese momento volvía en sí.

    - ¡Por favor Sofía ayúdame!, ya están el Barón y sus dos invitados esperando por ti, Tomasino ordenó que le sirvas vino y comestibles. Tengo que empezar cuanto antes la pelea, no me delates, y te prometo que nada te pasará. A mí me iban a sacrificar en un espectáculo ante Nerón, el dogo de lujo del Señor, por suerte me anticipé a Aquiles, y lo neutralicé.

    - ¿Pero entonces quién va a ocupar tu lugar? –

    Él hijo del Barón, pero Tomasino lo ignora, no se dará cuenta de la suplantación, hasta que su propio perro lo destroce.

    - ¿De veras piensas que me importa lo que hagas con esos miserables?, que después de la barbarie a la que son adeptos, celebran conmigo en su borrachera, haciéndome todas las vejaciones que desean. Lo que vas a presenciar no es nada, los degenerados me ultrajan a placer. ¡puedes hacer con ellos lo que te venga en ganas!, lo único que deseo es huir de este infierno, al que me trajeron en contra de mi voluntad siendo una niña. –

    - Perfecto Sofía, entonces no te preocupes, en cuanto disponga de los tres, serás libre de escapar a dónde quieras, pero en este instante lo único que te pido es que hagas tu trabajo, y actúes como si nada pasara. –

    - ¡Cuenta con eso! –

    Sofía sale completamente desnuda llevando las bandejas, y las coloca al lado de los comensales sobre unos soportes de madera, después regresa con una canasta de mimbre, repleta de botellas de vino, y antes de irse, para resaltar la degradación de la que eran capaces, el obispo saca su miembro, se lo enseña, y le comenta:

    - ¿No lo extrañaste preciosa?, ya sabes qué hacer, ¡bueno estoy esperando! –

    La sirvienta se arrodilla, reza un padre nuestro, se persigna, y le besa el miembro que enseguida se endurece, y todos se ríen escandalosamente, mientras la joven ruborizada, se reincorpora, y se marcha.

    - Lo que más me gusta de ella es su obscena obediencia, nos complace con una dedicación digna de una esclava, bueno en realidad no es otra cosa que una sierva, se me olvidaba su condición, pues cuando te la vendieron sus padres, pasaste a ser su dueño y señor. –

    - Me llevó algunos años someterla, y domesticarla, para que satisficiera todos mis caprichos, hasta que un día comprendió que era mejor la cama de su amo, a que le cogiera el culo arrodillada en el cepo, eso era más doloroso que acceder a mis tentaciones. Porque en esa vulnerable posición hasta mis perros se servían, había uno que era muy ducho en penetrarla como una perra, que eso es lo que en realidad es para mí. –

    Salvatore escuchaba estupefacto las confesiones de los pervertidos, y tuvo que esconder su cólera que iba in crescendo. Fue hasta la cocina, y compadecido le pasó la mano por la extensa cabellera negra, a la atribulada joven tratando de calmarla. Consternado por lo que había visto, y entendiendo la pesadilla por la que transcurrió su vida, le hizo una solemne promesa:

    - Sofía, no te pongas así, contrólate, todo pronto terminará, te prometo sosteniendo tu mano entre las mías, ¡que lo van a lamentar, y tendrás tu ansiado desquite! –

    - Es lo que más deseo en esta vida, ¡cóbrales bien caro hasta la última injuria! –

    Él Barón, desesperado por comenzar el festejo, se luce en su mejor estilo pomposo, y sobreactuado:

    - ¡Empezamos la excelsa e inolvidable jornada con la gran pelea, de una sabandija que se atrevió a hurtar de mi cocina, alimentos confeccionados para mi gusto exigente! Hijo de Aquiles, has pasar al contrincante. Seamos testigo de una épica digna de nuestros antiguos emperadores. –

    Salvatore accionando una soga levanta una compuerta, y entra gateando con trabajo al ruedo el ladronzuelo, pero tiene puesto un antifaz, y sus manos están atadas al cuerpo, se encuentra desnudo de la cintura para arriba, y el único soporte que tiene son sus rodillas que están atadas a sus pies por unas sogas. En esa posición no puede pararse, y si decide pelear lo tendrá que hacer hincado, o recostado sobre el suelo. Sus brazos y manos están inutilizadas por las amarras. Al verlo en esa condición de indefensión el Barón exclama:

    - Pero ¡qué es esto, así no puede pelear, hasta para gatear debe hacerlo apoyando su frente contra el suelo! -

    - Mi estimado Barón, hemos presenciado según mi padre Aquiles, muchos combates, pero hoy celebramos un aniversario redondo, en el que conmemoramos el inicio de estas gestas, por lo que se nos ocurrió hacer en la apertura un sacrificio, en honor a nuestros ancestros. Y después una sorpresa les aguarda, pues entonces iniciaremos otros magníficos combates, como marca la antigua tradición. Para esta parte del programa tenemos listos a varios contendientes, que harán la delicia de nuestro excelso anfitrión, e ilustres visitantes. –

    El Barón sorprendido por la inusual ofrenda, sonrió, y comenzó a aplaudir frenéticamente al igual que sus acompañantes. Salvatore levantó la compuerta del túnel que encerraba a la bestia, y el animal entró jadeando, y enseñando sus enormes colmillos. Sin dar un respiro, se le lanzó a la pierna del muchacho, y se la destrozó dando jaloneos hacia uno y otro lado. El joven producía un extraño ruido, pues tenía la boca taponeada con tela, y una mordaza, que le impedía emitir un simple sonido ininteligible. El animal continuó su arremetida, y arrancó una gruesa capa de piel con músculo adherido, la sangre salía a borbotones. La víctima de la frenética orgía se arrastraba por el suelo, tratando de huir de las fauces del dogo, pero la bestia volvía una, y otra vez, a atacarlo, desprendiendo de su fisonomía gruesos trozos de carne.

    El Barón y sus invitados gritaban exaltados:

    ¡Así mismo!, ¡muérdelo duro!, ¡destrózalo!, ¡Nerón acaba con él!

    Hubo un extraño momento, en que la víctima ya sin fuerzas se queda arrodillada, observando a Tomasino, mientras el animal continuaba aferrado a su espalda, desollándole los omóplatos, y descarnando sus huesos. En ese instante supremo del suplicio, él aristócrata se levanta del asiento, y exclama con presunción:

    - ¡Observen cómo me honra, no quita la vista de mis ojos! Lo están despedazando, y todavía espera algo de clemencia de mi parte. ¡Pues no la vas a tener!, lo único que hay para ti hoy, ¡son colmillos poderosos, y afilados! -

    Al decir la frase todos estallaron en risas, y brindaron en un frenesí de crueldad, ante la despiadada carnicería que estaba ocurriendo. Al rato él dogo había destrozado el cuerpo, del que fuera el único heredero del Barón.

    Tomasino sin saber lo que había sucedido, aplaudía delirantemente, y, eufórico, seguía celebrando con sus amigos por el formidable espectáculo que acababan de presenciar. Sin poderse contener, se encarama sobre su opulenta silla, y grita exaltado desde lo alto, mientras sostiene una copa rebosante de vino:

    - ¡Bien, y quién sigue, ahora queremos ver lucha, acción! –

    - Mi estimado Barón, antes de continuar con el programa, ¿no desea contemplar el rostro de la sabandija?, muero por mostrarle su cara de terror, y sufrimiento. Sería el espléndido e inolvidable punto final, de esta grandiosa primera parte. -

    - ¡Si, que la enseñe! –

    Gritó eufórico el rico terrateniente, mientras se empinaba una botella hasta el fondo. Él Barón satisfecho asintió, y Salvatore sin entrar a la arena, se acercó prudentemente al cadáver mutilado, que reposaba pegado a la barda, y le quitó de un tirón el antifaz, para eludir cualquier reacción de la bestia. El rostro de Tomasino se contrajo en un rictus de espanto, y se llevó sus manos a la cara tapándose los ojos:

    - ¡Hijo mío, Santo Dios! ¡Qué he hecho! –

    Salvatore con pistola en mano, y apuntándolos, sonríe y les dice:

    - ¡No llames al Señor hijo de puta!, esta tarde salió de vacaciones fuera de Sicilia, y no te va a escuchar. Querían y clamaban por ver un espectáculo sangriento, y les hago la solemne promesa de que lo van a tener. Su excelencia baje, entre al ruedo o le disparo. –

    El obispo aterrorizado se voltea hacia Tomasino, y lo observa rogándole con la mirada, que interceda a su favor, pero el Barón guarda silencio, y tiembla de paroxismo al percatarse que ha participado del sacrificio abominable, de su propio hijo, de su único heredero. Sin escuchar las súplicas de su excelencia, y sin mover un simple dedo, lo abandona a su suerte. El gordo asqueroso baja con trabajo los escalones que lo separan del muro, y se coloca de rodillas ante Salvatore, y le ruega que lo perdone, pero Salva le responde con un balazo en el trasero. El clérigo con un hoyo que le llegó hasta el hueso, brinca sin parar, y se pasa las manos para calmar el ardor, y el dolor. Entonces para evitar otro plomazo, apoya su enorme barriga en el borde del muro, y cae pesadamente del otro lado, acción más que suficiente para atraer la atención de Nerón, que, sin esperar alguna otra provocación, embiste sin piedad al regordete. Los gritos eran desgarradores, en otras chillaba, y clamaba por auxilio, hasta que sus alaridos se fueron espaciando, y se quedó boca abajo, inerte, mientras litros de sangre brotaban de los enormes mordiscos, y se esparcían formando charcos en algunas oquedades, y desniveles del suelo.

    Sofía que hacía un rato había entrado en silencio, y observaba la carnicería, aplaudía, y gritaba:

    - ¡Bravo, Bravísimo! –

    Ni se había puesto la ropa por tal de no perderse nada, y ser testigo de su cruento y anhelado desquite.

    - Ahora sigue el turno a su amigo. –

    Él Barón enmudecido de estupor no atinaba ni a protestar, pero la futura victima descontrolada, salió corriendo, acción que le hizo acreedor a un disparo a mansalva, en la pierna izquierda. El hombre que era alto rodó por el piso, se agarraba el miembro con las dos manos, y se quejaba desesperadamente, para su mala fortuna su sangre despertaría aún más el instinto asesino de Nerón, y así fue. Él dogo mordisqueaba sus manos, después sus pies con furia, destrozándoles las botas que llevaba puesta. Y finalmente, le arrancó parte de la cara, desfigurándolo por completo. La bestia había realizado hasta el momento una masacre perfecta, tan solo quedaba el Barón que no salía del impacto, y permanecía congelado en su asiento. Así a veces sucede cuando la agitación, y el shock emocional que se sufre, es tan intenso, que desborda el cuerpo que lo padece, y lo paraliza, lo petrifica.

    - Sofía, ¿qué hacemos con el degenerado que se ha comido la lengua? –

    - Quisiera asarlo a fuego lento, y sus restos dárselos a los cerdos. –

    - ¿Y por qué tienes ese antojo tan extraño? –

    - Muy sencillo, después de una comida ¿qué es lo que haces con lo que comes?, lo cagas, ¿no? Pues bien, ¡yo quiero cagar a este mal parido! ¡Convertirlo en mierda literalmente! -

    - Hecho, es tuyo, te pertenece, yo pensaba que era el que más lo odiaba, pero evidentemente tú me ganas. Seré tu ayudante si me lo permites, aunque te aclaro que no tengo experiencia en eso de preparar platos, esa tarea era de mi querida madre. -

    - Bueno no te preocupes, yo te indico lo que hay que hacer, ahora mismo ve a la cocina, y saca un pincho largo de hierro, trasládalo al patio, y colócalo encima de dos horquillas de metal, que están enterradas en el suelo. Luego lleva carbón que hay en un saco, deposítalo proporcionalmente en la zanja que hay en el piso a todo lo largo, llénala, y enciende las brasas hasta que despidan suficiente calor. Entonces encima de esa hoguera, colocaremos bien amarrado al pincho, a Tomasino. Lo voy a hornear, y a dorar hasta dejarlo exquisito, te va a gustar tanto, que desearás hacerme compañía, y compartirlo conmigo. –

    Entre los dos desnudaron a Tomasino, que no ofreció resistencia, pues permanecía alelado, estaba en estado de conmoción. Lo ataron de pies y manos a la varilla, y lo colocaron sobre las horquillas, primero por un extremo, y después entre los dos lo alzaron por el otro, y lo dejaron listo para el lento proceso de cocción. Salvatore, una vez que la ayudó, se sentó sobre una piedra cuadrada, que servía para machacar especias, y observó pacientemente como la carne se le ampollaba, y se tostaba, hasta que estaba crujiente. El Barón gritaba sin parar, tuvo una muerte atroz, pero merecida, cuando ya estaba listo, Sofía picó unas lonjas, y las degustó con arroz, papas, y verduras. Tomasino esa tarde fue un plato delicioso que la doncella consumió, con odio infinito. Lo masticaba despacio, lo trituraba entre sus dientes perfectos, sin prisa, saboreando cada trozo del amo ahora convertido en alimento. Graciano declinó la invitación, de ingerir porciones de él hombre, que le arrebató lo que más amaba. Su encono no llegaba a tanto. Con la ropa del hijo de Tomasino puesta, y el arma de Aquiles dentro de una bolsa de tela, salió por la puerta de la hacienda, sin mirar hacia atrás. Nada lo ataba a la tierra de sus ancestros, y era hora de buscar nuevos horizontes. Pero esa velada lo marcó para el resto de su vida, nunca más soportó los perros, y estuvo de vegetariano una buena parte de su juventud. Tan sólo comía pastas, y verduras, pues la carne de tan solo verla, le ocasionaba náuseas.

    Se escapó de ese infierno, y se dirigió al continente, en un barco de pesca que iba a vender su mercancía, en el puerto de Calabria. Unos marineros humildes y solidarios, sin preguntarle mucho de su pasado, lo acogieron y ayudaron.  Ya en tierra firme peregrinó hasta Napoli, y entonces su vida daría un vuelco de 180 grados, conocería a alguien que cambiaría su existencia, para bien, y para mal.

    Sin nadie a quien rendirle cuentas, y sin cargo de consciencia por su participación en una masacre que fue la comidilla de Italia, erraba por los suburbios de la gran urbe napolitana. Y una tarde de esas en que vagabundeaba sin rumbo, ni propósito, un joven que venía huyendo, sin conocerlo se le acercó, y jadeando le dijo:

    - ¡Amigo por favor esconde esto!, ¡los carabineros me vienen persiguiendo, en la noche te busco por los alrededores de Porta Nolana!  –

    Le entregó en sus manos un paño que contenía algo duro dentro, y emprendió nuevamente la carrera a toda velocidad. Al momento llegan los agentes, y le preguntan si vio a un ladronzuelo pasar corriendo.

    - Tomó por esta calle. -

    Por supuesto les dio una dirección opuesta, y siguió su camino tranquilamente. En la noche deambulaba por el sitio acordado, y en eso llega el joven que hacía rato lo observaba, y aguardaba prudentemente, para comprobar que no era una celada:

    - ¿Tienes el pañuelo que te entregué? –

    - Claro, aquí está. –

    - ¿Viste su contenido? –

    - No me interesa lo que guarda, eso es asunto tuyo. –

    Abre el pañuelo de seda, y comprueba que todas las joyas estaban, se sonríe, y le extiende su mano:

    - Me llamo Vitone Genovese, ¿y tú? –

    - Salvatore Graciano. -

    - Ven conmigo, vamos a convertir esto en dinero, y después comemos algo, yo te invito. –

    Los recién conocidos salen caminando, y al cruzar un callejón oscuro tienen la mala fortuna, de que son interceptados por varios delincuentes. El que parecía el jefe con una navaja en la mano, pregunta:

    - ¿Que llevas ahí?, me llama la atención ese bulto de tu bolsillo, dámelo, y te puedes ir caminando con tu novia. –

    Pero Graciano saturado de los conflictos y harto de huir, le responde colérico:

    - ¿Por qué será que la puta violencia me persigue, con mayor ahínco que un sabueso? Ya tuve suficiente, ¡me quieres, pues me tienes! –

    Salvatore echó bruscamente hacia atrás a Vitone, sacó como un relámpago el revólver, y sin mediar palabra, le dio un balazo en el rostro al que pretendía robarles. El pandillero cayó hacia atrás sin vida, y los que estaban con él salieron huyendo despavoridos. Genovese lo observó sorprendido, y después de salir del asombro, le sentenció:

    -  Eres un cabrón verdugo, lo mataste sin pestañear, creo que de aquí en adelante estarás conmigo, advierto que podemos establecer una magnífica alianza. Sin decir más nada ambos jóvenes caminan, y al llegar a una plaza, Vitone extrañado se detiene, y toma un periódico viejo que estaba en el suelo.

    Vaya que interesante, escucha esto Salvatore.

    Hoy será ejecutada por ahorcamiento, la feroz doncella Sofía Sorrento, que devoró a su patrón en un acto despiadado, y aborrecible, que niega la más elemental condición humana. Él honorable Barón Tomasino de Borbón, fue ultimado por su empleada doméstica, en su propiedad. También se sospecha que asesinaron al rico terrateniente de la zona Constantino Roca Verdina, y al honorable monseñor, Tulio Gilardini, obispo de Milán. Aun el cómplice que la ayudó a cometer los hechos que se narran, y denuncian, se dio a la fuga, y no ha sido encontrado. Cualquier información que conduzca a la captura del homicida, será generosamente gratificada.

    - Bueno este mundo cada vez está más loco. –

    Respondió Graciano haciéndose el desentendido, como si con él no fuera el asunto. Vitone asintió, arrugó la página del diario en su mano, la lanzó en un cesto de basura, y comentó:

    - Bueno vamos adelante Salva, tenemos mucho que conquistar a fuerza de puño y coraje, tenemos todo para ganar, y muy poco que perder. –

    Los amigos chocaron sus manos, y continuaron haciendo negocios, extorsionando, y delinquiendo, algunas cosas salían bien, y otras mal. Pero a base de acierto y error, iban en realidad ganando la tan necesaria experiencia. La calle era una escuela magistral, para conocer el hampa, sus reglas, lo que se debe hacer, y lo que no. Y cuando ya pensaron que habían colectado suficientes conocimientos, información, y estaban preparados para subir un escalón en el sendero del crimen, partieron hacia los Estados Unidos. 1913 fue el año dónde los futuros gánsteres, trabarían contacto en Nueva York con sus iguales. Pero esta cepa de reciente creación era más dura de pelar, de lo que muchos hubieran imaginado.

    A veces el destino, la suerte, o la casualidad, intervienen de manera drástica en los acontecimientos que se producirán en un futuro lejano. Son una cadena hilvanada de sucesos que trascurren de manera fortuita, o no, pero ahí están, quedan grabados en alguna parte, y son testigos, de la caprichosa voluntad del azar.

    Esos dos jóvenes sedimentarán una alianza inquebrantable, y Vitone, llegará a ser uno de los jefes más temidos de la mafia norteamericana. En cuanto a Salvatore, será su mano derecha, su gatillero mortal, el martillo despiadado que todos evitan. La amistad que se afianzó sin ellos tan siquiera imaginarlo, en Porta Nolana, sería de por vida, y haría temblar los cimientos de la cosa nostra. 

    Capítulo II

    Los primeros años

    Transcurría el 7 de agosto del año 1935, y hacía un día caluroso con algunas

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