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El Informático
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Libro electrónico129 páginas1 hora

El Informático

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Sumérgete en el fascinante mundo de la mente humana y la tecnología en 'El Informático', una cautivadora novela que te llevará a través de los confines de la realidad y la imaginación.

En medio de la pandemia global del COVID-19, un joven programador de computadoras se encuentra atrapado en un depósito de hospital, aislado del mundo exterior. Con el tiempo en sus manos y su mente brillante como única compañía, se sumerge en la creación de un programa de inteligencia artificial que lo lleva a los rincones más oscuros de su psique.

A medida que la línea entre la realidad y la ilusión se desdibuja, nuestro protagonista se encuentra luchando contra sus propios demonios internos mientras se enfrenta a las complejidades de su creación. ¿Hasta dónde llegará para escapar de su encierro? ¿Y qué precio pagará por su libertad?

'El Informático' es una historia intrigante que te mantendrá en vilo hasta la última página, explorando temas de soledad, locura y el poder de la mente humana en un mundo cada vez más digital. Prepárate para un viaje emocionante y perturbador que desafiará tus percepciones y te dejará reflexionando mucho después de haber cerrado el libro.", escrito en 2019, por John A. Jimenez Olmos, es considerada una obra futurista preveyendo la llegada de ChatGpt a nuestras vidas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 feb 2024
ISBN9798224228843
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    El Informático - John A. Jimenez Olmos

    Primera Parte

    1ngrata S0rpresa

    EN el invierno de 2019 la docente que enseñaba inglés interrumpió la clase de [1]Diseño Web con una proposición bastante alentadora, considerando que se acercaba el fin de año en el Instituto.

    Eran las 8:30 pm, El ingeniero Cáceres explicaba la importancia de las páginas web y su contenido para la sociedad, todos con los ojos puestos en el pizarrón acrílico convertido en una pantalla de cine donde se proyectaba el contenido para nuestro conocimiento; Diapositivas creadas con el paquete más reciente de [2]Microsoft Office donde antes no se tenía nada más que un tablero rectángulo de madera, pintado con pintura oscura mate y pegado a la pared, un pequeño tubo hecho de yeso y caolín para escribir, y por supuesto, un montón de libros para extraer temas de avance.

    La licenciada Vargas se acercaba a la puerta del aula 2ª de la carrera de Sistemas haciendo resonar sus pasos claramente en el piso, bueno era la única que casi siempre llevaba tacos de los más altos, también era la docente más indulgente del Instituto realmente era de carácter débil, cuando se acercó a la puerta gran parte de los alumnos ya sabían que se trataba de ella, por los zapatos.

    Harold, no estaba nervioso tenía el avance de su proyecto en su vieja Laptop Toshiba con la pantalla agrietada, sin duda sabía más que nadie que se trataba de su instructora de proyecto, así que empezó por abrir su maleta negra toda empolvada y con manchas de yogurt.

    —Estoy listo para la revisión.

    —Pensaba Harold, mientras sacaba su computadora portátil—.

    La puerta de madera del aula, pintada color azul de manera malaganuda empezó a repicar de manera discreta, típico de la licenciada Vargas, medrosa hasta para tocar una puerta.

    Mientras alguien se dispusiera a escuchar y abrir, Harold recordó la vez que se burló de un profesor en la secundaria con aquellos golpecitos de puerta, en ese entonces, era su maestro de Filosofía, igual de pusilánime que la Licenciada, pero eran épocas y circunstancias diferentes así que no podría gastar esa broma ahora, pero de todas maneras lo recordaba a carcajadas; Sentado en su viejo pupitre de madera, igual que la puerta de su aula en la secundaria y la clase muy aburrida hablando sobre [3]Platón y [4]Empédocles, éste último objeto de muchas bromas, todos los chicos del aula se burlaban diciendo que el hombre de la barba, tenía una flatulencia en su nombre.

    Harold era bromista, pero tenía sus límites, sabía con quién jugar sus grescas y con quien no, en ese caso el profesor de Filosofía le parecía un completo pelmazo así que:

    —¿Por qué no?

    Con el libro abierto sobre su escritorio, agachaba un poco la cabeza y daba notorios topetazos con el puño a su mismo pupitre por debajo, haciendo parecer que repiqueteaba la puerta del salón, lo más gracioso era que el maestro se la tragaba entera, siempre decía:

    —Un momento, muchachos.

    Abría la puerta y no encontraba a nadie, todos murmuraban risas, mirando a Harold. Era más o menos, el payaso de la clase, lo hacía unas dos veces y el profesor seguía tragándose las mofas, pero solo en ambas ocasiones, porque tampoco era tan tonto como para caer tres veces en la misma jugarreta, bueno al menos la bulla, servía un poco para hacer reír a sus amigos, en un mar de aburrimiento que era la clase de Filosofía.

    Mientras Harold recordaba, el Ingeniero Cáceres (estricto de profesión), abrió la puerta y no le resultó nada grato que interrumpieran su clase, aunque fuera con fines educativos.

    Nunca se sabía que es lo que estaba pensando, su expresión era siempre la misma; Mirada seria y con un chicle en la boca, dando mordidas no tan consecuentes, pero siempre acribillaba con los ojos a quien se le acercara.

    —¡López!

    —Llamó el Ingeniero Cáceres—.

    Harold se levantó del pupitre, con su Laptop ya destapada y encendida en manos, se acercó a la Licenciada Vargas saludando:

    —Buenas noches Lice.

    La Licenciada cerró la puerta después que Harold salió con su máquina. Tenía la expresión más temerosa que Harold había visto, era como si una chiquilla tímida se hubiera equivocado de puerta y además hubiese sido reprendida por un adulto, en verdad el muchacho pensaba que la Lice Vargas, era como miedosa de nacimiento y los demás docentes, se daban cuenta de eso.

    —Tal vez por eso, es que no dicta materias importantes en el Instituto.

    —Pensaba el chico—.

    En realidad, la Lice Vargas, era licenciada en Sistemas de Información, pero enseñaba Inglés Técnico en el establecimiento.

    —¿Por qué será?

    —Se preguntaba Harold. —Mientras la miraba como un padre observa a su hija pequeña, cuando ésta le dice que vio un monstruo en su armario—.

    —¿Cómo estas Harold? —Le preguntó la Lice Vargas—.

    —Bien gracias, ya está listo el avance de mi programa.

    —Respondió el muchacho. —Rascándose la cabeza—.

    La Lice Vargas sacó un bolígrafo del bolsillo de su camisa. Traía una hoja de papel en las manos, era inevitable fijarse en su aspecto; —Casi tan delgada como las féminas que Harold vio en algunos documentales sobre Raquitismo, caminaba de manera extraña, era alta, pero se agachaba lo más que podía y movía los pies con las puntas de los zapatos hacia el centro como formando un triángulo—.

    —Lice, usted, ¿en qué aula está pasando clases? —Vayamos allá.

    —Dijo Harold—.

    —Él sabía que irían allí de todas formas no esperaba que revisaran su computadora en el pasillo.

    —Se-se-sería mejor ¿Verdad?

    —Respondió la Licenciada Vargas —mirando su alrededor con zozobra—

    A veces tartamudeaba mucho y eso también ponía en actitud juiciosa a Harold, el chico se ponía a pensar en que cada persona tiene su propio modo de expresar nervios algunas veces. A él de daban ganas de orinar repetidas veces cuando algo le ponía los nervios de punta. —Puede que el constante balbuceo de la Lice Vargas sea por eso—

    —Decía en su mente, mientras la seguía auscultando con la mirada.

    Ambos se dirigieron hacia el salón 4ª de la carrera de Contabilidad, la puerta estaba abierta y había como veinticinco estudiantes, la mayoría de ellos, con la cabeza baja y los ojos pegados a sus escritorios. Unos cuantos mirando el techo del salón como si allí encontraran respuestas a su examen. Otros simplemente con la cara de costado pegada a la mesa, encima de su prueba y con aspecto tranquilo, parecía que el examen hubiera estado demasiado fácil para ellos, o de plano no sabían nada y ya se habían resignado a reprobar inglés.

    Cuando entraron al salón, la Licenciada Vargas dijo:

    —Debemos hablar en voz baja, porque están en una prueba.

    —Como si no me hubiera dado cuenta de eso—.

    —pensó Harold.

    Se sentaron y Harold le enseñó el avance de su proyecto. El muchacho se pasaba la mayor parte del tiempo, hablando en su mente y otra vez se puso a pensar en que cuando programaba se sentía condescendiente de [5]Mark Zuckerberg, —exagerando un poco; Se valía soñar—, considerando siempre, que incluso el mismo creador de la red social más grande del mundo, no pudo hacerlo solo, tuvo que formar un grupo de trabajo con profesionales de distintas áreas para dar marcha a su proyecto Facebook, sin embargo, sabía que no era imposible así que consideraba grandes ideas informáticas para su futuro, fuera del Instituto.

    El sistema que desarrollaba Harold para fin de año, no era nada parecido a Facebook; Se trataba de un Sistema Inteligente dedicado a la enseñanza de inglés para niños de primaria. Lo máximo que le permitía su presupuesto, con su trabajo de atención en una tienda de Videojuegos para consola, Que era para lo que le alcanzaba el tiempo y además podía pasar varias horas, frente a una computadora. No podía quejarse después de todo. La licenciada revisó la funcionalidad de su Sistema y quedó satisfecha, no podía esperar menos del alumno que obtuvo la calificación más alta de la clase, en la materia de programación de computadoras, para

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