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Covacha Babisuri: Doce mil años de prehistoria en la Isla Espíritu Santo, B.C.S.
Covacha Babisuri: Doce mil años de prehistoria en la Isla Espíritu Santo, B.C.S.
Covacha Babisuri: Doce mil años de prehistoria en la Isla Espíritu Santo, B.C.S.
Libro electrónico697 páginas7 horas

Covacha Babisuri: Doce mil años de prehistoria en la Isla Espíritu Santo, B.C.S.

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El libro aborda el poblamiento temprano de la península de Baja California Sur. El fechamiento radiocarbónico y el análisis de diversos materiales arqueológicos y de restos de flora y fauna obtenidos en la excavación arqueológica del lugar, un abrigo rocoso de la Isla Espíritu Santo, revelan que la ocupación humana de ese lugar se inició hace aprox
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 feb 2024
ISBN9786075398600
Covacha Babisuri: Doce mil años de prehistoria en la Isla Espíritu Santo, B.C.S.

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    Covacha Babisuri - Don Laylander

    Prólogo

    ———•———

    Don Laylander*

    En esta obra Harumi Fujita recapitula dos décadas de trabajo en la Isla Espíritu Santo, presentando uno de los más detallados e importantes estudios arqueológicos de la parte más sureña de la península de Baja California que hasta ahora hayan aparecido. Es además un texto clave para la literatura existente sobre la prehistoria de la península.

    Fujita ha investigado la arqueología de la Región del Cabo de Baja California Sur por más de treinta años. Ha seguido los pasos de Herman F. C. ten Kate, quien comenzó a investigar la región en 1883, y subsecuentemente los de Léon Diguet, Lyman Belding, Frederick Rogers, Makoto Kowta y, principalmente, William C. Massey. Traslapándose en el tiempo con el propio trabajo de Fujita, han sido importantes los estudios de campo reportados por investigadores como Fermín Reygadas Dahl, Guillermo Velázquez Ramírez, Roberto Jiménez Ovando, Zaid Lagunas Rodríguez, Roberto García Moll, Diana Santamaría, Alfonso Rosales López, Leticia Sánchez García, L. Mark Raab, J. Eldon Molto, Amy E. Gusick y Loren G. Davis. Sin embargo, ninguno de esos estudios ha igualado la escala, intensidad e involucramiento constante que refleja el trabajo de Fujita, y ninguno puede manejar los temas regionales con la gran experiencia y autoridad que ella tiene.

    Necesariamente, un estudio como el que se presenta aquí no puede ser enteramente el trabajo de un solo individuo, ni siquiera el de varios expertos de una misma especialidad. Como las páginas de este libro testifican, la investigación de la Isla Espíritu Santo ha sido conducida con un esfuerzo multidisciplinario. Ello implicó una colaboración cercana, bajo el liderazgo de Fujita, de especialistas en campos tan diversos como los estudios de microflora y el análisis de polen, de restos de vertebrados terrestres y marinos, así como de invertebrados y moluscos marinos; el análisis morfológico e isotópico de restos humanos, la paleogeomorfología y la identificación petrográfica; el estudio de metales, el análisis microscópico de huellas de uso y el fechamiento por radiocarbono y termo-luminiscencia. El volumen presentado aquí refleja esa colaboración en la amplitud y profundidad de sus análisis.

    En el amplio panorama del mundo de la prehistoria la Isla Espíritu Santo ocupa una posición de particular interés. Una razón de ello es la fuerte orientación marítima de sus habitantes prehistóricos. Con un relativamente rico ambiente marino y sólo marginales recursos terrestres disponibles, los cazadores-recolectores de la Isla Espíritu Santo dependieron fuertemente de los recursos marinos, cuyo aprovechamiento, aparentemente, realizaron con éxito considerable por un muy largo periodo, como lo documenta Fujita.

    Un segundo atractivo de la Región del Cabo para los prehistoriadores es su relativo aislamiento. Con sólo tenues conexiones que se extienden por los desiertos al norte y sin evidencias de contactos marítimos con los principales territorios continentales mexicanos o de otras regiones, ésta fue una de las esquinas más aisladas de la Norteamérica prehistórica. Las interpretaciones de la prehistoria de Baja California han subrayado por largo tiempo que la península fue un callejón sin salida o modelo estratificado en el cual sólo el estrato temprano continuó existiendo en el extremo sur. Si la Región del Cabo durante el contacto con los españoles realmente representa un caso extremo de conservación cultural o genética que continuó desde el Pleistoceno Final hasta el Holoceno, el estudio de las formas de vida prehistórica y su subsecuente desarrollo, quizás lentamente y en un grado sustancialmente independiente, representan un importante foco de investigación. La posición de la Isla Espíritu Santo en la costa sur del Golfo de California sugiere la posibilidad, de acuerdo con el modelo de migración costera para el asentamiento inicial humano del Nuevo Mundo, que ésta fue ocupada en una fecha muy temprana. La isla (o más bien, en el Pleistoceno Tardío, la península) yace sobre la ruta hacia el sur de los pobladores marítimos tempranos que unen a la costa del continente y podrían potencialmente aportar la evidencia clave para la primera oleada de pobladores americanos.

    Además de sus conexiones más amplias, las prehistorias particularizadas de la Covacha Babisuri, la Isla Espíritu Santo y la Región del Cabo de Baja California Sur son de gran interés por sí mismas. En este volumen Fujita detalla de manera magistral las estrategias de subsistencia, la cultura material, la organización social y, mucho más especulativamente, lo que ella propone como aspectos ideológicos de la Cultura de la Madreperla, un material que –se argumenta– simboliza en esta región el renacimiento, la fertilidad, la supervivencia y la identidad grupal a través de miles de años.

    * Traducción de Juan Martín Rojas Chávez.

    Agradecimientos

    ———•———

    El presente libro es en gran parte producto de una extensa investigación de dieciocho años sobre la arqueología de la Isla Espíritu Santo, Baja California Sur, México. Durante el primer proyecto de la investigación, Identificación y catalogación de los sitios arqueológicos del Área del Cabo, B.C.S., se realizaron dos temporadas de prospección –en 1994 y 1996–, en las que se registraron 127 sitios arqueológicos en las islas Espíritu Santo y La Partida. Además, se perforaron pozos de sondeo en cinco sitios en la bahía de La Dispensa y en La Gallina. En 2001 se inició el proyecto El poblamiento de América visto desde la Isla Espíritu Santo, B.C.S., que continuó hasta 2008 con una excavación extensiva en el abrigo rocoso denominado Covacha Babisuri, así como con excavaciones intensivas en otros 26 sitios en las islas Espíritu Santo y La Partida. Entre 2009 y 2012, aprovechando parte de un año sabático, elaboré la primera versión de este libro para integrar toda la información generada en los proyectos mencionados. Como fue demasiado amplia la primera versión, que incluía todos los sitios excavados en las islas, el dictamen me solicitó reducir a la mitad tanto la extensión de los textos como la cantidad de las figuras. Así, decidí abordar sólo los resultados e interpretaciones de los trabajos realizados en la Covacha Babisuri. Aunque debido a las actividades del nuevo proyecto y otras cotidianas, no pude continuar con la edición del libro hasta mayo de 2017, cuando tomé otro año sabático para actualizar y finalizar la nueva versión. Durante el desarrollo de dichos proyectos conté con el apoyo de numerosas personas e instituciones sin cuya ayuda no hubiera terminado esta obra.

    Jesús I. Mora Echeverría y Baudelina García Uranga me motivaron a estudiar la arqueología de Baja California en el inicio de los años ochenta; aprendí mucho con ellos en campo y en gabinete, lo que les agradezco sobremanera.

    Joaquín García-Bárcena†, ex secretario técnico del inah, fue mi maestro en la carrera de Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia durante tres semestres y director de mi tesis. Siempre me guió con sensatez y me apoyó en los distintos proyectos académicos del Instituto y, por ello, siempre viviré agradecida con él, lamentando mucho no contar ya con sus consejos.

    Agradezco también a Sergio Raúl Arroyo, ex director general del inah, a quien le interesó el tema del poblamiento de América y autorizó el apoyo financiero del Instituto para desarrollar el proyecto El poblamiento de América visto desde la Isla Espíritu Santo, B.C.S., así como a Alejandro Martínez Muriel†, quien también se interesó en dicho proyecto y me brindó su apoyo para solucionar asuntos administrativos relacionados con la compra de equipo.

    Agradezco igualmente la ayuda y las valiosas opiniones académicas de los siguientes profesionistas: Guillermo Acosta Ochoa, Amira F. Ainis, Martha E. Alfaro Castro, José Luis Alvarado, Francisco Álvarez Álvarez, Jorge Luis Amao Manríquez, Val Attenbrow, Luis Felipe Bate, Julia Bendímez Patterson, Tomas Bowen, Ana Celis, Antonio Javier Criado, Loren Davis, Antonio Flores Díaz, Victor Flores, Matthew Des Lauriers, Magdalena de los Ríos, Ángel García Cook†, Michael Glassow, Gerardo González Barba, Arturo Guevara Sánchez, Andrea Guía Ramírez, Amy Gusick, María de la Luz Gutiérrez, Don Laylander, José Luis León de la Luz, Carlos Mandujano, Cathy M. Marlett, Luis Alberto Martos López, Michael Mathes†, Emiliano Melgar Tísoc, Masao Minagawa, Armando de Jesús Romero Monteverde, Enrique Nava, Anna Noah, María Teresa Olivera, Agustín Ortega Esquinca, Alejandro Pastrana, Judith Porcasi, Paul Porcasi, Antonio Porcayo Michelini, Héctor Reyes Bonilla, Eric Ritter, Rosa Elba Rodríguez Tomp, Juan Martín Rojas Chávez, Alfonso Rosales López, Mike Rowland, Serafín Sánchez, Leticia C. Sánchez García, Miguel Tellez, Keiichi Terashima, Takashi Tsutsumi, Norma Valentín, Bárbara Vooriers y Tom Wake.

    También doy las gracias a las numerosas personas e instituciones que participaron tanto en el trabajo de campo como en el de gabinete y en diversos servicios. Sin el apoyo de ellas el proyecto no hubiera podido desarrollarse en forma óptima:

    Temporada 1994. Centro Regional de Investigaciones Pesqueras (crip), Secretaría de Marina Armada de México, Araceli Avilés, Alfredo Dumaine López, Arnoldo Hirales Lucero, Rubén Rodríguez y Joan Tuma.

    Temporada 1996. Gema Poyatos de Paz, Martín Sández Lucero y Sula Comb.

    Temporada 2001. Comisión Natural de Áreas Naturales Protegidas (conanp), Araceli Avilés, Aline Lara Galicia, Carlos Mandujano Álvarez, Luis Alberto Martos López, Quintín Muñoz Garayzar, Rubén Rodríguez, Patricia Carrillo, Keiko Iino, Erick de la Peña, Elizabeth Gastélum, Miguel Núñez e Israel Carrillo Savín.

    Temporada 2003. Raúl Aguilera Calderón, Fernanda Rabanal Mora, Armando Franco Pérez, Elizabeth Gastélum, Miguel Núñez e Israel Carrillo Savín.

    Temporada 2005. Raúl Aguilera, Luis Fernando Núñez, Iziar Martínez Rojo, Diana Radilla Rolón, Eduardo Pérez Zamora, Mike Casemore, Todd Kristensen, Mike Ross, Rie Yamashita, Arturo Carrillo Savín, Israel Carrillo Savín, Alejandro Zúñiga de la Toba, Juan Luis Ortega Torres, Sergio Martínez Rosas y Gonzalo de la Peña Núñez.

    Temporada 2006. Karim Bulhusen Muñoz, Elizabeth Camacho, Ileana Cruz Ramírez, Jorge Espinosa Zamora, Iziar Martínez Rojo, David Rettig, Arturo Jiménez, Damián Rogel González, Francisco León Lucero†, Loreto Lucero† y Daniel Hernández†.

    Ayudantes de laboratorio. Sandra Elizalde, Luisa Piña Villalobos, Damián Rogel González, Eduardo Pérez Zamora, José Israel Carrillo Savín, Juan Emmanuel Franco, Marina Itzel Esmeralda Frías Galeote, Juan José Díaz Gutiérrez, Bárbara Hernández Cardozo, Raymundo Domínguez Cadena y Sr. Miguel Domínguez León (del Herbario hcib), así como José Pérez Moreno y Juan González Solís (del Laboratorio de Palinología del inah).

    Asistentes en gabinete. Margarita Álvarez, Karim Bulhusen Muñoz, Israel Carrillo Savín y Damián Rogel González.

    En la etapa final, estoy muy agradecida con Valentín Castro Burgoin, quien realizó la corrección de estilo del libro y con Humberto Carrillo Ruvalcaba, exdirector del Centro inah del estado, por su apoyo para gestionar la publicación en el Archivo Histórico; Pablo L. Martínez del gobierno del estado de Baja California Sur.

    Siempre es un aliento el apoyo moral de familiares y amigos. Expreso mi sincero agradecimiento a los compañeros del Centro inah y del Museo Regional de Antropología e Historia de Baja California Sur, a mi hijo Luis Shigeo Cárdenas Fujita, a mis padres Moto y Shigeo†, a mi tía Chiyo Ohgon, a mi hermano Yoshihisa, a mis amigos de México y a los de mi tierra natal, Japón.

    Introducción

    ———•———

    Harumi Fujita

    En el presente libro se aborda el poblamiento temprano de la península de Baja California. Los resultados de fechamiento radiocarbónico y el análisis de diversos materiales arqueológicos y de restos de flora y fauna obtenidos en la excavación arqueológica en un abrigo rocoso que denominamos Covacha Babisuri, de la Isla Espíritu Santo en Baja California Sur, revelan que la ocupación humana de esta región comenzó hace aproximadamente doce mil años, y que la subsistencia de los primeros grupos se basaba principalmente en la recolección de moluscos y en la pesca, complementados por la recolección de plantas y la caza de fauna terrestre.

    Los restos de alimentos y la tecnología usada en el trabajo con piedra, concha y coral parecen sugerir la fusión de culturas marinas y terrestres en este sitio desde el inicio hasta el final de su ocupación, correspondiente esta última a una época posterior al contacto con los primeros europeos. La existencia de una larga tradición cultural en la Covacha Babisuri se debe a varios factores: situación geomorfológica del sitio y la isla; disponibilidad de agua potable, alimentos y materias primas para manufacturar diversas herramientas, vestimentas y ornamentos; mecanismos para mantener pacíficamente las relaciones humanas dentro del grupo y con grupos foráneos, y la presencia de una cosmovisión sólida a través de simbolismo. La concha de la madreperla parece haber tenido un significado especial al ser considerada como símbolo de renacimiento, supervivencia e identidad de los grupos de la Región del Cabo, como se verá en el capítulo 14.

    El libro está compuesto de 15 capítulos. El capítulo 1 abarca los temas relacionados con el diseño de investigación, como el planteamiento, el marco teórico, los objetivos y la metodología. En el capítulo 2 se describe el ambiente natural de la región, incluyendo clima, geología, corrientes marinas, cambio del nivel del mar, flora y fauna. El capítulo 3 presenta los antecedentes de las investigaciones arqueológicas en la península de Baja California.

    A partir del cuarto capítulo se abordan los temas relacionados con la excavación extensiva y los materiales arqueológicos encontrados en la Covacha Babisuri, su análisis y la interpretación. El capítulo 4 describe la estratigrafía y los sedimentos; el 5 plantea los resultados de fechamientos por radiocarbono y termo-luminiscencia; el 6 presenta los restos de flora y el análisis de polen, en una contribución del equipo formado por José Luis León de Luz, José Luis Alvarado y Harumi Fujita; el 7, los restos de fauna (excepto peces), escrito por Andrea Guía Ramírez, Harumi Fujita y Judith F. Porcasi; el 8, los restos de peces, por Andrea Guía Ramírez, Harumi Fujita y Anna Noah; el 9, los restos de moluscos y el 10, los restos óseos humanos, texto escrito por Harumi Fujita y Leticia C. Sánchez García. El capítulo 11, se refiere a la lítica; el 12, a los instrumentos de concha y coral; el 13, a los objetos de metal, y el 14 presenta el conjunto de materiales arqueológicos, las actividades humanas inferidas por periodo, el simbolismo de renacimiento, la organización sociopolítica, el contacto con otros grupos y la propuesta de la cultura de la madreperla. Finalmente, el capítulo 15 expone las conclusiones.

    1. Diseño de investigación

    ———•———

    Harumi Fujita

    EL POBLAMIENTO DE AMÉRICA

    El poblamiento del continente americano constituye uno de los temas de investigación de mayor relevancia para la arqueología prehistórica. Saber quiénes fueron los primeros pobladores de América y de dónde vinieron, cuándo y cómo llegaron, cuáles eran sus características físicas, sociales y culturales, son interrogantes fundamentales para el avance del conocimiento de la historia del hombre, y han sido el centro de continuos debates. En los siguientes párrafos se tratan las diferentes teorías que más se acercan a mis objetivos de estudio.

    Teoría del puente de tierra y el corredor libre de hielo

    La teoría de mayor aceptación sobre el poblamiento inicial de América dice que los primeros habitantes llegaron desde Asia a Alaska a través de un puente geográfico llamado Beringia durante la glaciación Wisconsin, cuando el nivel del mar descendió más de 60 metros con respecto a la actualidad, suficiente para que los dos continentes quedaran unidos. Después de arribar a Alaska, los primeros pobladores pasaron por el corredor libre de hielo formado entre los casquetes de Laurentio y la Cordillera Costera cuando dichos glaciales empezaron a deshielarse (Bryan y Gruhn, 1989; Dixon, 1999; Lorenzo, 1974; Porcasi, 2008). El concepto de corredor sin hielo que se extendió entre la Beringia oriental y las áreas sureñas de Norteamérica sin glaciar fue sugerido por W. A. Johnston en 1933 y reforzado por el geólogo Ernst Antevs (1937). Según esa teoría, los primeros americanos cazaban megafauna con puntas de proyectil acanaladas –conocidas como Clovis– y colonizaron Norteamérica entre 13000 y 12700 cal a.P.¹ o entre 13400 y 13000 cal a.P. Esos pobladores, denominados paleoindios (Fiedel, 1999; Walters y Stafford 2007; Walters et al., 2015), llegaron hasta Sudamérica (Bonnichsen, 1999; Dixon, 1999). Dicho modelo también se conoce como modelo de Clovis first. Posteriormente, entre 12800 y 12000 cal a.P., apareció otro grupo cazador dotado de la punta acanalada tipo Folsom (Bement y Carter, 2010).

    La diversidad del contexto arqueológico de los diferentes sitios ubicados en el norte, el centro y el sur del continente, contemporáneos o más tempranos que los sitios de paleoindio, hace difícil sostener la exclusividad de este modelo. Las evidencias más tempranas que los sitios Clovis –como Blue Fish Cavesen el Yukón, Meadowcroft en Pensilvania y Cactus Hill en Virginia– han llevado a la teoría de la cultura Pre-Clovis enfocando diferentes modelos de migración para sustituir a la teoría de Clovis-first (Dixon, 1999).

    Durante mucho tiempo, la mayoría de los sitios tempranos reportados en el continente americano, especialmente los de Centro y Sudamérica, no han sido aceptados –especialmente por los arqueólogos norteamericanos– debido a los siguientes problemas. El primero está relacionado con los resultados del fechamiento por ¹⁴C del material vegetal o animal asociado con las herramientas antiguas, ya que se piensa que el material orgánico pudo haber sido contaminado por otras sustancias, por ejemplo, las filtraciones de aguas freáticas que arrastran materiales carbónicos más antiguos. La segunda crítica se concentra en la identificación de los artefactos líticos, ya que en muchos casos las simples lascas y núcleos se consideran como producto de alguna acción natural. La tercera se relaciona con las fogatas. Hay casos en que se confundió el carbón de las fogatas con la vegetación en descomposición en el proceso de conversión a carbón. En otros casos, la supuesta fogata resultó ser producto de incendio casual. Y la última consiste en los malos controles de los registros de material arqueológico y de los métodos de excavación (Dixon, 1999; Moratto, 1984).

    Sin embargo, el panorama cambió drásticamente en 1997, cuando un panel de autoridades científicas inspeccionó el sitio Monte Verde, en Chile, excavado por Tom Dillehay y su equipo (Dillehay, 1997), y concluyó que las evidencias radiocarbónicas de 12500 años a.P. predatan los sitios Clovis en el oeste central de Norteamérica por lo menos en mil años (Meltzer et al., 1997). Dillehey reportó una fecha todavía más temprana del uso de algas marinas en ese sitio: 14000 años a.P. (Dillehay et al., 2008). Lo anterior, apoya la teoría de la ruta de migración costera primaria que se movió hacia el sur a lo largo de la línea costera con un desplazamiento más rápido que el de la migración en el interior a las áreas centrales de América (Dixon, 1999; Erlandson et al., 2007).

    Por otra parte, la tradición Western Pluvial Lakes (wpl) fue protagonizada por grupos de cazadores en regiones lacustres entre 11500 y 10000 a.P., y ha sido identificada en sitios donde fueron recuperadas puntas pedunculadas tipo Lake Mojave, Silver Lake, Haskett, Cougar Mountain y otras puntas lanceoladas relacionadas, incluyendo las de forma pedunculada similares a "Lind Coulee" (Beck y Jones, 2010; Hester, 1973: 65; Willig y Aikens, 1988: 12). Tales puntas pedunculadas y lanceoladas se conocen como Western Stemmed Point (wsp). En el Great Basin (Gran Cuenco) los sitios de la tradición wsp generalmente se refieren a la tradición wpl (Beck y Jones, 1988; Bedwell, 1973).

    El hallazgo de varias puntas pedunculadas en los depósitos fechados entre 11070 y 11340 a.P. en Paisley Caves, Oregon, y los coprolitos fechados en 12450 a.P. (Jenkins et al., 2012) produjeron debates interesantes acerca del poblamiento inicial de América. La tradición wsp o wpl se considera previa, contemporánea y posterior a la tradición Clovis (Jenkins et al., 2012).

    El complejo San Dieguito se considera como una versión local de la tradición wpl que se desarrolló en la parte sur de la costa de California y en la parte norte de la península de Baja California (Warren y True, 2006; Porcayo, 2006). En las orillas de las antiguas lagunas de Baja California, como en Laguna Seca Chapala, Laguna Salada y Laguna Diablo, se han encontrado materiales líticos, como bifaciales grandes y raspadores de domo, que se consideran lítica diagnóstica de la tradición wpl (figura 1.1; Arnold, 1957; Ortega Esquinca, 1991). El sitio Abrigo Paredón, en la orilla de la Laguna Seca Chapala, fue un taller lítico donde se obtenían largas preformas de bifacial de felsita para convertirlas en puntas de proyectil y cuchillos (Gruhn y Bryan, 2008). En cuanto a las puntas pedunculadas diagnósticas de la tradición wsp, el tipo Lake Mojave fue reportado en el sitio costero del Pacífico norte de Baja California conocido como Bajamar-Jatay (García, 2017: 30), y una punta parecida a la de ese tipo fue recuperada en el área de Bahía Concepción (Ritter, 2006). Puntas parecidas a las Silver Lake fueron reportadas en la misma área (Ritter, 2006) y en el sitio denominado Punta Faro Marqués, en el Pacífico sur de Baja California (Hernández y Fujita, 2017).

    Las puntas acanaladas tipo Clovis fueron halladas principalmente en la parte central de la península, tres de ellas en la sierra de San Francisco (Aschmann, 1952; Gutiérrez y Hyland, 2002). Por otra parte, dos puntas acanaladas fueron recuperadas en la isla de Cedros (Des Lauriers, 2010).

    Entrando al siglo xxi se reportó una punta acanalada tipo Clovis cerca de Ciudad Constitución (Carlos Mandujano, comunicación personal, 2015); asimismo, en Bajamar-Jatay se encontró un fragmento de una punta acanalada (García, 2017: 30). En 2018 se reportó una punta tipo Clovis hallada en el cauce del río San Blas, en la parte oriental de la sierra de El Novillo, por los habitantes de La Paz, que es la primera punta tipo Clovis en la Región del Cabo (Fujita et al., 2020). La principal subsistencia de las tradiciones paleoindio y wpl son la caza de fauna terrestre.

    figura1-1

    Figura 1.1. Localización de sitios y áreas del Holoceno Temprano (12000-8000 cal a.P.) en la península de Baja California. (Dibujo de Karim Bulhusen Muñoz.)

    Por otra parte, la tradición paleocostera (pc) fue propuesta por primera vez por E. Davis y sus colaboradores (1969) como un elemento de la co-tradición lítica del Oeste, y algunos componentes costeros fueron fechados con una antigüedad de entre 12 000 y 8 000 años. Actualmente, la tradición pc se utiliza para las manifestaciones costeras relacionadas con la explotación de recursos marinos y costeros en el Pleistoceno Terminal y el Holoceno Temprano (hace entre 13 000 y 8 000 años) (Moratto, 1981: 104; Erlandson et al., 2007, 2011; Rick et al., 2001, 2013).

    Modelos de la costa del Pacífico

    Los modelos del Pacífico proponen que la gente llegó a América vía marítima, en algún tipo de embarcación, siguiendo las líneas costeras desde el noreste de Asia. Las zonas costeras proporcionaron a los humanos diversos recursos de flora y fauna de los ecosistemas terrestres y marinos (Fladmark, 1979; Heaton, 1996). Las principales objeciones a este modelo son: 1) la dificultad de navegación de las costas por la presencia de glaciares provenientes de Beringia y Norteamérica; 2) el desarrollo insuficiente de tecnología marítima, y 3) la escasez de evidencia arqueológica en los sitios costeros tempranos anterior a 12500 a.P. (Chartkoff y Chartkoff, 1984; Porcasi, 2008).

    En cambio, recientes trabajos arqueológicos, lingüísticos, antropológicos y genéticos apoyan el modelo proporcionando datos relevantes. Dixon (1999) y Porcasi (2008) resumieron los debates al respecto argumentando, en primer lugar, que la trayectoria costera no fue completamente cubierta de glaciar y pudo haber proporcionado recursos vegetales y animales. En segundo lugar, las técnicas de elaboración de botes para navegación marítima, así como para la caza marítima y la recolección, fueron completamente desarrolladas antes del Pleistoceno Terminal. En tercer lugar, la rapidez de la migración hasta Sudamérica sólo se puede explicar por el uso de botes.² El último punto consiste en que la amplia y alta potencialidad de los recursos marinos pudo haber posibilitado tal viaje. Dixon (1999) concluye que la colonización inicial de las Américas ocurrió hacia aproximadamente 13500 a.P. y posiblemente más temprano con el uso de embarcaciones. La ruta interior fue bloqueada por los glaciares continentales hasta aproximadamente 11000 a.P. El corredor libre de hielo no existió entre Beringia y las áreas sureñas de Norteamérica hasta cerca de 11000 a.P.

    Jon Erlandson y sus colegas (2007) propusieron la hipótesis de una carretera de algas, la cual consiste en que los bosques de algas proporcionan condiciones idóneas para plantas y animales, que pudieron haber existido alrededor del final del Pleistoceno en el contorno del Pacífico desde Japón a Beringia, y del noroeste del Pacífico y California hasta la costa andina de Sudamérica. Una vez que las líneas costeras de Alaska y la Columbia Británica quedaron libres de glaciares –hace aproximadamente 16 000 años–, dichos hábitats de bosques de algas (junto con estuarios, manglares y arrecifes de coral) pudieron haber proporcionado un corredor de migración ecológicamente similar, completamente al nivel del mar y esencialmente no obstruido.

    Las evidencias encontradas en el sureste de Alaska y en las islas de la Reina Carlota, en la Columbia Británica, proporcionan algunos datos sobre recursos alimentarios terrestres presentes en el último glaciar máximo. Daryl Fedje y Tina Christensen (1999) han identificado algunos sitios de Haida Gwaii cuya datación es posterior a 9000 a.P. Los restos humanos más antiguos hallados hasta el momento en Alaska y Canadá, de carácter óseo, pertenecen a la cueva denominada On Your Knees Cave, ubicada en la isla del Príncipe de Gales, en el sureste de Alaska. La datación radiocarbónica de dicho material fue de 10 300 años, y su análisis isotópico indicó que pertenece a un individuo que creció con base en una dieta de alimentos marinos principalmente (Dalton, 2005; Heaton y Grady, 2003). Esos datos sugieren la existencia de sitios sumergidos justo sobre las líneas costeras de Haida Gwaii (Fedje y Christensen, 1999) y a lo largo de la costa del sureste de Alaska. La evidencia paleoecológica sugiere que el viaje a lo largo de la costa pudo haber sido posible entre 13000 y 11000 a.P., conforme los casquetes de hielo comenzaron a retroceder. Entre 13000 y 10500 a.P. Haida Gwaii tuvo más del doble de tierra que en la actualidad, que se fue inundando al tiempo que los casquetes se deshacían, entre 11000 y 9000 a.P. (Fedje y Christensen, 1999). Por ello, cualquier evidencia de ocupación humana debe estar bajo el nivel del mar actual. La antigüedad de las dispersiones líticas que Fedje y Christensen (1999) han encontrado en zonas intermareales a lo largo de Haida Gwaii sugiere una ocupación humana temprana del área.

    Fedje y Christensen (1999) apoyan al modelo de migración costera inicial propuesto por Carlson (1990) y Fladmark (1975, 1979, 1990) más que el modelo de corredor sin hielo propuesto por Matson y Cupland (1995) en sus investigaciones de zonas intermareales en Haida Gwaii. La región costera fue bastante hospitalaria hasta 13000 a.P. para gente con embarcaciones y un modo de vida marítimo. Además, Fedje y Christensen (1999) proponen que la costa fue posiblemente colonizada antes de 13000 a.P., aseveración basada primeramente en la evidencia de embarcaciones anteriores a 13000 a.P. halladas en Japón y Australia. Si la gente del mar colonizó las islas del sureste de Asia, Australia, la Melanesia occidental, Ryukyu y Japón hace entre 50 000 y 35 000 años, entonces también pudo migrar del noreste de Asia a América conforme se fue calentando y deshielando la costa del Pacífico norte a partir de hace unos 16 000 años (Erlandson et al., 2007). Hasta el momento no se han encontrado restos de embarcaciones en los sitios tempranos de la costa del noroeste, probablemente por la pobre preservación de materiales orgánicos y la inundación de áreas costeras mencionadas arriba. Aun así, podemos inferir el viaje marítimo con base en la similitud entre los artefactos hallados con los de Asia, como las puntas pedunculadas de aletas barbeadas (barbed points) y las puntas tipo Amol (Erlandson y Braje, 2011; Rick et al., 2013).

    Otra evidencia son los hallazgos zooarqueológicos verificados a lo largo de la costa noroccidental. Restos de cabra fechados en 12000 a.P. han sido encontrados en la isla de Vancouver, así como restos de oso datados en 12500 a.P. localizados en el archipiélago del Príncipe de Gales, ambos en la Columbia Británica. Hay otros restos aún más antiguos de oso café, caribú, aves marinas, peces y foca anillada que han sido fechados en una serie de cuevas en el sureste de Alaska por el paleontólogo Timothy Heaton (1995). Eso significa que existieron suficientes recursos terrestres y vegetales para alimentar a mamíferos grandes terrestres, y por ende a los humanos. Las investigaciones realizadas en las costas, particularmente intermareales y submarinas, pueden arrojar datos de sitios anteriores a 11000 a.P. La ocupación costera previa a 13000 a.P. pudo permitir a la gente migrar más hacia el sur, lo que explica la presencia de los sitios sudamericanos tempranos.

    En California, las islas del Canal proporcionan evidencia aún más temprana de navegación. En las islas Santa Rosa y San Miguel, por ejemplo, cinco sitios han sido atribuidos al Pleistoceno Terminal, incluyendo Arlington Springs, fechado en 13000 ± 200 cal a.P., y Daisy Cave, en 11500 ± 200 cal a.P.³ (Erlandson et al., 2011; Johnson et al., 2002). Erlandson y su equipo (Erlandson et al., 1996, 2007, 2011) encontraron una variedad de artefactos de piedra, hueso y concha, así como restos de algas. Los materiales líticos consisten principalmente en herramientas expeditas y desechos, pero también hay artefactos finamente elaborados, como crecientes,⁴ así como puntas de proyectil barbeadas y tipo Amol, probablemente utilizadas para cazar aves y mamíferos marinos, respectivamente. Otros artefactos importantes son las cuentas del caracol marino Olivella biplicata con el ápex removido, los anzuelos de hueso en forma de aguja y la cordelería de alga marina. Las islas del Canal no estuvieron conectadas con la costa del macizo continental durante el Cuaternario; por ello, muchos grupos marítimos contemporáneos de los complejos Clovis y Folsom debieron tener embarcaciones resistentes para colonizarlos. Como ya se mencionó, en las islas del Canal se han encontrado los anzuelos más tempranos de América: agujas de hueso puntiagudas en ambos extremos que datan aproximadamente de 10000 a 8600 cal a.P. (Erlandson et al., 2007).

    figura1-2

    Figura 1.2. Localización de los sitios del Holoceno Temprano en el área de La Paz, Baja California Sur. (Dibujo de Karim Bulhusen Muñoz.)

    Bryan y Gruhn (2008) opinan que en Baja California debe de haber evidencias tempranas de la ruta costera que parte desde el norte de la costa noroccidental de Norteamérica. Se han reportado tres sitios fechados en el Holoceno Temprano en el Pacífico norte de la península de Baja California: el sitio Abrigo de los Escorpiones, datados en 8870 ± 60 años a.P. (Gruhn y Bryan, 2008); el sitio paic-49 Richard’s Ridge, de 12240-11930 cal a.P., y el paic-44 Cerro Pedregoso, de 11960-11410 cal a.P., los dos últimos en la isla de Cedros (Des Lauriers, 2010). Des Lauriers (2010) considera la tradición cultural de los primeros grupos como paleocosteros, a pesar del hallazgo de dos puntas acanaladas tipo Clovis. En la Región del Cabo hay 20 sitios fechados que corresponden al Pleistoceno Terminal y/o al Holoceno Temprano –12 000 a 8 000 años de antigüedad– (figuras 1.2 y 1.3; Bulhusen y Fujita, 2015; Fujita, 2012; Fujita et al., 2018; García et al., 2015 y 2016; Hernández y Fujita, 2017). En todos esos sitios se observa la predominancia de la explotación de recursos marinos, especialmente la recolección de moluscos.

    En Sudamérica se han reportado varios sitios costeros o cercanos a la costa del Pacífico atribuidos al Pleistoceno Tardío y con evidencia del uso de recursos marinos, además del sitio Monte Verde.

    Figura 1.3. Sitios del Pleistoceno Terminal y el Holoceno Temprano en la Isla Espíritu Santo. (Dibujo de Karim Bulhusen Muñoz.) J-17 Covacha Babisuri; J-18 La Dispensa II-8; J-30 San Gabriel 10; J-57 El Gallo I-8; J-65 El Gallo II-2; J-94A El Gallo III-1A; J-69B Ballena 3B; J-69D Ballena 3D; J-69E Ballena 3E; J-69F Ballena 3F; y J-69G Ballena 3G.

    Poblamiento de la península desde el macizo continental

    Esta teoría postula la llegada de los grupos paleoindios a través de las islas Tiburón, San Esteban, San Lorenzo, Ángel de la Guarda y otras pequeñas aledañas situadas en el centro norte del Golfo de California (Kowta, 1984), aunque no se han reportado artefactos diagnósticos de esos grupos en dichas islas ni en la costa del golfo (Bowen, 2009). No obstante, por el hecho de que la mayoría de las puntas acanaladas reportadas en la península se concentran en su parte central, esa teoría no puede ser descartada.

    Poblamiento Trans-Pacífico sur

    Esta hipótesis plantea el poblamiento de la Región del Cabo desde el Pacífico sur con base en la craneometría (González-José et al., 2003). Laylander y Moore (2006) proponen que si bien los ejemplares de la Región del Cabo comparten un ancestro común con otros nativos americanos, se diversificaron como resultado del aislamiento y de factores genéticos aleatorios. Algunos materiales culturales –como un ornamento de perlas acanaladas– recuperados en los depósitos del Holoceno Temprano del sitio Covacha Babisuri⁶ y otros sitios de la Isla Espíritu Santo y del área de La Paz también están reportados en documentos históricos de los siglos xvi y xvii, por lo que se puede afirmar la continuidad de tradición. Esta hipótesis basada en la craneometría de los individuos del periodo tardío no prueba, empero, el poblamiento temprano de la Región del Cabo.

    Ruta de migración del Atlántico

    Existe otra teoría de migración temprana a América vía la costa atlántica. Como esta teoría requiere más evidencias, sólo se menciona el principal concepto.

    Dennis Stanford y Bruce Bradley (2002) proponen la migración costera desde Europa Occidental a Norteamérica con base en la similitud de las técnicas de manufactura de la cultura solutrense con las de Clovis. Ellos argumentan que los sitios Clovis se encuentran más en el lado este de Norteamérica y que de allí parecen haberse difundido hacia el oeste. Los cazadores y los pescadores solutrenses obtuvieron ciertos alimentos, como peces y focas, en las márgenes sureñas congeladas del Atlántico.

    Nuevos hallazgos importantes sobre el poblamiento temprano en el territorio mexicano

    Al comienzo del siglo xxi se dieron varios hallazgos importantes de sitios tempranos con asociación de actividad humana, los cuales fueron determinados por fechamiento, materiales arqueológicos y restos óseos de fauna pleistocena, así como por restos óseos humanos, principalmente de cráneos. En el sitio denominado Fin del Mundo, en Sonora, se recuperaron varios restos de mamut (Mammuthus sp.), mastodonte (Mammut sp.) y gonfoterio (Cuvieronius sp.), y varias puntas tipo Clovis con fechamientos radiocarbónicos calibradas de entre 13470 y 13350 a.P. (Sánchez et al., 2014; Walters et al., 2020); en la Cueva de los Hacheros, en Michoacán, una punta del Arcaico temprano y otros materiales líticos, así como fragmentos de carbón cuyos fechamientos arrojaron entre 11399 y 12039 a.P. (Punzo y Martínez, 2018); en el centro del país, en el sitio Tlapacoya, se han reportado dos cráneos incompletos, uno de los cuales (Tlapacoya I) fue fechado en 10200 ± 65 años a.P. (11612-12146 cal a.P.) (González et al., 2003); en el sitio conocido como Peñón de los Baños, ubicado sobre un islote del lago de Texcoco, se han reportado cinco individuos adultos, de los cuales la Mujer del Peñón III se dató en 10755 ± 75 años a.P. (12561-12761 cal a.P.) (González et al., 2003), y en Tultepec se recuperaron 14 mamuts que cayeron en trampas excavadas por cazadores en suelos pantanosos hace 14 000 años (Rubén Manzanilla, comunicación personal, 2020).

    La presencia humana más antigua, correspondiente a la cultura Clovis, se registró en el sitio de Oyapa, en Hidalgo (Cassiano y Álvarez, 2007). En el sitio conocido como Hoyo Negro, en Quintana Roo, se recuperó un resto óseo humano femenino conocido como Naia, fechado entre 12910 y 11750 cal. a.P. (Chatters et al., 2014), y se localizó unos yacimientos de ocre en las cavidades actualmente inundadas del sitio La Mina, que tiene entre 12 000 y 10 000 años de antigüedad (MacDonald et al., 2020); en Chiapas, los sitios tempranos se localizan en el interior del estado, incluyendo Santa Marta, con una antigüedad calibrada de entre 12371 y 13130 a.P., y Los Glifos, con puntas tipo Clovis y tipo cola de pescado con asociación de fauna, como venado cola blanca (Odocoileus sp.), pecarí (Tayasso sp.) y caballo pleistoceno (Equus sp.) (Acosta et al., 2018).

    Dichas evidencias sugieren que los primeros grupos humanos habitaron un vasto territorio de México hace de 12 000 a 14 000 años. Por otra parte, subsisten las polémicas sobre los hallazgos de la cueva Chiquihuite, en Zacatecas, por el fechamiento arrojado con la asociación de materiales arqueológicos (Ardelean et al., 2020).

    Posible fecha de primer ingreso a América

    Aunque las primeras dos teorías mencionadas del poblamiento de América son las más aceptadas en la actualidad, hay diferentes ideas en cuanto a la fecha de la primera entrada al continente americano. Mientras que la mayoría de los que sostienen la entrada por el corredor libre de hielo proponen la fecha de ingreso hacia 12000 a.P., algunos investigadores opinan que América fue ocupada con fecha mayor de 40 000 años, mientras otros piensan que ello sucedió hace entre 20 000 y 30 000 (Bryan y Gruhn, 1989; Lorenzo, 1974; Moratto, 1984) o hace 13 500 años (Dixon, 1999). En cuanto a la periodización geológica, se instauró el interglacial Sangamon entre 125000 y 70000 años a.P. y tuvo lugar el subestadío glacial Altoniense de la última glaciación Wisconsin de hace 70 000 a 28 000 años. En este subestadío el nivel del mar tuvo un descenso de 55 a 60 m durante el periodo que va de 63000 a 58000 años a.P., y otro descenso, de 65 a 70 m, ocurrió entre 53000 y 42000 años a.P., causando la formación del puente terrestre entre Asia y América por primera vez. De 33000 a 31000 años a.P. el nivel del mar volvió a descender

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