LA HUMANIDAD EMERGENTE
La genealogía humana podría visualizarse como un arbusto frondoso con muchas ramificaciones, algunas todavía escondidas a la vista. En ese arbusto distinguimos los géneros, que serían las ramas más gruesas. De estas habrían divergido las especies, subespecies y poblaciones, que se han ido identificando a medida que se realizaban excavaciones en centenares de yacimientos. Una particularidad de ese arbusto es que algunas de sus ramas más finas pudieron entrelazarse, a pesar de haber divergido de la misma rama. La hibridación entre especies, subespecies y poblaciones pudo ser la norma más que la excepción. Es una suposición basada en lo que conocemos en la actualidad gracias a la paleogenómica, que ha permitido el análisis del ADN y el ARN de homininos de cierta antigüedad.
Nuestro arbusto imaginario tiene un aspecto deprimente. Todas sus ramas se han ido secando y las hojas han terminado por caerse. En lo alto, sin embargo, todavía persisten los brotes verdes de una de sus ramas, que cubren la totalidad de la parte superior del vegetal. Si miramos la planta desde un observatorio elevado, esa fina capa verde nos dará una falsa impresión de vitalidad del conjunto. Al menos un par de ramas llegaron casi a la misma altura, pero también terminaron por secarse. Es más, aparecen como entretejidas con la única rama verde y se diría que en algún momento de su crecimiento la alimentaron con su savia. Quizá esas ramas marchitas perdieron su vigor para seguir dando vistosidad a una planta de apariencia engañosa.
en el que se analizaban las proteínas del esmalte de dientes de la especie y se comparaban con las de las poblaciones humanas actuales, los neandertales y los denisovanos. Una especie que vivió en la sierra de Atapuerca (provincia de Burgos) hace más de 800 000 años conservaba intacta la secuencia de aminoácidos de sus proteínas del esmalte. Se trataba de la evidencia genética más antigua conocida hasta la fecha en una especie de nuestra genealogía. Este era el principal al y a los enigmáticos denisovanos. Los estudios previos del ADN y el ARN de estos humanos habían llegado a la conclusión de que hubo hibridación entre ellos, a pesar de que su divergencia había sucedido hace milenios.
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