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El compromiso: Amor o tradición
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Libro electrónico998 páginas14 horas

El compromiso: Amor o tradición

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Información de este libro electrónico

En dos ciudades de la India, dos parejas reciben a sus primogénitos: en Nueva Delhi nace Arun, hijo de Isar y Dahana Patel, y en Bombay nace Naya, hija de Kiran y Naisha Grover. Mientras que los Patel, muy religiosos y tradicionales, se unieron en un matrimonio arreglado por sus padres, como es aún costumbre en el país asiático, los Grover, más liberales, se casaron enamorados y por libre elección.
A pesar de los más de mil kilómetros que los separan y de las diferencias entre sus familias, Naya y Arun crecen con una pasión común: el arte dramático. Naya recibe todo el apoyo de sus padres para desarrollar su carrera, pero las cosas no son tan fáciles para Arun, cuyo padre solo le permite perseguir su sueño a cambio de que se someta a la tradición, yendo en contra, primero, de su voluntad y, más tarde, de sus sentimientos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 ene 2024
ISBN9788410680197
El compromiso: Amor o tradición

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    El compromiso - Mónica Ávalos

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Cecilia Ávalos

    © María Rego

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1181-626-7

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    Gracias a Dios que,

    de alguna manera, hizo

    que nos conociéramos y

    escribiéramos esta saga.

    Prólogo

    En las sociedades tradicionales, marcadas por las costumbres arraigadas y los lazos familiares, el matrimonio concertado o arreglado ha sido durante mucho tiempo, y sigue siendo, una práctica común. Un porcentaje importante de los matrimonios arreglados cuenta con la anuencia de ambos contrayentes y muchas veces es solicitado por ellos mismos. Esto se contrapone con la dura realidad de los matrimonio arreglados por los padres o los mayores de la familia, que no consideran los deseos y sentimientos de los jóvenes involucrados, y que estos se ven obligados a aceptar debido a la presión de sus mayores.

    Esta trágica realidad es la que sirve de trasfondo a la historia de Naya y Arun en Amor o tradición, la primera entrega de la saga El compromiso. Desde el mismo título de la novela, queda clara la disyuntiva que divide a los personajes que los lectores van a conocer en dos grupos irreconciliables. Por una parte, están aquellos que entienden el matrimonio como un acuerdo que se concreta en base a una conveniencia, económica o social. Y por la otra, están aquellos que consideran el matrimonio como una unión voluntaria entre dos personas que, han decidido compartir su vida desde la perspectiva del respeto, la admiración y principalmente el amor, sin darle importancia a lo que piense el resto de la sociedad e incluso, yendo en contra de los dictámenes de su propia familia.

    La acción transcurre en una atmosfera angustiosa y sofocante, Naya y Arun, los protagonistas de la novela, deberán elegir cual será el camino que seguirán, el amor, quebrantando el constante control paterno o la tradición, acatando la imposición de la familia. A esto se sumarán las inseguridades, malentendidos y celos frecuentes entre enamorados, provocados por terceras personas que intentarán destruir su relación. Una historia que, a pesar de estar ambientada en India, puede hacer sentirse identificado con los protagonistas a lectores de cualquier parte del mundo.

    La familia Patel

    Isar y Dahana se casaron en un matrimonio «arreglado» e impuesto por sus respectivos padres, a pesar de eso, tienen una vida estable y siguen sus costumbres y tradiciones, ellos son muy conservadores y respetan profundamente su religión. Isar es un reconocido profesor en Delhi y Dahana se ocupa de los quehaceres del hogar. Está en la etapa final de su embarazo, espera a su primer hijo.

    Un día de agosto en la madrugada, Dahana se despertó y se dio cuenta de que había roto fuente.

    —¡Isar! ¡Isar! ¡Despierta! ¡Algo está mal! —gritó Dahana.

    —¡¿Qué pasó?! ¡¿Qué pasó?! —preguntó Isar, medio dormido aún y asustado por el sobresalto.

    —Creo que llegó el momento, el bebé, tenemos que ir al hospital. ¡Rápido, levántate! —le respondió Dahana. Él asentía, nervioso. Se levantó y se vistió.

    Isar era un hombre serio, tenía pocos amigos y estaba conforme con su vida. Su esposa, era obediente, sencilla y correcta, respetaba las tradiciones y, sobre todo, respetaba su palabra.

    Camino al hospital, Dahana comenzó con los dolores de parto, a medida que avanzaban, estos se iban intensificando. A esa hora no había tanto tráfico, así que el camino, a pesar de la distancia al hospital, se hizo corto. Al llegar, Isar pidió ayuda, logró hablar con un asistente a quien le dijo que su mujer estaba a punto de dar a luz. Había tanta gente esperando y pidiendo atención, que todo era muy lento. Finalmente, y después de un rato que le pareció eterno, pusieron a Dahana en una camilla, la examinaron y se dieron cuenta de que estaba coronando, la pasaron a una habitación y, rápidamente, la prepararon. Ella continuó con los dolores y contracciones, las que se iban haciendo cada vez más frecuentes.

    A las diez de la mañana, de un húmedo, y hermoso día de sol, nació su hijo. Como todo salió bien, llevaron a Dahana a la sala de posparto. Aun cuando fue un parto tranquilo y sin mayores inconvenientes, ella estaba muy cansada. Le llevaron al bebé y ella lo tomó con delicadeza, no podía creer que esa cosa pequeña que estaba en sus brazos fuera su hijo, sus ojos brillaban por la emoción de tenerlo a su lado. Era un niño hermoso. Lo miró detenidamente, tomó su manito tan pequeña, el bebé tomó su dedo y lo apretó, era un bebé muy fuerte, lo abrazó y sintió una emoción que nunca había experimentado.

    Dahana quería a su esposo, pero su amor era un amor tranquilo, que nació de a poco, de estar juntos, no fue amor a primera vista, ni era un amor apasionado, ella no sabía lo que eso significaba. Mientras miraba y acariciaba a su hijo, vio que Isar los observaba desde la entrada, a un gesto de la enfermera, Isar se acercó. Su rostro no mostraba todo lo que sentía, acostumbrado a guardar sus emociones, aunque estaba lleno de felicidad al ver a su esposa y a su hijo. Se sentó al borde de la cama y ella en un gesto inesperado le pasó al niño. Él intentó evitarlo, pero antes de darse cuenta, tenía al niño en sus brazos. Lo contempló con un amor infinito, sus ojos brillaban, ese era su pequeño. Dahana lo observaba mientras pensaba que jamás lo había visto tan conmovido. Isar levantó la cabeza y le dijo:

    —¿Cómo lo llamaremos? —ella iba a decir algo, pero él la interrumpió, volvió a mirar al niño y dijo—: Lo llamaremos Arun.

    Después de un momento, Dahana lo volvió a tomar, y al calor de su madre, Arun se quedó dormido.

    Dahana regresó a casa y ya recuperada del parto, comenzó una nueva vida. A su rutina habitual se sumó un bebé dulce y tranquilo que necesitaba de su atención. En tanto, Isar continuó con su ritmo habitual. Llegaba a casa para corregir exámenes y jugar con Arun. Ella estaba feliz con su hijito, pasaba la mayor parte del tiempo sola con él, lo consentía y lo mimaba, le hablaba mientras hacía los quehaceres del hogar. La conexión entre ambos era especial, Isar siempre se lo decía.

    La familia Grover

    En Bombay vivían Kiran y Naisha, un matrimonio con las mismas tradiciones y costumbres, pero ellos, a diferencia de Isar y Dahana, se casaron enamorados. La base de su matrimonio era el amor, el respeto mutuo y la tolerancia.

    Kiran era un hombre comprensivo, amoroso y cariñoso, respetuoso de su esposa, de sus ideas y la amaba profundamente. Trabajaba para el gobierno, le gustaba su trabajo, pero también le gustaba compartir con Naisha, quien trabajaba como asistente en una oficina de abogados. Su embarazo fue muy complicado, por lo que decidió dejar su trabajo hasta que naciera el bebé. Ellos tenían una buena situación económica.

    El médico le recomendó a Naisha que caminara un poco todos los días. Cuando Kiran llegaba a casa, salían a dar un paseo. Ellos vivían alejados del centro de la ciudad, en un entorno con más naturaleza.

    Unos días antes de la fecha del parto, Kiran llamó a Naisha para avisarle que llegaría tarde, ella después de recibir su llamada, decidió salir sola a caminar, el día era perfecto. Al darse cuenta de que se había alejado demasiado, emprendió el camino de regreso. De pronto, sintió un pequeño dolor en el bajo vientre, se lo sujetó con una mano y siguió caminando sin darle importancia, no había dado cuatro pasos cuando sintió otro, volvió a tomarse la barriga preocupada, aún le faltaba un buen trecho para llegar a la casa. Siguió caminando un poco más lento hasta que sintió la primera contracción fuerte, intentó calmarse, recién estaba a mitad de camino. Se detuvo un momento para tomar aire. De pronto, sintió un ramalazo que la obligó a arrodillarse y sintió un calor que bajaba por sus piernas, había roto fuente, se asustó. No había nadie cerca que pudiera ayudarla. El dolor se hacía cada vez más intenso. Cuando el dolor disminuía, intentaba gatear para acercarse a la casa, de pronto, el dolor fue tan fuerte que con un grito rompió el silencio que la rodeaba, sintió como si algo se rompiera en su interior, se dio cuenta de que el bebé estaba listo para salir. Entre el dolor y el pánico que sentía, le era imposible moverse de donde estaba, le suplicaba a Dios que la ayudara. Escuchó un coche, sabía que era su esposo y eso la tranquilizó un poco, entonces, empezó a gritar, llamándolo:

    —¡Kiran! ¡Kiran! ¡Ayúdame! ¡Llama a una ambulancia! —El bebé ya salía, podía sentirlo.

    Kiran, al escucharla, se asustó y corrió hacia donde escuchó el grito de Naisha, al verla tendida en el suelo, el pánico se apoderó de él, pensó que algo le había pasado, ella lo tranquilizó diciéndole que estaba bien, pero que el bebé se había adelantado. Mientras Kiran llamaba a emergencias, corrió a la casa a buscar agua y sábanas. Al regresar la acomodó lo mejor que pudo, Naisha sentía que se partía en dos. Kiran estaba aterrado, sus manos temblaban.

    —¡Ya viene, sigue pujando, mi amor! —le decía mientras sostenía la cabecita del bebé en su mano. Ella se sentía morir. Mientras Kiran le pedía que pujara, en sus pensamientos le rogaba a Dios para que los ayudara—. Por favor, Naisha haz un último intento, solo falta un poco.

    Ella, en un último esfuerzo y con toda su alma, pujó y perdió el conocimiento. Entretanto Kiran tomaba al bebé que rompía en llanto al igual que su padre.

    Naisha despertó en el hospital, al abrir los ojos se asustó al no saber dónde estaba. Kiran estaba a su lado y, en una cuna contigua, estaba la pequeña Naya. Al ver a Kiran, le preguntó ansiosa por la bebé. Él tomó delicadamente a Naya y la puso en sus brazos. Las lágrimas los inundaron a ambos, no podían creer lo que habían pasado, ahora solo les importaba que estaban juntos y bien. Naya era preciosa, ellos la miraban con adoración, mientras daban gracias a Dios. Naisha abrazó a su hija y a Kiran. Naya era pequeñita, muy delgada, pero con unos hermosos y grandes ojos oscuros. Estaban muy felices.

    Pasaron los días y las semanas, Naisha ya había tomado las riendas del hogar, se había adaptado muy bien a su hija y era muy feliz. Su hija y su esposo eran su vida entera.

    Ellos querían criarla con mucho amor y sus mismos valores y principios.

    No se dieron cuenta del paso del tiempo. Naya pasó muy rápidamente de gatear a dar sus primeros pasos, sus padres no cabían en sí de felicidad. Era una niña alegre y graciosa, le encantaba la música y su madre la incentivó siempre a escucharla. También era valiente y osada.

    Pronto pasarían los años suficientes para que empezara a ir al colegio, sus padres se preocuparon de buscar uno que también le diera importancia al desarrollo artístico. Su primer día de clases fue una fiesta. Ella estaba fascinada con la idea de ir al colegio, tener nuevos amigos y aprender cosas nuevas, su curiosidad era insaciable.

    Cuando fueron a recogerla esperaron pacientemente que Naya saliera, de repente, vieron a una pequeña con el pelo desordenado y su ropa manchada, la miraron asombrados, era Naya que llegaba corriendo, agitada y muy feliz con un dibujo en la mano.

    —¡Hola, mi amor! ¿Cómo estuvo tu primer día? ¿Te gustó la escuela? —preguntó Kiran, esperando ansioso su respuesta.

    —Sí, papá, me gustó mucho, jugué con mis compañeros e hicimos dibujos. Mira, mamá. —Naisha tomó el dibujo de su hija y lo miró con atención.

    —¿Tú lo hiciste?

    —Sí, mami, yo lo hice. ¿Te gusta?

    —Está precioso, mi amor.

    Mientras regresaban a casa, ella les iba contando sobre sus nuevos amigos, su maestra y lo que habían hecho. Estaba realmente fascinada.

    —Tu mamá preparó tu comida favorita.

    —¿De verdad, mamá? —Naya abrió sus lindos ojos y miró a su madre.

    —Sí, mi amor —le respondió Naisha, con una sonrisa y Naya la abrazó con fuerza, mientras Kiran reclamaba también la atención de su hija.

    —Papito, también te quiero mucho.

    Eran muy felices los tres.

    Arun

    En casa de la familia Patel, desde el primer cumpleaños de Arun, sus días transcurrieron plácidamente. Él era un niño tranquilo y sano, no daba mayores problemas. Al año y medio empezó a caminar, pero a pesar de eso, era un poco flojo y prefería sentarse y jugar que andar de un lado para otro, eso le daba tranquilidad a su madre que podía encargarse de la casa sin tener que preocuparse por seguir a Arun por todos lados. Isar continuaba con su trabajo de profesor. Entre reuniones de trabajo, corregir exámenes y lo que se tenía que llevar a casa para preparar las clases del día o semana siguiente, le quedaba muy poco tiempo y este lo dedicaba a su hijo y a cumplir con sus deberes religiosos, los cuales para él y su esposa eran imprescindibles. No entendían la vida sin sus costumbres y creencias, regularmente iban al templo a orar, dar gracias y para enseñarle a Arun a seguir su misma fe. Llevaban una vida muy tradicional. Así había sido la de ellos y pretendían replicarla con su hijo, quien era muy educado y respetuoso con sus padres, creía que estaba bien y que era normal que ellos decidieran por él en muchas cosas, no era un chico rebelde y como todos en su entorno seguían las mismas tradiciones y costumbres, no lo veía como algo impropio. Sus padres se sentían muy orgullosos de él.

    El tiempo pasó rápido y se convirtió en un chico alegre y divertido, era líder por naturaleza, todos se acercaban a él, pero su mejor amigo era Ankit, él era el único hijo de los mejores amigos de sus padres, era un buen chico, criado al igual que él, respetando las tradiciones y la religión que profesaban todos ellos. Sus padres eran muy cercanos, por lo que se veían muy seguido. En realidad, era difícil entender la amistad de Arun y Ankit, ya que eran completamente diferentes, cada uno compensaba las virtudes y defectos del otro. Arun era osado, decidido y extrovertido, en tanto que Ankit era tímido e indeciso, no hablaba mucho, excepto con él. Ambos tenían buen carácter y se divertían mucho juntos, eran muy estudiosos. Como buenos amigos, siempre estaban disponibles para ayudarse mutuamente. Eran inseparables.

    Naya

    Naya amaba bailar, la música y siempre participaba en las presentaciones que se hacían en el colegio. Ya había salido del preescolar y estaba en la mitad del ciclo de primaria, pronto cumpliría nueve años y sus padres, viendo lo rápido que crecía y cuánto le gustaba la danza, la inscribieron en una academia de danza.

    Al decírselo a Naya, gritó de alegría, se puso a saltar y a dar vueltas.

    —Hija cálmate, si no te tranquilizas, no habrá escuela de danza. —Naya se calmó de inmediato.

    —Sí, mamá.

    —Te inscribimos en la academia, pero recuerda que la escuela es lo primero, siempre.

    —Sí, papá.

    Naya, abrazó a sus padres, estaba muy feliz.

    El curso había empezado hacía dos semanas, así que el primer día de clases la profesora le indicó a Naya que se quedara a un costado observando.

    —Cuando termine la clase, te enseñaré algunas técnicas de precalentamiento y los pasos que haremos hoy, presta atención y no te distraigas, así te podrás integrar más rápido.

    Naya se propuso aprender cada paso para participar toda la próxima clase. Mientras las chicas practicaban lo que les había instruido la profesora, ella se dirigió a Naya y le hizo repetir la rutina que habían hecho las niñas, ella lo hizo a la perfección, sorprendiendo a la profesora. Luego le enseñó unos pasos y movimientos que ella también repitió sin problemas, Naya brillaba de felicidad. De pronto, llegó la directora. La profesora se acercó y le dijo:

    —Es muy buena esta chiquita.

    —Sí, la vi bailar, tiene un aura especial, es como si flotara, es un talento en bruto, tenemos que sacar todo su potencial, será una gran bailarina.

    —Sí, haré todo lo posible para que llegue lejos en esto.

    El tiempo pasó muy rápido, Naya cada día aprendía nuevos pasos que les enseñaba a sus padres, quienes se sentían muy orgullosos de ella.

    Naya seguía con sus clases sin desatender sus tareas escolares, le gustaba mucho la danza y no quería por ningún motivo dejar de ir, era muy responsable. Pasó un mes, y a pesar del poco tiempo que llevaba, ya había aprendido muchas de las danzas más hermosas de la India.

    En uno de esos días en que estaban practicando como era habitual, Naya se dio cuenta de que la directora y la profesora estaban observándola.

    —Esta chiquita es increíble, lleva menos que sus compañeras y ya las ha superado —observó la directora.

    —Sí, me encanta, y está muy bien dispuesta a escuchar las correcciones que se le hacen, se ve tan frágil, sin embargo, todo eso desaparece al verla bailar.

    Su profesora, que veía en cada clase cómo había avanzado, estaba también fascinada por esta niña tan talentosa.

    —Ella tiene la danza metida en su corazón, hace mucho tiempo que no veía una niña con este don. —Ambas continuaron por largo rato mirando danzar a Naya, quien ajena a la conversación que sostenían, bailaba completamente entregada a la música.

    Al terminar el año escolar, Naya se destacó por sus notas y por los grandes avances que había tenido en la academia de danza.

    La academia elegía cada año a las mejores alumnas, para formar un grupo que participaba en distintos eventos a nivel regional, y por supuesto que Naya era parte de ese grupo. Ella estaba feliz, apenas le alcanzaban las horas entre la danza y la escuela, pero eso era lo que más amaba. En poco tiempo empezaría la secundaria. Naya se estaba convirtiendo en una hermosa jovencita.

    Nuevamente sus padres, sabiendo que su hija deseaba continuar con la danza, escogieron una escuela que permitiera a los niños desarrollar su parte artística, sobre todo pensando en que Naya continuaría con sus estudios de danza.

    Como Naya era tremendamente optimista y positiva, su entrada a la escuela secundaria fue una verdadera fiesta, estaba muy entusiasmada con esta nueva etapa de su vida. Sus padres siempre se preocuparon de que ella valorara y apreciara las oportunidades que se le presentaban y que las aprovechara, «las oportunidades hay que aprovecharlas cuando se presentan, ya que no regresan», le recalcaba siempre su padre, así que ella veía en cada paso que daba y en cada apoyo que recibía de ellos, una oportunidad para crecer, aprender y realizar sus sueños.

    Sus padres, como siempre que ella empezaba algo nuevo, la fueron a dejar a la escuela, pero ella no dejó que se bajaran a despedirla, ya «era grande para esas cosas». Ellos no podían creer cuánto había crecido su hija.

    Naya buscó su curso y se dirigió al aula, había muchos chicos y chicas. Era un colegio muy grande, que se destacaba por su dedicación al desarrollo artístico de sus alumnos, muchos conocidos artistas, pintores, cantantes y gente dedicada a las artes habían salido de este colegio.

    Entró a su sala y mientras trataba de ubicarse, encontró a una de sus compañeras de danza, Denali.

    —No sabía que vendrías a esta escuela —dijo Naya abrazándola.

    —Yo tampoco sabía que tú vendrías, la verdad es que a mí me inscribieron a último minuto. Fue difícil convencer a papá, pero aquí estoy. —Sonrió Denali.

    —Qué alegría, podremos estudiar juntas. —No eran muy amigas, sin embargo, ambas se alegraron de encontrarse, ya no se sentirían tan solas en los primeros días de clases.

    Naya hacía muy buena dupla con Denali, pronto se habían convertido en buenas amigas. Se iban juntas a las clases de danza que continuaban tres veces a la semana. Ambas estaban muy felices. Uno de esos días, al llegar a la escuela de danza, le dijeron a Naya que la directora quería hablar con ella. Se asustó un poco y pensó, «¿qué habrá pasado?» Mientras ella se dirigía a la oficina de la directora, Denali se fue a cambiar para prepararse para la clase. La directora la estaba esperando.

    —¡Hola, Naya! Siéntate, por favor.

    —Buenas tardes —saludó Naya un poco asustada. Se sentó al borde de la silla.

    —No te preocupes, no es nada malo. Quería preguntarte si te gustaría hacer un solo de danza. —Naya abrió la boca y sus grandes ojos—. Si aceptas, yo misma prepararé tu coreografía. Estarás con el grupo y tú serás la bailarina principal. —Naya no era capaz de cerrar la boca—. Naya, cierra la boca.

    Naya se sonrojó y cerró la boca. Quería gritar de felicidad, pero tenía que contenerse.

    —Es que… estoy sorprendida.

    —Me lo imagino, pero ¿aceptas o no?

    —¡Sí! ¡Por supuesto!

    —Bien, empezaremos a trabajar en la coreografía que te tocará a ti a partir de la próxima clase, como te dije, yo misma la prepararé.

    Salió de la oficina y fue corriendo donde Denali a contarle lo que le había dicho la directora, ella se alegró mucho, sabía que Naya era la mejor del grupo.

    Pronto comenzaron los ensayos. La presentación debía ser perfecta ya que era para una recepción especial que se haría con motivo de la independencia de India. Ensayaron durante meses.

    Después de la primera presentación con Naya como bailarina principal, las invitaban a participar en diferentes eventos. La directora los escogía, normalmente, para que Naya se destacara, no podía ocultar que era su favorita.

    El tiempo pasó rápido. Naya se había transformado en una adolescente, hermosa, con inmensos ojos oscuros, que brillaban de alegría, si bien era muy respetuosa y educada, también era muy traviesa.

    Arun en la secundaria

    Pronto Arun y Ankit empezarían la secundaria. Como siempre, se fueron juntos al colegio y, al llegar, se dieron cuenta de que estaban en aulas diferentes, se pusieron muy tristes, pues era la primera vez que estarían separados. Ankit, sin su amigo se sentía muy inseguro. Ahora tendría que aprender a desenvolverse solo. Arun, con su habitual desparpajo, estaba muy feliz de conocer nuevos compañeros, aunque sentía un poco de pena por él, también pensaba que le haría bien estar solo y aprender a defenderse y cuidarse. No dudaba de la inteligencia de Ankit, ya que él siempre lo ayudaba y lo salvaba en las asignaturas que a él le costaban más, igual lo extrañaría.

    Cada uno se dirigió a su salón, una vez instalado y mientras esperaba la llegada del profesor, Ankit recorrió con la mirada a sus compañeros, a algunos ya los conocía. De pronto, se topó con una cara nueva que llamó su atención, pero como era muy tímido, hizo como si no la hubiera visto y siguió recorriendo el salón.

    Llegó el profesor, saludó e hizo que todos se presentaran. Ankit habló muy poco, pero prestó especial atención cuando la chica nueva dijo su nombre, entonces, supo que se llamaba Naraka. El profesor empezó la clase.

    A la salida, se reunió con Arun, se fueron para la casa conversando y bromeando, hasta que Ankit se decidió y le contó que había llegado una chica nueva a la clase, Arun se volteó y lo miró entre divertido y curioso, su amigo, hasta ese momento, nunca se había fijado en chicas.

    —¿Y cómo es? ¿Es bonita?

    —Sí, es muy bonita.

    Arun empezó a divertirse a costa de él.

    —¡No lo puedo creer! ¿Tú fijándote en mujeres? ¿Cuándo empezó a pasar eso?

    —Si sigues molestándome, no te contaré nada, ni te diré quién es.

    —¡Ya, ya, ya, cuéntame! —reía Arun.

    —No sé cómo se llama. —Ankit le mintió, no quería que Arun se diera cuenta de que se había fijado en ella—. Pero sí, es muy bonita, se sienta muy cerca de mí, pero no es del tipo que te gustan a ti.

    —Bueno, no te preocupes, no tengo intención de fijarme en nadie, por ahora.

    —Y tú, ¿cómo es tu nuevo curso?

    —Está bien, no hay nadie que llamara mi atención, los mismos de siempre, solo hay un par de chicos nuevos.

    Al día siguiente, como acostumbraban, se fueron juntos. Al llegar a la escuela se despidieron y Ankit se fue a su salón. Distraído, como era habitual, al entrar a la sala chocó con alguien, levantó la vista y era ella, se quedó parado unos segundos, le pidió disculpas y le dijo que pasara, se puso rojo, tardó unos segundos más para seguir detrás de ella, se ubicó en su lugar y empezó a sacar sus libros, mientras estaba concentrado en eso, sintió que le tocaron el hombro y se dio vuelta:

    —¿Cómo te llamas?

    Era ella. Muy nervioso le respondió:

    —Ankit ¿y tú?

    Él lo recordaba, pero no quería quedar en evidencia, probablemente era el único nombre que recordaba de todos los que había escuchado el día anterior.

    —Naraka —le contestó ella.

    —Hola —respondió Ankit.

    El profesor llegó y comenzó la clase.

    Poco a poco comenzaron a hacerse amigos. Ella era una buena alumna, algunas materias se le hacían más difíciles, pero se ayudaban mutuamente.

    Uno de los tantos días de colegio, Arun enfermó y tuvo que quedarse en casa. Ese día Ankit y Naraka salieron juntos del colegio.

    —¿Y tu amigo?

    —Está enfermo.

    —Es raro que no estén juntos

    —Sí, es verdad, Arun y yo somos casi hermanos, nos hemos criado y crecido juntos, nuestros padres son amigos desde antes de que nosotros naciéramos

    Continuaron caminando y conversando, llegaron a casa de Naraka y se despidieron.

    Ankit llamó a Arun para saber cómo estaba, él le dijo que al día siguiente iría al colegio, tenía que bajar a cenar, acordaron juntarse al día siguiente.

    Su padre que ya estaba sentado a la mesa, al verlo le preguntó cómo se sentía.

    —Ya estoy bien, papá. Mañana iré a clases.

    —Me alegro mucho, hijo.

    Normalmente, durante la cena conversaban de distintos temas, conversaciones que casi siempre se alargaban hasta la hora de dormir. Isar empezó a hablar sobre los niños de su clase, era un curso un poco difícil por el origen de los niños, normalmente padres que no tenían mucha educación, lo que hacía que fuera más difícil educarlos. Él tenía por costumbre informarse y estudiar sobre métodos educativos. Arun se reía.

    —Papá, ¿si sus padres no se preocupan cómo vas a educarlos tú?

    —Hijo, la labor de un maestro además de enseñar materias, es ayudar a los niños, escucharlos e intentar entenderlos, tú sabes que los niños tienen distinta procedencia y también tienen distinta personalidad, los hay más tímidos, más extrovertidos. No todos tienen familias bien constituidas y la suerte que tienes tú. Además, la juventud ha cambiado mucho en los últimos años, los niños ya no son tan obedientes, ni respetuosos. Hay que ser cuidadoso, todos tienen una realidad de vida distinta, muchos vienen de familias con problemas de violencia o pobreza.

    Dahana, al ver que su esposo se estaba poniendo muy serio, cambió el tema de conversación hacia la educación de Arun y lo que a él le gustaría estudiar. Él se sintió un poco incómodo. Su padre deseaba que fuera ingeniero, pero él quería seguir otro camino, aún le quedaba tiempo para decidir qué, aunque en realidad él pensaba que ya sabía lo que quería. Cuando era un niño, su padre lo llevó a un festival de cine y teatro y él quedó fascinado con lo que había visto. Entonces, empezó a buscar libros de arte, cine y televisión, cada vez que podía, le pedía a su padre ese tipo de libros y él que era muy complaciente cuando se trataba de libros o estudios, se preocupaba de buscárselos y regalárselos. Su padre interrumpió sus pensamientos y dijo:

    —Arun será ingeniero.

    Dahana miró a su hijo que bajó la vista, ella sabía que él quería estudiar algo relacionado a la televisión o el cine. Terminaron de cenar y se fueron a dormir. Arun se quedó dormido pensando en cómo iba a convencer a su padre para estudiar lo que él tanto deseaba.

    A la mañana siguiente, Ankit pasó a buscarlo para ir al colegio. Mientras caminaban, una voz femenina lo llamó, ambos voltearon a mirar, era Naraka, se saludaron y Ankit le presentó a Arun. Al llegar al colegio, se separaron y se fueron cada uno a su aula.

    Al terminar la clase, Naraka se fue con ellos. A Arun le molestaba la presencia de ella, ya que no podía conversar con su amigo con la misma soltura de antes. Finalmente salir los tres del colegio e irse juntos se transformó en una rutina, ya se habían convertido en amigos y la timidez inicial dio paso a una relación agradable y divertida en que los tres se hacían bromas y se reían. Ni Arun, ni Ankit veían a Naraka con otros ojos que no fueran de amigos, pero Naraka no sentía lo mismo.

    Se había dado cuenta de a poco, que le gustaba estar con este par de chicos tan agradables, pero en realidad con quien deseaba estar y a quien quería ver siempre era a Arun. Ankit era un chico simpático, pero Arun además era muy atractivo, muchas chicas se fijaban en él, sin embargo, no tenían la suerte de ella, que su mejor amigo fuera su amigo también. Naraka intentaba muchas cosas para llamar la atención de Arun, a pesar de que él solo la veía como una amiga.

    La fiesta de la independencia llegó y, como cada año, la familia de Ankit invitaba a sus amigos para celebrar. Esta vez Ankit invitó a Naraka y sus padres, ella se puso muy contenta, sabía que Arun y su familia estarían allí.

    Naraka empezó temprano a arreglarse. Cuando estuvo lista, comenzó a presionar a su padre para que ya se fueran, él consideró que estaba demasiado maquillada, pero su madre la defendió diciendo que era muy tarde para que se quitara o cambiara su maquillaje. No quería que llegaran atrasados. Naraka estaba muy nerviosa, era la primera vez que estaría en una fiesta con Arun, lo único que quería era verlo en otro ambiente que no fuera el del colegio.

    Los últimos en llegar a la fiesta fueron Arun y sus padres. Cuando llegaron, el padre de Ankit rápidamente los presentó, Naraka saludó a todos y Arun hizo lo mismo. Luego se fueron junto con Ankit a conversar entre ellos y ver qué podían comer, todos estaban con mucho apetito. Isar se fijó en la chica, parecía una buena niña, era muy bonita, no le gustó mucho su forma de vestir poco tradicional y que iba con demasiado maquillaje, pero le pareció que era de buena familia, para investigar un poco, se acercó a los padres de Naraka y empezó a conversar con ellos, se dio cuenta de que también eran muy tradicionales, pensó en hablar con Dahana cuando regresaran a casa. La fiesta estuvo muy entretenida, el tiempo había volado entre la comida y la conversación. Isar se sentía satisfecho, Dahana lo había pasado muy bien con su amiga y el resto de las invitadas. En el camino de regreso, Isar le preguntó a Arun por Naraka, él solo dijo que eran amigos.

    Llegaron a la casa y se fueron a acostar. Estaban cansados. Antes de dormir, Isar le dijo a Dahana:

    —Naraka podría ser una buena esposa para Arun, creo que ya es tiempo de comprometerlo. —Dahana se sorprendió, para ella su hijo era todavía un niño.

    —¿Cómo? —preguntó, tratando de ocultar su inquietud por lo que estaba diciendo su marido.

    —Sí, creo que tenemos que comprometer a Arun antes de que entre a la universidad, así no corremos el riesgo de que se enrede con cualquier chica, ya sabes que eso no estaría bien, lo ideal es conocer a la familia de la novia antes de hacer cualquier compromiso y me pareció que la familia de ella es bastante buena, tradicional y respetuosa de las costumbres.

    Dahana se dio cuenta de que Isar ya había escogido a la futura esposa de Arun, guardó silencio un momento y respondió.

    —Pero Arun todavía es un niño ¿no crees que es muy pronto para comprometerlo?

    —No, nosotros nos comprometimos cuando tu tenías dieciséis y yo diecisiete, Arun pronto cumplirá diecisiete años, es tiempo de comprometerlo.

    —Está bien, si tú crees que es mejor comprometerlo ahora. —Dahana dio un suspiro.

    —Bien, en cuanto pueda hablaré con el padre de Naraka.

    Isar se dio vuelta y se quedó dormido. Dahana no pudo dormirse enseguida, la idea de comprometer a Arun no le gustaba, pero quien tomaba las decisiones era su esposo, y ella normalmente estaba de acuerdo.

    Pasadas las fiestas de la independencia, los chicos retomaron su rutina habitual, se juntaban para caminar al colegio y se reunían a la salida para volver a casa, solían conversar sobre su futuro y lo poco que les quedaba para salir de la secundaria. Arun soñaba con poder ser y hacer lo que él deseaba. Ankit, quería estudiar derecho y Arun lo molestaba diciéndole que era muy tímido para ser abogado.

    —Ya vas a ver cuando vengas a contratar mi asesoría —le respondía Ankit riendo.

    —Sé que tú siempre me defenderás, espero te conviertas en un gran abogado —se reía a su vez Arun.

    —Claro, seré el mejor abogado del país.

    —Y yo seré tu primer cliente, necesitaré un asesor.

    —Pero te saldrá caro.

    Ambos se reían, aunque, sabían que si lograban lo que deseaban así sería. De pronto, vieron venir a Naraka que les preguntó de qué se estaban riendo, ellos le dijeron y vieron cómo cambiaba su expresión.

    —¿Qué harás tú, Ankit? —preguntó Naraka.

    —Yo estudiaré derecho.

    —¿Y tú, Arun?

    —¿Yo? Bueno, si puedo, no van a creer lo que quiero estudiar.

    —¿Por qué? —preguntaron sus amigos al unísono.

    —Yo quiero estudiar arte dramático y escénico.

    Los dos se quedaron mudos y lo miraron con los ojos muy abiertos.

    —¡¿Qué?! —gritaron los dos y rompieron a reír a grandes carcajadas. Arun se molestó un poco, mientras sus amigos seguían riéndose.

    —¿Por qué no? Explíquenme ¿de qué se ríen? Siempre he querido estudiar arte dramático. Quiero convertirme en el mejor actor de la India.

    Sus amigos no paraban de reír, provocando el enojo de Arun, quien se apartó de ellos molesto.

    —¡Espera, Arun no te enojes, solo eran bromas! —le gritaron alcanzándolo.

    —Nunca me hablaste de eso —dijo Ankit.

    —Nunca habíamos hablado de este tema —contestó Arun aún molesto.

    Ankit, al ver la molestia de su amigo, cambió el tema, preguntándole a Naraka qué quería hacer ella.

    —No lo sé, bueno sí, lo sé, en realidad todavía no estoy muy segura y tampoco sé si mis padres me lo permitirán.

    —¿Por qué? —preguntaron ambos.

    —Me gustaría estudiar economía y quizás ir a estudiar a Londres.

    Ambos la miraron asombrados, era buena estudiante, pero no como para ir a Londres, aunque sus padres tenían el dinero para enviarla donde ella quisiera.

    —Es que mi padre dice que las mujeres deben casarse y quedarse en casa, así que no sé si me deje ir, realmente no me importa si no me deja ir, también me gustaría casarme —dijo mirando a Arun.

    Arun y Ankit pensaron que era difícil que la dejaran ir, era más probable que la casaran, sus padres eran bastante conservadores y jamás mandarían a una chica sola a Londres. Dejaron a Naraka en su casa y continuaron su camino.

    —Nunca me habías dicho que querías estudiar actuación.

    —Pues sí, siempre he querido hacerlo.

    —Pero Arun, ¿qué dirá tu padre?

    —No lo sé, ni siquiera sé cómo decírselo, tú sabes que él siempre ha querido que sea ingeniero, y yo tengo claro que tendré que trabajar y estudiar o de alguna manera ganarme una beca para poder pagar mis estudios. Si mi padre no está de acuerdo, será aún más complicado, pero estoy decidido a hacerlo, ni mi padre podrá hacerme cambiar de idea. ¿Sabes cómo es mi padre verdad?

    —Sí amigo, lo sé y te entiendo, y también sé que cuando te propones algo, no paras hasta conseguirlo.

    Siguieron caminando en silencio hasta que se despidieron. Arun continuó pensando en cómo convencería a su padre, aún le quedaba tiempo, esperaba contar con la ayuda de Dahana, que no parecía, pero cuando se trataba de él se convertía en una leona, incluso con su padre a quien siempre obedecía y respetaba.

    Al otro día lo llamó Ankit, quería que le ayudara con un trabajo que debían presentar la semana siguiente, lo haría con Naraka. Quedaron de juntarse después de comer, en casa de su amigo. Cuando terminaron el trabajo, la madre de Ankit les había preparado un refrigerio que todos comieron con muchas ganas. Arun se ofreció a acompañar a Naraka a su casa, ella estaba feliz, no tenía muchas oportunidades de estar a solas con Arun.

    Se fueron caminando y Naraka se tropezó, él estaba distraído y no se dio cuenta, cuando intentó atraparla ella ya estaba en el suelo, rápidamente se acercó para ayudarla, ella se reía nerviosa, vio que sus manos y codos estaban llenos de rasguños y que empezaba a brotar sangre.

    —¿Estás bien, te duele? —le preguntó preocupado.

    Naraka se sintió muy avergonzada. Caerse delante de Arun no estaba en sus planes. Él la ayudó a levantarse sacó un pañuelo, y le limpió las heridas. Naraka, a pesar del bochorno, se sentía feliz, Arun se había preocupado por ella, la caída y la vergüenza habían valido la pena. Volvería a caerse mil veces solo para sentirlo cerca. Arun le revisó los brazos para ver si no tenía nada más, mientras ella, recorría sus facciones y sentía su cercanía. De pronto Arun levantó la cabeza y se encontró con la intensa mirada de Naraka, él se turbó un poco, y le dijo:

    —Será mejor irnos, ya es tarde.

    —Sí, sí, ya es tarde y mis padres estarán preocupados. —Él se dio cuenta de la forma como ella lo miraba. Aunque no estaba seguro de su percepción, igualmente se sintió incómodo.

    —Vamos, tienes que desinfectar esas heridas.

    La pasó a dejar y se despidieron. Naraka se sentía en las nubes, su madre le preguntó qué le había pasado, mientras limpiaba sus heridas y ella solo le respondió que había sido el mejor día de su vida.

    —Qué chica más loca eres, hija.

    Arun, en tanto, caminó a casa pensando en lo que había pasado, no quería equivocarse creyendo algo que quizás estaba solo en su imaginación, trataría de evitar a Naraka. Ankit se dio cuenta de los intentos de su amigo, pero no entendía el porqué. Un día, después de haber dejado a Naraka, le preguntó directamente, como solían hacerlo cuando algo les molestaba. Entre ellos no había secretos. Entonces Arun le contó lo que había pasado después de haber ido a hacer el trabajo a su casa.

    —Bueno, hay que ser muy tonto para no darse cuenta de que Naraka está loca por ti.

    —¿Qué? ¿De qué estás hablando? Yo nunca me di cuenta, yo la veo solo como una amiga.

    —Lo siento, pero ella no te ve de la misma manera, yo creía que te habías dado cuenta.

    —No, no me había dado cuenta. Además, yo no puedo verla de otra manera y espero que no se haga ilusiones conmigo.

    —Está bien, no te preocupes, solo tienes que decírselo y ella deberá entender, es una buena chica.

    —Lo sé, lo sé, tendré que buscar el momento para decírselo, no puedo creer tener que hacer esto, me molesta mucho.

    —Ya, tranquilo, se lo dices y ya, tan amigos como siempre.

    —Realmente espero que sea así —respondió Arun dubitativo.

    El momento se presentó antes de lo que esperaba.

    —Hola, chicos, mi prima pequeña está de cumpleaños y le haremos algo simple en casa, me gustaría que vinieran para no aburrirme tanto.

    Ankit, viendo que era la ocasión para que Arun hablara con Naraka, se disculpó y dijo que no podía ir, pero le hizo señas a Arun para que fuera y aprovechara para hablar con ella y aclarar las cosas, Arun no entendía lo que su amigo le quería decir e intentó una disculpa, pero Ankit tomando la delantera le dijo a Naraka que Arun sí podía ir, mientras seguía haciéndole señas para que Arun se diera cuenta de que era el momento preciso para hablar con ella. Arun por fin entendió el mensaje y le dijo a Naraka que sí, que iría al cumpleaños de su prima. Naraka pensó: «Qué bueno que Ankit no vendrá, tendré a Arun para mí sola».

    —¿De veras podrás venir, Arun?

    —Sí, sí, ahí estaré. —Luego se despidieron como cada día—. Qué tonto soy, no entendía tus señas —dijo riendo Arun. Ankit movía la cabeza de un lado al otro mientras sonreía.

    —Sí que eres un tonto. —Ambos reían camino a casa.

    Si bien Arun era muy atractivo y sabía que muchas chicas se fijaban en él, era muy sencillo, valoraba más la parte espiritual de las personas que lo exterior. Era la primera vez que una chica era tan obvia con él y eso le resultaba incómodo. Además, por la forma en que había sido educado pensaba que una mujer no podía ser tan atrevida. Aunque ese pensamiento cambiaría radicalmente en el futuro.

    Llegó el día del cumpleaños de la prima de Naraka, no era muy tarde, así que se arregló con calma y avisó a sus padres de que saldría e iría a casa de ella, su padre se alegró al escucharlo, su madre levantó la mirada y le dijo que se cuidara y que no llegara tarde.

    Arun, un poco nervioso, se dirigió a casa de Naraka, ella lo estaba esperando, conversaron, pero había otras personas alrededor, así que no podía encontrar el momento adecuado para decirle lo que pensaba. Cuando la fiesta estaba terminando, Arun le dijo a Naraka que ya se iba, ella lo acompañó. Ese era el momento.

    —Quiero hablar contigo —le dijo Arun con seriedad.

    Ella estaba segura de que le diría algo sobre ellos dos. Asintió, dando pie para que Arun hablara.

    —Espero que no te moleste.

    Ella lo miraba y escuchaba con atención.

    —Sí, dime.

    —Somos amigos desde hace tiempo, te considero una muy buena amiga y no quisiera perder tu amistad, tampoco quisiera hacerte daño. —Naraka intentó decir algo, pero Arun no la dejó y continuó—. Yo quiero decirte que tú solo eres una amiga para mí. Si hice algo para que tú pensaras otra cosa, te pido disculpas, nunca fue mi intención hacer algo así. —Naraka, a medida que escuchaba lo que Arun le decía, comenzó a arder de rabia, no iba a permitir que la humillara de esa manera. Arun continuó—. Lo único que puedo ofrecerte es mi amistad y si no la quieres prefiero que no nos sigamos viendo.

    Naraka, ante la posibilidad de dejar de verlo y a pesar de la rabia que sentía, decidió actuar.

    —¿Y quién te dijo que yo quería algo contigo que no sea ser amigos? —le preguntó con una falsa sonrisa—. Somos amigos y eso es todo lo que quiero de ti.

    Arun se dio cuenta de que ella estaba fingiendo, aunque dudó un poco, hablaba con tanto aplomo que, si no la conociera, le habría creído. De pronto ella estiró la mano y dijo:

    —¿Amigos?

    Él la miró, y dudó todavía, pero estrechó su mano y también dijo:

    —¡Amigos!

    Naraka caminó hacia la casa furiosa, se sentía profundamente humillada, luchó para que las lágrimas no asomaran a sus ojos, llena de rabia entró a su habitación y cerró la puerta de golpe. Entonces perdió completamente el control, empezó a tirar las cosas y a patear todo lo que se cruzaba en su camino, se tiró en la cama y rompió a llorar desconsolada. Estaba acostumbrada a tener todo lo que deseaba y ella quería a Arun como fuera, más ahora que la había rechazado. Sus padres al escuchar el portazo y luego el ruido se asustaron, subieron rápidamente a ver qué pasaba y la encontraron llorando.

    —Hija, ¿qué pasó? ¿Por qué lloras así? —le preguntó su madre. Mientras Naraka continuaba llorando desconsolada. Indira le hizo señas a su marido para que las dejara solas. Una vez que él se fue, le habló—: Hija, no estés triste. —Su madre la conocía bien y se había dado cuenta de cuánto le gustaba Arun, siempre hablaba de él—. Yo sé bien lo que te pasa, hijita.

    Naraka se levantó y abrazó a su madre llorando y diciendo.

    —¡Mamá, es que él me gusta mucho y solo me quiere como amiga! ¡No está interesado en mí! —Sollozaba.

    —Lo sé hija, ya me había dado cuenta de lo mucho que te gusta ese chico. —Su madre le apartó el pelo de la cara y comenzó a secar sus lágrimas—. Pero ¿no querías ir a estudiar a Londres?

    —Sí, mamá, es que yo me había ilusionado con tener algo con Arun antes de ir a la universidad. —Seguía llorando—. Ahora él conocerá a otras chicas y ya no tendré ninguna posibilidad con él.

    —Bueno hija, tú también vas a conocer a otros chicos.

    —Pero yo lo quiero a él, mamá.

    —No puedes pretender tener todo, hija, si ese chico no quiere más que ser tu amigo, no podemos hacer nada.

    —Pero mamá…

    —Lo mejor es que te vayas a Londres y te olvides de él. Tu padre ya habló con tu tía Meena y ella aceptó tenerte en su casa, verás que vas a estar bien, confía en mí.

    Naraka poco a poco se fue tranquilizando.

    Arun se encaminó a casa aliviado, se había sacado un peso de encima y estaba feliz de haberlo hecho.

    Llegó a la casa pensando en llamar a Ankit para contarle cómo le había ido con Naraka. Al entrar, sus padres estaban hablando, cuando lo vieron se quedaron callados. Arun que los conocía bien, pensó que algo pasaba.

    —¿Está todo bien? —preguntó mirándolos, pero ninguno respondió. Él insistió—. ¿Qué pasó?

    Su madre le sonrió y su padre le dijo que todo estaba bien. Se sentó con ellos, le preguntaron cómo le había ido. Su padre estaba muy hablador, en tanto que su madre estaba muy silenciosa. Eso indicaba que su padre había decidido algo que les afectaba a todos y que, aunque ella no estaba de acuerdo, nada podía hacer. Como se dio cuenta de que nada le dirían, decidió sondear a su padre con el tema de la universidad y lo que le gustaría estudiar. Su padre, como si tuviera un radar en la cabeza, le dijo:

    —¿Hijo, has pensado a qué universidad irás? Me gustaría mucho que estudiaras en la misma universidad en que yo lo hice. De ahí salió este gran profesor que estás viendo y salen los mejores ingenieros también.

    Su madre miró a Arun.

    —Papá, ¿de qué hablas? ¿Ingeniero? ¡No, no es lo que quiero para mí! ¡De ninguna manera!

    Isar se sorprendió con el ímpetu de Arun, lo miró.

    —¡Hijo, la ingeniería es una profesión muy linda y muy respetable! Yo me he dedicado toda la vida a la pedagogía y me ha hecho muy feliz. Pero tú sabes que los ingresos no son tan buenos. A pesar de que con esta profesión he podido educarte y darte todo lo que has necesitado, yo creo que estudiar ingeniería es lo mejor para ti y tu futuro.

    Arun respetaba mucho a su padre, pero no iba a ceder en esto. Tranquilo y sonriendo le dijo:

    —Papá, yo sé bien que tú eres el mejor profesor de todo el país, todo el que te conoce lo sabe y que tu universidad es la mejor. ¿Verdad, mamá? Pero ¿podrían escucharme, por favor? Ustedes son lo más importante para mí, lo que más quiero en esta vida, Sé bien que ustedes desean que yo sea feliz en lo que decida hacer. ¿O no, papá? ¿Mamá?

    Arun los miraba, sus padres estaban muy emocionados con sus palabras, después de todo era un buen chico, ellos estaban muy orgullosos de él.

    —De acuerdo, te escucharemos —dijo su padre.

    —Por favor, les pido que me dejen hablar, esto es muy importante para mí, consideren que esto es lo que yo deseo hacer con mi vida.

    Su padre se puso serio, estaba sintiendo curiosidad por lo que su hijo les diría.

    —Habla de una vez, te escuchamos.

    Así como Arun los conocía, también ellos conocían muy bien a Arun, al menos eso creían. Su madre lo instó a hablar.

    —Papá, mamá, lo que yo quiero es estudiar arte dramático, quisiera graduarme y luego hacer un posgrado. —Isar y Dahana quedaron anonadados al escucharlo. Arun continuó—. Espero que me apoyen en esto, sé que no es lo que deseaban, pero es lo que yo quiero hacer.

    Isar no creía lo que estaba escuchando.

    —¿Arun, te volviste loco? Eso es una tontería, desde ya te digo que no contarás con mi apoyo, eso no te llevará a ninguna parte, saca esa idea de tu cabeza. Jamás permitiré que mi hijo se convierta en actor, sería una vergüenza para la familia, pero… ¿de dónde has sacado una idea como esa? No es lo que te hemos enseñado.

    —Papá, tú me enseñaste a admirar el arte desde niño. No sé por qué si tú admiras el arte yo no puedo dedicarme a eso. Me has llevado muchas veces a ver obras de teatro, expresiones artísticas, al cine ¿por qué yo no puedo hacer lo mismo? No te entiendo.

    Isar no sabía cómo responderle.

    Lo que decía Arun era verdad, él siempre lo había incentivado a aprender, admirar el arte y cultivarse, pero de ahí a que quisiera ser actor, aunque lo disfrazara con la palabrita de «arte dramático», era otra cosa.

    —No, Arun, no lo voy a permitir.

    Su madre no sabía qué decir, ella sí conocía muy bien a Arun, sabía lo persistente que era cuando quería algo.

    —¡Papá, lo haré con tu ayuda o sin ella!

    La conversación empezó a subir de tono. Su madre intentó calmar los ánimos diciendo que era tarde y que al día siguiente lo podrían conversar más tranquilos. Ninguno de los dos la escuchó.

    —¡No lo harás, Arun! —Isar se puso de pie—. ¡Si lo haces, no cuentes para nada más conmigo, yo soy tu padre y debes respetar mi palabra! ¡Te he dado todo lo que deseabas y necesitabas! ¡Creo que tengo el derecho de pedirte que al menos me des la satisfacción de estudiar algo que no me avergüence y que me haga sentir orgulloso de ti!

    Arun estaba asombrado por las palabras de su padre.

    —¡Papá, estoy muy agradecido por todo lo que me has dado! ¡Ya te dije que si soy quien soy, es gracias a ti y a mamá, pero el que yo quiera estudiar arte dramático, no significa que no te respete! ¡No tienes por qué avergonzarte, yo haré que tú estés orgulloso de mí y si no quieres apoyarme, lo haré solo!

    Isar vio la determinación de su hijo y se dejó caer en el sofá, sentía que él había fallado en algo con Arun y por eso deseaba tomar ese camino. ¿Qué dirían sus amigos? Isar siempre pensó que su hijo sería un gran ingeniero, tenía la inteligencia y la capacidad para serlo. Creía que su hijo seguiría sus deseos y estudiaría lo que él deseaba, pensaba que Arun se sentía orgulloso de él, y ahora se daba cuenta de que ni siquiera quería seguir su consejo. Este pensamiento lo hizo sentir contrariado y muy triste, apesadumbrado se levantó y se fue a la habitación.

    Arun se quedó con Dahana, nunca imaginó que Isar reaccionaría tan mal. Él no quería causarle ninguna tristeza a su padre, lo amaba mucho, pero no iba a cejar en su afán de hacer lo que él quería. Su madre lo abrazó, sabía que se sentía mal por lo que había pasado.

    —No te preocupes, hijo, hablaré con tu padre, ya sabes que es tan testarudo como tú, a veces parece que no escucha a nadie, pero al menos intentaré que no esté tan enojado contigo, tú podrás convencerlo, sabes que él no te dejaría jamás solo, pero debes prometerme que, en lo que decidas hacer, serás el mejor.

    —Por supuesto, mamá, tú y papá estarán orgullosos de mí, jamás haría algo que los avergonzara. Solo quiero que me apoyen, yo intentaré conseguirme una beca y también trabajaré para pagarme los estudios, no quiero que papá se endeude más de lo que ya está, tú sabes que él nunca ha querido que trabaje para que me dedicara solo a estudiar, pero ya es tiempo de que lo haga.

    —Hijito mío, no entiendo por qué quieres estudiar eso, es tan difícil y complicado, sobre todo porque tienes que ser muy bueno, tener contactos, y nosotros no tenemos nada de eso, tendrás que golpear muchas puertas. Hijo, ese mundo no me gusta nada y, si a mí no me gusta, imagínate a tu padre, también debes tratar de entenderlo.

    —¿Pero mamá por qué no intentan entenderme a mí? Es lo que más deseo hacer, sé que no será fácil, por favor, mamá, no me lo hagan más difícil aún. ¡Ayúdame, por favor!

    —Está bien, está bien, te ayudaré. Ahora, ve a descansar.

    Su madre, que lo único que deseaba era verlo feliz, lo besó en la frente, ella iría a ver cómo estaba su esposo.

    Ya llegaba el final del colegio y los chicos se reunieron en casa de Ankit para estudiar y hacer los últimos trabajos que les quedaban para terminar y postular a las universidades a las que deseaban asistir. Estaban muy cansados pero satisfechos, había sido un muy buen año y su amistad se había reforzado, Naraka no había vuelto a intentar nada con Arun, o al menos eso parecía.

    Cuando terminaron, Arun como siempre amable, se ofreció a acompañar a Naraka a casa, ella aceptó. En el camino, se fueron conversando sobre qué harían al salir de la secundaria, Naraka preguntó si seguía con la idea de estudiar arte dramático y si había hablado con su padre.

    —Sí, eso es lo que quiero estudiar, hablé con mi padre, y fue un desastre, él no entiende que yo quiera estudiar arte dramático y desde que hablamos, las cosas no andan bien entre nosotros.

    —¿De verdad? Qué pena. A mí también me costó convencer a papá, pero tengo una tía que vive en Londres, que me quiere mucho y con su ayuda logré que aceptara.

    Cuando ella le contó eso, Arun se sintió aliviado.

    —¿En serio? ¡Qué bueno! ¿Y cuándo te piensas ir?

    —Bueno, las clases comienzan en septiembre, nos iremos de vacaciones y después viajaré.

    —¡Ah! Ok.

    Naraka continuó:

    —A veces, me da un poco de pena dejar a mis padres y a las personas que me gustan —lo miró—, pero, por otro lado, quiero hacerlo, aquí no hay universidades tan buenas en esos temas.

    —Sí, entiendo.

    Continuaron conversando hasta que llegaron a la casa y se despidieron.

    Arun, desde la conversación con su padre, no había vuelto a hablar de lo que estudiaría, sabía que le esperaba un duro camino para lograr convencerlo. A pesar de eso, continuó con sus planes, ya sabía dónde quería estudiar y cuánto le costaría. Era más caro de lo que había pensado, pero nada lo iba a amilanar, trabajaría el doble si era necesario. Siguió trabajando duro para obtener una beca, el tenía la certeza de que la conseguiría. También, tendría que presentar una performance preparada por él para ser admitido. Con todo lo que tenía que hacer para el fin de curso, la presentación de las pruebas de admisión y la performance que debía preparar, además de pensar en cómo convencer a su padre para lograr su objetivo, estaba muy abrumado. Ankit, que siempre lo acompañaba, sabía por lo que estaba pasando y trataba de hacerle la vida más liviana.

    Faltaban pocas semanas para terminar la secundaria, uno de esos días, cuando llegó a la casa, su padre ya estaba ahí. Lo llamó, ambos se saludaron y le dijo:

    —Siéntate, tenemos que hablar.

    —Dime, papá. —Arun se quedó de pie.

    —Pronto saldrás del colegio y quiero saber si has pensado en lo que te dije o si continúas con tu idea de estudiar arte dramático.

    Arun miró a su padre, su mirada no era desafiante, pero sí decidida.

    —Papá, toda mi vida te he obedecido, has sido el mejor padre para mí, gracias a ti y a lo que me has transmitido siempre, es que yo tengo tan claro que mi camino y mi felicidad están en estudiar arte dramático. Papá, no te voy a decepcionar, me duele que no confíes en mí, ustedes son lo más importante en mi vida y quiero seguir contando con su apoyo, los necesito, yo me he preparado y he estudiado mucho para lograr lo que deseo, solo me falta su aprobación, por favor papá, compréndeme.

    —Pero, hijo. —Isar estaba conmovido por lo que le decía Arun, no quería ceder—. Es una carrera muy difícil. ¿Has pensado en que para llegar a ser algo o alguien en ese mundo, tienes que trabajar duro y ni así es seguro que tengas éxito? Si no tienes contactos, va a ser más difícil.

    Arun se alegró por dentro, estaba ganando la batalla, así que continuó:

    —Papá, yo sé que no será fácil, pero sin ti y sin mamá, se me hará más difícil, yo no te estoy pidiendo dinero, postularé a una beca y trabajaré, por favor, papá, acéptalo, esto es lo que yo quiero.

    Isar no estaba feliz de saber que su hijo quería entrar a la industria del entretenimiento, pero su esposa le había dicho algo que lo dejó pensativo: «Si tu padre no te hubiera obligado a ser profesor, ¿no habrías seguido tus propios sueños? Deja que Arun siga sus sueños, yo deseo estar a su lado para ayudarle a cumplirlos».

    —Está bien, pero esto no significará que puedas hacer lo que se te antoje.

    —¡No, papá, te prometo que haré lo que tú quieras! ¡Gracias, papá! ¡Gracias!

    Abrazó a su padre y levantó a su madre con un fuerte y apretado abrazo—. Gracias, mamá. ¡Te amo! —Arun no cabía en sí de felicidad, no lo podía creer. Ahora se esforzaría el doble para que su padre estuviera orgulloso de él.

    Al día siguiente, cuando Arun ya había salido, Isar fue a su habitación, miró las fotografías de su hijo, y recordó cuando era un niño que le obedecía en todo, se sintió un poco más viejo, pero recordar la cara de felicidad de Arun lo hizo sonreír. Al salir, vio el folleto de la universidad y cuánto costaba la carrera. Bajó y habló con Dahana.

    —Tendremos que hipotecar la casa.

    —¿Por qué? —Dahana lo miró interrogante.

    —Para cumplir los sueños de nuestro hijo, la carrera de Arun es muy cara y de cualquier forma necesitará nuestra ayuda.

    —¿Estás seguro, tan caro es?

    —Sí, tendré que conseguir más horas de clases para poder pagar, pero lo haré, lo haré por nuestro hijo.

    Arun estaba tan feliz que apenas se encontró con su

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