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Cómo ser padre o madre con facilidad: De padres equilibrados a hijos felices
Cómo ser padre o madre con facilidad: De padres equilibrados a hijos felices
Cómo ser padre o madre con facilidad: De padres equilibrados a hijos felices
Libro electrónico320 páginas3 horas

Cómo ser padre o madre con facilidad: De padres equilibrados a hijos felices

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Ser padres - a lo largo de nuestra vida no se nos prepara en lo más mínimo para tan importante tarea. Este libro surgió con el ropósito de que no tengas que esperar a que tus hij os ya no vivan contigo, para que te des cuenta de cómo hubieras podido acompañarlos de la mejor manera.

La Dr. med. Ulrike Gillert te ofrece consejos sencillos, y que funcionan en la práctica, sobre cómo guiar a tu hij o a lo largo del día con una postura interior clara, amorosa y orientada a sus necesidades, incluso en los momentos de inseguridad, miedo o sobrecarga. Aprenderás a prevenir rabietas, a evitar situaciones de lucha de poder, y a mantener la calma, incluso en situaciones difíciles.

Además, encontrarás sugerencias sobre cómo cuidar mejor de ti mismo y de tu pareja a pesar de las difi cultades de la vida cotidiana. Para así poder crecer fortalecidos como familia y crear una atmósfera basada en el amor.

A todas las madres y padres de este mundo: ¡Este libro fue escrito para ustedes! Para que puedan ser los padres que siempre han sido de corazón: ¡cariñosos, afectuosos y llenos de confi anza en sus hij os! Para una relación entre padres e hij os, de la que ambas partes podrán benefi ciarse durante toda su vida.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 dic 2023
ISBN9783758360916
Cómo ser padre o madre con facilidad: De padres equilibrados a hijos felices
Autor

Ulrike Gillert

Dr. med. Ulrike Gillert trabaja como pediatra en Berlín desde 1991 y como psicoterapeuta de niños y adolescentes desde el año 2007. Además, se formó con Jesper Juul, Marshall Rosenberg, Gerald Hüther y Thích Nhât Hanh, entre otros.

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    Cómo ser padre o madre con facilidad - Ulrike Gillert

    1 EN NUESTROS CORAZONES SABEMOS QUÉ ES LO CORRECTOT

    ¿Cómo podemos evitar los métodos de crianza negativos de nuestros antepasados para encontrar nuestros sueños y nuestro verdadero hogar, el »aquí y ahora«?

    1.1

    LA IDEA DEL

    AMOR

    Las personas que en su infancia no recibieron un buen trato por parte de sus padres suelen albergar el deseo de actuar de manera completamente distinta con sus propios hijos. Ante esta idea, piensan que »por supuesto, así debe ser. Cuando sea madre o padre, haré todo de manera diferente«. Sentimos en el fondo de nuestro corazón, el cual repercute en nuestro ejercicio diario de ser padres. En nuestros corazones sabemos qué es lo correcto.

    No obstante, cuando la realidad cotidiana nos atrapa, nos damos cuenta de que no podemos ser lo que realmente somos en nuestro corazón: los mejores y más cariñosos padres del mundo. Y, cuando no lo somos, con frecuencia, nos sentimos insatisfechos con nosotros mismos. De ahí que, luego, impulsados por nuestra frustración, regañamos a nuestros hijos, somos groseros o nos comportamos de forma injusta para, posteriormente, arrepentirnos de nuestro comportamiento o sumirnos en la vergüenza: ¿Cómo pudo ocurrir eso? ¿Por qué no pude demostrar una actitud amorosa? A veces concluimos que es porque nuestros hijos son muy problemáticos; en otras ocasiones, nos crucificamos innecesariamente. Caer en esto no nos ayuda ni a nosotros ni a nuestros hijos.

    La solución a este problema reside en cambiarla idea que tenemos del amor. Al principio, suele ocurrir que nos amamos mucho como pareja y deseamos tener un hijo juntos que nazca de este amor y crezca en él. Imaginamos que nuestra paternidad y nuestra vida familiar son ideales y maravillosas. ¡Debería ser como en nuestra imaginación! Sin embargo, la realidad es muy diferente a nuestros sueños románticos. Por ejemplo, son muchos los padres que no consiguen querer a sus hijos o que no los quieren al principio; es un tema tabú del que apenas se habla. Algunos padres primerizos afrontan con bastante facilidad la transición de una pareja sin hijos a una familia, otros tienen menos éxito o no lo afrontan en absoluto. Cualquiera que sea el caso, el primer año de vida de un niño supone, para la mayoría de los padres, un cambio de perspectiva drástico, cuyo alcance nunca habrían creído posible antes del nacimiento del niño. No es de extrañar que muchos padres afirmen en retrospectiva que tienen dos vidas, una antes y otra después de tener hijos.

    Aunque, no importa con qué esperanzas y expectativas comience la vida familiar, la mayoría de los padres cuidan de sus hijos sin condiciones, atienden sus necesidades y se sienten tan cómodos como sea posible. Dado que los bebés aún no pueden decir lo que necesitan, los padres observan a su hijo muy de cerca y hacen todo lo posible para satisfacer sus necesidades.

    Sin embargo, de manera repentina, cuando se acerca el primer cumpleaños del niño, ocurren varias situaciones al mismo tiempo, tanto por parte del niño como del adulto: dejamos de ser capaces y de querer centrarnos exclusivamente en las necesidades de nuestro hijo, y eso es algo positivo. Nuestros hijos desarrollan su propia autonomía y la expresan con claridad. ¡Las peleas se vuelven inevitables!

    Con frecuencia sobrepasamos nuestros límites, a veces demasiado, para mantener la paz, y es así como, antes de darnos cuenta, estamos comportándonos como nuestros propios padres, ¡aunque, en su momento, juramos que nunca seríamos así con nuestros hijos!

    La reincorporación de los padres al mundo laboral supone un estrés adicional para la familia. Repentinamente, mamá tiene que salir puntualmente de casa por la mañana y se molesta cuando su hija no quiere vestirse. Además, ya no hay tanto tiempo de descanso como antes, y las numerosas tareas cotidianas como cocinar, lavar, hacer compras, completar la declaración de impuestos o llevar el auto al mecánico, ahora deben realizarse con los hijos y el trabajo. Todo aquello que antes nos complicaba, ahora hay que hacerlo de forma aún más eficiente. Si los hijos no »colaboran« debidamente, es posible que nos impacientemos o nos enfademos, y a menudo nada funciona.

    En torno al primer año, tu hijo ya puede hacer mucho: gatea, empieza a caminar y a decir algunas palabras. Además, busca experimentar estas habilidades a su manera.

    Mediante las pocas palabras y sus expresiones faciales y gestuales puede »decir« con mucha precisión lo que quiere y lo que no quiere. Puede moverse por sí mismo y decidir en qué dirección quiere hacerlo. A la edad de un año comienzan las rabietas, porque no todo sale como la princesa o el príncipe quiere.

    Para los niños, esta época supone una gran adaptación. Desde que nacieron, todos sus deseos han sido solventados y ahora, de repente, tiene que seguir a sus padres porque ambos vuelven a trabajar y hay estructuras diarias establecidas. ¡No es justo! No es de extrañar que muchos niños se enfaden ante estos cambios.

    1.2

    ¿CÓMO HEMOS

    LLEGADO A ESTO?

    Durante esta crítica fase de cambio, muchos padres se encuentran deseando que su amado hijo se vaya a la luna por horas, días o semanas, o preguntándose cuándo podrán dejarlo en manos de los abuelos por una tarde. La realidad nos ha atrapado. El trabajo empieza temprano, tu hijo tiene que estar en la guardería a tiempo, pero ahora, precisamente, tu amado hijo tiene una rabieta porque algo no va como lo había imaginado. En ese momento, es posible que le grites o te escuches a ti mismo diciendo las malas palabras que tu madre o tu padre te dijeron algún día.

    Además, hay más discusiones con tu pareja ideal, por pequeñeces que de repente dejan de serlo: falta de sueño, mala alimentación, pocos descansos, conversaciones infantiles en lugar de conversaciones maduras. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste tiempo para ti? ¿Tiempo con tu pareja? ¿Cuándo fue la última vez que estuvieron juntos? Además, hace años que no te reúnes con tus amigos. Simplemente, hay muy poco de TODO. Sin olvidar la tan necesaria tranquilidad. Pero, ¿cómo obtenerla?

    1.3

    ¡AYUDA!,

    SOY COMO

    MIS PADRES

    ¿Cómo nos convertimos en las personas que somos actualmente? En los primeros años de nuestra vida, somos »moldeados« por nuestros padres, nuestro entorno y la sociedad. Hasta los seis o siete años casi todo lo que escuchamos o vemos entra en el subconsciente más o menos sin filtrar. »Entra por una oreja, se queda en la cabeza«.

    Así que, con la leche materna, por así decirlo, absorbemos los hábitos y las opiniones de nuestros padres, el entorno cercano y la sociedad. Copiamos los movimientos corporales, las expresiones faciales, los gestos, la elección de palabras, las frases y las formas de actuar de nuestros padres y los incorporamos en nuestro subconsciente. A partir de los seis años, o antes, según el desarrollo del niño, con la ayuda de nuestra conciencia, podemos filtrar parte de este contenido y rechazarlo si pensamos »no, eso no está bien«.

    Sin embargo, nuestro subconsciente no puede hacer eso, sino que absorbe todo el contenido entrante sin cuestionarlo. De este modo, adoptamos de manera inconsciente el modo de vida de nuestros padres: nos acostumbramos a la comida que nos dan y, por lo general, nos acaba gustando más que el resto. Puede que también, como ellos, nos acostumbremos a llegar siempre tarde o a hacer deporte con regularidad. Por ejemplo, con el paso de los años adquirimos sus puntos de vista, su forma de afrontar las enfermedades o sus creencias, tales como »nunca tendremos dinero« o »si te comportas así, fracasarás en la vida«. Las creencias de nuestros padres se convierten en propias: »Esfuérzate más« gradualmente se convierte en »No soy lo suficientemente bueno«.

    Cuando nos preguntamos cómo tratamos a nuestros hijos, nos avergonzamos al darnos cuenta de que hacemos algunas cosas como nuestros padres. Incluso, es más incómodo cuando nuestra pareja nos lo hace saber. Preferimos silenciar este tipo de críticas. Al fin y al cabo, ninguno de los dos quiere que nuestros hijos hereden un peso en forma de hábitos familiares.

    Afortunadamente, en cualquier momento podemos cambiar muchos de estos hábitos, aunque no siempre con la rapidez que nos gustaría, pero es mucho más fácil de lo que se piensa. Desde el primer día de vida, nuestros hijos se fijan en nosotros. Incluso cuando no están mirando y parecen estar absortos en algún juego, lo ven todo. De esta manera aprenden cómo es el mundo. Para ellos, solo existe este único universo: el de casa. Así es. Debido a que nuestros hijos nos observan tan de cerca, a menudo nos conocen mejor que nosotros mismos. Porque nuestros hijos no solo escuchan nuestras palabras, sino que también prestan mucha atención a la manera en que decimos o hacemos las cosas. Sin que seamos plenamente conscientes de ello, nuestro lenguaje corporal, las expresiones faciales, los gestos y el tono de voz desempeñan un papel importante en la comunicación con nuestros hijos. Como un sismógrafo, ellos notan las discrepancias entre lo que decimos y lo que

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