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Génesis de la Creación: Leyendas Demoníacas
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Génesis de la Creación: Leyendas Demoníacas
Libro electrónico477 páginas7 horas

Génesis de la Creación: Leyendas Demoníacas

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Génesis de la Creación

Tras siglos de interminables guerras, la coexistencia de las razas del mundo fue posible dentro de un pueblo de guerreros; Reptiles, Licántropos, Draconianos y Erripticels, una vida perfecta sin más, ¡más que perfecta! Una vil mentira creada por aquel hom

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 dic 2023
ISBN9798869047342
Génesis de la Creación: Leyendas Demoníacas
Autor

Angstrom López

Angstrom López o Aragonth de nacionalidad mexicana nació en junio del año 2000 en el estado de Jalisco. A sus doce años de edad tuvo interés por el arte literaria iniciando sus escrituras conmovido tanto por películas, cuentos y novelas románticas de fantasía. Inicialmente escribiendo poesía en varios géneros, especialmente romance.

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    Génesis de la Creación - Angstrom López

    Introducción

    Cuentos para dormir

    Siempre se ha contado sobre bestias que existen desde milenios... no, más bien, existencias incontables. Algunas bestias asechaban las noches por la tierra, otras lo hacían a cualquier hora del día, por las orillas del mar y otras cazaban desde los cielos.

    Se ha contado sobre muchas bestias cazadoras, unas consientes otras, no tanto. Pero ¿Qué tan inteligente se tiene que ser como para cazar de forma organizada? como un enjambre. O incluso ¿para comunicarse en palabras con otras especies?

    Desde que era niño, mi padre me decía que los tipos de bestia eran incontables, mi madre, que podrían contarse pero nadie que se topara con alguna miraba un nuevo día. Uno de mis hermanos, que eran como tú y como yo. Se rumoreaba por el pueblo que las bestias tenían la fuerza de apoderarse de nuestros cuerpos, entrar en nosotros para usar nuestra forma, que así era como nos asechan; robando nuestra forma. Son realmente aterradoras. Uno no se imagina caminar por la calle y encontrarse con una persona que a tirones te sometiera con fuerza abismal, y así te lleve a su guarida o nido, realmente nadie sabe el aposento de alguna bestia, ni una mínima idea...

    – ¿No es muy tarde como para que sigas leyendo cuentos de terror, Ensteren?– exclamó una voz que se le acercaba por la espalda, la sorpresa le hizo brincar y mirar hacia atrás, mirar a la persona tras él.

    El muchacho sujetaba un libro entre ambas manos junto con una vela de arcilla, misma que cayó al suelo con el espantoso brinco que pego al ser sorprendido leyendo a plena madrugada después de haberse brincado por la ventana al interior de la biblioteca. Se dio la media vuelta de forma temerosa, para inmediatamente cambiar a una sonrisa.

    Se trataba de Caín, uno de los veladores del pueblo. Este vestía con su clásico chaleco de cuero y una daga corta colgándole de la cadera. Apenas y su cabello negro rizado se le podía ver con la pobre iluminación de la vela tirada en el suelo con el fuego regado a la par de las gotas de arcilla blanda.

    –Ah, Caín, no me pegues esos sustos – exclamó una sonrisa tranquila y levantó un poco la mano hacia él. Aun sostenía el libro abierto con su otra mano.

    – ¿Qué es tan importante como para encontrarte a esta hora de la mañana despierto dentro de la biblioteca?– preguntó serio mientras Ensteren cerraba el libro interponiendo un dedo en la página que leía.

    –Nada en realidad, solo buscaba algo útil para dormir– sonrió entrecerrando los ojos.

    – ¿Me permitirías ver?– levantó la mano mirándolo a los ojos de una manera tan imponente, como si no fuera a aceptar un no como respuesta.

    Desvaneció la sonrisa de su rostro y le entregó el libro. En cuanto Caín miró el libro, su rostro mostró cierta repugnancia, entonces continuó – ¿Qué clase de reptil se interesa por viejas historias de humanos aterrorizados?– preguntó leyendo el interior de sus hojas. 

    –Tal vez uno que se interesa por los que no son como nosotros– El muchacho volvió a sonreír.

    – ¿Qué importancia tendría ya? ahora vivimos todos juntos en una misma sociedad. Las guerras terminaron Ensteren. – exclamó Caín.

    Miró al suelo, al último destello rojo vivo de la vela con el fuego extinto. Era verdad, ¿qué importancia tendría si ya no existen victimas de asecho por otras razas? Las guerras y masacres terminaron siglos anteriores a su nacimiento.

    –con mayor razón nos debería interesar el cómo se pensaba antes, igual no es como si hubieran cosas más interesantes que leer en el pueblo– alzó la mano pidiéndole el libro. Mantenía una sonrisa como era su costumbre; siempre dando confianza y a los demás. –ahora si me permites necesito retirarme a dormir–.

    – ¿Piensas sacar el libro a escondidas?– arqueo la ceja regresándole el libro.

    Sonrió levemente alzándole un dedo con astucia –pues claro, como de costumbre, no es como que alguien le tomara tanta importancia, de todas formas termino devolviéndolo uno o dos días después, al terminarlo, claro. – entonces se dio la vuelta y entre la oscuridad su mirada destelló un brillante deslumbro junto con una sonrisa. Caín simplemente suspiró y le siguió por la espalda.

    Llegando a su dormitorio, miro la puerta de la habitación al frente de la suya mientras sujetaba la perilla de su habitación; la habitación de una de los huérfanos del pueblo, todas construidas a un solo pasillo en el segundo piso de las instalaciones. Después de unos pocos segundos giró la perilla y entró a su habitación, de un brinco se dejó caer en la cama abriendo la página separada del libro, y comenzó a leerlo mientras su mente se encontraba ausente divagando temas paganos a los que tal vez no le importaba a nadie más.

    Era verdad, que caso tendría leer leyendas viejas que escribían los humanos cuando se encontraban atormentados por otras especies con la apariencia semejante a la suya; o al menos por fuera. Ahora que todas las razas viven en armonía dentro de un solo lugar, una utopía perfecta, sin guerras ni riñas entre las mismas. Ahí mismo, Vivian y conversaban con los humanos, las bestias... ya no eran un secreto, ya no tenían que esconderse nunca más.

    Tal vez por la intriga de saber de la existencia de otras razas. El humano escribía sobre más de cincuenta especies diferentes, cuando en realidad eran solo cinco, contando al humano que no puede adoptar otra forma cuando se encuentra amenazado. Eran las únicas conocidas. Y a Ensteren le encantaba la idea de pensar que tal vez... haya algo que nadie quiere que todos sepan, desde niño pensó que los libros de la biblioteca están tan olvidados, que podría haber algo importante entre millones de páginas que no volvían a abrir, ya que aquella majestuosa biblioteca de tres pisos y un sótano ha tenido vida desde hace milenios, las hojas y pastas gastadas por el tiempo de muchos libros eran su evidencia.

    Cuando menos se dio cuenta, quedó dormido con la cara pegada a las páginas del libro abierto. Su mente pensaba en lo mismo de siempre ¿Qué más habrá ahí afuera, aparte de árboles, plantas y animales?

    Agradecimientos especiales.

    Escrito a primera persona, me gustaría agradecer a mi hermano mayor Cesar Irwin por su apoyo y sus críticas constructivas y motivacionales acerca de mis escritos. A Karen Vargas, quien me acompaño durante mi adolescencia y puso su fe buscando motivarme de diversas maneras.

    Gracias también a la chica Karen Olivares, con quien compartí tantas ideas y logró motivarme a seguir escribiendo aun en los peores momentos. 

    Capítulo I

    las escamas de un reptil.

    Habían pasado pocas horas después de la primera alba del día. La neblina sometía la vista del pueblo con una densa nube de humedad, pocos en el pueblo estaban fuera de sus casas. Aún estaba un poco oscuro.

    Subía pasó a paso, la pequeña colina al costado del pueblo. La niebla impedía la luz del alba, no es como que el día fuera a ser despejado, eran los últimos días templados del año. En lo alto de la colina, la flora había dominado el lugar con sus enredaderas y flores entramadas, con un único árbol de tronco torcido en su cumbre, el ambiente era agradable.

    Desde ahí era posible ver todo el panorama, el pequeño pueblo con al menos quinientos habitantes. Lo alto del castillo de la guardia real, la playa de arena áspera y rocosa al norte del pueblo y al sur el oscuro bosque de árboles altos y hojas sombrías extenderse hasta el infinito. La vista se disipaba en medio de la neblina de lejanía. Aun así, se podía ver la silueta de muchos más árboles tomar lugar casi llegando al fin del mundo.

    Riskblank es un pequeño pueblo construido en las afueras de un castillo, que fue levantado, según los relatos en la biblioteca hace más de 800 años por manos y músculos humanos. Para así resguardarse de las bestias. Hoy en día es la guarida de la guardia real que protege al pueblo de futuras amenazas, aunque en realidad la única amenaza ahora, es la fauna salvaje del bosque. Por eso cada año organizan un evento para cazadores y postores a guardia real. Y así proteger su amado hogar; o disfrutar de una vida plena demostrando ser el mejor combatiente. Esto hacia que entrenar arduamente y trabajar en reparaciones valiera tanto la pena. Todos te guardarían respeto dentro del pequeño mundo donde habitaban las cinco razas: Reptiles, Licántropos, Draconianos, Erripticels y Humanos; el único pueblo restante después de tantas guerras y masacres por todo el mundo.

    En el camino, el muchacho se encontró a un miembro de la realeza acarrear una jaula con depredadores escamosos, a tirones con las manos. Alzó la mano al aire a son de saludo junto con una sonrisa, aún estaban en el rango del pueblo y las casas de alrededor.

    –señor Redén, buen día. – el hombre siempre vestía con una capucha negra, su cabello era negro cenizo, y siniestramente sus ojos eran completamente negros, con tres puntos blancos formando un triángulo en lugar de una pupila redonda, Redén era quien portaba los ojos del heraldo, el protector del mundo; más bien, del pueblo. Perteneciente a la raza erripticel; una raza capaz de cavar a gran velocidad como si fueran topos, sus garras eran las más largas de cualquier otra raza, tan densas y duras que podrían hacer polvo las rocas con tan solo rascarlas. Dicen incluso que sus dedos son irrompibles, con tal fortaleza eran rivales casi imparables; por eso todos los erripticels eran de la guardia real sin excepción, para ellos era fácil el combate. Aunque ahora él mantenía su forma humana, era muy raro ver a alguien en su forma verdadera. Ya no había necesidad de abandonar el cuerpo humano aunque sea por segundos. Claro, si no fuera por el combate, la cacería anual, era la única ocasión donde las razas dejaban atrás su forma humana.

    –Daragon, buen día– Redén le sonrió y dejó de tirar las cadenas de la jaula.

    – ¿Cuantos días hacen falta para la cacería, señor Redén?– preguntó intentando disimular su rostro impactado por la cantidad de depredadores dentro de la jaula, que por lo menos, eran quince escamosos animales de dos patas con enormes zarpas y hocicos alargados con dos hileras de colmillos en cada mandíbula.

    –no estoy seguro, al menos tres días imagino, aún falta encontrar unas cuantas más en el bosque, deberíamos hacerlo antes del tercer día en realidad, de lo contrario, empezarían a sobre poblarse y serían una plaga terrible. – bajó las cadenas y miró las criaturas a los ojos, estaban atormentadas, Redén siempre decía que eso le preocupaba, el nunca quisiera hacer daño a nadie, así sea incluso un solo insecto.

    Soltó las cadenas al suelo y estiró los brazos hacia arriba. Regresó a mirar los ojos rojo vivo del muchacho y retomó la palabra. – ¿este año tendremos tu participación Daragon? Todos te vemos entrenar de vez en cuando, y muchos están ya botando desde tu participación, otros ya se brincaron a tu desempeño, dale gusto a tus fans. – mostro una sonrisa carismáticamente sarcástica por la palabra fans, le guiñó el ojo.

    –Aun no siento estar listo– replicó sonriendo tallándose el cabello con la mano en la nuca.

    –Comprendo, para mí no sería problema darte una mano y brindarte un relevo en medio del evento– guiñó un ojo de nuevo. –tampoco es como que te hayamos visto las escamas alguna vez, tan solo el rojo único de tus ojos y los vectores de reptil de cada pupila. Muchos ansían de ver la forma de tu raza. Creemos que puedas parecerte a tu padre. – suspiró mirando al cielo, como si le trajera recuerdos.

    Para Daragon, hablar de su padre era como encajarse una daga al corazón; nunca le conoció, murió junto con su madre en medio del bosque, realmente nadie hablaba nunca de los caídos. Vaciló con la mirada.

    –C~creo que, debería seguir llevando estas criaturas a sus jaulas, si no se hará más tarde– sujetó las cadenas nuevamente con fuerza y tiro de ellas. –sigue con tu entrenamiento, hare unos arreglos si decides participar, te cubriré la cola– Daragon se despidió levantando la mirada y alzando un poco su mano derecha. Entonces continuó caminando colina arriba a las afueras del pueblo.

    No es como si entrenara en realidad, mucho menos que pudiera liberar su forma verdadera, aún era complicado. Y sobre todo, completamente normal debido a su corta edad. Todos tienen complicaciones las primeras veces.

    Llegando hasta la cumbre, se acercó a la sombra de las hojas del árbol y tomó asiento en una roca liza que sobre salía de la tierra, ese era su lugar favorito. El lugar más tranquilo que podía encontrar en todo Riskblank.

    El tronco del árbol tenía varias marcas de golpes y cuchilladas, marcas que Daragon le dejaba por sus leves entrenamientos, realmente prefería estar sentado en la roca, solo mirando al cielo, los pájaros volando, sus parvadas bien formadas realizando acrobacias mañaneras. Como de costumbre o rutina aviaria para ellas.

    Después de horas admirando la existencia, el sol se había alzado y disipado toda la neblina, podía ver todos en el pueblo maniobrar sus oficios. Unos arreglando ropa, otros preparando alimentos, habían solo dos herreros en el pueblo. Desde la altura de la colina; que no es muy alta en realidad, desde su posición, era posible ver el pueblo como si fuera un pequeño hormiguero. El castillo hasta el otro extremo de donde él se encontraba, la biblioteca entre el centro, junto con la herrería del viejo Keizan, una casa con techo de madera piedra y muros de mármol, Muy elegante en realdad; ambos junto a la gran torre de cacería. Las tabernas distribuidas en medio de las calles, donde los mayores van a embriagarse a horas tardías del día, y otros a comer un buen filete asado con verduras fritas. Lo que nunca faltaba en esos lugares era licor, pareciera que incluso adelantaran el tiempo para lograrlas fermentar a tiempo todos los días.

    La sala de magia y curaciones, dirigida por una bruja humana de espectaculares habilidades desafiantes y curativas llamada, Dentella, a la izquierda de la vista de Daragon, hasta el norte del pueblo antes de llegar a las rocas sulfúricas antes de llegar al mar. La casa hogar casi a un lado de la biblioteca. Y hasta la derecha casi terminando el pueblo del lado sur, la pequeña herrería de su hermano Ensteren, no era lo mejor en realidad, estaba construida con madera y roca común, una base de piedra de graba en los cimientos. A pesar de ello, Ensteren era una gran competencia para el viejo Keizan. Sus hojas templadas eran casi tan buenas como las de él, a pesar de no ganar lo suficiente para tener buenas herramientas. Por ello siempre entraba a duelos físicos, armados y de magia, aunque no era un mago realmente, pero siempre buscaba ganar mejores trueques, tenía sus mañas.

    Justo en el centro del pueblo la gran torre del evento, era una especie de faro retorcido con jaulas hasta su base y gradas desde la mitad hasta la cumbre de la torre para los espectadores. Y claro, hasta el fondo, atrás del castillo, las montañas más grandes de todo el lugar que tapaban la vista al mar. Pero hacia los mejores atardeceres de primavera. Un pueblo pequeño, y el único en todo el mundo. Pero eso era todo lo que cualquiera quisiera tener. La malicia no tenía cupo en ni un solo ladrillo.

    Cuando bajó la colina, encontró a su hermano Ensteren acompañado de su posible esposa, Cristal, una Draconiana de al menos 1.60 de estatura, 15cm menos que su hermano. De cabello lacio y ojos verdes, piel un poco blanca para su gusto. Y Claro, Ensteren, su hermano mayor de ojos amarillos y piel güera al igual que él, sostenía una cuchilla enfundada, seguro uno de sus trabajos. Ensteren mantenía una sonrisa y le saludo con todo entusiasmo alzándole la mano de un lado a otro. Cristal también estaba sonriendo, pero de una forma más sutil. Tenían una buena noticia seguramente. Solo siguió caminando a paso ligero mientras les miraba devolviéndoles la sonrisa.

    –Daragon, Redén me dio la noticia, este año si participaras en el evento, que orgullo. Por eso, desde la mañana estuve reforzando tu cuchilla– le entregó la funda de su cuchilla, la vaina también era nueva, hecha con metales y cuero. Aunque en este tipo de arma no era necesaria la funda más que para colgarla en un estante cuando no está en la cadera.

    –Enst... no, yo...– Intentaba decir algo, pero Cristal tomó la palabra interrumpiéndole.

    –no tienes que decir nada Daragon, es un regalo, yo también puse mi parte, te sorprenderá. – sonrió tranquilamente y asentó la cabeza.

    –bueno, tenemos que irnos, tengo un duelo con Dentella en pocas horas– exclamó Ensteren casi queriéndose dar la vuelta. Sí que estaba apresurado, y aun así, se tomó el tiempo de reformar la cuchilla.

    – ¡Espera!– dijo casi gritando –yo no quedé en que si iba a participar, aun no siento estar listo. ¿Un duelo con Dentella? Estás loco acaso. Recuerda que ella es tal vez, la mejor hechicera de todos. –

    –Tranquilo, lo tengo previsto, reforcé mi armadura con piedra felina, eso me hará casi inmune a su magia. – su confianza realmente era insuperable. Se dio media vuelta y alzo su mano para mirarla. –Aparte... he dominado unos pocos trucos– encontré algo interesante en la biblioteca anoche. – y empezó a caminar con Cristal siguiéndole el paso, ambos Ignorando completamente la parte en la que Daragon no participaría. Su confianza era tanta, que era creída en su forma de caminar ¿Qué habrá encontrado en la biblioteca como para darle tanta confianza? Tal vez algún antiguo libro de magia entre tantos los libros olvidados, siempre se la pasaba ahí metido, incluso se escabullía por las madrugadas.

    Suspiró y mejor desenvaino la cuchilla para echarle un vistazo. Un arma histórica en los humanos de hace siglos, consta de una hoja que comienza bastante gruesa y se va adelgazando y termina en una punta diagonal como la catana. Con una empuñadura horizontal paralela a la hoja, con un pequeño soporte para atarlo al antebrazo con dos cinturones; donde se podría montar un escudo, como si fuera realmente un guante con una hoja de un metro sobre los nudillos, o una espada pegada a un guante de acero tenía su variedad también.

    Ensteren le alío un metal diferente a la hoja, antes era de hierro sólido, ahora estaba reforzada con metales rojos, exactamente, en el borde sin filo abarcando un cuarto de la hoja por lo largo, Daragon desconocía sobre metales, pero estaba seguro que este metal era bastante exótico, no cualquiera lo soltaría con facilidad. Seguramente fue un trato con Keizan. A un costado del soporte tenía una frase grabada. –La vida siempre nos da muchos giros, dale tú el siguiente– Suena a una frase del tipo que diría Cristal, a eso se habrá referido con ponerle de su parte. Era un buen detalle en realidad. Ensteren carecía de imaginación como para algo así.

    – ahora si se esforzó demasiado, se siente increíble la cuchilla. – admiraba el arma alzándola contra la luz de la mañana.

    El soporte metálico del antebrazo también se sentía diferente, más ligero tal vez. La volvió a envainar, la colgó a su cadera. Entonces tomó camino al campamento de entrenamiento, que se ubicaba al norte del pueblo, cerca de la costa. Es un lugar apartado del pueblo, un terreno de piedra, lizo rodeado de varias estructuras rocosas de azufre muy angostas; como si todo fuera un volcán que aún no se alza sobre la tierra. Siempre se encontraban ahí varios soldados de la guardia real, al igual que varios novatos buscando un buen entrenamiento, uno lo bastante duro para mejorar rápido. Todos los días muchos terminaban heridos; Soldados y cazadores. Muy pocas veces se encontraba Redén ahí. Y es a quien Daragon buscaba, para mala suerte, a esta hora no estaba.

    Solo encontró a todos los hombres y mujeres comiendo pescado asado en fogata, otros apenas estaban asando los suyos. Tomó asiento junto a un pequeño grupo de soldados, y agarró una vara con pescado del fogón.

    – ¿Redén ya paso por aquí?– miró a todos mientras comía tranquilamente la carne blanca.

    –Sí, se encuentra en la costa en este momento ayudando a unos novatos a pescar– respondió un hombre con un peto de placas y ojos amarillos, cabello corto. Estaba recargado en un espadón encajado en la piedra hasta la mitad de la hoja. Su nombre era Hangstek, uno de los pocos reptiles de la guardia real, de hecho podría ser que el único reptil de la guardia real.

    –muy bien, lo esperare aquí, me metió en la cacería sin mi consentimiento, lo obligare a entrenarme un poco– exclamó vacilando con una pequeña carcajada.

    En el momento, Hangstek se levantó tan rápido que casi se atragantaba. – ¿Qué? ¿De verdad participaras?– enderezo su espalda por la sorpresa y con una sonrisa alzo un poco su voz– es increíble. Ya ansió de ver tus habilidades de combate, es más, no quiero esperar. Daragon, luchemos a mano limpia. – tragó un trozo de carne que tenía entre la boca y lo miró alzando las palmas a medio empuñar.

    Daragon se quedó perplejo y casi se atraganta igual que Hangstek, golpeó ligeramente su pecho tosiendo por dentro. –preferiría no hacerlo por el momento– respondió algo nervioso.

    Otro de los soldados miro seriamente apoyado sobre una mano, mientras con la otra sostenía una vara con un esqueleto de pescado, jugueteaba con él entre sus dedos. –tal vez no sea el mejor momento Hans, déjalo terminar de comer primero. –

    A los pocos momentos pudo ver a Redén escurriendo de agua salada en compañía de varios hombres y mujeres en el mismo estado. Habían entrado al mar para con sus propias habilidades y destrezas, capturar pescados vivos. Tenían pescado a costales, y aun se retorcían por estar fuera del agua. ~comerlos vivos es lo mejor~ opinaban varios reptiles. ~Asarlos mientras aún viven da mejor sabor ~ opinaban otros. Redén, por otra parte. Siempre se preocupaba demasiado por cualquier ser que tuviera vida. Pero aun así, siempre decía –Se hace lo que se debe de hacer. – El hombre tenía su rostro completamente descubierto, con el cabello largo lamido hacia atrás. Su manto negro le descubría parte de su cuerpo, era bastante delgado y fornido, pues se le marcaba cada pequeño detalle entre cada musculo de su cuerpo, abdomen, pecho y brazos.

    Cuando Redén se acercaba, varios se le interpusieron en el camino suplicándole entrenamiento arduo o incluso campal. Redén miró a Daragon apartando su mirada de la multitud, y lo saludo con una sonrisa. Daragon no pudo acercarse a él hasta que todos habían empezado a entrenar, los soldados guiaban a los iniciantes, normalmente eran los más jóvenes, entre ocho y diez años, lo que para muchas especies no humanas era un poco más de los quince y para otras razas, era una edad mucho más corta incluso, en edad humana, por supuesto. Los cazadores entrenaban en combates y los novatos les seguían como sombras cuando sujetaban alguna vara o una réplica de madera. ~si no puedes seguir con mirada y movimientos, todos nuestros pasos, aun no estás listo ni para empuñar una hoja de verdad~ era uno de los lemas.

    Redén por cuenta propia se acercó a Daragon por un lado. –si te entrenare estos últimos días, necesitaras ayudarme a perseguir depredadores para compensar el tiempo. – le sonrió tranquilamente y recargó su mano a la cadera. – nunca andarás solo ahí afuera, veras el movimiento que hacemos, te ayudara mucho para el combate, veras que sí. – entonces Daragon tomó su cuchilla y se puso de pie. Empezaron a caminar para encontrar un buen suelo en el lugar.

    –Me pone de nervios, pero está bien, a decir verdad no he entrenado muy bien, pero sabes que solo confió en que tú me cuides la espalda si llegara a ayudarlos con las capturas. – replicó desenvainando la cuchilla y dejando caer la funda a su espalda.

    –Aquí está bien– exclamo para que Daragon se detuviera y el siguiera caminando para apartarse de él cinco pasos, mismos que conto lentamente a cada paso que dio. –Uno, dos, tres, cuatro... ¡cinco son los pasos que debes mantener de distancia!– a mano derecha, empuño el manguillo de su arma sujeta a la cadera. Una catana delgada y muy afilada con un plateado brillo deslumbrantemente. – ¿estás listo?–

    – ¿Eh?– quedo perplejo...

    Mostró una sonrisa y opto su posición asechadora con el filo sobre su cabeza. Su mirada era bastante retadora, Daragon apenas y podía mirarle con un ojo, el otro estaba perdido en el universo.

    Ató la cuchilla a su brazo y la apuntó hacia adelante con el codo doblado a la altura de su pecho; su posición defensiva.

    Redén con el ligero movimiento de sus dedos arrojó la catana hacia su derecha, como si fuera una simple vara de madera, tan ligera como una pluma. Así dejando aún más perplejo al muchacho. Redén volvió a sonreír bufando con un suspiro y se movió tan rápido en línea recta que Daragon no pudo siquiera verle llegar, con una mano le aparto la hoja de la cuchilla y con la otra le estocó el pecho. –en un combate real. Ahora mismo estarías muerto con un agujero en el corazón. – le sonrió y tranquilamente enderezo su cuerpo y regresó nuevamente cinco pasos de él.

    Entonces Daragon intentó atacar. Avanzó, uno, dos, y pegó un brinco hacia adelante con la punta de la cuchilla para estocarle. – *No te contengas.* – Recordó de alguna manera la voz de Redén, quien le había dicho eso anteriormente en entrenamientos pasados, lo que resultaba un poco irónico, porque nunca entrenaban en realidad ¿o sí?

    Redén con solo un toque de sus dedos y movimiento lateral desvió la hoja de la cuchilla esquivando completamente el movimiento del chico. Con el impulso, ambos quedaron a la misma distancia, pero Redén le dio un nuevo estoque en el pecho con la palma de su mano, le volvió a sonreír, pero Daragon estaba un poco confundido con lo sucedido. Se dieron la vuelta y retrocedieron.

    –nunca hagas un solo movimiento, al ser evadido ataca en el momento hasta acertar. Si es tu objetivo claro. – explicó haciendo énfasis con la mano izquierda y una mueca en los labios.

    Volvió a intentar, pero Redén en este momento en vez de permitirle avanzar, con uno de sus pies le hizo caer de espalda. –Vuelve a intentar– sonrió y se apartó de él.

    -*levántate solo y en el momento, nunca te quedes tirado.* - fue lo que le dijo en su primer entrenamiento. Realmente no recordaba aquel entrenamiento, como si nunca existiera.

    Después de levantarse le miro a los ojos, ahora intentó algo diferente, avanzar en estoque y antes de estocar retroceder y estocar; vacilarle un poco antes de atacar.

    Pero el resultado fue el mismo, solo que al ser evadido giro con el filo de su cuchilla a corte liso, como el corte lizo de una espada. Redén no lo espero, pero era evidente que sabía esquivar bien. Sumió el pecho encorvando la espalda y retrocediendo hacia atrás sosteniéndose con la cadera. Solo así el filo le rosó el pecho.

    –Eso estuvo bien, vuelve a intentar. –

    Pasaron horas haciendo únicamente lo mismo, y en su totalidad, Daragon no logró tocar ni una sola vez a Redén.

    –vamos chico, debemos ir a la recolección, terminamos por el momento. – exclamó y con una sonrisa fue a rejuntar su catana para volverla a envainar.

    El muchacho estaba exhausto, el sudor le mojaba la punta de sus cabellos castaños y le palidecían la cara haciéndole resaltar sus ojos rojizos y los vectores que entraban a su pupila desde sus iris. En cambio, Redén, no pareció siquiera haberse movido ni un poco. Eso demostraba que su condición física sobrepasaba al resto de los soldados; con misma razón. Pues Redén es quien dirige y organiza la guardia real, junto con el castillo y todo el pueblo. el reino sin rey si se podría decir pues la familia real, se trataba únicamente de los soldados que resguardaban el pueblo. Y así ha sido, desde los últimos siglos. Cuando la guerra termino dejando solo cenizas, escombros y poblaciones reducidas casi en totalidad, no había necesidad que alguien tuviera un mando de autoridad más que para cazar depredadores y evitar plagas, no dentro de una utopía.

    * * *

    Acercarse a la frontera del pueblo estaba prohibido. La guardia real y los cazadores postores a guardia, eran los únicos que llegaban tan lejos. Ahí cerca, había varios de ellos. Soldados de la guardia real, postores a guardianes; los mejores cazadores, sentados sobre las jaulas vacías y otros simplemente parados con tabaco quemado en las manos, de donde lo aspiraban como si fuera una pipa, otros; quienes no tenían resistencia a quemaduras como la tenían especialmente reptiles y erripticels, utilizaban una vara hueca de madera. Era la primera vez que miraba de tan cerca la muralla, seguramente estaba topando los veinte metros de altura, y la distancia del pueblo a ella era de por lo menos un kilómetro.

    Las piedras de los cimientos que la sujetaban eran piedras de azufre, Piedras negras completamente pulidas y fortificadas, con forma casi cuadrada; tenían muy pocas imperfecciones. El resto de la muralla estaba conformada de madera de los arboles petrificados. Según historias, todos fueron talados por un mítico dios que bajó desde lo alto del cielo, para traer paz al humano, gracias a él, la utopía fue un sueño alcanzable para todos, pero no era más que un simple relato, porque aquellos arboles no eran tan difícil de talar como para que solo un dios pudiera hacer el trabajo. La muralla tenía tres torres vigía de dos puestos en cada torre, un puesto sobre otro.

    Redén era el último y esencial para dar apertura a la muralla. Todos los presentes se pusieron de pie y apagaron las cenizas del tabaco. Los vigía miraron a Redén, entonces se dieron la vuelta observando el bosque y todos dieron la señal. Los seis vigías alzaron la mano. Redén acepto el aviso y asintió con la cabeza. Así entonces, los seis tiraron de gruesas cadenas de hierro lo que empezó a levantar una puerta de dos laterales, a simple vista sería imposible notarla hasta ver las divisiones no uniformes, aun así, solo una vista precisa sería capaz de notarlo. De lo contrario, parecía una simple muralla sin puerta.

    Cuando se abrió lo suficiente, todos tiraron rápidamente de los carruajes, otros casi corriendo para salir a toda velocidad, ya que según todos en la guardia real decían que era peligroso dejarla abierta, entre menos tiempo este abierta, mejor.

    –Corre, sigue mi paso– exclamó Redén y empezó a correr, Daragon haciéndole sombra; no lo suficiente. Corrió tras él intentando mantenerle la velocidad. Pero rápidamente lo dejaba atrás. Entonces la muralla volvió a cerrarse atrás de ellos después de haber atravesado el muro.

    Los arboles estaban muy cerca, le intimidaban a la mirada, era la primera vez que tenía al bosque de frente. Todos los hombres estaban formados mirando hacia el bosque manteniéndose en guardia unos cuidando de los demás de forma mutua, entonces se dividieron a tres grupos, pues eran únicamente tres enormes jaulas. De cada grupo, dos hombres o mujeres, tomaron las cadenas para arrastrarla, otros dos les cuidaban por los laterales y el resto rodeaban la jaula, entonces se adentraron al bosque a direcciones diferentes.

    Hasta última hora Daragon logro percibir que las armaduras eran diferentes para cada grupo. Uno tenía armadura de placas, otro de ellos tenían armadura de cota de malla. Y el tercer grupo tenía peto y hombreras. Fue inevitable preguntar – ¿qué cazara cada grupo?– miró a Redén.

    –Increíble que lo notaras, cada criatura tiene su forma de atacar, eso imagino que lo sabes– comenzó a explicar señalando grupo por grupo –ellos, los que llevan placas, cazarán homeriatz, primero deben cansarlos y luego sedarlos, por eso la armadura más pesada y resistente. – con la punta de su catana, señalo al primer grupo.

    Señaló al grupo con cota de malla. –ellos irán por coletrazats, deben evitar su cola a toda costa hasta poderse acercar y ponerles un bozal, después atarles la cola al bozal. Por eso la cota, es mejor opción para el corte de su cola. –

    – ¿Y nosotros que cazaremos?– le cortó antes que explicara el tercer grupo. Lo miró con la duda en sus labios.

    –ellos que tienen peto irán a cazar coleophicis, suelen ir a mordisquear el hombro de su presa y rasguñar el pecho y espalda. – explicó mirando el último grupo y empezó a caminar evadiendo la pregunta.

    Sin más remedio, simplemente le siguió, Redén caminaba a un lugar diferente, Daragon apenas y podía seguirle el paso con un trote ligero. Estaba confundido, le dijo que ayudaría a cazar y capturar, pero no llevaban ni una sola jaula con ellos y fueron por camino separado a los demás.

    El bosque se veía tranquilo, los angostos arboles apenas y dejaban el paso de una luz pobre de los rayos del sol. Era difícil caminar y prestar atención al bosque al mismo tiempo, era impactante la cantidad de plantas, sin contar la inundación de hojas secas en el suelo. Chocó con una cortina de ramas y hojas, meneo las manos un poco para apartarlas y chocó contra la espalda de Redén, entonces retrocedió un paso. El hombre se había detenido, pero no le miro siquiera.

    –toma tu forma de bestia, Daragon– exclamó casi ordenando con gran seriedad, el Redén amable que conocía se estaba desvaneciendo con ello

    Se encontraban frente a una cueva bastante grande que conducía hacia el subterráneo, y había un terrible hedor a gas metano. Con solo estar cerca de ahí, uno podría adivinar que ahí dentro habitaba una criatura horrible, o muchas de ellas. Era enorme y ascendía a una montaña no muy alta. Era obvio que la caverna eran cúpulas subterráneas.

    –vamos, que esperas, hazlo desde ahora. – repitió la orden y continuó caminando, agarró con una mano la capucha desde su pecho, de un solo tirón la retiro para enseguida dejarla tirada en el suelo.

    Daragon parecía haberse quedado mudo. Su corazón latía a mil por minuto de una forma inexplicable, su instinto le avisaba algo, cerró los ojos e intento transformarse. Todos sus músculos se tensaron y sintió una ligera descarga eléctrica que hizo hinchar sus músculos un poco, así como sus uñas negrizcas se afilaron. Pero fue inútil, no podía hacerlo, no sabía cómo, siempre quedaba en esa fase, a punto de hacerlo y no lograrlo.

    Volvió a intentar... no tuvo buen resultado de nuevo, nunca lo había logrado por más que lo intentara. Al abrir los ojos vio que Reden ya estaba bastante lejos, miro a su alrededor y corrió dentro para seguirle.

    Estando dentro cada vez era más difícil el poder ver, el olor a metano era cada vez más intenso, casi como si el olor fuera a atravesarle la cabeza como una aguja atravesando un trozo de tela.

    –Te dije que te transformaras– se escuchó la voz hacer eco por todas partes, seguir el ruido era inútil, la cueva se había dividido rápidamente y Redén ya no estaba cerca.

    Volvió a intentar, cerró los ojos y pudo sentir como su cuerpo era capaz de cambiar, apretó los puños con fuerza, pero solo consiguió un ligero dolor de cabeza ¿era el esfuerzo, o tal vez el hedor a gas?

    Intento una y otra vez, pero ninguno obtuvo un buen resultado. Era completamente inútil.

    ¿Porque querría que cambiara tan condicionalmente? ¿Sería acaso un especie de prueba? ¿O simplemente, estaban por cazar algo en verdad peligroso?

    Decidió más bien continuar sin cambiar, solo perdía el tiempo.

    Mientras caminaba entre la oscuridad de la cueva, el hedor se hacía cada vez peor, como oler cloro por la corta distancia. Escucho un crujido a sus pies entre uno de sus pasos. No le dio importancia. Al paso que caminaba el crujido era más constante, y sentía entre sus pies como si caminara entre varias ramas y piedras. Hasta que tropezó y al poner sus manos para sostenerse pudo sentir la forma de huesos viejos y mohosos. Pertenecían a diferentes criaturas. Unos eran más recientes que otros realmente, sea lo que sea, ahí dentro habitaban algo siniestro, ¿hidras tal vez?

    Intentó mantener la calma pero era imposible, el miedo le comenzaba a inundar, se encontraba en la guarida de algún roñero o en el nido de varios de ellos y él era la siguiente presa. Entonces desde el techo escucho el movimiento de varios golpeteos, como si golpeara delicadamente una vara contra la piedra con un ritmo constante y consonante, uno después de otro.

    Entre más intentaba ver, menos podía hacerlo. Entonces solo retrocedió arrastrándose en el suelo apartando los huesos fríos y resbalosos.

    Su corazón cada vez latía más fuerte, pero gritar seria lo peor que podría hacer. Solo pensaba en las palabras de Redén decirle, –*te cubriré la cola. – * En ese momento sintió la caricia como de varias hojas pasarle por su rostro y su hombro. De solo el susto reaccionó y se levantó agitando su cuchilla de un lado al otro sumido por el pánico, hasta que el hierro impactó contra un muro y generó una chispa que ilumino por un segundo todo el lugar. Ello le permitió ver los diversos ojos enormes y colmillos babeantes de una sustancia azul de una araña de tamaño familiar con varios cabellos en todas sus patas; que fue lo que le acaricio la mejilla. Una araña que descendió desde lo alto del lugar.

    Entonces se movió y ahora con la mera intención golpeo la pared con su cuchilla para volver a emitir el destello de luz. Pero ahora la araña

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