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La línea alba: El secreto para crecer a partir de cada contratiempo
La línea alba: El secreto para crecer a partir de cada contratiempo
La línea alba: El secreto para crecer a partir de cada contratiempo
Libro electrónico54 páginas45 minutos

La línea alba: El secreto para crecer a partir de cada contratiempo

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Información de este libro electrónico

Cala es una mujer felizmente casada y con una vida familiar en apariencia perfecta, pero tendrá que afrontar los secretos desagradables del marido que acaba de perder y, siguiendo el arte del Kintsugi, reparar su vida como quien recompone un jarrón roto. En ese proceso descubrirá nuevas formas de amor y una mejor forma de vida.

Mudit Grau es bailarina, coreógrafa y escritora. Bailarina en la compañía de Antonio Gades y coreógrafa multipremiada, ha sido profesora en el Institut del Teatre y dirige su propia escuela de danza. En la escritura ha encontrado una nueva vía para desarrollar, con delicadeza y elegancia, una creatividad desbordante.

«Leer este libro es una delicia para los sentidos, un dejar atrás una vida para construir otra nueva, un saber hacer las paces con una misma, hallando la paz interior, echando a los fantasmas, con la mente tranquila y sabiendo que solo así se encuentra la felicidad.»
Judit Mascó
IdiomaEspañol
EditorialComanegra
Fecha de lanzamiento4 dic 2023
ISBN9788419590756
La línea alba: El secreto para crecer a partir de cada contratiempo

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    La línea alba - Mudit Grau

    La línea alba

    El torno gira demasiado rápido. Se le descompensa y la pieza no acaba de tomar forma, pero ella insiste. Quizás si girara con menos intensidad y colocara la mano en otra posición... Todo son pruebas de aprendiz. Vuelve a desmontarse, vuelve a empezar. Quiere acabarla, quiere conseguirlo. No es necesario correr y no desea nada más.

    Podría haber escogido otro oficio, pero las circunstancias la han llevado hacia la arcilla y el caolín. Quién sabe si por aquello de la dureza, la durabilidad y, a la vez, la porosidad. O quizás porque ensuciarse, enfangarse, como cuando era pequeña y jugaba a hacer pulseras, platos y ollas con el barro de la calle de sus padres, la transporta donde quiere estar ahora. Ensuciarse, embarrarse partiendo de esa masa fangosa, informe, a veces viscosa, para darle forma y encontrarle sentido. No se trata de tocar solo los bordes para que no salpique. Ahora ya no siente miedo. Las burbujas de protección hace días que se rompieron. Es la única manera de jugar la partida de verdad. Bienvenido sea el lodo. Bienvenida la línea alba. Ahora recapitula para poder cerrar la herida y hacer las paces. Los recuerdos no son una figura perfecta como la que está a punto de terminar, sino un quebradizo cuarteado.

    Ocho meses antes

    Camina arriba y abajo por la planta de la UCI del hospital, ya ha hecho cinco veces el mismo recorrido y el cuerpo todavía le pide más. Nadie la ha informado de nada y no soporta esta espera eterna. El personal sanitario entra y sale por la maldita puerta abatible como si fueran los portadores del nombre de un premiado en un concurso cualquiera; la puerta bate y el nombre no llega, y cada vez ella tiene la sensación de no ser la afortunada y de tener que esperar un rato más hasta ver si, por fin, en algún momento, acaba consiguiendo el premio UCI. Tres pasillos más, tres veces más de recorrido. No hay cansancio, solo tensión y nervios para hacer un maratón por todas las plantas del hospital. Llega Adrià y enseguida la abraza, el cuerpo de Cala se destensa y el abrazo de su sobrino se alarga hasta que las lágrimas llenan sus ojos sin ningún control.

    —He venido en cuanto he podido. Mi padre está de camino. ¿Te ha llamado Magda? —Adrià le aparta tiernamente el pelo de la cara, pegajoso de lágrimas y sentimiento.

    —Sí, están al llegar. No puedo más. Ya no sé cuántas horas llevo aquí y el único pronóstico que me han dado es que espere, que es demasiado pronto para poder decir algo. Tiene muchos órganos internos afectados, el choque ha sido frontal, parece que es muy grave.

    Cala vuelve a llorar, Adrià le pasa el resto de un paquete de pañuelos.

    —Tampoco sé por qué ha decidido alquilar un coche y no ha cogido el vuelo; tenía que ir a Toulouse en avión. Si hubiera volado…

    Adrià le sujeta las manos y la invita a sentarse. Cala se acurruca sobre el pecho de su sobrino y, poco a poco, con el suave olor a limpio que desprende su piel, se adormece. Al cabo de un rato la despiertan. Ahora sí, le han dado el premio UCI: Max ha

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