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La agune
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Libro electrónico230 páginas3 horas

La agune

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Esta novela narra el drama sobre la condición de “aguna”, mujer judía que pierde a su marido y a quien, de acuerdo con la ley rabínica, no le está permitido volver a casarse hasta no tener testimonio presencial de la muerte.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 nov 2023
ISBN9786078931736
La agune
Autor

Chaim Grade

Chaim Grade (Vilna, 1910-Nueva York, 1982) — Poeta y novelista ídish, se encuentra entre los escritores ídish más importantes del período posterior al Holocausto. Publicó diversas novelas, cuentos y poemas en ídish y estuvo entre los miembros fundadores del grupo experimental de artistas y escritores "Young Vilna".

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    La agune - Chaim Grade

    Imagen de portada

    LA AGUNE

    La agune

    Chaim Grade

    Shulamit Goldsmit

    PRESENTACIÓN Y TRADUCCIÓN

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.

    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    D.R. © 2023 UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA, A.C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219

    publica@ibero.mx

    Primera edición: noviembre 2023

    ISBN: 978-607-8931-73-6

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    Índice de contenido

    Portada

    Portadilla

    Legales

    Agradecimientos

    Presentación, Shulamit Goldsmit

    Prólogo, Sara Sefchovich

    La agune

    Glosario

    Las agunot, mujeres encadenadas por mandato, Silvia Cherem S.

    Agradecimientos

    Con enorme agradecimiento a mi Alma Mater, la Universidad Iberoamericana; a la actual coordinadora del Programa de Cultura Judaica, la doctora Cossette Galindo; al doctor Ricardo Nava y al doctor Rodolfo Gamiño, director del Departamento y responsable de Publicaciones, respectivamente, del Departamento de Historia; al doctor Rubén Lozano (†) por su eficiencia, meticulosidad y profesionalismo en las múltiples correcciones que requirió el texto de La Agune; a la doctora Vivianne Viskin, presidente del comité cultural de la Kehilá Ashkenazi de México, y al licenciado Isaac Fridman por su constante apoyo al idioma ídish.

    Presentación

    Shulamit Goldsmit

    El término agune, en ídish, aguná, en hebreo, no tiene traducción a ningún otro idioma. Esta peculiaridad evidencia que el tema central de este libro, la problemática de las agunot, determinada por la legislación rabínica, es exclusiva de, y para, las mujeres judías. Di Agune, estrujante novela de Chaim Grade, muestra esta situación en todo su dramatismo humano.

    Fue escrita en ídish por Chaim Grade y publicada en 1962. Como muchas obras de este reputado escritor, Di Agune, considerada como una de las joyas de la literatura ídish, ha sido escasamente traducida a otras lenguas, debido a la estrechez de miras de su esposa, heredera y custodia de sus escritos.

    Conocí el libro de Grade en el Taller de Literatura Ídish que lleva a cabo el Programa de Cultura Judaica en la Universidad Iberoamericana. La lectura despertó un enorme interés entre los integrantes del grupo y propició acalorados debates. También ahí recibí la opinión del renombrado rabino argentino Abraham Skorka, amigo cercano del papa Francisco, quien la calificó como la mejor obra de la literatura ídish. De ahí surgió mi idea de hacerla accesible, mediante su traducción, al lector hispanohablante. Esto representó una ardua tarea. La complejidad de las situaciones requirió la numeración distinta de capítulos; se buscó aclarar el porqué de la gran cantidad de sinagogas y de rabinos, más la especialidad de cada uno de ellos; las múltiples y laberínticas interpretaciones que, de manera individualista, hacían los estudiosos de los textos religiosos, así como el lenguaje cotidiano y los usos y costumbres de los barrios obreros de Vilna.

    El autor coloca la acción durante la segunda década del siglo XX en el barrio judío de la ciudad de Vilna, llamada también la Jerusalén rusa, concluido ya el derrocamiento del régimen zarista y en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial.

    Los protagonistas son gente sencilla: una costurera, un pintor de casas, comerciantes del mercado, regidos todos en su vida pública y privada por una opresiva legislación ortodoxa, y manipulados por autoridades religiosas empeñadas, cada una, en hacer valer su personal interpretación de los textos rabínicos.

    ¿Y cuál es el conflicto? Merl es una joven mujer cuyo marido desapareció en la guerra y no sabe de él desde tres lustros atrás. Sin embargo, no existe evidencia fehaciente de su muerte. Los integrantes del prestigioso Consejo Rabínico de Vilna concluyen que él puede estar con vida en algún remoto lugar, por lo que ella sigue atada a ese ente inexistente y no le es permitido volver a casarse. Los sinuosos y manipulados laberintos de la ortodoxia radical la colocan en un callejón sin salida, al cerrarle toda posibilidad de rehacer una vida en compañía de otro hombre, so pena de considerarla adúltera, y bastardos a sus descendientes, por varias generaciones.

    A través de la historia y la geografía, en diversas tradiciones religiosas y culturales, la mujer ha sido colocada en un nivel inferior al hombre, tanto física como intelectualmente. ¿Proviene este concepto de la tradición judeo-cristiana-islámica que fabricó leyendas y falacias como: a) la mujer nace de la costilla de Adán; b) ella es la causante del pecado original y provocadora de la lascivia masculina; c) el cerebro femenino es de menor tamaño y menor capacidad intelectual? Un sinfín de mitos que desde tiempo inmemorial han colocado a la mujer en un nivel de inferioridad en los campos familiar, laboral, legislativo y económico.

    En el ámbito legislativo de las sociedades democráticas modernas, el derecho al voto electoral femenino se otorgó muchas décadas después que a su contraparte masculina. En el económico, hasta casi el final del siglo XX, una mujer en España no podía heredar sin el aval de un varón, ya fuera marido, padre o hijo. Aún en la actualidad, al mismo desempeño laboral, el salario femenino, al nivel mundial, es menor.

    Más evidente y tajante es esta división en cualquier tradición religiosa, que no permite al sexo femenino acceder al sacerdocio; en el rezo cotidiano judío, que requiere un quórum de diez personas, no puede ser partícipe una madre, una esposa, una abuela; aunque sí cualquier jovencito que cuente con al menos trece años de edad. La lista de desigualdades es enorme y se extiende a través del tiempo y del espacio.

    Este desgarrador relato de Grade desenmascara con maestría las pasiones que mueven al género humano: la intriga, el afán de poder, la envidia, el deseo, la locura; por otra parte, nos hace partícipes de las bondades que están presentes en una comunidad, tales como la generosidad, la solidaridad y el sacrificio por el bien mayor, que es el amor.

    Prólogo

    Sara Sefchovich

    Un idioma es más que palabras: es la expresión de una cultura. Así, por ejemplo, en algunas lenguas indígenas del sureste mexicano no existe la palabra familia, pero sí 12 formas diferentes de llamar al maíz, según el momento de su crecimiento al que uno se refiere cuando habla. En castellano hay formas para llamar a alguien que perdió a su padre o su madre (huérfano), a su esposo o esposa (viudo), pero no hay palabra para nombrar a quien perdió a un hijo o hija, pues eso es inimaginable, indecible. Negro es un insulto en Estados Unidos, pero en Argentina indica cariño. Sionista es un elogio para los israelíes y un insulto para los palestinos. Gorda es una ofensa para los occidentales, pero en mandarín la palabra para llamar a un gordo es próspero, pues la gordura es señal de la tan deseada abundancia. Viejo es un ser que estorba y sobra en los países ricos, mientras que en las culturas tradicionales es alguien con experiencia y saberes que merece respeto.

    Esto viene a cuento por la novela que el lector tiene en sus manos, escrita por Chaim Grade y traducida al castellano por Shulamit Goldsmit. Digo que viene a cuento porque su título remite a toda una cultura y puede no decirle nada a quienes no la conocen. Por eso es tan difícil traducirlo, pues, para hacerlo, no solamente se requiere saber el idioma del que se traduce, sino también la cultura de la cual viene el texto, para así darle su correcto significado. Así lo explicó el traductor al inglés de esta obra, diciendo que lo más importante para él fue saber Idishkait, es decir, lo judío, eso que le da sentido a lo que significan las palabras, más allá del lenguaje mismo.(1)

    Esta novela tiene un título intraducible. Se llama La agune. Agune es una palabra en ídish para designar a una mujer cuyo marido ha desaparecido, es decir, que no ha vuelto a casa, sin que haya certeza sobre si murió o sigue vivo. Se trata de una situación que deja a la esposa en un limbo, pues no es viuda ni divorciada, pero tampoco se puede casar, ya que ello la convertiría en posible bígama y a sus hijos en mamzeirim, es decir, en niños nacidos del adulterio entre una mujer casada y un hombre que no es su marido. 

    Desde el título de la novela estamos advertidos de que habrá problemas. Y estos tendrán que ver con las mujeres, porque no existe un vocablo semejante para llamar a un hombre, puesto que se parte de la idea de que las mujeres no abandonan su hogar, al menos no por voluntad. Toda una concepción cultural que subyace a la trama misma.

    En efecto, la trama consiste en una mujer cuyo marido fue a la guerra y no volvió. Ella lo espera durante quince años y se quiere volver a casar. Pero para ello tiene que demostrar que su marido ha fallecido, y esta demostración es muy difícil, considerando que a una mujer no le creen, su palabra no tiene valor.

    De acuerdo con la ley judía, si una mujer declara que su marido murió en la guerra y aunque asegure: lo enterré con mis propias manos, no se le debe creer ni considerar un testigo digno de crédito. Ella debe presentar testigos confiables (la confiabilidad la deciden los rabinos) que afirmen la muerte de su esposo; si eso no sucede, no podrá contraer nupcias de nuevo.

    Por si esto no bastara, la agune que intenta convencer a las autoridades rabínicas de la muerte de su esposo para volver a casarse, se enfrenta a las maledicencias del pueblo. Pero la agune que no desea otro casamiento se enfrenta a lo mismo. No hay salida para las mujeres. Si bien ese es el tema de la novela, las cosas no son tan simples. Porque más allá de la trama, lo que se pone sobre la mesa son otras cuestiones, tan importantes que, por lo mismo, un crítico dijo de este autor que su don: no es para la ficción sino para la discusión.(2)

    La primera de esas cuestiones es el lugar de la mujer. Como dice Shay A. Pilnik: La historia de Merl es simbólica de la tragedia de las mujeres judías durante dos mil años de acatamiento de la Halajá.(3) Tan terrible es esto que Jesús Lalinde Abadía coloca al judaísmo entre lo que denomina las culturas represivas de la humanidad,(4) porque la Torá, el Talmud, la Mishná y la Halajá son obligaciones y más obligaciones.

    Como afirma Shirin Ebadi, mujer iraní que ganó el premio Nobel de la paz en 2003: Los hombres abusan de los textos religiosos para establecer reglas en perjuicio de las mujeres. Pero no es culpa de la religión sino de la sociedad patriarcal en que están constituidos nuestros países.(5)

    En efecto, el judaísmo pone a la mujer en un lugar muy bajo, aunque lo envuelva en palabras bonitas como que el trabajo del hogar, de tener hijos y cuidarlos, es el más importante. Pero no debe serlo tanto allí donde el hombre judío da gracias a Dios por no haberlo hecho mujer, sheló asaní ishá.

    La mujer existe para el matrimonio y este es tan importante que, de las seis partes que tiene la Mishná, una completa está dedicada a él. Eso tiene lógica si consideramos que la reproducción se da gracias al matrimonio, y esa reproducción es lo que interesa a los líderes de todas las religiones: que haya más judíos, más cristianos, más musulmanes.

    La segunda cuestión que la novela pone sobre la mesa es que, en realidad, el asunto de las mujeres no atañe solamente a ellas sino a toda la comunidad, considerando que esta debe asegurarse de que se cumplan esas obligaciones; en particular, atañe a los rabinos, quienes son los intérpretes de las leyes y los que autorizan o prohíben. El problema es que, según el autor, estos personajes llamados rabinos están menos preocupados por hacer lo correcto, lo justo y lo bueno, que por tener ellos poder mundano. Aunque invoquen los textos sagrados, carecen de ética y, sobre todo, de compasión. Hay gran distancia entre las decisiones de la autoridad rabínica y las necesidades de las personas de carne y hueso.

    La tercera cuestión, derivada de las anteriores, es la surgida a partir de las críticas que hace el escritor a los rabinos, que conducen a cuestionar la pervivencia misma del judaísmo. Grade no es el primero que se plantea esto; de hecho, el debate tiene una larga tradición. Históricamente, encontramos dos maneras de responder a esa duda: según algunos estudiosos, el judaísmo ha podido seguir existiendo por el cumplimiento riguroso de las tradiciones; mientras que, para otros, es exactamente al revés, lo que le ha permitido seguir existiendo es la capacidad de adaptación a las circunstancias más diversas en las que han vivido los judíos.

    Lo único en lo que todos los estudiosos del judaísmo están de acuerdo es que, de uno o de otro modo, se trata siempre de una religión que es una filosofía y una cultura, cuyo centro y sentido es la vida hoy y aquí, en el presente y en el mundo real. Es un modo de vida para la cotidianidad y para todas las personas, no nada más para unos cuantos escogidos; por eso no impone ascetismos ni sacrificios para algún mañana después de la muerte. Paradójicamente, esto también es un problema, porque entonces el judaísmo se mueve entre enormes e insalvables contradicciones, y Grade se asegura de que nos demos cuenta de ello.

    Estamos, pues, frente a una novela nada ligera, que plantea cuestiones muy serias, las que solo pudieron ser vistas y captadas por alguien que, viviendo dentro de la comunidad judía, también estuvo atento a los aconteceres del mundo; por alguien que, conociendo profundamente la religión judía, pensó por fuera de ella. Ese alguien fue Chaim Grade, nuestro autor. Un hombre que nació en Vilna, el centro del judaísmo ilustrado, de los Misnakdim, que se oponía al judaísmo de los Jasidim de Polonia, como dos modos de relacionarse con la fe: el intelectual y el emocional.

    Pero, además, la capital de Lituania fue un lugar donde se expresaron las corrientes ideológicas y políticas del momento, muchas de ellas con importante participación de los judíos. En la época en que sucede la novela, estaban en ebullición las protestas contra el régimen zarista y las propuestas socialistas, comunistas y sionistas.

    A ello se agregaban otras realidades de su historia: la pertenencia de Lituania al imperio Ruso, el cual fue muy represor de su cultura y su lengua; esta situación terminó con la Primera Guerra Mundial, cuando Lituania fue invadida por el ejército imperial alemán. Después de la guerra, Polonia se apropió de buena parte del territorio, incluida la capital.

    Los críticos han considerado esta novela como histórica: La descripción mimética de la topografía de la ciudad de Vilna y la elaborada presentación de las distintas clases sociales entre los judíos o de la declinación de la religión frente al aumento de la secularidad, afirma Shay A. Pilnik.(6) A partir de esta idea han reclamado al autor que el suyo no fuera un recuento exacto de los hechos, algo absurdo de pretender cuando se trata de una ficción, pues aunque utiliza el material histórico y social, la verdad histórica no es de la misma naturaleza que la verdad narrativa, como saben todos los que estudian literatura.(7)

    Esto es evidente en la novela, pues si bien ese escenario histórico la envuelve, el autor la escribió con el conocimiento de lo sucedido después, cuando Lituania fue anexada a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y además con sus propias vivencias tras la llegada de los nazis a su país y su huida y estancia en la Rusia estalinista.

    La novela se publicó en los años sesenta del siglo XX, cuando ya Grade tenía claro que el mundo estaba cambiando a pasos agigantados, y que ello necesariamente afectaría también al judaísmo; su queja radicó en que los rabinos no lo pudieran percibir.

    Los críticos también consideran a esta novela realista. El realismo apareció en la literatura en el siglo XIX, para mostrar la verdad sin exageraciones, lo socialmente necesario en lo individual, lo genérico en lo único, lo universal en lo particular, la plena representación de la totalidad del hombre y del momento, los determinantes humana y socialmente esenciales de un periodo histórico, escribió Georg Lukács.(8)

    En efecto, esto es claro si se compara la literatura de Grade con la de Sholem Aleijem, los grandes trazos y la penetración psicológica en aquel, y en este los personajes y sus circunstancias, ambientaciones y situaciones, que corresponden a un modo escritural que podemos calificar de costumbrista.

    Grade es un escritor que plantea los temas y problemas de la modernidad. Me refiero con esto a varias cosas: desde considerar que una mujer es un ser humano al que no se le puede seguir negando el acceso a la educación y a tomar decisiones por sí misma, a la que se debe liberar del acoso y la obligación de obediencia a cada minucia de las reglas y su interpretación por quienes se consideran dueños de la verdad, hasta que las autoridades no son perfectas y se puede dudar de ellas, incluso, destronarlas y cambiarlas, así presuman de ser la representación de Dios en la Tierra y los que conocen su voluntad.

    Pero quizá el rasgo más significativo de esa modernidad esté en que los personajes son individualidades, no tipos sociales, y tienen conflictos interiores, lo

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