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Trascendencia en la vida cotidiana
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Libro electrónico301 páginas4 horas

Trascendencia en la vida cotidiana

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Información de este libro electrónico

Cada año, en verano, y desde hace más de 15, Joaquina Fernández inició un camino de búsqueda, acompañada por un grupo de personas que empleábamos entre diez y quince días para descorrer los velos de nuestros deseos más mundanos, con el fin de ponerlos a la luz de la transcendencia. Buscábamos encontrar otra forma de vivir más allá de cada día, de cada momento, de cada sentimiento. Era una huida de la rutina para provocar que lo trascendente anidara en nuestra mente y nos conmoviera durante los once meses restantes del año. Este libro nace de las enseñanzas del Camino recorrido en el año 2014 y nuestra estancia en el monasterio de Nuestra Señora de Valentuñana, en Aragón. Durante los 10 días de duración, fui recogiendo fielmente las enseñanzas de Joaquina que están aquí reflejadas, con la mayor fidelidad de la que he sido capaz.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 nov 2023
ISBN9798223353744
Trascendencia en la vida cotidiana
Autor

Jon Elejabeitia

Arquitect, founder of Nextyou, a training and consulting company. Coach, facilitator and speaker, he accompanies people and companies in transformation processes. Professor at several Business Schools, specialist in creativity and Desig Thinking

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    Trascendencia en la vida cotidiana - Jon Elejabeitia

    Preámbulo

    Cada año, en verano, y desde hace más de tres lustros, Joaquina Fernández inició una búsqueda espiritual acompañada por un grupo de personas que empleábamos entre diez y quince días para descorrer los velos de nuestros deseos más mundanos, con el fin de ponerlos a la luz de la transcendencia. Buscábamos encontrar otra forma de vivir para ir más allá de los apegos. Era una suspensión de la rutina para provocar que lo trascendente anidara en nosotros y nos iluminase durante los once meses restantes del año.

    Para este peregrinaje decidimos transitar por lugares que poseen un valor simbólico. Por ejemplo, durante algunos años peregrinamos por el Camino de Santiago. No realizábamos el Camino al uso. Nuestro peregrinaje tenía otra finalidad: descubrir nuestros valores para ponerlos al servicio de nuestra vida.

    Eran unos días de retiro, escucha interior y comprensión exterior en monasterios y lugares de paz. Arropados por el Camino del apóstol, escuchábamos transidos las enseñanzas de Joaquina.

    Además del Camino de Santiago, recorrimos el Camino de Roma y el de Tierra Santa. Estos tres caminos del pasado nos hicieron descubrir lo que necesitábamos para nuestro presente. Habíamos analizado previamente la simbología de estos lugares, estudiando el valor de sus ritos y la importancia que habían tenido para nuestros antepasados.

    Este libro nace de las enseñanzas del Camino recorrido en el año 2014 y de nuestra estancia en el monasterio de Nuestra Señora de Valentuñana, en Aragón, un conjunto barroco construido en piedra de mampostería y sillería formado por un convento y una iglesia de finales del siglo XVII de los Carmelitas Descalzos.

    Durante los diez días de duración, fui recogiendo fielmente las enseñanzas de Joaquina, que están reflejadas aquí con la mayor fidelidad de la que he sido capaz. 

    Después de un trabajo de varios meses de estructurar y ordenar transcripciones, recuerdos y apuntes, presenté el material a Joaquina. En su ilusión de que este libro viera la luz algún día, fue repasando capítulos, escribiendo ella la dedicatoria, los agradecimientos, el prólogo, la introducción y el epígrafe Antes de empezar a leer, que han permanecido tal como los dejó. Asimismo, se incluyen algunos textos que poseen un carácter más narrativo, y que por ello resolví convertirlos en apéndices bajo el título Para un diario del Camino.

    Joaquina y yo le íbamos dando forma al contenido de los capítulos hasta que su triste desaparición dejó esta labor inconclusa. Pido disculpas por el grado de interpretación personal que puedan tener algunas partes del libro. Mi intención de ser fiel a lo expresado en el Camino se ha visto a veces comprometida por dar una estructura más narrativa y lógica a la obra.

    El libro está escrito desde la voz de Joaquina, en primera persona, como si hubiese sido ella la narradora, ya que siento que así llega al lector con más profundidad. Además, la intención de Joaquina era haber escrito ella misma este libro, y puesto que había algunas partes esbozadas, seguir con su voz me pareció más coherente desde el punto de vista formal, ya que, de otro modo, estas palabras quedarían desmadejadas entre dos narradores. Si conoció personalmente a Joaquina, el lector podrá, a mi entender, sentir que ella le está hablando directamente. Si no la conoció, se encontrará con un personaje cercano y directo,  que no soltará nunca su mano durante este recorrido.

    Espero de corazón que este libro te ayude tanto como nos ayudó Joaquina a los que tuvimos la fortuna de estar a su lado. Ojalá estas enseñanzas sirvan para que su pensamiento perdure en el tiempo, y acompañen a muchas personas en el importante camino de la trascendencia.

    Jon Elejabeitia, caminante siempre.

    A ti, Jon, por tu entrega

    y por tu creencia de que

    esto algún día sería posible

    Tabla de contenido

    Agradecimientos

    Prólogo

    Encuentro de la Fortaleza:

    El propósito de la fortaleza en nuestra vida

    Dar y recibir

    Simpatía y empatía

    Inteligencia y Sabiduría

    Los deseos

    El asesino Interior

    Nuestra familia y sus consecuencias

    Conclusiones

    Introducción

    Antes de empezar a leer

    Encontrar La fortaleza

    Introducción

    Encontrando tu fortaleza

    Ejercicio:

    Lectura:

    Meditación:

    El propósito de tu vida.

    Ejercicio:

    Dar y Recibir

    Y si alguien me quitara el alimento de mi boca, ¿qué haría?

    Ejercicio: línea de la vida inversa.

    Ejercicio de las parejas:

    Lectura:

    Ejercicio:

    Meditación:

    Simpatía y empatía

    Lectura:

    Empatía y Simpatía

    Lectura:

    Ejercicio:

    Lectura:

    Ejercicio de los círculos:

    Lectura:

    Inteligencia y sabiduría

    Lectura:

    Lectura:

    Ejercicio maestro / alumno:

    Lectura:

    Los deseos

    Lectura:

    Ejercicio: ¿Para qué quieres vivir los deseos?

    Ejercicio:

    Ejercicio:

    Lectura:

    Meditación:

    Ejercicio:

    La visión santa y el asesino interno

    Lectura:

    Ejercicio repaso

    Ejercicio

    El asesino interior

    Lectura:

    Meditación

    Ejemplo:

    Lectura:

    Trabajo con la familia

    Lectura:

    Ejercicio:

    Ejercicio:

    Lectura:

    Limpiar a los padres

    Ejercicio:

    Meditación:

    Lectura:

    Ejercicio

    Ejercicio

    Equilibrio

    Repaso general

    Proyección

    Ejercicio:

    Repaso

    Agradecimientos

    ––––––––

    A mi padre, porque sin él nada de esto tendría lugar. Su sentido del aprendizaje marcó mi vida y, al igual que él, hice del aprender una forma de vivir, así como del mantenimiento del propio criterio, independientemente de cuáles fueran las circunstancias y los gustos propios. Gracias, padre, por ello. Has sido el pilar de una vida abatida y débil que, al pensar en ti, se enderezó y se hizo mucho más sólida.

    A mi madre, porque cada día de tu vida mostraste la constancia en tu entrega. Recuerdo tu rostro en el dintel de la ventana, despidiéndote del hombre de tu vida mañana tras mañana, obedeciendo tus principios sobre lo que era entregarse. Aún siento tus pisadas al alba, preparándome el mejor desayuno para paliar mi fragilidad. Gracias, madre, porque has alimentado en mí contradicciones que la vida ha ido resolviendo.

    A ti, hermano, porque has alimentado mi valentía, mi deseo de luchar, y porque competí contigo incansablemente, pues te envidiaba y deseaba ser como tú, hasta que descubrí la alegría de ser como soy. Gracias por quitarme y darme el sentido de ser yo misma.

    A Sor Teresa, porque sin su ayuda no hubiera encontrado y rechazado la fe, para volver luego a abrazarla. Su honradez limpió todo lo que parecía incierto y oscuro. Gracias a cada minuto en el que compartió conmigo la vida de Jesús: eso me permitió encontrar dentro de mí un guía al que seguir.

    Gracias, Demetrio, por haber sido mi primer espolón hacia el crecimiento. Cada día a tu lado forjó una personalidad de la que no me sentí orgullosa. Sin embargo, ese descontento ante lo que descubrí sobre mí misma gracias a ti me ha permitido caminar hacia lo que hoy soy. Este libro no hubiera surgido sin ti, y nada de lo que ha pasado hasta este momento tendría la solidez que hoy tiene.

    Gracias, Mary, porque tu apoyo incondicional en momentos muy críticos permitió que yo estudiara y me formara. Aún recuerdo la belleza de tus 18 años y la madurez que encerraba.

    Gracias, Jon, fiel compañero de vida y de experiencias. Cada día a tu lado ha significado momentos de gozo, de lucha, de miedo, de fragilidad, de tantas cosas que tú has acunado, compartido y comprendido. Has sido el acicate de mi vida en los tiempos en los que estaba muy asentada y me sentía plena. Sacarme de un lugar de confort para hacerme crecer sólo lo pueden hacer aquellos que ven más allá de lo obvio. Tú eres el motor de todo esto, sin duda, y por ello te agradezco profundamente que existas, que hayas alimentado mi alma y mi ser con tu continuo estar y soportar todo lo que la vida junto a mí te ha deparado.

    Gracias a cada una de las personas que han confiado en mí, que han pedido que esto sucediera. Gracias a los que han puesto una piedra en mi camino para que yo aprendiera a evitarla, y a los que la han quitado para permitirme ir más rápido.

    Mi vida entera está llena de recuerdos, de rostros, de miradas atentas que han conformado lo que este libro es.

    Gracias, Dolo, porque has sido un oasis para mi sed. Gracias, Cristina, porque has dejado que tus hijos sean los míos. Gracias, Mónica, porque cada día haces que mi vida sea más fácil. Gracias Miriam y Adriana, porque la jornada es más ligera por vuestra entrega.

    Gracias, María, porque abriste la puerta a nuevos conocimientos. Gracias, Javier, porque con tu apoyo conocí otro mundo. Gracias, Sara, por darme oportunidades inmerecidas.

    Gracias, María Ángeles, porque uno de mis videos hizo que pensaras que podría cambiar el mundo emocional de tu empresa.

    Gracias, Sergio, porque has pensado que un libro escrito por mí tendría sentido.

    Gracias, Anxo, porque tu sentido del aprovechamiento ha motivado muchos momentos de este escrito.

    Gracias, Héctor, porque tu confianza te ha llevado a presentarme a un editor.

    Gracias a los que me han amado, a los que me rechazan, a los que consideran que soy útil y a los que dudan de mi utilidad. A los que están y a los que se fueron. Gracias a cada persona que ha conformado mi historia, porque me ha hecho llegar hasta aquí.

    Gracias  infinitas a cada caminante. Muchos iniciaron el camino y se asustaron. Gracias porque eso dio mucho sentido al trabajo realizado.

    Gracias a los que permanecéis desde el principio de los tiempos.

    Gracias, Maite, por estar hasta el final de tus días cerca.

    Gracias al grupo de México. Carola, Catalina, Ana, vuestra presencia en el camino permite un aire renovador, diferente, que nos estimula para avanzar más  y compartir plenamente la diversidad.

    Gracias a mis padres adoptivos, Catalina y Jorge. Ellos han sido un pilar importante en mi vida. Todas las conversaciones sobre la fe y la existencia de una vida trascendente han llenado esas páginas de amor a su recuerdo.

    Gracias, Lucía, hermana querida. Te siento cada día, y tu ímpetu ha llenado mis momentos de recuerdos muy gratos. Lamento todo aquello que no haya sido bueno para ti. He pensado mucho sobre ello en estas líneas.

    Gracias a cada una de mis hijas e hijos, que han confiado en mí como mentora de su crecimiento acompañando a sus progenitores. Todos y cada uno estáis en mi corazón.

    Gracias, María Jesús, por tus apuntes sobre mis talleres de trascendencia, por tu presencia constante en mi vida.

    Gracias, Ana B, porque cada día quieres ver crecer los proyectos en los que estoy inmersa y luchas por que todo avance.

    Gracias a los que cada día me muestran que el cambio es difícil y que sólo se puede dar cuando la mente está preparada, no cuando yo quiero.

    Gracias a los que cambiáis con rapidez, porque sé que se debe a vuestra conciencia y a vuestro tesón.

    Gracias a Valentín, que puso en mis manos Un Curso de Milagros y llenó mi mente de ideas inspiradoras que han forjado el Camino de Búsqueda y de Encuentro.

    Gracias a Arantza por su confianza en los poderes de la fe.

    Gracias a Elvira, porque me ha dado confianza para escribir. Sus palabras han sido un aliento sereno. No importa que escribas bien o no. Lo importante es que lo que digas nos enseñe algo.

    Gracias a todas las personas que se acercan a los talleres de Trascendencia y dan contenido y mayor sentido a mi vida trascendente.

    Gracias a Cristina, la emprendedora que sueña con estar en estos proyectos y hace que los demás los sigan.

    Gracias a Alberto, Mónica, Noelia y Álex porque forman parte de lo que fui. Ellos han vivido el cambio, a veces sin comprenderlo.

    Gracias a mi fe, porque antes, después y siempre será el motor de estar viva. 

    Prólogo

    ––––––––

    Proponer a una persona que revise cuál es la mejor versión de sí misma resulta una tarea ardua y en algunos casos complicada. En los procesos de formación, cuando planteo el reto de escribir diez valores activos en la vida de cada uno de los participantes, me encuentro con dos actitudes contrarias e igual de extrañas. Algunos, prestos, llenan el papel con fluidez y hasta con cierto grado de impulsividad. Pareciera que toda la vida estuvieran analizando cuáles son sus valores fundamentales. Otros se quedan parados, miran a su alrededor y son incapaces de encontrar cualidades que les resulten respetables y significativas. Tal vez crean que no hay nada rescatable en su interior. Por causas desconocidas, estas personas tienden a caer en el menoscabo y en una autoestima baja. Nunca gozan de una mirada complaciente sobre sí mismos.

    El trabajo que te propongo con la lectura de este libro requiere que estés predispuesto a encontrar los mayores tesoros que se hayan escondidos dentro de ti y que estés preparado para mirar a tu alrededor con ese mismo grado de aprobación y comprensión que te estoy pidiendo.

    Esta propuesta está lejos de ser condescendiente con la falta de lucha, de crecimiento, de cambio de todo aquello que necesita una inferencia profunda y sólida.  Muy al contrario, pienso que hay una gran diferencia entre trabajar por el bien personal y colectivo desde las mejores habilidades y cualidades personales, y mirar a las personas que nos rodean con exigencia y crítica, discriminando e impidiendo que las cosas fluyan con normalidad y consenso.

    Por ello, en ningún caso esta es una mirada de complacencia absurda o melindrosa. Lo paradójico es que conocer los valores que sustentan tu confianza personal te exige comprometerte, para que todas tus actuaciones estén regidas por la bondad y la calidad de tus fortalezas internas.

    Ya no formas parte de aquellos que, inconscientes y abocados a una mirada negativa de sí mismos, se esconden detrás de una apreciación falsa sobre su potencial y el de los demás para seguir orientados al fracaso, el dolor y la queja permanente. Una mirada que esté dirigida hacia la superación precisa del mejor punto de apoyo: la confianza en ti mismo y la seguridad en tus decisiones.

    Ya no cabe que mires tu vida abatido y circunspecto. Ahora sabes que tienes un punto de apoyo sobre el que mover las montañas que te rodean para llegar al paraíso que tú mismo te has prometido. Seguramente has pensado muchas veces en ser feliz, sentir el amor, tener una buena salud y cierta libertad financiera. Si tu mirada está centrada en lo que quieres, sólo puedes atraer los recursos que te llevan a alcanzarlo. 

    Este punto pude comprobarlo en el Camino. Cuando nos planteábamos un reto y nuestra mente estaba centrada en ello, todo fluía y podíamos disfrutar de una estupenda jornada. Mientras que, cuando estábamos dispersos o nuestro objetivo era difuso, todo se complicaba, y lo que podíamos haber realizado en poco tiempo se convertía en algo tedioso y  molesto.

    Estas situaciones se producían casi siempre después de haber trabajado con las cualidades. La tensión que producía comprometerse con el éxito era mucho mayor que la justificación del fracaso. La frustración estaba ligada a recuerdos del pasado, y el mal se compartía con la familia, con las parejas o con cualquier persona que hubiera pasado por nuestras vidas.

    Poseer una habilidad y ponerla al servicio de nuestro bienestar no tiene vuelta atrás. Eres tú mismo quien se exige o no, quien decide o no, quien avanza o se para. Ya no hay pasado. Ni siquiera el presente es importante. Es un presente continuo que te abduce y ya no te deja parar. Ya no cabe atacar, criticar, disculparte. Sabes que la comprensión y el entendimiento del otro es tu herramienta más valiosa para alcanzar todo aquello que te propongas.

    Imagínate por un momento el mejor deportista, cantante, ingeniero, arquitecto, médico... que en el ejercicio de su profesión olvidara sus cualidades. Aquellas que les han hecho especialistas. Plantéate ahora qué te lleva a no sentirte el mejor profesional de tu propia vida.

    En el camino descorrimos los velos que nos llevarían a encontrar nuestras fortalezas, y descubrimos el modo en el que las hacíamos operativas. También asumimos que todos llevamos dentro una pulsión oscura y destructiva que nos conmina a abominar de nuestras grandezas. A veces las olvidábamos incluso en nuestra convivencia diaria. Por momentos nos sentíamos como un gran ordenador jaqueado con un virus imposible de exterminar. Ese virus iba aniquilando los recuerdos positivos y cerraba una puerta tras otra, hasta dejarnos inermes y llenos de rencor y rabia.

    El proceso lo hemos dividido en varios apartados que tienen que ver con cada jornada de este Camino hacia la trascendencia.

    Introducción

    ––––––––

    En las veces que he recorrido el Camino de Santiago, me he encontrado con viajeros de todas partes que parecían poner el énfasis en las largas caminatas. Me he cruzado con personas de todas las edades cuyos rostros lucían fatigados y llenos de sudor. En nuestro grupo, por el contrario, hacíamos pequeños recorridos mientras analizábamos partes de nuestra historia pasada. Cada paso dado era un momento robado a nuestras vidas. Sentíamos la pureza de sentimientos que habían quedado escondidos dentro de nuestros corazones con cierto sabor amargo. Queríamos dejar en el Camino todo resquicio de rencor, de dolor, de controversias emocionales que nos predisponían a percibir lejano el sentimiento espiritual de la vida, la creencia en un Ser más allá de este vivir cotidiano que a veces se nos hacía insoportable. Buscábamos hacer liviano nuestro Ser, liberarlo de las cargas que ya no le correspondían. Eran muy cortos los pasos, aunque muy pesados y fatigosos. Pudimos comprobar que una mente entregada a revisar su pasado hacía que un paseo se convirtiera, a veces, en un pequeño suplicio, pues la vida emocional enclaustrada en el dolor puede resultar muy pesada.

    No hablábamos de nuestra fe, si es que la había. Ni tampoco de si seguíamos alguna religión o rito hierático. La única exigencia para experimentar esta búsqueda era estar abiertos y dispuestos a mirarse dentro, propiciar la reflexión y respetar algunas normas de convivencia.

    Después de varios años caminando por diferentes trechos, el año 2014 decidí que era necesario emplear este tiempo de reflexión apoyados por lo mejor de cada uno de nosotros, eso que dimos en llamar fortaleza, y que nos sirvió de protección, además de facilitarnos el acercamiento a la vida trascendente sin sufrimiento y con menor esfuerzo.

    En casi todos los viajes, como en casi toda convivencia humana, existieron momentos de tensión y crispación. Por alguna causa extraña, los momentos de convivencia, como las comidas, el reparto de roles o cualquier otro proceso cotidiano provocaba cierta rivalidad que acababa en malestar general. Sin motivos aparentes tendíamos a complicarnos la existencia. En muy raras ocasiones vivimos lo que tocaba en cada momento poniendo el foco en la solución y liberando la presión de los problemas.

    Pudimos  evidenciar, a veces con dolor, que la tendencia natural es a enrarecer el ambiente cuando las personas conviven en grupo. Para unos, la dificultad estaba en ceder a los deseos de otros, para otros en la comunicación, para otros en ser auténticos... El egoísmo, la envidia, la indiferencia, el elitismo, el dogmatismo y un largo etcétera de ismos iban aflorando, dejando secuelas y recuerdos ingratos entre los participantes de esta experiencia, y contradiciendo el objetivo de la misma.

    Llegué al convencimiento de que el crecimiento personal, para darse de una forma natural y fluida, necesita estar sustentado por el conocimiento y el respeto a la fortaleza que cada uno de nosotros poseemos. Durante los años anteriores habíamos trabajado las debilidades con el ánimo de liberarlas o minimizarlas. Esto fue una labor ardua, desagradable y, en algunos casos,  incluso estéril.  También comprendí que todos los momentos anteriores habían sido el camino natural para alcanzar este grado de madurez del que ahora disfrutábamos. Nos sentíamos como aprendices que iniciaban su andadura con paso firme.

    Esta conclusión llegó de muchas maneras. Una de ellas fue el estudio de diferentes figuras de la Historia que habían sido significativas. Todas ellas habían dejado una huella profunda en su entorno y en la sociedad. Cada uno de estos grandes personajes había focalizado su esfuerzo en cambiar aquello que no estaba alineado con su ideal de una sociedad justa, responsable y libre. Cada uno de estos líderes empleó como herramienta aquello que le daba fuerza, y que además formaba parte de sus valores. De este modo, provocaron una influencia positiva en sus seguidores, logrando así apoyos muy importantes.

    Estos insignes hombres y mujeres no acometieron sus gestas apoyados en sus debilidades, que sin duda tenían. Cada uno de sus movimientos estaba impelido por la mejor expresión de sí mismos. Para unos fue la no violencia, para otros la igualdad entre negros y blancos, para otros la libertad, algunos creyeron en la creatividad como una revolución en el consumo, otros preconizaron modelos educativos diferentes o enarbolaron la bandera de la paz. Fuera cual fuera su lucha, todos ellos marcaron el paso con fuerza, atravesando, gracias a sus valores, las barreras de la incomprensión de los más inmovilistas, y siendo, por su coherencia, modelos a seguir.

    Para ratificar mi hipótesis con otros ejemplos menos evidentes, empecé a estudiar los mitos deportivos, musicales, literarios, culturales... Y también era la marca personal de las figuras destacadas de cada una de estas disciplinas lo que había hecho que tuvieran éxito. Así Ernest Shackleton, a pesar de haber fallado en su conquista del Polo Sur, ha pasado a la historia del desarrollo del liderazgo como una fuente de inspiración para vencer los retos mediante el optimismo.

    He preguntado a grupos de niños y jóvenes cuáles eran sus ídolos. Más allá de la especialidad de la persona idolatrada, cada una de estas criaturas me explicaba con rotundidad cuál era la cualidad de su admirado personaje. La mayoría de los niños palpitan con una referencia deportiva, preferentemente el fútbol. Para los jóvenes, por el contrario, son cantantes o bailarines los que activan su ilusión y mitificación. Los mitos de los adultos tienen que ver con personas que han hecho algo significativo para la sociedad o para un colectivo en particular. El éxito lo buscan los tres rangos de edades, aunque en muy pocos casos están dispuestos a repetir el esfuerzo o la épica de sus héroes.

    Muchos libros han recogido los modos peculiares de hacer las cosas de aquellos que el mundo reconoce como sus héroes. En cada una de estas historias vi reflejado nuestro camino. Aquellos personajes habían deambulado por la vida hasta que un día reconocieron su fuerza interior, su valor diferencial, y al fijarse en él y poner el foco en desarrollarlo, todo su entorno les reconoció y hoy son unas figuras esenciales para la sociedad, y sobre todo para los niños.

    Fue este convencimiento el que me llevó a darle una nueva orientación al Camino de agosto de 2014. En él, el principal fin era que cada uno de los participantes encontrara su valor relevante, y que pudiera así decidir qué hacer con su historia personal para alcanzar el éxito deseado. Para ello deberían tener como referencia un valor activo que proporcionaría las herramientas para salir victoriosos ante cualquier reto personal, profesional o social, teniendo en todo momento el foco en trascender los hábitos para ponerles al servicio de una vida más feliz y más plena.

    Por todo ello este libro busca que el lector disfrute de una mirada profunda sobre sí mismo, atendiendo a aquellas actitudes, comportamientos, cualidades, sentires  y pensamientos que le gratifican, le ennoblecen y le conectan con su parte más Divina, entendiendo por Divino lo más valioso, lo que está más

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