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MARLÉN Y YO: Cómo sané mi espíritu resolviendo traumas de vidas pasadas (Spanish Edition)
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MARLÉN Y YO: Cómo sané mi espíritu resolviendo traumas de vidas pasadas (Spanish Edition)
Libro electrónico287 páginas4 horas

MARLÉN Y YO: Cómo sané mi espíritu resolviendo traumas de vidas pasadas (Spanish Edition)

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Información de este libro electrónico

Desde que Eugenia Afanador tenía cuatro años la perseguían recuerdos inquietantes de haber vivido otras vidas en otras

tierras y siglos. Fue sólo después de muchas déca

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 mar 2024
ISBN9798989706839
MARLÉN Y YO: Cómo sané mi espíritu resolviendo traumas de vidas pasadas (Spanish Edition)

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    Vista previa del libro

    MARLÉN Y YO - Eugenia Afanador

    Introducción

    Estimado lector,

    Este es un libro místico que lo llevará a otra realidad y le ayudará a ver el universo desde otra perspectiva. Yo le animo a cruzar esta puerta y a seguirme mientras le narro mis jornadas, que estoy segura le servirán de inspiración.

    He escrito aquí acerca de las experiencias espirituales e íntimas que he tenido en vidas pasadas con los Maestros del universo, ayudantes celestiales que descienden de otro plano y que, cuando les damos entrada en nuestro día a día, nos guían y apoyan en los diversos sucesos y calamidades de nuestra existencia. Estos seres maravillosos se manifiestan para ayudarnos a entender los contratos o acuerdos que, por voluntad propia, hicimos en el pasado con algunas personas amadas; también se hacen presentes cuando nuestro espíritu está herido por acciones que otros causaron en algunas de nuestras vidas anteriores o incluso ahora, en este plano. Con la ayuda de los Maestros, podemos recordar y comprender, lo que conlleva a un importante crecimiento emocional, intelectual y, sobre todo, a un crecimiento espiritual.

    Todos nosotros poseemos ya la intuición para acordarnos de experiencias de otras épocas y reconocer a estos servidores espirituales, nuestros Maestros, que actúan como embajadores de Dios al manifestarse en el planeta tierra; además de ayudarnos a recordar, ellos vienen a guiarnos cuando experimentamos sufrimiento, turbulencia emocional o cuando tenemos que tomar decisiones. Ellos y ellas — ya que son de ambos sexos—, también celebran nuestros triunfos y logros junto con nosotros: las pistas terrenales de que esto está sucediendo son esos momentos que se pueden describir como instantes donde las cosas encajan y, de pronto, podemos resolver, al fin, una interrogante.

    He tenido una relación cercana con estos Maestros desde que tenía cuatro años. Me han enviado constantemente confirmaciones de recuerdos de vidas pasadas que estaban latentes en mi mente del subconsciente: solo dependía de mí el recuperarlos y usarlos como herramientas para sanar y alcanzar el crecimiento de mi alma. A medida que el tiempo fue pasando, estos recuerdos latentes se volvieron vibrantes y se conectaron con una variedad de emociones, las mismas que he descrito con detalle en este libro.

    Sobre los Maestros han hablado también otros profesionales, como el prestigioso Brian Weiss, M.D. En su libro Messages from the Masters (Mensajes de los Maestros), él los presenta como seres casi tangibles que caminaron sobre la tierra antes que nosotros y, cuando alcanzaron un estatus de perfección, fueron enviados al mundo por Dios para ayudarnos. Los Maestros se manifiestan en ideas, intuiciones, premoniciones, momentos de déjà vu y otros sucesos similares.

    Por otro lado, descubrir el arte de la escritura creativa hizo que mis recuerdos de vidas pasadas puedan convertirse en algo palpable; de hecho, mientras componía mis poemas, encontré lugares, historias y personajes que recordaba de niña —cuando me escondía en mi lugar de refugio—, pero que en ese entonces me eran muy difíciles de entender. Y es que desde los cuatro años se han venido revelando en mi mente escenas de otras vidas, las mismas que se han manifestado en situaciones cotidianas que yo vivía en mi casa, en la calle o en cualquier lugar. Estos recuerdos estaban grabados en mi alma eterna y fue a través de la poesía que comprendí que esas historias no eran parte de mi realidad actual, pero tampoco sueños o invenciones: pertenecían a otras realidades que yo había vivido en otros cuerpos y en otros lugares, incluso hablando otros idiomas.

    De esta forma, poco a poco fui entendiendo que cada uno de nosotros, los que vivimos en el hoy, estamos ligados de una manera u otra a nuestros pasados. Las penas que vivimos, las angustias, dichas, felicidades, aventuras y descubrimientos de entonces están presentes en la dinámica de las nuevas civilizaciones. Nuestros antepasados viven en nuestra historia, aventuras, arte, sueños y aspiraciones de hoy.

    También pude descubrir y separar, como parte de mis vidas pasadas y no de mi realidad actual, los recuerdos traumatizantes que me impedían disfrutar mi existencia; dichos recuerdos se asentaron en el lugar de mi mente donde pertenecen y ya no me han perseguido más. Reconozco que aprendí muchas cosas de esas vivencias porque, como siempre digo, todo pasa por alguna razón: los fracasos, injusticias, tormentos y triunfos. De todo sacamos alguna lección. Esas lecciones quedan grabadas en la mente del subconsciente y son muy valiosas cuando logramos recordarlas y aprender de ellas. Vivimos y aprendemos, como dice el viejo cliché, y esa es la razón fundamental de nuestra existencia.

    Según Lynne Taggart en el libro titulado The Bond, no estamos solos, porque somos el producto de las misiones y logros de nuestros antepasados. Nuestra tarea es descubrir nuestra conexión con aquellos tiempos en que empezó nuestra historia, porque somos la continuación de lo que hicieron los seres que vinieron antes de nosotros. Paradójicamente, puede ser que seamos ellos viviendo nuevamente en el aquí y en el ahora. Por consiguiente, lo que hicimos, descubrimos, sacrificamos e inventamos en el pasado es lo que estamos disfrutando ahora; estamos continuamente enriqueciendo nuestra historia. En eso consiste lo que somos todos, la raza humana. Estamos entrelazados con energía que nos conecta con nuestros semejantes por medio del tiempo y de las generaciones. Volvemos para completar asuntos que dejamos pendientes y, cuando nos vamos, dejamos un mundo mejor para la llegada futura de otros seres al planeta tierra.

    Podemos preguntarnos, ¿y cómo la hipnosis está relacionada a las vidas pasadas y a los Maestros? Dr. Edith Fiore, psicóloga muy prestigiosa y autora de You Have Been Here Before (Has estado antes aquí), relata una serie de historias de sus pacientes mediante las cuales demuestra que la hipnoterapia es eficiente en la medida que ayuda a contactar con la espiritualidad de cada individuo y con la habilidad innata del ser humano de curarse a sí mismo.

    Puedo afirmar, según mi experiencia profesional y de vida, que lo anterior es cierto: la relación de la hipnosis con las vidas pasadas y la sanación del alma es profunda. Efectivamente, y complementando lo que dice la doctora Fiore, la hipnosis o autohipnosis es una herramienta que ayuda a los seres humanos a encontrarse con ellos mismos a través de un viaje al pasado que se realiza para revisitar el origen de los traumas que quedan grabados en la mente del subconsciente debido al abandono, negligencia, abuso y violencia. Estos traumas causan residuos dañinos que van debilitando la vida presente y pueden manifestarse como enfermedades físicas, tristeza inexplicable, enojo, ansiedad y sentimientos de fracaso. La hipnosis, o autohipnosis, nos ayuda a descubrir o, como yo digo, dar luz, sobre nuestros traumas pasados y entenderlos, es decir, sanarlos, que no es otra cosa que el aprender las lecciones que debíamos aprender, y continuar nuestro camino de crecimiento.

    Por todo esto, he llegado a la conclusión de que la hipnosis es muy valiosa para revisitar y curar heridas del pasado. Aún más, es una es una herramienta muy útil para fortalecer el amor propio; no hay nada equívoco en reconocer nuestros esfuerzos, fortalezas y talentos. Alcanzar este estado mental nos permite mirar más nítidamente nuestra espiritualidad, conectarnos mejor con nuestra alma, con nuestra energía, y proyectar una luz que nos une con el infinito, es decir, con Dios. Es entonces que la mente del subconsciente se comunicará con nosotros, sin esfuerzo, y estará presente para ayudarnos a transitar por episodios dolorosos que nos toque vivir en la realidad de hoy, o para reparar pendientes del pasado.

    Otros maestros brillantes han caminado a través de la vida revelando los misterios que descansan al otro lado de la cerca y aprendiendo unos de otros. Charles Tebbetts en Miracles on Demand (Milagros a pedido) narra lo afortunado que fue por tener la oportunidad de aprender de grandes maestros, como el doctor Milton Erickson, Carl Jung, Fritz Perls y otros, el arte de la hipnosis y la espiritualidad. Por mi parte, doy gracias por el entrenamiento que recibí de Roy Hunter, discípulo de Tebbetts. Sus visiones y conocimientos me ayudaron a reconfirmar mi creencia personal en la existencia de las vidas pasadas y los Maestros. Tanto Hunter como Tebbetts contribuyeron a mi descubrimiento personal de los misterios de la mente, confirmando la eficacia de la hipnoterapia. Por supuesto, no he dejado de estudiar la obra de muchos otros profesionales y eruditos. Basada en este conocimiento y mi propia experiencia, puedo asegurar que los recuerdos de reencarnaciones pasadas y la presencia de los Maestros son una realidad.

    Es por ello que, estando ya capacitada y con las herramientas necesarias, sentí la necesidad de transmitir mis aprendizajes. Y eso es lo que he hecho aquí, en este libro. He escogido cuatro de las vidas que he recordado desde mi niñez, y he escrito acerca de ellas, alternándolas con mi vida presente en un ida y vuelta constante.

    Marlén es el hilo conductor de esta historia o, mejor dicho, la Marlén que algún día fui, la niña checoslovaca de padre judío y madre católica que sufrió un terrible martirio durante la Segunda Guerra Mundial. Y luego, sigo escribiendo acerca de tres vidas más, siempre intercalándolas con la vida de Marlén y la vida que estoy experimentando ahora, con un método de escritura que fluye de manera armónica en una misma frecuencia.

    En este libro narro mi verdad: he vivido otras vidas, las he recordado con claridad y las expongo con lujo de detalles para ustedes, mis lectores. Cuando conozcan estas historias, comprenderán por qué nunca pude considerarlas como irreales o como el producto de mi imaginación. Además, la presencia real de mis Maestros en el día a día de cada una de mis vidas me confirma su rol como embajadores de Dios y guías que nos ayudan a mirar la vida con los ojos del alma. Esa alma mía que hoy está viviendo la experiencia de brindarles este libro a través de mi cuerpo y mi mente actuales.

    Mientras lea estas páginas, querido lector, puede ser que se sienta inspirado a descubrir a sus propios Maestros. Recuerde que estos seres están disponibles para todos, y tienen la misión de hacernos comprender nuestras acciones de vidas pasadas para poder sanar mental, física y espiritualmente, con el fin de aliviar las cargas que nos da la vida a través de los años de nuestra existencia terrenal.

    Puede usted aceptar o rechazar la veracidad de la reencarnación de acuerdo a su libertad de pensamiento y elección; pero las experiencias de muchos seguirán siendo documentadas, ya que la mente humana es capaz de recordar lo irrecordable. Cada alegría, tribulación y tormento que usted vivió y vive quedará registrado en su historia espiritual, incrustado en su ADN y en lo más hondo del bosque de su mente subconsciente. Porque somos el resultado de lo que vivimos y soportamos antes. La historia de nuestros antepasados es el núcleo de nuestra existencia.

    Capítulo Uno: Talentos

    Abraham, 1847

    POETA

    Oh, alma intangible de un gran poeta

    Cuyos versos despertaron emociones por doquier

    La esencia de Abraham con su prosa partió al más allá

    Pero su alma eterna y sus liras encontraron refugio en mí.

    He nacido en Irlanda

    Mi madre está gritando: ¡Abraham, esposo mío! ¿Por qué desapareciste? ¿Por qué tenías que morir? Es el año 1847 y hay hambre en Irlanda. Yo estoy naciendo de mi madre en alguna choza en medio de un lugar cualquiera. Ella llama a mi padre, pero no hay respuesta. Él murió un día en que salió a buscar, desesperado, comida para mi madre y para mí. Mi madre tiene hambre mientras me está dando luz. ¿Por qué escogí esta vida de calamidades otra vez? ¿No fue suficiente la pobreza y abandono que sufrió el niño de Matasthan? Debe ser porque mi alma está en busca de paz y autoperdón.

    Pero, un momento. ¡Tengo los mismos Maestros que en vidas anteriores! Se llaman Yahim y Tarboo. ¡Cuánta benevolencia! Estoy feliz de verlos nuevamente. Yahim tiene la magia de levantar mi ánimo: sabe cómo darme apoyo y me asegura que las cosas terrenales no son permanentes. Eso es, precisamente, lo que aprendo durante cada vida que experimento. Nada en esta existencia es definitivo y todo pasa al olvido, a su debido tiempo, cuando aprendemos de nuestras propias vivencias. Yahim me mira intensamente con sus ojos dulces y melancólicos.

    Mi maestro, como de costumbre, lleva puesta su túnica morada —una vez me dijo que rara vez cambia de color porque el morado representa la sabiduría y la dignidad—. Su cabello, ondeado y negro, cae sobre sus hombros como símbolo de que los caminos que siguen los humanos en esta tierra nunca son derechos sino, más bien, se presentan como senderos con patrones impredecibles. Yahim nunca envejece. Su piel tiene el color oliváceo de la aceituna fresca —este tono representa paz y armonía—, y sus ojos son verdes, como el color del ingenio.

    Tarboo, al contrario de Yahim, no ha cumplido el rol de compañero y protector en algunas de mis vidas pasadas. Él, más bien, es un poeta, un alma triste que siempre ha tenido la magia de inspirarme, especialmente en el arte de la escritura. Lo veo ahora a mi lado. Lleva puesta una túnica verde, como lo hace frecuentemente. El color verde también es el color de la literatura y los poemas. Y yo lo declaro: él es un poeta. Tarboo es más alto que Yahim, y más delgado. Tiene la piel blanca y su pelo, de color canela, está generalmente cubierto con un turbante verde brillante. Mis dos Maestros me dicen que no debo temer porque siempre estarán conmigo cuando yo los necesite.

    Ahora estoy en mi realidad humana. Los Maestros no me pueden distraer más, ya que debo enfrentarme a mi nueva vida. Mi madre está tratando, lo mejor que puede, de ayudarme con el arduo trabajo de nacer. Acabo de salir de sus entrañas y la puedo ver borrosamente. Estoy satisfecho porque yo también la ayudé durante el parto siguiendo el ritmo de su respiración. La partera no llegó a tiempo; lo logramos solos. Mi madre me mira y dice que me va a bautizar con el nombre de mi padre, su esposo: Abraham.

    Mi madre tiene mucha leche en sus senos; me estoy nutriendo, por tanto, con el alimento necesario para crecer y convertirme en un muchacho fuerte. Sin embargo, las personas alrededor de mí se quejan de tener hambre; sobre todo, se lamentan amargamente por las patatas—los irlandeses comen esencialmente solo esto—, que están saliendo podridas, negras y con la pulpa enferma. Yo no estoy completamente consciente de estas circunstancias, pero percibo la atmósfera de desesperación. Por esta razón lloro y lloro constantemente, a pesar de que estoy solito en mi lecho.

    Conociendo a mi amo

    Mi madre está tratando con todo su empeño de cubrir nuestras necesidades; pero no hay comida. Yo siempre estoy con ella, pues me lleva siempre en sus brazos —aunque ya tengo dieciocho meses—. Las palpitaciones de su corazón me conectan con la realidad de su desesperación. Me agarro más fuerte de mi madre porque ella es todo lo que tengo. Ella camina, y yo siento su hambre. De pronto, se detiene; ya no tiene fuerzas para seguir. Un hombre sobre un caballo blanco se acerca a nosotros y le da a mi madre pan y agua. Ella se pone contenta y se sienta sobre un pequeño trozo de césped medio reseco a la orilla del camino. Yo estoy en su regazo y me conversa como si yo le pudiera responder. Me dice, con un tono de esperanza y alegría: Hijo mío, el hombre que nos acaba de dar pan y agua es dueño de unas tierras cerca de aquí y me ha ofrecido trabajo y un lugar donde vivir.

    Mi madre trabaja muy duro y yo siempre estoy cerca de ella, pero ahora no tiene tiempo para abrazarme. Solo siento su calor cuando me alimenta con la leche de sus senos y yo descanso en su cómodo regazo. Hoy hace frío y está ventoso. Ya llega el otoño y se siente. Ella trabaja en el campo; yo la miro. Tengo hambre y ella escucha mis lamentos. Pero no viene, se queda ahí, mirando la tierra y las patatas que cosecha: están saliendo contaminadas con la plaga del hongo del tizón. Mamá llora de desesperación y yo lloro porque ella llora. De pronto, no me encuentro en ese lugar. Me he dormido y no recuerdo nada más.

    Ya tengo seis años y el dueño de las tierras se ha encariñado conmigo. A veces me enseña las letras del alfabeto y los números de un dígito. Estoy jugando con hojas secas en la pradera, y él me llama desde el balcón de su casa.

    Mi madre hace su transición

    No he visto a mi madre por dos días. Uno de los campesinos me ha dicho que ella tiene tifoidea y que se ha ido a un lugar donde las autoridades confinan a las personas a quienes les da esa enfermedad; casi nadie sabe dónde se encuentra ese sitio. Estoy muy triste porque la extraño, pero me consuelo cuando juego y corro en la pradera, y, sobre todo, cuando me concentro mirando el cielo azul. Me gustaría ir allá y ver a Jesús.

    Corro a casa y el amo me dice que mi madre ha partido al cielo. Ya sé por qué quiero ir allá. Quiero estar con mi madre. El amo me dice que mamá no va a volver; yo me confundo. Le pregunto si la voy a volver a ver y él me responde: La volverás a ver cuándo vayas allá y la encuentres. El amo me distrae con un trencito rojo de madera. Nunca en mi vida he tocado un juguete. Él me dice que fue ayer cuando mi madre voló al cielo.

    Hoy estoy con mi amo. Me explica que tengo que aprender a ganarme la vida, así que, para empezar, debo sacarles brillo a sus zapatos todos los días. Yo le obedezco. Esta es una excelente manera de trabajar.

    Mi amo es de Inglaterra y vive en una mansión. Me lleva para allá. Estamos en un barco grandísimo; yo disfruto observando el cielo azul que se mezcla con el azul grisáceo del océano. También noto que mi amo se ve viejo porque su cabello es como la sal y la pimienta mezcladas. Mi amo me dice que debo portarme bien y que, si lo hago, me enseñará a leer y a escribir.

    Yo duermo en un catre en su alcoba. Cuando se despierta, yo también me despierto. En las mañanas, se dedica a mostrarme el misterio de las letras y voy aprendiendo a leer. Luego, empiezo a escribir poesías y él me ordena que las memorice. No me importa, porque los poemas son mi lenguaje, la forma en que yo he aprendido a expresar mis sentimientos cuando me comunico con él. También le escribo poemas a mi amada madre, aunque ya no me acuerdo bien cómo era. Nunca conocí a mi padre.

    Mi amo me lee y me ayuda a entender la poesía de grandes artistas como Geoffrey Chaucer, Dante Alighieri, William Langland, John Gower y William Shakespeare. Debe ser por la influencia de estos autores y el fatalismo de sus obras que mi amo siempre se ve triste; intuyo que ve la vida, inevitablemente, como una gran tragedia. Sin embargo, yo creo que la existencia también puede ser felicidad y gozo.

    Los años han pasado y ya crecí. Creo que tengo doce años. El amo ha envejecido y se le ve más frágil. Yo aún duermo en un catre al lado de su cama labrada en oro. Cuando se saca las botas, yo se las limpio con un trapo blanco; luego lo ayudo a ponérselas otra vez. Lo sigo por donde quiera que vaya como una mascota fiel. La verdad, no me importa, porque tengo siempre abundante comida a mi alrededor y no me gusta tener hambre; eso me trae malos recuerdos. Ahora me alimento con carne de aves y ganado, y con una gran cantidad de frutas frescas que llegan a Inglaterra desde las Américas.

    Soy un lector dedicado y sé manejar las palabras. Mi amo me sigue leyendo poesía todos los días y me pone a prueba con preguntas para saber cuánto puedo entender y retener. Aprendo mucho y rápido, y me fascina poderlo hacer. Ahora me siento capaz de escribir mis propias poesías e historias y narrárselas a mi amo sin necesidad de leerlas.

    Tengo dieciséis años y he decidido irme a descubrir el mundo. El hombre ya está más viejo. Yo lo quiero porque él es todo lo que tengo en este mundo. Pero siento curiosidad acerca de lo que otros lugares de Europa tienen para mí. El viejo se ha encariñado conmigo con amor paternal, pero respeta mi decisión de viajar. Antes de dejarlo, se asegura de pagarme mi salario. Yo he estado ganándome la vida desde el día en que él me rescató de ese lugar infame de Irlanda donde la gente sufría hambre debido a la pandemia que pudrió las patatas.

    Sigo mi camino

    Tengo ya veintitrés años y estoy lejos de Inglaterra. Ya visité Francia; fue un viaje caótico pues, cuando llegué, la guerra con Prusia estaba en todo su furor. La tristeza de su empobrecida gente y los valles vacíos inspiraron nuevamente mi alma de poeta.

    Pasé por Alemania y terminé en Ucrania. Este es un bello país, con bosques y montañas llenas de misterio y magia. Así como en Francia, aquí también empecé a escribir poemas e historias cortas, como lo hago cada vez que visito un lugar nuevo. Me gusta sentarme casi todos los días cerca de la catedral de Santa Sofia, en Kiev, y ver a la gente pasar, mientras las palabras llegan a mi pluma sin ningún esfuerzo. Mis poemas tienen la magia de cuando era niño y sentía el calor dulce de mi madre, antes de que me dejara huérfano a una edad demasiado temprana para entender el concepto de la muerte.

    Amor sin barreras

    Hace ya dos años desde que me fui de Ucrania y ahora vivo en Varsovia, Polonia. Me mantengo vivo porque trabajo en lo que puedo y porque he encontrado al amor de mi vida. Nos vamos a casar y ella me ha ayudado a obtener un empleo en una sinagoga. Yo soy católico, pero no tengo ataduras. Mi alma es libre y veo al mundo con los ojos de un poeta. Como no tengo un apellido —o al menos no lo conozco—, adoptaré el de ella: Margotski.

    Le digo a mi futura esposa que quiero ver al amo en Inglaterra, por última vez, porque se está poniendo cada vez más viejo. Ella me deja partir sin ningún problema.

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