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Cómo ganar la batalla mediática: El dilema de la izquierda
Cómo ganar la batalla mediática: El dilema de la izquierda
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Libro electrónico152 páginas1 hora

Cómo ganar la batalla mediática: El dilema de la izquierda

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Vivimos en sociedades organizadas políticamente, cada cual con sus diversas particularidades, por tanto somos seres políticos —innatos o aprendidos— que respondemos a una determinada orientación en función de nuestros valores, prejuicios o creencias.
Cada quien desde sus orígenes, aprendizajes, recorridos y experiencias se posiciona de una forma u otra frente a un suceso que le conmueve o capta su atención. Pero este proceso no es aséptico, está impregnado de nuestras propias sensibilidades y de la perspectiva que subyace en nuestro entorno inmediato o cercano.
Los argumentos, las imágenes y el debate público estimulan el análisis y pueden permear nuestra interpretación de los hechos, a tal punto de provocar cambios drásticos en nuestra percepción.
La humanidad está inmersa en un proceso de transformaciones permanente. Los gobiernos, las instituciones, los medios de comunicación, los actores políticos y sociales generan opinión y los mensajes son multidireccionales, abarcando la mayor cantidad de canales posibles.
Se trata de la batalla por el relato, por ganar opinión pública favorable y obtener un consenso social que legitime una visión determinada. La emoción y la razón conviven, y una u otra prevalecen o se complementan en función de un contexto, en el que coexisten distintos tipos de estímulos audiovisuales.
La batalla mediática se transforma en un escenario decisivo en el que intervienen factores que trascienden las fronteras de la objetividad en el manejo de la información.
Cómo abordar ese desafío es lo que te invito a descubrir, en un recorrido que nos conduce paso a paso por cada una de las quince claves fundamentales que, desde una perspectiva de izquierda, considero imprescindibles para el diseño de una estrategia de comunicación institucional ya sea partidaria o de gobierno. ¿Me acompañas?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 oct 2023
ISBN9788411815659
Cómo ganar la batalla mediática: El dilema de la izquierda

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    Cómo ganar la batalla mediática - Darío León Mendiondo

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Darío León Mendiondo

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-565-9

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Prólogo

    En el presente trabajo no se pretende tomar posición sobre la estrategia que cada país aplica en relación a su política comunicacional.

    No es el propósito del autor hacer juicios de valor concluyentes sobre declaraciones, posicionamientos y actitudes concretas, en relación a un hecho o suceso público que han adoptado distintos gobernantes, más allá de valoraciones que por la condición de ser político se expresan en función de un análisis de la realidad, con una orientación claramente de izquierda. Ello es innegable.

    El objetivo es –sin dejar de analizar el contexto político y las relaciones de poder– señalar algunos elementos críticos sobre los que un gobierno de izquierda debería actuar, ya sea corrigiendo, modificando o potenciando acciones que pueden resultar favorables para conseguir mejorar la comunicación con el pueblo y su gente que son, ni más ni menos, los destinatarios principales de sus políticas, además de ser receptores del mensaje y potencialmente sujetos activos de los procesos políticos.

    El motivo fundamental radica en la constatación –como se expondrá más adelante– de las dificultades que han tenido o tienen los gobiernos de izquierda, y de signo progresista para comunicar sus acciones en forma masiva, atendiendo a la multiplicidad de canales existentes y a la drástica incidencia que tienen los medios masivos de comunicación en la generación de opinión pública.

    Es así que la «batalla de las percepciones» se libra en diversos medios, escenarios físicos y virtuales, con actores directos e indirectos y con una creciente influencia de la tecnología para captar y fidelizar a verdaderos ejércitos de personas, que luego tienen la capacidad de reproducir exponencialmente una idea o valoración.

    En ese sentido, el crecimiento que han tenido las redes sociales y su retroalimentación con los medios masivos de comunicación producen una mezcla explosiva, muchas veces inmanejable incluso –paradójicamente- para sus ideólogos. Surgen los «influencers», en ocasiones, «outsiders» de la política, capaces de direccionar miles de personas con su opinión, sintetizada en tres o cuatro líneas de texto.

    Corren tiempos en que la indignación justiciera abre paso a una extraña forma de solidaridad –efímera por cierto, pero masiva y en ocasiones muy destructiva–, que luego alienta la violencia verbal y el insulto fácil.

    Los medios lo saben y lo explotan. Son tiempos de masificación intensiva. De opinar sobre lo que se ve y no sobre lo que subyace; imperan la simplificación y la superficialidad. El morbo de la muerte, la sangre y la violencia se ha trasladado de la ficción cinematográfica a la vida real.

    El sensacionalismo vende y capta la atención del público. La competencia entre pares es estimulada permanentemente, exacerbando el individualismo en contextos en los que las emociones fluyen, y todos parecemos más humanos y sensibles.

    Esa construcción favorece la manipulación como método para el control social, y contrasta drásticamente con los principios y valores en los que se inspiran los procesos auténticos de izquierda democrática.

    En ese marco intervienen diversos elementos, que son imprescindibles de analizar para el desarrollo de una estrategia comunicacional responsable, dinámica y absolutamente contra hegemónica, en la que los aspectos ideológicos tienen un valor determinante.

    En consecuencia, ganar la batalla mediática es clave para poder consolidar los avances sociales, políticos y económicos en la percepción colectiva. Para lograrlo, la contradicción se plantea entre asumir un rol contra hegemónico o adaptarse a las posibilidades que ofrece la coyuntura.

    Ese es el dilema que la izquierda no ha podido resolver aún y la motivación que me llevó a escribir estas líneas, en las que iré compartiendo contigo -desde mi visión- cuáles son las pautas fundamentales en el desarrollo de una estrategia de comunicación de izquierda, considerando los aspectos geopolíticos, la dimensión tecnológica, los diferentes escenarios y variables en juego, aquellas que están dentro de nuestro control y las que exceden a ello.

    Porque la construcción de una nueva sociedad, nos sugiere como ejercicio permanente la reflexión, el debate y el desarrollo de propuestas que nos permitan enfrentar los inmensos desafíos planteados en materia de comunicación institucional, política y social.

    En ese sentido, iremos analizando paso a paso las distintas dimensiones en las que discurre la lucha política y su correlato con el plano comunicacional.

    Al final de cada capítulo te daré una pista, basada en un concepto que luego desarrollaré hasta completar quince claves fundamentales.

    En mi opinión, son elementos críticos para la elaboración de una estrategia de comunicación con perspectiva estratégica, que sea capaz de administrar aquellos hechos y acciones que pautan nuestra cotidianeidad y nos afectan constantemente.

    La lucha política en América Latina

    Imagen: Antonio Cansino (2020)

    Luego de un ciclo progresista auspicioso, América Latina atravesó una etapa que, con desniveles y asimetrías, se caracterizó por la reinstauración a través de pronunciamientos populares, de gobiernos conservadores, populistas de derecha, con énfasis en el restablecimiento de un orden social, que se propuso recuperar privilegios perdidos durante los gobiernos progresistas de la primera ola¹ de principios de este siglo (1999/2011). En consecuencia, se profundizaron las diferencias a través de la reducción de los programas sociales y un dogmático control del déficit fiscal.

    Estos Gobiernos, que en su mayoría encarnaron procesos de canalización del descontento popular por diversas razones, tenían como objetivo central revertir los cambios sociales que el progresismo llevó adelante.

    Intentaron desmantelar el marco de integración continental construido hasta ese momento y promovieron otros espacios subordinados a la política exterior de Estados Unidos, al tiempo que hacia el interior de nuestras naciones, se caracterizaron por una política de desarrollo basado en la inversión privada y un Estado cada vez más prescindente.

    Su accionar estratégico para recuperar el Gobierno se caracterizó fundamentalmente por el aprovechamiento de un clima negativo en materia de seguridad ciudadana, situaciones de mal manejo de los dineros públicos, y la pérdida de la base social que la izquierda había logrado a través de intensos procesos de acumulación socio–política.

    En ese contexto, el escenario económico-social fue de gran complejidad, ya que las continuas presiones de las clases dominantes y los reclamos de la clase trabajadora entraron en franca colisión ante la profundización de las contradicciones planteadas por diferencias antagónicas.

    Las fuerzas progresistas se encontraron en la disyuntiva de arremeter abruptamente contra la restauración conservadora o procurar reconstruir el vínculo con la base social para recuperar espacios perdidos a causa de errores propios que merecieron, en algunos casos, profundas autocríticas para poder reagrupar fuerzas y avanzar en nuevos procesos de acumulación, defendiendo la democracia y respetando los pronunciamientos populares.

    El principal desafío, pues, era resolver esta contradicción a favor de los intereses del Pueblo y ello solo era posible si se construía una correlación de fuerzas favorable.

    Algunos de estos Gobiernos restauradores ni siquiera fueron coaliciones y se sustentaron en liderazgos efímeros, que no surgieron a partir de la acumulación consciente, sino desde el desencanto, el hastío y la decepción que millones de personas experimentaron en relación a sus expectativas y, sobre todo, a la ausencia de una estrategia de comunicación política eficaz por parte de la izquierda, que contribuyera a que el pueblo se apropiara de los avances registrados y las conquistas obtenidas para defenderlas.

    En ese cuadro, en el cual las transformaciones que la izquierda promovió en esa primera década del siglo XXI no fueron completamente asimiladas y defendidas por la mayoría de la sociedad, la derecha continental construyó su relato y se reagrupó en cada territorio.

    A partir de la generación de percepciones muy fuertes que impregnaron la opinión pública, consiguió disimular que en su contraofensiva resurgían formaciones políticas que ni siquiera tenían, ni tienen un compromiso republicano.

    Los sectores más reaccionarios de la sociedad se vincularon entre sí y promovieron un discurso de odio y violencia, que permeó a vastos segmentos de la población continental.

    La batalla mediática jugó un rol decisivo en la coyuntura, en la que influyentes poderes fácticos se alinearon en esa perversa estrategia.

    Vale decir que el contexto

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