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La casa del escándalo
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Libro electrónico369 páginas6 horas

La casa del escándalo

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Sansol, pequeña localidad de Tierra Estella (Navarra), por donde cruza el Camino de Santiago, se integra en Las cinco villas de Los Arcos, donde la Sierra de Codés aparece como fondo del escenario de las vidas de los lugareños. Francisco y María Paz se casan enamorados y tienen descendencia. Sin embargo, la pobreza de la posguerra les obliga a emigrar a Bizkaia, donde él se convertirá en obrero industrial, dejando atrás sus sueños de convertirse en un próspero labrador. Después de su jubilación anticipada, concebida como un premio por haber formado parte como suboficial del Ejército Nacional, Francisco y María Paz regresan a Sansol y con ellos Jimena María, una de sus hijas, que se casará con Tinguín, un constructor natural también de esa pequeña villa. De esta manera, varias generaciones de sansolanos atravesarán todo el siglo XX, marcadas por la Guerra Civil de 1936/39, lo mismo que todo el país. 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 nov 2023
ISBN9798223868965
La casa del escándalo
Autor

Ediciones Ibarrola

Alberto Ibarrola Oyón (Bilbao, 1972) es licenciado en Filología española por la UNED, premio al mejor expediente. En 1993 ingresó en la Brigada Paracaidista y participó en la misión de paz de la Guerra de los Balcanes. Ha publicado unos catorce libros y ha recibido diversos galardones literarios. En 2016 y 2019 recibió felicitaciones del Arzobispado de Pamplona y Obispado de Tudela por sus letras y por su trayectoria, que se pueden leer en http://misticadeibarrola.blogspot.com/.

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    La casa del escándalo - Ediciones Ibarrola

    1ª edición: septiembre 2023

    © Ediciones Ibarrola

    © Alberto Ibarrola Oyón

    Todos los derechos reservados. Se prohíbe la reproducción o copia de los contenidos de este libro sin permiso de los titulares de los derechos. Para ello, se invita a ponerse en contacto con CEDRO.

    La casa del escándalo

    Alberto Ibarrola Oyón

    Prólogo

    La sierra de Codés forma una frontera entre un clima cantábrico o atlántico y otro continental con influencia del mediterráneo, característico de la depresión del Ebro. Los dos picos culminantes, el Yoar y la Plana, tienen una altitud de 1.414 y 1.365 metros respectivamente. A un lado del primero, se sitúan Las Dos Hermanas y del segundo, la Costalera, sobre el valle de la Berrueza/Berrotza. Por el lado de Álava, los bosques, de robles y hayas, cubren toda la montaña hasta la cima y es posible coronarla en automóvil; de hecho, un 4x4 ascendía el camino a diario para ocuparse del mantenimiento de la antena de la televisión pública vasca, la EITB, colocada en la cima del Yoar. Por la parte navarra, con proliferación de encinas, presenta una pendiente rocosa y más vertical, un aspecto típico de alta montaña. En las zonas agrestes de alrededor de la serranía, antaño campos de cultivo, las pendientes y los terrenos áridos dificultan el movimiento de la maquinaria agrícola. En invierno la cima de la peña del Yoar aparece nevada con mucha frecuencia y se alza por encima de las nubes. De aquella parte, es decir, del norte, proviene el cierzo, viento muy frío; algo más al sudoeste el gallego, húmedo y también fresco, poco frecuente, esperado con ansia, recibido con alegría y agradecimiento.

    Cuando llegan las tormentas desde el mar Cantábrico, atravesando el País Vasco, se detienen en la cumbre del Yoar, no las deja pasar hasta la comarca conocida como las Cinco Villas de Los Arcos, compuesta por los municipios navarros de El Busto, Sansol, Torres del Río, Desojo y Armañanzas, dependientes en el pasado de Los Arcos, pues esta última localidad, cuya población llegó a alcanzar los dos mil habitantes, albergaba los edificios administrativos y judiciales. Fue Sancho el Sabio el rey navarro que concedió fueros a los pobladores de Los Arcos y quien autorizó que se acudiera de otras localidades del reino a poblar Sansol, Torres del Río y Armañanzas, en el siglo XII, con la potestad de poseer patrimonio propio y particular. Sin embargo, se han encontrado vestigios arqueológicos que demuestran la existencia de población en torno a la zona de Los Arcos a comienzos de la era cristiana.

    En aquella parte de Navarra encontramos también Aguilar de Codés, Azuelo/Atzulo, Torralba del Río y Espronceda/Esprontzeda, municipios pertenecientes al histórico Valle de Aguilar/Auñamendi. Bargota se sitúa más hacia la parte de Viana, poblado de viñas, hermanado con La Rioja, en el barranco conocido como Mataburros, por donde pasa el Camino de Santiago, a cuyo borde aparece la ermita de Santa María del Poyo, con imagen mariana del siglo XIV. Cuenta la leyenda que los de Viana raptaron varias veces la imagen de la Virgen del Poyo, pero que esta reaparecía una y otra vez en la ermita originaria. Por eso, los peregrinos que le piden una gracia a la Virgen a su paso por el Poyo indefectiblemente la obtienen. Aras, algo más alejada de Los Arcos, fue dependiente de Viana históricamente, lo mismo que Bargota. Hacia la Ribera y el Valle del Ebro, encontramos Lazagurría, topónimo de origen euskérico, documentado como Elizagorria, es decir, iglesia roja, o Lizagorria. Cuenta la leyenda que los habitantes de esta localidad vinculada históricamente a Mendavia, cuando debían batirse en el denominado como Campo de la Verdad, donde dirimían sus diferencias, ofrecían su juramento previamente a la imagen de la Virgen venerada en su parroquia.

    En algunas zonas de la comarca de Codés el vascuence desapareció durante el siglo XI, quedando fijada la frontera idiomática en la sierra de Ubago. Así, pues, en el valle de la Berrueza se siguió hablando por lo menos hasta el siglo XV, mientras que al otro lado ya había desaparecido. Los musulmanes habían ocupado la zona ya dos siglos y medio antes, aunque nunca llegaron a dominar algunos valles, como el de Lana ni aun el de la Berrueza. En cambio, en la capital de la merindad, Estella/Lizarra, se documenta la pervivencia de este idioma hasta el siglo XVIII. No obstante, durante el siglo XIX el euskera casi desapareció de Tierra Estella-Lizarrerria, excepto en la zona noreste, por Iturgoien, el núcleo más poblado del municipio de Guesálaz/Gelasatz, en las inmediaciones de la sierra de Andía/Andimendi. El topónimo euskérico para Los Arcos es Urantzia. Sin embargo, hasta bien entrado el siglo XXI, se pronunciaba Urancia, es decir, con un fonema interdental y no el fricativo correspondiente al fonema vasco /tz/. La cercanía de Álava y la propia idiosincrasia de este territorio de Codés/Goditze consiguen que el vascuence o euskera también haya influido en la toponimia y en el habla de las gentes; sin embargo, es importante constatar que la comarca de Los Arcos perteneció el reino de Castilla desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, en que Fernando VI dispuso que las Cinco Villas de Los Arcos (Urantziako Bortzirieta para los euskaldunes) pasaran de nuevo a formar parte del reino de Navarra. Se trata de una tierra fronteriza; Álava, La Rioja y la Ribera navarra son allí espacios colindantes. El habla de sus gentes presenta principalmente características del dialecto riojano, diluido en época moderna por la influencia masiva de los medios de comunicación, influido a su vez enormemente por el castellano de Soria y de la parte noreste de Castilla, también cuna del castellano junto a Cantabria, La Rioja y el Condado de Treviño, perteneciente a la provincia de Burgos tal vez por este motivo. En este sentido, es de notar que todos estos pueblos de la comarca de Codés formaron parte de la Diócesis de Calahorra hasta finales del siglo XVIII. En cuanto a esto último, hay que subrayar que el cristianismo se consolidó en esta región durante el siglo V.

    Los labradores de todos estos minúsculos pueblos se quejaban de que la lluvia se detuviese sobre los pueblos de detrás de la sierra de Codés, es decir, aquellos que están en la ribera del río Ega, en tierras alavesas Bernedo y Angostina, y en tierras navarras Marañón, Cabredo y Genevilla/Uxanuri, el último de los cuales da nombre al puerto de montaña que sube por Sierra Chiquita hasta Aguilar de Codés. El río Ega nace cerca del puerto de Azáceta, en Álava, se adentra por tierras navarras, retorna a Álava, pasa por Santa Cruz de Campezo antes de volver a territorio navarro a la altura del Barranco de Lasia, dejando al oeste las localidades alavesas de Bujanda, San Román de Campezo, Quintana, Korres y Antoñana. En la parte alavesa de la sierra, las lluvias son frecuentes durante todo el año; en la parte navarra, el secano predomina aunque algunos ríos y riachuelos descienden de esos montes para encontrarse con el Ebro, hacia la zona de Mendavia, localidad donde los espárragos son de una calidad excelsa, ponderada por los paladares más sibaritas, educados y refinos.

    Ciertamente el territorio de la comarca de las cinco villas de Los Arcos es muy seco y de temperaturas algo extremas, mucho calor en verano, con el viento proveniente del sur, el bochorno, y mucho frío en invierno, con heladas frecuentes y rosadas constantes que cubren con un manto de escarcha todos los elementos. La fauna está formada por topos, conejos y liebres, zorros, tordos, gorriones, golondrinas, perdices, malvices y por numerosas rapaces como el águila real, el tipo de buitre conocido como alimoche, búhos reales y lechuzas. Abundan las encinas (conocidas en la comarca como chaparros los retoños, y los árboles coscojos o lencinas), los enebros comunes, los espinos y matorrales y, en torno a las montañas de la Sierra, los sabinares y los bojedales. La práctica totalidad de los bosques de la comarca está formada por pinares, en cuyo suelo se forma una capa superpuesta de afiladas hojas secas. Los raposos se adentran por entre los pinos, y también los corzos. Frecuentemente se forman filas de orugas que salen hacia las casas. Las piñas caen secas de los árboles. Los piñones de esta modalidad son muy pequeños. Los lugareños ya no los aprecian como antes; en la actualidad no los comen, ni siquiera los niños, pero antiguamente era un producto muy valorado, sobre todo en la época del hambre, es decir, en la posguerra (años 40 del siglo XX), cuando una vez finalizada la Guerra Civil de 1936/39, la sequía asoló aquellos campos, agostó los manantiales, cercenó muchas de las esperanzas de los lugareños, sus ansias de prosperar y de llevar una vida cómoda, alejados del valle de lágrimas.

    El santuario de Codés tiene su origen en la aparición de una reliquia mariana durante la invasión de los árabes. En la actualidad forma un complejo que también consta de bar, restaurante, hospedería y una maravillosa fuente de donde mana un agua límpida ininterrumpidamente, proveniente de los abundantes manantiales que emanan de los subsuelos de la montaña. Sobre esta fuente, se halla la imagen incólume y santa de la Virgen de Codés, preciosa efigie venerada por los que alcanzan el santuario con la esperanza de hallar una belleza que no les defrauda. El día más señalado es el de Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua, cuando llegan los peregrinos, actualmente montados en modernos autocares, a celebrar el descenso del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesucristo con la presencia de la Santa Virgen María. Es el lugar principal de toda la comarca. Los niños de los pueblos cercanos llevan a cabo excursiones en bicicleta al santuario desde edades muy tempranas. Sin embargo, los columpios infantiles, parque infantil a cielo abierto, desaparecieron.

    El pueblo llamado Sansol/Santzol se sitúa sobre un promontorio (a 513ms. de altitud), junto a la carretera general que une Logroño con Pamplona, la nacional 111. El origen del topónimo es el hagiónimo San Zoilo, patrono del lugar y titular de la parroquia, aunque hay voces que sugieren una relación con Sancho, y otras con el abad benedictino martirizado por los moros San Sol. Está documentado en latín como Sancto Sole y Sancto Sole in Los Arcos en el siglo XII, Sant Sol en el XIII o Sanssol en el XVIII. Sin embargo, encontramos en documentos euskéricos, además del topónimo Santzol, el de Doneloizu, que en el propio pueblo nadie utiliza en la actualidad. Su jurisdicción abarca 13,7 kilómetros cuadrados. Desde la iglesia, del siglo XVIII, por varias calles, como la Taconera o la Mayor, la Florida o la Barrionuevo (que luego cambió su nombre en un tramo principal por la de Carretera de Desojo), se sale hasta la carretera general, que confiere un carácter especial a la localidad porque, a menos de veinticinco kilómetros, Logroño y Estella/Lizarra son accesibles. Después de la Guerra Civil, el autobús de un particular que se había declarado como empresa, pasaba a la mañana y a la tarde, dos veces al día en cada dirección. Por aquel motivo, los sansolanos se sentían más insertos en la civilización que los de los otros pueblos, los cuales debían llegarse para coger el autobús o bien al propio Sansol, o bien al pueblo vecino, Torres del Río, por el cual también atraviesa la misma carretera en dirección a Viana, última localidad de Navarra en la frontera con La Rioja. En la actualidad, es la empresa de autobuses La Estellesa la que se hace cargo de la ruta, uniendo estas localidades desde Logroño hasta Pamplona y San Sebastián. Ahora bien, el tráfico principal se ha desviado con la construcción de la Autovía del Camino desde Los Arcos hacia Lazagurría. Pero los peregrinos que recorren el Camino de Santiago tienen que seguir pasando obligatoriamente por Sansol y por Torres del Río. Antes, sus habitantes intercambiaban impresiones con ellos, se mostraban hospitalarios, les vendían lo que necesitaban o les daban limosna; ahora practican con ellos el inglés, les abastecen de todo tipo de productos, de alojamiento y comparten experiencias quienes también han hecho el Camino, que no son pocos, sobre todo, una vez que antiguos peregrinos se han instalado en el pueblo, ya sea por haber abierto un albergue u otro establecimiento, ya sea por haber encontrado allí su sitio en el mundo.

    En el tramo del Camino de Santiago entre Los Arcos y Sansol, en Melgar (que al parecer debe su nombre a un tipo de planta silvestre abundante en la zona, cuyo nombre cuando se cultiva es ´alfanje`, por su semejanza tal vez con el típico sable morisco, reminiscencia léxica de la ocupación árabe), por otro nombre Los Corrales, se localizaba la antigua encomienda y hospital de la Orden de San Juan de Jerusalén, cuyos comendadores se documentan desde el siglo XII, próxima al arroyo de San Pedro Melgar, que tenía tres fuegos en el siglo XIV, considerada como aldea de Los Arcos, cuando Sansol constaba de hasta nueve fuegos. Sus iglesias estuvieron dedicadas a Santa María y San Pedro, pero fueron vendidos sus bienes durante la desamortización del siglo XIX. Cerca se situaba la ermita de San Pedro, cuyos restos se pueden observar todavía en la parte alta de la curva de la carretera de Desojo entre el Vado y el Prado, términos del regadío de Sansol. Hace tiempo que la talla de madera de San Pedro, a la que le faltan los brazos, cuya ubicación había sido esta ermita, se trasladó, primero al primer rellano del escalerón de la parroquia de Sansol, enfrente de la puerta de entrada, y luego, de forma definitiva, al coro de esta misma parroquia. Esta talla tenía una rodilla un poco desgastada y sobada, porque los feligreses, antes de subir al coro, cuando se hallaba todavía en el rellano del escalerón, se la besaban; ahora está restaurada y, situada en lo alto del coro, nadie la toca. Dice la leyenda que en el mismo lugar de la encomienda sanjuanista de Melgar se situaba antiguamente Sansol el Viejo y que fue mucho después cuando se fijó su ubicación actual sobre el promontorio situado sobre el riachuelo Linares y encima del caserío de Torres del Río.

    Actualmente, la ruta jacobea ha visto multiplicada su afluencia de peregrinos provenientes de todos los rincones del planeta y se ha creado todo un conglomerado de comercios que les abastecen de todo. Viana es la última localidad navarra por la que pasa la ruta jacobea. Hasta Santiago de Compostela restan de allí 666 Km, el número de la bestia. En Viana murió y está enterrado el célebre César Borgia. La tumba de este personaje histórico está al albur de que cualquiera pueda pisarla. Tal vez, el Apocalipsis de San Juan se refiera a la corrupción del papado durante el dominio de los Borgia como el anticristo o bestia. De este modo, tendríamos que la bestia estaría dentro de la propia Iglesia, algo que se puede pensar ahora por el escándalo de la pederastia. Es lógico pensar que el demonio querría estar dentro, que es donde más daño se puede hacer. Esto tal vez entroncaría con la parábola de Jesucristo sobre el trigo y la cizaña.

    Hace no tantos años, las carreteras comarcales que comunicaban las diferentes localidades de la comarca eran transitadas, sobre todo, a pie, en bicicleta o con carro tirado por animales. En ocasiones también montaban a caballo o en mulo o en burro.  De Sansol parte una carretera hacia Desojo. De Torres del Río sale otra hasta después de Aguilar de Codés, que pasa antes por Espronceda y expele dos extensiones que la unen a Torralba del Río y a Azuelo a escasa distancia. Espronceda y Desojo se unen por otro tramo. De Torres del Río parte una carretera comarcal hacia Lazagurría, a ocho kilómetros de distancia, y de esta última localidad otra hasta Mendavia, también a ocho kilómetros. También en Torres del Río comienza el tramo que comunica con Armañanzas. De la carretera general N-111, es decir, Pamplona-Logroño, nace la comarcal que lleva a Bargota. Esta carretera general pasa por Los Arcos, Sansol y Torres del Río antes de dirigirse a Viana, a doce kilómetros, y a Logroño, a veintiocho de Los Arcos y cuarenta y seis de Estella/Lizarra. Como precedente de esta carretera general, encontramos documentado un camino real, cuyo tramo entre Logroño y la Ciudad del Ega se realizó poco antes de la Primera Guerra Carlista (1833/39), en la que el general Tomás de Zumalacárregui anduvo victoriosamente con sus tropas carlistas por la comarca, sobre todo en el valle de la Berrueza. Entre Los Arcos y Sansol parte una carretera comarcal que conduce hasta El Busto. Antiguamente, proveniente de la zona que en la actualidad comprende La Rioja, las pequeñas villas romanas, precedentes de Torres del Río, Sansol y Los Arcos, estaban comunicadas por una calzada romana.

    Por supuesto, todas estas comunicaciones han mejorado mucho en cuanto a la circulación de vehículos, sobre todo, una vez entrado el siglo XXI; pero los habitantes de la comarca, tal vez huyendo de la endogamia, siempre han frecuentado los pueblos de alrededor por diversos motivos, unas veces por trabajo, otras por diversión. Verbigracia, los sansolanos y torresanos solían acudir andando por el camino que lo une con Sansol, de apenas dos kilómetros, a El Busto en las fiestas pequeñas de la primavera para presenciar el torneo de escalada del mayo. En el centro de la plaza del pueblo se colocaba un mayo; se cortaba un chopo cuyo tronco se fijaba tieso allí, tras haber podado las ramas, excepto unas pequeñas en la punta. Al mozo que llegaba arriba el primero se le tributaban honores durante las fiestas y más allá. Luego, se bailaba en la misma plaza hasta la noche al son del acordeón, de la guitarra y del tambor. A la vuelta, los sansolanos y torresanos regresaban a sus pueblos en grupos separados de chicas y chicos cuyos escarceos amorosos eran criticados ferozmente en sus pueblos al día siguiente y mucho después, ya que los protagonistas masculinos con frecuencia se jactaban ante los demás de sus conquistas, unas veces reales, otras figuradas. Antiguamente, además del camino, para ir a El Busto desde Sansol existía la Sendilla, que salía a la bodega de El Busto, donde las cigüeñas anidan en la torre de su iglesia, por lo que los demás les llamaban los cigüeños, lo mismo que a los sansolanos los babutas o a los torresanos los limacos. Su anchura solo permitía el paso a una persona. Ya no existe, pues la gente dejó de pasar por allí y, además, los labradores tienen ansia por comerse el máximo terreno posible. Ocurre también con los ribazos, que los apuran tanto que las carreteras se quedan sin arcén, con el consiguiente peligro de que se derrumben y se hundan hacia los lados.

    El camino que lleva al cementerio de Sansol continúa hasta Val`de Herrero, Somorrubio, Majalascabras, el Pecho y Larrá, y termina, tras descender por el barranco de Val`de Lengua, dejando a un lado el antiguo corral ovino de Las Balsillas, a unos dos kilómetros antes de llegar a Lazagurría, en la carretera que une Torres del Río con esta última localidad. A un lado de esta carretera, se halla una antigua granja conocida como La Monjía, antigua propiedad del Monasterio de Iranzu, habilitada como hospital cuando algún vecino de varios pueblos en redondo necesitaba cuidados de enfermería. También habían hospedado a pobres y vagabundos, caminantes enfermos que iban por las carreteras y que pedían limosna en los pequeños pueblos. En su iglesia se veneraba a Santa Eulalia y pertenece a la jurisdicción de Torres del Río. Durante la desamortización de los bienes de la Iglesia acaecida en el siglo XIX, la Monjía se privatizó.

    El camino del cementerio de Sansol está lleno de pedregales y de charcos; consta de una longitud de unos seis kilómetros y medio. Va paralelo a la carretera que une Torres del Río con Lazagurría, pero con mayor altitud. A la altura del camposanto, se bifurca hacia El Busto, en unos terrenos que se conocen como Las Costanas. Cuando se moría un animal, se llevaba a la pieza 60, es decir, en la bifurcación del camino de El Busto con el de Las Espesuras, que conduce al cementerio de Sansol pasando por Las Costanas. Después, pero antes de llegar a Val`de Herrero, encontramos El Cascajo, donde siempre ha habido unas excelentes viñas, que están desapareciendo por el relativo fracaso de la denominación de origen de vino navarro, ya que incluso la Administración llegó a pagar a los vinicultores por quitar las cepas. También se le denomina camino de Val`de Herrero o de Larrá. Con los topónimos Larrá, La Ra o Larrad, residuo del sustrato vasco en la comarca, proveniente de larrantz ´lieco, pastizal`, se denomina un terreno amplio, antiguamente dedicado a pastos, que abarca la jurisdicción de varias localidades navarras: Los Arcos, El Busto, Sansol, Luquin, Sesma y Mendavia. Secuenca o Socuenca es la parte de la jurisdicción por la que atraviesa el río Odrón, proveniente de Los Arcos, que confluye con el riachuelo Linares a la altura de Lazagurría, antes de desembocar en el Ebro por Mendavia. Por Socuenca atraviesa la carretera vieja que unía Lazagurría con Los Arcos y, en la actualidad, la Autovía del Camino, que une Logroño con Pamplona. Allí las vacas de todos los ganaderos de la comarca pacían reunidas, lo mismo que la cabrada en la Plaza del Sindicato de Sansol, por lo que se conoce también como de las Cabras. Hacia Socuenca está El Romeral.

    En el sentido contrario, yendo hacia la sierra de Codés, está el camino de la balsa, de las Losas o del Praduelo. Con este último término se denomina al monte más alto de la jurisdicción de Sansol. Está antes de Martín Garín, el último terreno sansolano antes de llegar a Desojo, campo a través. Previamente a su ascensión, atravesamos Las Losas, donde hay unas rocas lisas que antaño se utilizaban para obtener material de construcción de viviendas. Entre el Praduelo y Torres del Río está Val`de Tora, que pertenece también a la jurisdicción torresana. Por la carretera hacia Desojo están el Vado y el Prado, dos términos por donde pasa el Arroyo San Pedro y que, por lo tanto, son regadío y hay parcelas de huerta. Antes del Vado, está el espacio conocido como los Almendrucales. Había allí unos cuatro almendros que daban un fruto amargo, incomestible. Yendo de Sansol hacia Los Arcos está el Altillo, que es una colina situada antes de llegar al arroyo San Pedro, a cuyo pie se sitúan las parcelas de regadío del Salobral. El camino de Santiago se acerca a Sansol por Las Leras, Larduengo y el Vado, también por Mirabuenas. Por este terreno, atraviesa un camino que comunica la comarca de las cinco villas de Los Arcos con Mues, es decir, con el Valle de la Berrueza, Berrotza o Berroza, términos los dos últimos del euskera (la diptongación se debe a la influencia del romance, pues el paso de /o/ larga a /ue/ constituye un fenómeno frecuente en la transición del latín vulgar al castellano medieval). Paralelo a Las Leras, entre El Busto y Los Arcos, encontramos el Barranco de Larduengo.

    El clima es de contrastes, abundantes heladas en invierno y en verano bochorno, es decir, viento proveniente de África, del desierto del Sáhara, en contraposición al solano que proviene del norte, de la parte de Desojo, Los Arcos y Estella. De la peña, proviene el viento conocido como "matacabras", más frío que el cierzo, inclusive. Para salir del pueblo, siempre hay que descender una cuesta, ya que el núcleo de viviendas de Sansol, en torno a unas sesenta, está asentado sobre una colina o promontorio. Los caminos y los atajos cruzan los campos. Son frecuentes las abruptas pendientes y los terrenos pedregosos. También los bosques de pinos, pequeños, espesos y cubiertos su suelo con una capa de hoja perenne seca. El riachuelo que pertenece a la jurisdicción del pueblo vecino, el Linares, cuyo nacedero se sitúa en terrenos de Aguilar de Codés, está más cerca que el propio, el conocido por los lugareños como San Pedro Melgar. Este último se seca durante los meses del estío casi todos los años. Tiene tan poco caudal que más arriba, al pie de la sierra de Ubago, donde tiene su nacimiento, a la altura de Desojo, un vado pasa por su cauce sin puente y sin asfalto y los carros lo cruzaban sin ningún problema casi todos los días del año, lo mismo que los vehículos de motor en el presente. De hecho, está considerado desde el punto de vista de la geografía como arroyo y no como río.

    Los campos de cereales: cebadas, trigos, avenas... amarilleaban la primavera. Las viñas, de las que se obtenía unos caldos de excelente calidad, verdeaban el verano. Los vinicultores de los pueblos de la zona recibieron la oferta de las bodegas riojanas de formar parte de su denominación de origen, pero señalándolo, sin ocultarlo, creando bodegas propias inclusive. Los vinicultores de Sansol rechazaron esta denominación de origen porque apostaron por la de Navarra. En cambio, unos kilómetros hacia Logroño, la localidad de Bargota, lo mismo que la de Mendavia y Viana, llevaban su uva a Logroño y crearon bodegas con una marca propia, denominación de origen Rioja. Esto enriqueció mucho a estos pueblos. Por ejemplo, permitió que la población de Bargota se mantuviese, al contrario que la de Sansol y otros pueblos de la comarca de Codés; los jóvenes bargotanos no se marchaban y se quedaban a cuidar las viñas y a trabajar en las bodegas. En toda la zona se producían unos caldos excelentes. Las fronteras vinícolas de La Rioja, lo mismo que las de cualquier otra zona de denominación de origen, no tienen por qué coincidir con las administrativas o políticas. Sin embargo, una vez entrado el siglo XXI, las poblaciones de Sansol y Torres del Río comenzaron a remontar, primero, por el negocio que se desarrolló en torno al Camino de Santiago, segundo, por efecto de la eliminación de fronteras en la Unión Europea, con la consiguiente llegada de familias portuguesas y, tercero, por la globalización, con la presencia en estos pueblos de población extranjera.

    Los olivares son también frecuentes en aquellos campos afectados por un clima híbrido entre el mediterráneo y el continental; los olivos parecen manos que surgen de la tierra para ofrecer algo valioso, como si tuvieran una dádiva entre sus dedos que quisiesen agasajar a quien estuviese dispuesto a regar aquellos campos con su sudor. Los olmos y los chopos forman la sombra de la cuenca del río, creando un pequeño espacio bioclimático de frescura que propiciaba el crecimiento de los hongos, la proliferación de gusanos rosáceos y retorcidos, de topos, de insectos y otros animales, y en el río la vida de una fauna que abarcaba desde las ratas de agua (un manjar exquisito para alguno que otro) hasta los cangrejos, barbillos y demás peces fluviales. Las setas de chopo eran muy abundantes y se recogían casi diariamente por itinerarios que algunos habitantes conocían bien. Las setas de cardo eran menos abundantes y más cotizadas también por su mayor calidad.

    También se podían observar manzanos, perales, melocotoneros, almendros, nogales, ciruelos, pomelos, cerezos y guindos; estos últimos no se cultivaban, sino que se plantaba un esqueje en el ribazo y ni siquiera se preocupaban en regarlo aunque luego, a pesar de su acidez, a alguien de la familia le gustasen las guindas y las recogiesen en una cesta para darse la gran comilona, durante un par de tardes, que siempre acababa en la cuadra o en el descampado, con la urgencia y el apuro correspondientes, sobre todo, si después del yantar se bebía mucha agua. Además, después de hacer de vientre en el corral, debían limpiarse con un saco seco que tal vez había usado ya alguien de la familia. No se instalaron W.C. hasta pasada la mitad del siglo XX. Tampoco había agua corriente y las mujeres bajaban con tinajas a la fuente para proveerse. Antes de construir la casa y la consulta del médico, la fuente se situaba dentro del pueblo, pero luego tenían que ir hasta la Fuente Vieja, de la cual manaba un chorro perenne, pues por aquella parte de Sansol había manantiales muy abundantes, lo que se reflejaba también en la balsa que inicia el camino al Praduelo. Hasta mediados de los años ochenta del siglo XX, la localidad se abastecía de agua gracias a estos manantiales que el médico del pueblo trataba en el depósito, midiendo su potabilidad y echándole el cloro que requería para su depuración. Cuando había sequía, como sucedió precisamente a mediados de los 80, se sufrían duras restricciones en verano. Cortaban el agua y los habitantes del pueblo tenían que llenar tinajas, cubos y hasta la bañera para las horas en que no había suministro. El principal manantial del que se abastecía Sansol era el de Mariñanas.

    La balsa se formaba naturalmente con el agua proveniente de los manantiales subterráneos. Se asemejaba a un oasis con sus estilados cañaverales, los patos, pollas de agua, ranas y sapos. Las cigüeñas se posaban en sus riberas y traían cartas de la ciudad del amor, misivas enviadas por las almas gemelas. Estaba llena de juncos, cuya terminación se asemejaba a los farias que algunos hombres fumaban, apéndice que los niños deshacían dando al viento una nube de mariposas vegetales de color blanco o vainilla, cuyo peso era menor que el de la paja, menor que el de las flores y de la hierba. El cierzo arreciaba con fuerza mientras los niños formaban ondas circulares con los guijarros haciendo que pasasen raso y que rebotasen en el agua, el más hábil tres o cuatro veces. Finalmente, el cabildo decidió habitarla con patos. Posteriormente, cuando el pueblo comenzó a recibir el agua de la Mancomunidad de Montejurra, los manantiales se dirigieron en forma de fuente a esta balsa, tras haber abastecido de agua al pueblo a lo largo de toda su historia, muchas veces con escasez, aunque con la llegada de la democracia se abasteciese también en épocas de sequía con camiones cisterna enviados por orden de la Diputación Foral, esto durante la larga sequía que se produjo en la década de los ochenta. En el franquismo, desde la alcaldía se proyectó construir unas piscinas municipales cerca de la Fuente Vieja; se excavó el terreno, pero el hoyo, con forma rectangular, nunca se convirtió en piscina, pues el presupuesto se agotó y el proyecto se frustró, con lo que nunca llegó a término. 

    La viña daba menos trabajo desde que se podía arar con el tractor, lo mismo que el resto de los cultivos.

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