De chándal al cielo, con traje al infierno: Prosa y versos sobre los suburbios de mi alma
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Mis palabras quieren ser una voz que se alza en contra de lo establecido e injusto. Una voz por la empatía y la sensibilidad.
Con este libro quiero apelar al cuestionamiento de la trayectoria vital y emocional de los lectores a través de mis experiencias personales.
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De chándal al cielo, con traje al infierno - Noah Díaz Rodríguez
AL PRINCIPIO FUE EL VERBO,
DESPUÉS VINO EL…
DELIRIUM TREMENS
En sus noctambulidades erráticas, tambor de lavadora en histriónicas conexiones sinápticas.
Estaba obnubilado,
—¿Por qué he de…? —Una voz interpela—.
—Duerme.
A él solían llamarlo «hombre de éxito», de esos que son solidarios y despachan con soberbia propinas en forma de billete color amoratado. No obstante, «eso» era lo que él denominaba «mi bartering», un modelo de negocio basado en el trueque. ¿Que cuál era dicho trueque…?
—¡Soy un necio! ¡Así seré traslúcido en mis desvelos! —se dijo a sí mismo el exitoso, ínterin en sus delgadas y aparentemente afables sabanillas que, muy remotamente de cubrir un altar, se entrelazaban y hacían jactancia de su pánico.
Lo «cierto» es… que su aguinaldo, y no navideño, no era por pura prestancia.
La labor de aquellos que recibían la cuantía del trocamiento consistía en absoluto mutismo. Es decir…
—¡No!, ¡no! Piensa normal, no entres en paranoia, sabes perfectamente que ese bichejo no es real —se dicta a sí mismo imperativo.
Dicho humanoide está soñando despierto. Dicho humanoide está…
—¡Una, solo una más, por favor! Tan solo anhelo ese… —Le interrumpe su mundo interno, que hace tiempo ya que dejó de serlo…—. ¡Líquido espirituoso!
Tan carente de espíritu, deja caer una extremidad sobre la madera de ébano que superpone el subsuelo, en todas sus acepciones. El continuo ludir de su trepidación muscular contra el pavimento denso color obsidiana parecía cavar un agujero hasta dar con el infierno.
—Necesito…
Desfallece nuestro personaje «casi» entre microsegundos.
Ipso facto despierta en el acto, «en tiempo y forma»…, al menos, en su tiempo y… muy en «su forma», en una cadavérica y ajada forma que cubre y, sobre todo, encubre (aunque no descubre nada nuevo…) lo que en este instante, cree, es su cuerpo.
—Algo ha ocurrido. Está extrañado, ofuscado…, irradia irascible su furia entre convulsión y convulsión.
El entorno ya no es el mismo, ha transmutado. La ornamentación de los tabiques no es que sea exigua…, es carente. Y la tonalidad de dichas paredes se hace verificable a su semejanza con respecto a la vestimenta de los que ahora se