Transitando a la salud colectiva: Una experiencia de la Facultad de Enfermería de la Pontificia Universidad Javeriana
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Transitando a la salud colectiva - Claudia Marcela Camargo-Rojas
CAPÍTULO I
DEL HIGIENISMO A LA SALUD PÚBLICA EN LA ENFERMERÍA JAVERIANA
Edilma Marlén Suárez Castro
Este capítulo examina el surgimiento y la institucionalización de la higiene en Colombia y su articulación con la medicina tropical —y posteriormente con la salud pública—, en el contexto del modelo económico liberal y la expansión capitalista estadounidense. También presenta el nacimiento de la medicina social-salud colectiva en América Latina, en respuesta a la crisis de la salud pública de mediados del siglo XX. Así mismo, analiza el papel de la enfermería durante el higienismo, los orígenes de la Escuela de Enfermeras Visitadoras y, a continuación, el proceso de inclusión de contenidos de salud pública en los currículos de formación en la Escuela y en la Facultad de Enfermería de la Pontificia Universidad Javeriana. Finalmente, presenta el proceso que llevó a la creación del Departamento de Enfermería en Salud Colectiva en la Facultad de Enfermería de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, a mediados de la década de 1990.
El higienismo en Colombia
Según Quevedo et al. (1, p60), la higiene llegó a Colombia en 1872, a través de una misión pedagógica alemana contratada por el Gobierno nacional, la cual centró su accionar en la higiene privada, es decir, en la higiene de los individuos. Para María Teresa Gutiérrez (2, p78), una vez instaurado el higienismo en Colombia, este siguió una serie de etapas, divididas cronológicamente, que poco a poco se fueron institucionalizando y llevaron al establecimiento de normas sobre la población colombiana, en particular sobre la población en situación de pobreza. La primera etapa se dio entre los años 1886 y 1920, momento en el que se adjudicó en la Constitución Política de 1886 la responsabilidad de la supervisión sanitaria al Estado (1, p65); durante este tiempo, se creó la Junta Central de Higiene y se dieron los primeros desarrollos en el establecimiento de normas de higiene. La segunda etapa se desarrolló entre 1920 y 1937, lapso en el que se reforzó la difusión de las normas y se priorizó su cumplimiento con la participación de instituciones estatales. El último periodo se ubica entre 1938 y 1953, etapa en la que se fundó el Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión Social, y que finalizó en el año 1953 con la creación del Ministerio de Salud, cuyo eje orientador fue la salud pública de corte estadounidense.
El higienismo ha desempeñado un papel importante en el país, no solo por su preeminencia por cerca de seis décadas, sino por su vínculo posterior con la salud pública en la segunda mitad del siglo XX, como se describirá más adelante. En relación con el desarrollo del higienismo, Emilio Quevedo et al. (1, p61) y Mario Hernández (3, p40) señalan la existencia de dos tipos de higiene: 1) la higiene pública, responsabilidad del Estado, que debía garantizar la asistencia pública a través de la práctica médica; y 2) la higiene privada, considerada problema de los individuos y, por lo tanto, parte del ejercicio de su libertad. Por esta razón, en la primera mitad del siglo XX se intentó implantar el higienismo como función fundamental del Estado colombiano, a partir de la expedición de leyes, decretos, acuerdos y resoluciones, mediante las cuales
se reglamentó la profilaxis de enfermedades infecciosas y contagiosas; la sanidad y navegación marítima y fluvial; la higiene de inmuebles; el consumo y fabricación de licores, cervezas, bebidas gaseosas y fermentadas; los laboratorios de higiene, entre otros. Las campañas de higiene de inmuebles y consumo de bebidas alcohólicas tuvieron una fuerza mayor a nivel municipal. (1)
A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, en el proceso de organización de la estructura sanitaria confluyeron diferentes eventos y circunstancias que articularon el higienismo con la expansión capitalista estadounidense. Estos eventos y circunstancias han sido señalados por Emilio Quevedo así:
1) el desarrollo del comercio internacional y el papel protagónico cada vez más destacado de los Estados Unidos en esta carrera en América Latina; 2) la competencia mundial de este país por el monopolio y la explotación del petróleo en los países periféricos como fuente de riqueza y de energía; 3) la creación de las fundaciones filantrópicas norteamericanas, más específicamente, la Fundación Rockefeller; 4) la constitución y consolidación de las organizaciones sanitarias internacionales, especialmente, la de la Oficina Sanitaria Internacional; 5) el desarrollo en Norteamérica de una nueva manera de entender el concepto de salud pública, y, como inmediata consecuencia, 6) la constitución e institucionalización de una nueva especialidad científica, poseedora de una nueva concepción de su práctica. (1)
Estos acontecimientos permiten comprender por qué las políticas y programas en salud se encuentran orientados a responder a las necesidades de la expansión capitalista y, por lo tanto, a dirigir la conducta de la población pobre y trabajadora. Historiadores de la medicina, la salud y la pedagogía en Colombia y América Latina, como Alberto Vasco, Sergio Arouca, Asa Cristina Laurell, Emilio Quevedo, Mario Hernández, Carlos Noguera, Juan Carlos Eslava, Howard Waitzkin, entre otros, han visibilizado los discursos y las prácticas que han acompañado los avances en medicina, salud y educación, en vínculo con la inserción de Colombia en la industrialización y la llegada de empresas estadounidenses al país.
Para el Estado colombiano era una prioridad el establecimiento de normas de higiene, más si se tiene en cuenta que durante las primeras tres décadas del siglo XX, con el proceso de modernización, se presentó la primera ola de inmigrantes del siglo con la llegada de campesinos a las ciudades que se convirtieron en obreros, situación que llevó a la construcción de barrios para la clase obrera, la disposición de los cinturones de miseria en la principales ciudades del país, el incremento en el desempleo, la habitabilidad en calle, la prostitución y el aumento de la criminalidad (4), como lo describió el escritor colombiano Fernando Soto Aparicio en su libro la Rebelión de las ratas. Según María Teresa Garzón,
la afluencia a la ciudad de una masa flotante de personas, que emergería como el proletariado urbano, mostró la incapacidad de Bogotá para absorberlos en un espacio que no se había ensanchado casi nada desde la Colonia, teniendo como efecto que ricos y pobres convivieran en los mismos céntricos barrios. (5, p196)
Carlos Noguera, en su texto La higiene como política, describe cómo en la primera mitad del siglo XX con el higienismo se consolidó el carácter político de unos saberes y unas prácticas, y por ello se habla de higiene como política, es decir, como dispositivo de poder, como mecanismo de control y gestión social
de la población (6, p188). Para el autor, la higiene como dispositivo de poder sobre la población especialmente pobre y sobre la niñez se dio a través de discursos y prácticas que tenían como objeto, antes que el mejoramiento de las condiciones de vida, el control y gobierno de estos grupos de la población
durante las décadas de 1920 y 1930 (4, p188-189).
Según Noguera, los discursos de la higiene se ampararon en su carácter científico ligado con el ejercicio de la medicina, el mantenimiento de la salud y el control de la enfermedad. Por ello, las prácticas sobre la población pobre se enfocaron hacia la readecuación del espacio urbano, con la creación de los barrios obreros y el saneamiento del espacio urbano, que incluía el saneamiento de las habitaciones, las calles, la construcción de acueductos y alcantarillado, y la higiene personal (4, p189). El autor señala que médicos higienistas e ingenieros sanitarios comenzaron a llamar la atención sobre el peligro que para la ciudad, y particularmente para los sectores de la élite, representaban los insalubres asentamientos pobres
(4, p196); así lo describe también Quevedo, en una cita de Pablo García Medina, quien para la época era el director de la Junta de Beneficencia de Cundinamarca, integrante de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales y profesor de medicina:
El aumento del bienestar y el mejoramiento de la higiene de las clases inferiores contribuyen a obtener la defensa contra las enfermedades contagiosas: y para vencer y detener estas enfermedades evitables, tratemos de reformar material y moralmente el estado de las clases pobres, lo que se consigue pidiendo a las leyes económicas los medios de mejorar su alimento y su vestido; al capital, la construcción de habitaciones para obreros; a la higiene, las reglas para cambiar sus costumbres, y a la caridad, el modo de levantar su espíritu. (1, p71)
En relación con la niñez, Noguera (6) señala el interés por convertir las instituciones escolares en una especie de invernadero para el cultivo de las tiernas plantas infantiles
, a través de manuales de higiene, medicina y pedagogía, como parte de una amplia estrategia de medicalización de la población. Según el autor, los manuales de higiene expresan, además, la concepción de infancia, de hombre y las formas como debería orientarse su formación y desenvolvimiento de acuerdo con los criterios de médicos, higienistas e intelectuales vinculados al discurso sociobiológico, puesto en escena durante las primeras décadas del siglo XX
(6, p278). Así es como se hablaba de higiene intelectual, higiene física e higiene moral, contenidas en los diferentes tipos de manuales de urbanidad. El higienismo también se dio en estrecha relación con el discurso eugenésico,¹ entendiendo este último como una práctica tendiente al perfeccionamiento de la raza humana, así como a la producción de mano de obra sana y fuerte (6, p286). Es el caso de la puericultura, que, en palabras de Nari,
se comprende a partir de la emergencia de la cuestión de la población, su valor
como riqueza de las naciones (vinculado fundamentalmente a la fuerza de trabajo y al ejército), de una inquietud social ante las muchedumbres y la ebullición de las clases peligrosas
y por lo tanto la preocupación de regular hasta sus comportamientos más íntimos. (8, p114)
A partir de la segunda etapa del higienismo, en la década de 1920, se inició en Colombia la medicina tropical, que surge a partir de la solicitud que el Gobierno nacional hizo a la Fundación Rockefeller para intervenir la uncinariasis en Cundinamarca. Según Juan Carlos Eslava (9), con la medicina tropical se inician las campañas de erradicación de enfermedades tropicales, con prioridad en la anquilostomiasis (uncinariasis), la fiebre amarilla y la malaria.
Del higienismo a la salud pública en Colombia
El tercer periodo del higienismo, que había iniciado en 1938, finalizó en 1953 con la creación del Ministerio de Salud Pública, bajo la orientación del Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública, en articulación con la Fundación Rockefeller. Para Richard Brown (7, p317), el paso del higienismo a la salud pública surgió por las necesidades del colonialismo² y el neocolonialismo, cuando el poder de los Estados Unidos fue severamente atacado por las enfermedades tropicales, que en algunos casos diezmaron a los trabajadores y en otros redujeron su productividad. Entonces, con la articulación de la higiene, la medicina tropical y la medicina preventiva, se configuró una salud pública, que en palabras de Foucault permite que
el control de la sociedad sobre los individuos no se opere simplemente por la conciencia o por la ideología, sino que se ejerce en el cuerpo, con el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo importante era lo biológico, lo somático, lo corporal, antes que nada. El cuerpo es una realidad biopolítica; la medicina es una estrategia biopolítica. (12, p366)
En este contexto, se comprende que en 1920 Winslow, fundador del Departamento de Salud Pública en la Universidad de Yale, definiera la salud pública como
la ciencia y el arte de prevenir las enfermedades, prolongar la vida, y fomentar la salud y la eficiencia física