Hace ahora tres años la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la COVID-19 como una pandemia mundial. En aquel momento resultaba muy difícil predecir de qué modo la emergencia sanitaria afectaría a todas las parcelas de nuestra vida. Desde las devastadoras consecuencias en nuestra salud física y mental hasta los cambios en los puestos de trabajo o las estructuras educativas, pasando por las cadenas de suministros o la confianza en los sistemas diseñados para protegernos como sociedad. Como se advertía en un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la epidemia del coronavirus ha dejado economías enteras arrasadas, ha disparado las tasas de violencia doméstica y ha ensanchado la brecha de desigualdad entre ricos y pobres, especialmente en lo que se refiere a la distribución de las vacunas.
Los expertos insisten en la importancia de asimilar que la salud de las personas, los animales y el propio planeta está conectada. Por lo tanto, los planes de seguridad no pueden abordarse por separado en el futuro. Las respuestas, según los especialistas, deben orientarse a crear sistemas que favorezcan la protección en todos los estratos sociales, especialmente en escenarios futuribles de confinamientos o restricciones a la libre movilidad.
«Es indiscutible que la pandemia ha afectado a todos los habitantes del mundo, pero la antropología demuestra que no a todos por igual. La perspectiva antropológica pone de manifiesto las grandes desigualdades y la crisis sistémica y estructural que padecen las sociedades del siglo XXI», argumenta Carmen Castilla Vázquez, directora del departamento de Antropología Social de la Universidad de Granada.
La pandemia, según esta experta, ha. «En países como Estados Unidos muchas personas no disponían de seguro médico. Algunos estudios hablan de que también en Europa occidental se está apostando por un modelo de sociedad que merma las capacidades del Estado a la hora de llevar a cabo políticas públicas que mejoren los servicios de salud al disminuir la inversión pública», asevera Carmen Castilla.